Por Carlos Fuentes, escritor mexicano (EL PAÍS, 02/11/08):
No digo lo obvio: la elección del martes 4 de noviembre en los Estados Unidos de América nos afecta a todos. Yo estimo que, desde la justa electoral de 1932, no ha habido elección más importante. Entonces, en medio de la depresión iniciada con el desplome bancario de 1929, el candidato victorioso, el demócrata Franklin Delano Roosevelt, enfrentó la crisis poniendo a trabajar al país. Mientras que Alemania, Italia, la Unión Soviética y Japón apelaban a la dictadura como solución, Roosevelt confió en la democracia. Con el capital humano de Estados Unidos, venció la depresión y ganó la Segunda Guerra Mundial.
La crisis actual en Norteamérica puede degenerar, nos advierte el analista Roger Cohen, en una catástrofe. Aumento del desempleo y del crimen. Quiebras bancarias. Caída del valor inmobiliario y de la Bolsa. Contracción y déficit. Y mucha gente enojada. ¿Quién, en estas condiciones, quiere ser presidente?, se pregunta Cohen.
Y, ¿quién?, pregunto yo, ¿está mejor equipado para atender la agenda de la crisis?
John McCain no carecía de credenciales para ser un buen candidato del Partido Republicano. Opuesto a los excesos ideológicos del Gobierno de Bush, hoy parece imitarlos. El McCain de la reforma migratoria y la limitación de las corporaciones ha cedido el lugar al McCain explotador del miedo internacional: “La amenaza trascendente de nuestro tiempo es el terrorismo islámico”. El McCain de la reforma del Partido Republicano se ha sometido a la histeria retórica de la extrema derecha: “Obama es socialista”, “Obama es musulmán”. Al hacerlo, le ha dado la espalda al electorado independiente que pudo llevarlo a la Casa Blanca y se ha entregado al extremismo derechista.
La elección de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia culmina la sucesión de errores. Designada para seducir al electorado femenino y hogareño, Palin sólo ha atraído al electorado resentido. Lo ha revelado. Acaso lo ha dejado con fuerza. Pero ella ha despertado el vasto temor nacional a que, si por desgracia llegara a ocupar la presidencia, no tendría el talento, la información o el carácter necesarios para gobernar Estados Unidos. Sería, en suma, una catástrofe.
La entrevista televisiva de McCain con el muy experimentado Tom Brokaw reveló a un candidato impreciso, distraído, abandonado a sí mismo, a la anécdota, al simplismo. Su defensa de Sarah Palin fue lamentable: nos informó de que el marido de la candidata es un buen hombre. Y si evocó el apoyo de cinco ex secretarios de Estado, los cinco juntos no suman el impacto político de la adhesión de Colin Powell a la candidatura de Obama.
El argumento de la “inexperiencia” y “juventud” de Obama se ha desvanecido no sólo por el apoyo del general Powell, veterano de la Guerra del Golfo, sino por el de los más destacados talentos de la economía norteamericana: los ex secretarios del Tesoro Larry Summers y Robert Rubin y el que fuese cabeza de la Reserva Federal, Paul Volcker. Súmense los secretarios de Estado Madeleine Albright y Warren Christopher, más el ex vicepresidente y premio Nobel Al Gore, y Obama aparece acompañado del mejor y más brillante equipo de Estados Unidos de América, incluyendo al matrimonio Clinton.
Si, como todo parece indicarlo, Barack Obama es el próximo presidente de Estados Unidos, encontrará la mesa puesta con problemas que, como indica con justicia el candidato a la vicepresidencia, Joe Biden, medirán de inmediato las capacidades del nuevo ejecutivo.
Afuera, proponer los valores del diálogo y la negociación, con el Diablo si hace falta, pero sin renunciar a la fuerza en caso necesario. Apoyar la creación de un nuevo orden internacional que refleje la realidad actual, no la de hace 60 años, y dé cabida no sólo a las economías más fuertes -Alemania, Japón, Italia, España-, sino a las fuerzas nuevas -Rusia, China, India- y a las emergentes -Brasil, México, África del Sur-. Abandonar el fracasado unilateralismo de George W. Bush. Avanzar hacia un nuevo multilateralismo. Normalizar el mundo islámico, no agredirlo.
Y adentro, olvidar “la magia del mercado” sin sustituirla por “la magia del Estado”, sino devolviendo a éste su papel rector y al mercado su calidad de ser parte y no todo. “Los fundamentos de la economía son fuertes”, declaró McCain al iniciarse la crisis. “Me equivoqué”, se lamentó tardíamente el veterano jefe de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Barack Obama los observa con una sonrisa irónica, una seriedad tranquila y una coherencia que mucha falta le harán en la Casa Blanca.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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