Por Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (EL PAÍS, 05/02/09):
Esta es una crisis trascendental, una crisis que tendrá repercusiones fundamentales en nuestro mundo globalizado. En Davos, hace unos días, iniciamos la tarea de preparar de forma colectiva esa transformación. Voy a explicar cómo.
Un objetivo, que ya se ha conseguido, era el de ofrecer apoyo a los Gobiernos y las instituciones de gobernanza mundial, en particular el G-20. Davos no es más que el punto de partida del largo y difícil camino que nos aguarda.
Ahora bien, al reunir a los líderes mundiales durante varios días, hemos conseguido comprender mejor el origen de la crisis económica y las medidas que debemos tomar para relanzar la economía mundial. Escuchar los puntos de vista de cuatro Gobiernos del G-8 y reforzar el diálogo del proceso del G-20 como preparación para la cumbre de abril en Londres han sido dos primeros pasos importantes. El llamamiento a los ministros de Comercio de 17 economías fundamentales más los 27 miembros de la UE para que eviten caer en políticas de “empobrecer al vecino” nos permitirá, esperemos, ver las auténticas consecuencias de este espíritu. Y con la reunión entre el presidente del G-20, el primer ministro Brown, y los jefes de Gobierno de varios miembros del grupo procedentes de África, Asia y Latinoamérica, para estudiar los riesgos estructurales del sistema financiero y cómo estabilizar la economía mundial, hemos dado los primeros pasos en una estrategia mundial colectiva frente a la crisis.
Pero los días transcurridos en Davos me han convencido también, más que nunca, de que el cambio climático es algo que no sólo es necesario abordar sino que puede ser, por lo menos, parte de la recuperación económica.
Las empresas están empezando a “integrar” el cambio climático en sus planes; las tecnologías verdes ya no pueden seguir siendo un “añadido” ni una industria alternativa. Es un debate muy pertinente para 2009. En diciembre, en la cumbre de Copenhague, está previsto que se negocie un tratado que sustituya al Protocolo de Kioto.
Para poder gestionar el cambio climático es preciso que se hagan realidad unos planes de recuperación económica mundial vinculados a las oportunidades de empleo, capacitación, inversión y tecnología que exige una economía mundial de bajas emisiones de carbono. La tecnología verde puede convertirse en un motor limpio de crecimiento renovado. No podemos volver a hablar nunca de energía “alternativa”; sólo de energía sostenible, que es la que alimentará la economía del futuro.
Con ese objetivo, los directivos empresariales presentes en Davos acordaron avanzar con media docena de iniciativas concretas para acelerar la integración de las prácticas sostenibles en la empresa.
Uno de los principales resultados de Davos fue que, a pesar de las turbulencias económicas, acudió a la reunión más gente que nunca de la empresa, los Gobiernos y otros sectores interesados, para discutir los desafíos que afronta el mundo y tratar de dar una respuesta común a ellos.
Esta voluntad de trabajar juntos, por encima de los límites geográficos y en todos los sectores de la economía, la política y la sociedad civil, es lo que, con suerte, diferenciará esta crisis actual de la de los años treinta. Este sentimiento colectivo de cooperación y determinación que se vio en Davos me permite pensar, con cierto optimismo, que vamos a salir de la crisis. Es fácil decir que no son más que falsas ilusiones, pero, si hemos aprendido algo de los últimos seis meses, es que la confianza y la seguridad constituyen la base para que se produzca cualquier recuperación.
Por último, hemos notado que todo esto no sirve para nada sin una revisión sincera y profunda de nuestros valores y principios éticos fundamentales. Las empresas deben examinar con detalle sus sistemas de remuneración y gobierno. Los empresarios, las autoridades, los reguladores y los consumidores deben reflexionar sobre los excesos de la codicia.
En el mundo de hoy, tan interdependiente, la codicia a corto plazo no es un motor que contribuya a la mejor toma de decisiones. El impacto estructural e intergeneracional de nuestras acciones de hoy es mayor que nunca, y nuestros códigos éticos, así como nuestros sistemas de gobierno y reguladores, deben reflejar esa nueva realidad.
Éstos son sólo unos principios de soluciones, pero el verdadero trabajo comienza ahora. Debemos unirnos para impedir que nuestro mundo se venga abajo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Esta es una crisis trascendental, una crisis que tendrá repercusiones fundamentales en nuestro mundo globalizado. En Davos, hace unos días, iniciamos la tarea de preparar de forma colectiva esa transformación. Voy a explicar cómo.
Un objetivo, que ya se ha conseguido, era el de ofrecer apoyo a los Gobiernos y las instituciones de gobernanza mundial, en particular el G-20. Davos no es más que el punto de partida del largo y difícil camino que nos aguarda.
Ahora bien, al reunir a los líderes mundiales durante varios días, hemos conseguido comprender mejor el origen de la crisis económica y las medidas que debemos tomar para relanzar la economía mundial. Escuchar los puntos de vista de cuatro Gobiernos del G-8 y reforzar el diálogo del proceso del G-20 como preparación para la cumbre de abril en Londres han sido dos primeros pasos importantes. El llamamiento a los ministros de Comercio de 17 economías fundamentales más los 27 miembros de la UE para que eviten caer en políticas de “empobrecer al vecino” nos permitirá, esperemos, ver las auténticas consecuencias de este espíritu. Y con la reunión entre el presidente del G-20, el primer ministro Brown, y los jefes de Gobierno de varios miembros del grupo procedentes de África, Asia y Latinoamérica, para estudiar los riesgos estructurales del sistema financiero y cómo estabilizar la economía mundial, hemos dado los primeros pasos en una estrategia mundial colectiva frente a la crisis.
Pero los días transcurridos en Davos me han convencido también, más que nunca, de que el cambio climático es algo que no sólo es necesario abordar sino que puede ser, por lo menos, parte de la recuperación económica.
Las empresas están empezando a “integrar” el cambio climático en sus planes; las tecnologías verdes ya no pueden seguir siendo un “añadido” ni una industria alternativa. Es un debate muy pertinente para 2009. En diciembre, en la cumbre de Copenhague, está previsto que se negocie un tratado que sustituya al Protocolo de Kioto.
Para poder gestionar el cambio climático es preciso que se hagan realidad unos planes de recuperación económica mundial vinculados a las oportunidades de empleo, capacitación, inversión y tecnología que exige una economía mundial de bajas emisiones de carbono. La tecnología verde puede convertirse en un motor limpio de crecimiento renovado. No podemos volver a hablar nunca de energía “alternativa”; sólo de energía sostenible, que es la que alimentará la economía del futuro.
Con ese objetivo, los directivos empresariales presentes en Davos acordaron avanzar con media docena de iniciativas concretas para acelerar la integración de las prácticas sostenibles en la empresa.
Uno de los principales resultados de Davos fue que, a pesar de las turbulencias económicas, acudió a la reunión más gente que nunca de la empresa, los Gobiernos y otros sectores interesados, para discutir los desafíos que afronta el mundo y tratar de dar una respuesta común a ellos.
Esta voluntad de trabajar juntos, por encima de los límites geográficos y en todos los sectores de la economía, la política y la sociedad civil, es lo que, con suerte, diferenciará esta crisis actual de la de los años treinta. Este sentimiento colectivo de cooperación y determinación que se vio en Davos me permite pensar, con cierto optimismo, que vamos a salir de la crisis. Es fácil decir que no son más que falsas ilusiones, pero, si hemos aprendido algo de los últimos seis meses, es que la confianza y la seguridad constituyen la base para que se produzca cualquier recuperación.
Por último, hemos notado que todo esto no sirve para nada sin una revisión sincera y profunda de nuestros valores y principios éticos fundamentales. Las empresas deben examinar con detalle sus sistemas de remuneración y gobierno. Los empresarios, las autoridades, los reguladores y los consumidores deben reflexionar sobre los excesos de la codicia.
En el mundo de hoy, tan interdependiente, la codicia a corto plazo no es un motor que contribuya a la mejor toma de decisiones. El impacto estructural e intergeneracional de nuestras acciones de hoy es mayor que nunca, y nuestros códigos éticos, así como nuestros sistemas de gobierno y reguladores, deben reflejar esa nueva realidad.
Éstos son sólo unos principios de soluciones, pero el verdadero trabajo comienza ahora. Debemos unirnos para impedir que nuestro mundo se venga abajo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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