Por Juan-José López Burniol, notario (EL PERIÓDICO, 19//10/08):
Se dice campo de Agramante de un lugar donde hay mucha confusión y nadie se entiende, y donde cualquier injusticia es tolerada y cualquier desafuero está bien visto. Procede, por tanto, calificar como mercado de Agramante al que hemos padecido durante los últimos años. Razones para ello, vistas por un profano:
1. En agosto del 2008, estalló en Estados Unidos una crisis financiera desencadenada por las hipotecas subprime, posibles por la desregulación del mercado y por la conducta fraudulenta de muchos de sus actores. Puede así sostenerse que se trata más de una crisis de mercaderes que del mercado.
2. No es una crisis mundial, aunque repercutirá en todo el mundo. Es una crisis de los blancos –de Occidente–, iniciada en el último imperio en el que se ha encarnado la hegemonía occidental: el imperio americano. Paul Samuelson ha escrito que “lleva en su etiqueta las palabras made in USA” .
3. Los países del sureste asiático y los productores de petróleo siguen ganando dinero, hasta el punto de que podrían enjugar, con sus excedentes, los déficits acumulados de las respectivas balanzas exteriores de Estados Unidos y España, que son los más altos del mundo. Asimismo, estos países compran muchas empresas occidentales: industriales, comerciales y financieras.
4. ESTA REALIDAD, unida al hecho de que más del 50% del comercio mundial se desarrolla en la cuenca del Pacífico, dará lugar a que la crisis actual sea algo más que una crisis cíclica, ya que habrá provocado –cuando termine– el fin de la hegemonía económica y comercial de Occidente, que compartirá su liderazgo con los países emergentes, lo que dará lugar a un mundo multipolar.
5. Sin perjuicio de lo dicho hasta aquí, esta crisis tiene, en España, unas características particulares. En primer lugar, se inició antes, ya que comenzó a sentirse a comienzos del 2007. Y, en segundo término, su desencadenante no fueron las hipotecas subprime, ya que los bancos españoles no habían adquirido productos tóxicos –antes al contrario, se ha- bían endeudado con los bancos extranjeros–, sino que fue –y es– el agotamiento de un modelo de crecimiento basado casi solo en la construcción y el consumo interno.
6. Consecuentemente, desplomada la construcción y en recesión el consumo interno, solo podrá tirar de nuestra economía la demanda exterior; pero esta no crecerá si no mejora nuestra productividad y, por ende, nuestra competitividad. Ahí esta nuestro gran problema.
7. El aumento de nuestra productividad exige reformas en el mercado de trabajo (lucha contra el absentismo laboral inclusive), la apuesta por la energía nuclear, la reforma del sistema educativo, y otras medidas que solo pueden adoptarse en el marco de unos pactos similares a los de la Moncloa. La demora en llegar a estos constituirá un grave impedimento para la reactivación de nuestra economía. Esta tarea debería constituir el objetivo preferente de nuestros políticos.
8. DE ADOPTARSE estas medidas, podría esperarse que, tras la etapa más virulenta de la crisis, el crecimiento económico de España fuese muy moderado –del 1 al 1,5%– durante los próximos años. En caso contrario, el futuro es incierto, con una expectativa de hasta cuatro millones de parados en el 2009.
9. Este relato exige una recapitulación, que parte de una constatación: los mercados no regulados acaban destruyéndose a sí mismos. Sobre esta base, procede concretar las causas que han provocado la crisis: a) La desregulación del sistema, facilitada por la designación en Estados Unidos –para puestos de control claves– de notorios partidarios de aquella. b) La falta de rigor en la auditoría de las empresas, en manos de entidades cuyos emolumentos por su trabajo son satisfechos por las mismas compañías sujetas a su control. c) La confianza –mal depositada– en agencias de clasificación, que han sacrificado la verdad al mantenimiento de su cuota de mercado. d) El predominio de la política empresarial a corto plazo, con la obsesión de crear valor para el accionista –y para los propios directivos– de forma inmediata. e) El abuso de la ingeniería financiera en forma de derivados y créditos recíprocos, que, si pueden ser útiles para repartir el riesgo, constituyen un obstáculo insalvable para la transparencia del mercado. f) El derroche sostenido de recursos, tanto a nivel familiar como empresarial y público. g) El endeudamiento excesivo, más allá de lo que permitía una estimación racional fundada en el volumen de los recursos propios. h) La vergonzosa escalada de los sueldos de los actos directivos, unida a la utilización abusiva de los bonus y stock options, que han hecho disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. i) Y la falta, en suma, de affectio societatis, por parte de unos directivos al frente de empresas que –de hecho– no tienen dueño.
10. ESTAS causas se resumen en una: se ha apostado por el crecimiento basado en la especulación y el crédito, cuando el auténtico crecimiento solo se funda en el trabajo y el ahorro. De lo que resulta que no hay que refundar nada, sino solo recuperar las buenas prácticas y evitar los abusos, para lo que urge acometer la construcción de un orden económico internacional integrado por normas y encarnado en instituciones.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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