Por Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicosde Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 12/01/09):
Barack Obama declaró recientemente que el terrorismo sigue siendo uno de los grandes peligros que se ciernen sobre Estados Unidos y sobre la humanidad, y Vladimir Putin se expresó prácticamente en los mismos términos.
Cosa que ha sorprendido a algunos: ¿por qué preocuparse por el terrorismo en un momento de grave crisis económica? El terrorismo, al fin y al cabo, provoca un número reducido de víctimas, mientras que la crisis afecta a todo el mundo. Hay que tomar nota, por supuesto, de los atentados de Bombay y de los enfrentamientos armados en Afganistán y especialmente en Gaza, aparte de que la guerra de Iraq no ha finalizado del todo. Sin embargo, tales hechos (excepto el de Bombay) no constituyen operaciones terroristas en sentido estricto sino que se asemejan más bien a guerras o conflictos civiles y fronterizos.
Nose ha producido ningún ataque terrorista de grandes dimensiones en EE. UU. desde el 2001, y en Europa, desde el 2005; el Cáucaso, por su parte, ha estado relativamente tranquilo si se exceptúa el conflicto entre Rusia y Georgia, que además fue una miniguerra, no un acto de terrorismo.
Las actividades terroristas como tales se han registrado casi exclusivamente en el seno de países musulmanes, en Somalia y Argelia, en Líbano, Bangladesh y Pakistán, en Iraq entre suníes y chiíes, en Nigeria entre musulmanes y cristianos.
En esta coyuntura no es de extrañar que numerosas voces en muchos países arguyan que el peligro del terrorismo se ha exagerado notablemente en estos últimos años. Según este punto de vista, es tiempo de prestarle menor atención y de centrarse en los peligros más amenazadores que arrostra la humanidad. Si ello es así, ¿cómo se explican los temores que manifiestan personas presuntamente bien informadas como Obama y Putin que, por lo demás, no suelen coincidir?
En parte puede explicarse. El informe titulado El mundo en peligro, hecho público en Washington en diciembre por una comisión encargada de su redacción por el Congreso, formada por republicanos y demócratas y por expertos estadounidenses, europeos y asiáticos, aporta en parte una explicación. El informe no se muestra demasiado cauteloso en sus pronósticos. Dice, en su primera frase, que “a menos que la comunidad internacional actúe con decisión y con gran urgencia, lo más probable es que algún tipo de arma de destrucción masiva se emplee en alguna parte en el mundo antes del término del 2013″. La comisión cree más probable que los terroristas obtengan y usen un arma biológica que un explosivo nuclear. ¿Por qué? Por el avance incesante de la ciencia y de la tecnología: la misma biotecnología que nos ayuda a hacer frente a enfermedades mortales dota simultáneamente a mayor número de individuos de la capacidad de matar a gran escala. La comisión cree esencial la estrecha colaboración con Rusia, que los programas de armas nucleares norcoreanos e iraníes deben ser suspendidos y que la situación pakistaní es, probablemente, la más peligrosa de todas.
Esta comisión, como todas, es falible. Podría resultar que los terroristas, por razones políticas o técnicas, decidieran no emplear las armas biológicas. Una vez que se extiende una epidemia, puede ser imposible detenerla; los virus y las bacterias desconocen las fronteras nacionales.
Es cierto que debería establecerse una urgente cooperación internacional a gran escala para impedir desastres planetarios, pero ¿cómo lograrlo? ¿Será posible antes de que haya ocurrido por lo menos un desastre de tal magnitud? Actualmente, en la mayoría de los países, no se ha alcanzado un grado suficiente de comprensión de la magnitud y la urgencia del problema. Es posible que el peligro nunca cobre cuerpo… o bien que aparezca en otro lugar. ¿Contribuirá la presencia de las tropas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán a eliminar el peligro o no reportará nada parecido? Porque, si el objetivo es estabilizar la situación en Afganistán y Pakistán, ¿no sería preferible que se obligara a Rusia y China, así como a India (los países vecinos) a abordar este riesgo en lugar de a la OTAN?
El peligro procedente del terrorismo actual no debería exagerarse. Pero tampoco debería olvidarse que, en una situación tensa, incluso un asesinato puede desencadenar una guerra de grandes proporciones: la Primera Guerra Mundial comenzó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en 1914. Pero el verdadero peligro no se refiere al momento actual sino a una fase algo posterior en el tiempo, en relación con la probabilidad de que las armas de destrucción total se empleen tarde o temprano. Es posible que tarde algo más que lo que se teme en la actualidad, y tal vez los primeros intentos fracasen. Pero eso no es un consuelo. El contraterrorismo ha tenido notable éxito al abordar el terrorismo de los siglos XIX y XX. Contrarrestar el terrorismo actual tendrá una dificultad infinitamente mayor. Y no será posible si no existe la más estrecha colaboración entre los estados. En la actualidad, no existe tal buena disposición.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Barack Obama declaró recientemente que el terrorismo sigue siendo uno de los grandes peligros que se ciernen sobre Estados Unidos y sobre la humanidad, y Vladimir Putin se expresó prácticamente en los mismos términos.
Cosa que ha sorprendido a algunos: ¿por qué preocuparse por el terrorismo en un momento de grave crisis económica? El terrorismo, al fin y al cabo, provoca un número reducido de víctimas, mientras que la crisis afecta a todo el mundo. Hay que tomar nota, por supuesto, de los atentados de Bombay y de los enfrentamientos armados en Afganistán y especialmente en Gaza, aparte de que la guerra de Iraq no ha finalizado del todo. Sin embargo, tales hechos (excepto el de Bombay) no constituyen operaciones terroristas en sentido estricto sino que se asemejan más bien a guerras o conflictos civiles y fronterizos.
Nose ha producido ningún ataque terrorista de grandes dimensiones en EE. UU. desde el 2001, y en Europa, desde el 2005; el Cáucaso, por su parte, ha estado relativamente tranquilo si se exceptúa el conflicto entre Rusia y Georgia, que además fue una miniguerra, no un acto de terrorismo.
Las actividades terroristas como tales se han registrado casi exclusivamente en el seno de países musulmanes, en Somalia y Argelia, en Líbano, Bangladesh y Pakistán, en Iraq entre suníes y chiíes, en Nigeria entre musulmanes y cristianos.
En esta coyuntura no es de extrañar que numerosas voces en muchos países arguyan que el peligro del terrorismo se ha exagerado notablemente en estos últimos años. Según este punto de vista, es tiempo de prestarle menor atención y de centrarse en los peligros más amenazadores que arrostra la humanidad. Si ello es así, ¿cómo se explican los temores que manifiestan personas presuntamente bien informadas como Obama y Putin que, por lo demás, no suelen coincidir?
En parte puede explicarse. El informe titulado El mundo en peligro, hecho público en Washington en diciembre por una comisión encargada de su redacción por el Congreso, formada por republicanos y demócratas y por expertos estadounidenses, europeos y asiáticos, aporta en parte una explicación. El informe no se muestra demasiado cauteloso en sus pronósticos. Dice, en su primera frase, que “a menos que la comunidad internacional actúe con decisión y con gran urgencia, lo más probable es que algún tipo de arma de destrucción masiva se emplee en alguna parte en el mundo antes del término del 2013″. La comisión cree más probable que los terroristas obtengan y usen un arma biológica que un explosivo nuclear. ¿Por qué? Por el avance incesante de la ciencia y de la tecnología: la misma biotecnología que nos ayuda a hacer frente a enfermedades mortales dota simultáneamente a mayor número de individuos de la capacidad de matar a gran escala. La comisión cree esencial la estrecha colaboración con Rusia, que los programas de armas nucleares norcoreanos e iraníes deben ser suspendidos y que la situación pakistaní es, probablemente, la más peligrosa de todas.
Esta comisión, como todas, es falible. Podría resultar que los terroristas, por razones políticas o técnicas, decidieran no emplear las armas biológicas. Una vez que se extiende una epidemia, puede ser imposible detenerla; los virus y las bacterias desconocen las fronteras nacionales.
Es cierto que debería establecerse una urgente cooperación internacional a gran escala para impedir desastres planetarios, pero ¿cómo lograrlo? ¿Será posible antes de que haya ocurrido por lo menos un desastre de tal magnitud? Actualmente, en la mayoría de los países, no se ha alcanzado un grado suficiente de comprensión de la magnitud y la urgencia del problema. Es posible que el peligro nunca cobre cuerpo… o bien que aparezca en otro lugar. ¿Contribuirá la presencia de las tropas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán a eliminar el peligro o no reportará nada parecido? Porque, si el objetivo es estabilizar la situación en Afganistán y Pakistán, ¿no sería preferible que se obligara a Rusia y China, así como a India (los países vecinos) a abordar este riesgo en lugar de a la OTAN?
El peligro procedente del terrorismo actual no debería exagerarse. Pero tampoco debería olvidarse que, en una situación tensa, incluso un asesinato puede desencadenar una guerra de grandes proporciones: la Primera Guerra Mundial comenzó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo en 1914. Pero el verdadero peligro no se refiere al momento actual sino a una fase algo posterior en el tiempo, en relación con la probabilidad de que las armas de destrucción total se empleen tarde o temprano. Es posible que tarde algo más que lo que se teme en la actualidad, y tal vez los primeros intentos fracasen. Pero eso no es un consuelo. El contraterrorismo ha tenido notable éxito al abordar el terrorismo de los siglos XIX y XX. Contrarrestar el terrorismo actual tendrá una dificultad infinitamente mayor. Y no será posible si no existe la más estrecha colaboración entre los estados. En la actualidad, no existe tal buena disposición.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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