Por José Antonio Bueno, socio de Europraxis (EL PERIÓDICO, 13/01/09):
Muchos de los 22 millones de SMS que se intercambiaron tras las campanadas de Año Nuevo (tráfico que, por cierto, creció un 29% respecto al año anterior) invitaban a saltarnos el 2009 e instalarnos en el 2010 bajo la presunción de que el año en el que nos encontramos solo puede traernos calamidades. No estoy de acuerdo. El 2009 nos traerá problemas, sin duda, pero hemos de aprender de ellos.
Si en el 2001 el mundo perdió su capacidad de asombro ante la magnitud de las acciones terroristas y a partir de entonces casi cualquier barbaridad es imaginable, en el 2008 hemos sido espectadores de tantos percances económicos y empresariales que poco de lo mucho que nos espera en el 2009 podrá sobresaltarnos. Tendrán que pasar muchos años para que algo nos parezca extraordinario. Los referentes a la crisis de 1929 son tantos y tan oportunos que el mundo ha asumido, al menos intelectualmente, que el 2009, y quién sabe si el 2010, será un año malo en lo económico. Claro que anclados en la abundancia y guarecidos por el Estado del bienestar, nuestra capacidad de sufrimiento es más bien limitada y, por tanto, las penurias personales que admite nuestra imaginación también lo son. Por eso queremos ignorar una realidad que ya está aquí.
QUEDA MUY lejos, y en realidad poco importa ya, la crisis subprime norteamericana. Por ella, o más bien por el sobreendeudamiento global irracional y la codicia de intermediarios e inversores, hemos visto caer a toda la banca de inversión independiente, ser intervenidos un buen número de bancos en muchos países y caer los tipos de referencia en picado en todo el mundo. Estados Unidos ha declarado sin rubor alguno que está imprimiendo dinero sin respaldo y la política monetaria expansiva amenaza con universalizarse hasta que los tipos cambiarios se reajusten multilateralmente. Nos encontramos en una fase de auténtica heterodoxia económica donde los estados intervienen activamente en la economía con mejor voluntad que criterio, conjugando recetas aparentemente antagónicas como es el papel inversor de los gobiernos (Keynes) con políticas monetaristas (Milton Friedman).
No hay una nueva teoría que aúne lo mejor de fiscalistas y monetaristas contra la crisis, solo hay una batería de medidas más bien desordenadas que utilizan los gobiernos movidos por el pánico más que por la reflexión. Las consecuencias de los nuevos desmanes actuales para paliar los efectos de los pretéritos las pagaremos a lo largo de muchos años.
La heterodoxia financiera y económica se ha instalado en medio mundo y todos los gobiernos están siendo arrastrados hacia ella so pena de dejar a sus instituciones financieras y a sus industrias desamparadas caso de transitar por el camino de la rectitud. La asimetría de las intervenciones es ya un serio riesgo.
Siendo esta una crisis universal, en España hay una lectura local bastante particular. Las grandes debacles financieras globales casi no han afectado a nuestro sistema bancario. Prácticamente no ha habido contaminación de hipotecas subprime ni de todos sus derivados (SIV, Conduits, CDS, MBS, ABS-) fundamentalmente porque el modelo de negocio de la banca española no es tan sofisticado como el del resto del mundo; los bancos hacen su negocio tomando y prestando dinero de sus clientes, además de cobrar comisiones por los servicios que prestan. En general invierten poco de ese dinero en vehículos muy sofisticados. Esto se debe a la forma de entender la banca, es cierto, pero también a un supervisor más rígido que la media de los países desarrollados. Y, además, porque no le hacía falta a nuestra banca invertir el dinero sobrante porque ha colocado entre clientes todo lo que ha captado y, además, ha tenido que pedir prestado al extranjero.
Nace aquí nuestra crisis particular. Nuestro modelo de crecimiento ha tenido los pies de barro. Se ha basado en la actividad inmobiliaria, en los servicios de bajo valor añadido (turismo, hostelería,…) y en un gran crecimiento demográfico producido por la inmigración no cualificada que ha llegado en la mayoría de las ocasiones de forma desordenada cuando no ilegal. Ha sido un crecimiento propio de cigarras que han cantado y disfrutado bajo el sol gracias al sobreendeudamiento mientras que las hormigas alemanas han continuado con su monótono y débil crecimiento basado en la industria y en la investigación. Con su ahorro, sus bancos han financiado a los nuestros pero, y ahí radica el error germano, estos sí que han invertido en activos muy complejos originados por la banca de inversión global. Hoy cigarras y hormigas tienen problemas diferentes pero igual de graves.
LOS GOBIERNOS reaccionan de acuerdo a los intereses de sus ciudadanos; nadie quiere caer en la depresión, nadie quiere sufrir. Entre los planes de rescate y la caída de los tipos de interés poco a poco se aliviarán las cargas de quienes, empresas y particulares, se sobreendeudaron. Puede que hasta se reactive el consumo y la bicicleta logre avanzar sin caerse gracias a que seguiremos pedaleando. Pero la economía mundial en general y la española en particular deben cambiar su modelo de crecimiento. Si no, aunque nos recuperemos en el 2009 o en el 2010, la siguiente recaída estará cercana y será mucho peor. A veces algo de sufrimiento es necesario. Nos lo hemos ganado a pulso.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Muchos de los 22 millones de SMS que se intercambiaron tras las campanadas de Año Nuevo (tráfico que, por cierto, creció un 29% respecto al año anterior) invitaban a saltarnos el 2009 e instalarnos en el 2010 bajo la presunción de que el año en el que nos encontramos solo puede traernos calamidades. No estoy de acuerdo. El 2009 nos traerá problemas, sin duda, pero hemos de aprender de ellos.
Si en el 2001 el mundo perdió su capacidad de asombro ante la magnitud de las acciones terroristas y a partir de entonces casi cualquier barbaridad es imaginable, en el 2008 hemos sido espectadores de tantos percances económicos y empresariales que poco de lo mucho que nos espera en el 2009 podrá sobresaltarnos. Tendrán que pasar muchos años para que algo nos parezca extraordinario. Los referentes a la crisis de 1929 son tantos y tan oportunos que el mundo ha asumido, al menos intelectualmente, que el 2009, y quién sabe si el 2010, será un año malo en lo económico. Claro que anclados en la abundancia y guarecidos por el Estado del bienestar, nuestra capacidad de sufrimiento es más bien limitada y, por tanto, las penurias personales que admite nuestra imaginación también lo son. Por eso queremos ignorar una realidad que ya está aquí.
QUEDA MUY lejos, y en realidad poco importa ya, la crisis subprime norteamericana. Por ella, o más bien por el sobreendeudamiento global irracional y la codicia de intermediarios e inversores, hemos visto caer a toda la banca de inversión independiente, ser intervenidos un buen número de bancos en muchos países y caer los tipos de referencia en picado en todo el mundo. Estados Unidos ha declarado sin rubor alguno que está imprimiendo dinero sin respaldo y la política monetaria expansiva amenaza con universalizarse hasta que los tipos cambiarios se reajusten multilateralmente. Nos encontramos en una fase de auténtica heterodoxia económica donde los estados intervienen activamente en la economía con mejor voluntad que criterio, conjugando recetas aparentemente antagónicas como es el papel inversor de los gobiernos (Keynes) con políticas monetaristas (Milton Friedman).
No hay una nueva teoría que aúne lo mejor de fiscalistas y monetaristas contra la crisis, solo hay una batería de medidas más bien desordenadas que utilizan los gobiernos movidos por el pánico más que por la reflexión. Las consecuencias de los nuevos desmanes actuales para paliar los efectos de los pretéritos las pagaremos a lo largo de muchos años.
La heterodoxia financiera y económica se ha instalado en medio mundo y todos los gobiernos están siendo arrastrados hacia ella so pena de dejar a sus instituciones financieras y a sus industrias desamparadas caso de transitar por el camino de la rectitud. La asimetría de las intervenciones es ya un serio riesgo.
Siendo esta una crisis universal, en España hay una lectura local bastante particular. Las grandes debacles financieras globales casi no han afectado a nuestro sistema bancario. Prácticamente no ha habido contaminación de hipotecas subprime ni de todos sus derivados (SIV, Conduits, CDS, MBS, ABS-) fundamentalmente porque el modelo de negocio de la banca española no es tan sofisticado como el del resto del mundo; los bancos hacen su negocio tomando y prestando dinero de sus clientes, además de cobrar comisiones por los servicios que prestan. En general invierten poco de ese dinero en vehículos muy sofisticados. Esto se debe a la forma de entender la banca, es cierto, pero también a un supervisor más rígido que la media de los países desarrollados. Y, además, porque no le hacía falta a nuestra banca invertir el dinero sobrante porque ha colocado entre clientes todo lo que ha captado y, además, ha tenido que pedir prestado al extranjero.
Nace aquí nuestra crisis particular. Nuestro modelo de crecimiento ha tenido los pies de barro. Se ha basado en la actividad inmobiliaria, en los servicios de bajo valor añadido (turismo, hostelería,…) y en un gran crecimiento demográfico producido por la inmigración no cualificada que ha llegado en la mayoría de las ocasiones de forma desordenada cuando no ilegal. Ha sido un crecimiento propio de cigarras que han cantado y disfrutado bajo el sol gracias al sobreendeudamiento mientras que las hormigas alemanas han continuado con su monótono y débil crecimiento basado en la industria y en la investigación. Con su ahorro, sus bancos han financiado a los nuestros pero, y ahí radica el error germano, estos sí que han invertido en activos muy complejos originados por la banca de inversión global. Hoy cigarras y hormigas tienen problemas diferentes pero igual de graves.
LOS GOBIERNOS reaccionan de acuerdo a los intereses de sus ciudadanos; nadie quiere caer en la depresión, nadie quiere sufrir. Entre los planes de rescate y la caída de los tipos de interés poco a poco se aliviarán las cargas de quienes, empresas y particulares, se sobreendeudaron. Puede que hasta se reactive el consumo y la bicicleta logre avanzar sin caerse gracias a que seguiremos pedaleando. Pero la economía mundial en general y la española en particular deben cambiar su modelo de crecimiento. Si no, aunque nos recuperemos en el 2009 o en el 2010, la siguiente recaída estará cercana y será mucho peor. A veces algo de sufrimiento es necesario. Nos lo hemos ganado a pulso.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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