Por Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicosde Washington Traducción: JoséMaría Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 01/02/09):
Obama cuenta con un magnífico equipo en la Casa Blanca, pero es posible que acuse un exceso de trabajo en las próximas fechas. El presidente recibe cada mañana un resumen informativo sobre política exterior y otro sobre la situación económica. No es economista y le agradaría dejar estas decisiones en manos de las personas de su confianza. Sin embargo, sólo él podrá adoptar ciertas decisiones básicas. Por ejemplo, sobre si deben o no ser nacionalizados algunos de los principales bancos para impedir una quiebra del sistema financiero.
Hay unanimidad sobre la naturaleza de los principales problemas económicos de más urgente resolución, aunque no sobre el modo de abordarla. Y en cuanto a la política exterior, me permitirán que ponga dos ejemplos.
La Administración Obama parece haber alcanzado la conclusión de que la cuestión más importante planteada actualmente y el mayor peligro para la paz mundial es el conflicto entre Israel y los palestinos, así como la situación en Afganistán.
Pero ¿es realmente así? Todo el mundo está de acuerdo en que sería altamente deseable que el derramamiento de sangre acabe mañana mismo. Sin embargo, ni se trata del conflicto más sangriento del mundo ni el más importante desde el punto de vista estratégico. Y, sobre todo, no se abre prácticamente posibilidad alguna de que se solucione en un futuro próximo, a menos que se imponga efectivamente una solución que incluya el envío de un importante contingente de tropas, y no sólo una misión de observadores de las Naciones Unidas cuya composición nadie quiere dotar.
En la larga lista de guerras civiles y otras en el curso de los últimos decenios, la lucha entre israelíes y palestinos figura en los últimos puestos en lo relativo al número de víctimas. Las grandes potencias no poseen intereses estratégicos propios y específicos en Gaza o Cisjordania y es poco probable que este conflicto regional derive en una nueva guerra mundial.
¿A qué obedece, entonces, el recelo y temor de que constituya el mayor barril de pólvora del planeta, el problema humanitario más urgente? Al elevado número de cámaras de televisión y corresponsales extranjeros presentes en la zona. Número ausente, por cierto, de las regiones de ÁfricayAsiadonde cientos de miles de personas han resultado muertos (o han sido asesinados). En otras palabras, parece ser el principal problema porque los medios de comunicación se hallan en el lugar.
¿Cuál podría ser la perspectiva si Estados Unidos y otras potencias se comprometieran más profunda y enérgicamente en esta cuestión? Obama ha nombrado su enviado especial para el conflicto árabe-israelí al ex senador Mitchell, persona cualificada e inteligente, pero se da la circunstancia de que piensa que el conflicto de Palestina presenta similitud con el de Irlanda del Norte, que ayudó a solucionar. Sin embargo, aunque Obama enviara una decena de tales representantes -cada uno de ellos un diplomático de talento y valía-,lo cierto es que el fanatismo de ambos bandos no ha dado por acabada su carrera. Hamas no acepta la existencia del Estado de Israel, y los colonos judíos en Cisjordania no están dispuestos a abandonar sus asentamientos. Lo mejor que cabe esperar es un armisticio que dure algún tiempo, como en el pasado.
Considérese otro caso, el de Afganistán. Obama ha decidido reforzar la presencia estadounidense y de la OTAN en el país para estabilizar la situación. Pero una división o un par de ellas no bastarán para alcanzar tal objetivo y, por otra parte, ningún país occidental parece dispuesto a realizar un esfuerzo mayor. De ser así, sería preferible considerar una estrategia de salida de Afganistán. En caso de una toma del poder por parte de los talibanes, no será de envidiar la suerte del pobre Afganistán; el asesinato de chicas jóvenes que aspiran a recibir una formación es sólo un anticipo. Existe la posibilidad de que un Afganistán dominado por los talibanes aporte una base para las operaciones de al Qaeda, aparte de representar un peligro para sus vecinos.
Ahora bien, el mayor peligro se cernerá sobre China, India, Pakistán y sobre Rusia y las repúblicas de Asia Central que formaron parte de la extinta Unión Soviética. En este caso, estos países se verían obligados a contener el peligro talibán, lo que no resulta de momento necesario mientras la OTAN se ocupe de la cuestión.
El presidente Obama ha nombrado su representante especial para Afganistán y Pakistán al experimentado diplomático Richard Hoolbroke, que logró negociar un acuerdo (los acuerdos de Dayton) en 1995 para poner fin a los combates en Bosnia. Sin embargo, ahora no tratará con Serbia y Bosnia, sino con India y Pakistán y cabe añadir que no debería siquiera tratar de interferir con respecto al futuro de Cachemira; ningún mediador estadounidense se precisa a tal propósito, pues tal problema se solucionará (si se soluciona un día) mediante negociaciones directas entre ambos países. Holbrooke es persona de experiencia y gran energía, pero si en Pakistán se imponen las fuerzas de la fractura y la división, ¿qué podría hacer para evitar la ruina del país?
Los verdaderos peligros para la paz mundial estriban no en Gaza y Kabul, sino en la proliferación de las armas nucleares en Irán y en una posible quiebra del poder central en Pakistán. El presidente Obama ha expresado su disposición a entablar conversaciones directas con Teherán, una idea acaso no tan mala como han manifestado algunas voces críticas. Porque, a menos que se tantee la vía diplomática, Obama será siempre criticado por haber dejado escapar una buena oportunidad para preservar la paz. Ahora bien, cabe añadir: ¿qué posibilidades hay de que, como resultado de dichas conversaciones directas, Irán renuncie a sus aspiraciones de fabricar armas atómicas y convertirse en la potencia dominante de Oriente Medio? Tales aspiraciones pueden conducir perfectamente a un conflicto armado cien veces más peligroso y devastador que cualquier cosa vivida hasta ahora. Tales son las sombrías perspectivas que afrontamos ahora. Un desastre no es un resultado inevitable y lo imprevisto suele suceder. Pero sería útil y provechoso que los asesores de Obama establecieran correctamente sus prioridades, aunque su libertad de acción es muy limitada.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Obama cuenta con un magnífico equipo en la Casa Blanca, pero es posible que acuse un exceso de trabajo en las próximas fechas. El presidente recibe cada mañana un resumen informativo sobre política exterior y otro sobre la situación económica. No es economista y le agradaría dejar estas decisiones en manos de las personas de su confianza. Sin embargo, sólo él podrá adoptar ciertas decisiones básicas. Por ejemplo, sobre si deben o no ser nacionalizados algunos de los principales bancos para impedir una quiebra del sistema financiero.
Hay unanimidad sobre la naturaleza de los principales problemas económicos de más urgente resolución, aunque no sobre el modo de abordarla. Y en cuanto a la política exterior, me permitirán que ponga dos ejemplos.
La Administración Obama parece haber alcanzado la conclusión de que la cuestión más importante planteada actualmente y el mayor peligro para la paz mundial es el conflicto entre Israel y los palestinos, así como la situación en Afganistán.
Pero ¿es realmente así? Todo el mundo está de acuerdo en que sería altamente deseable que el derramamiento de sangre acabe mañana mismo. Sin embargo, ni se trata del conflicto más sangriento del mundo ni el más importante desde el punto de vista estratégico. Y, sobre todo, no se abre prácticamente posibilidad alguna de que se solucione en un futuro próximo, a menos que se imponga efectivamente una solución que incluya el envío de un importante contingente de tropas, y no sólo una misión de observadores de las Naciones Unidas cuya composición nadie quiere dotar.
En la larga lista de guerras civiles y otras en el curso de los últimos decenios, la lucha entre israelíes y palestinos figura en los últimos puestos en lo relativo al número de víctimas. Las grandes potencias no poseen intereses estratégicos propios y específicos en Gaza o Cisjordania y es poco probable que este conflicto regional derive en una nueva guerra mundial.
¿A qué obedece, entonces, el recelo y temor de que constituya el mayor barril de pólvora del planeta, el problema humanitario más urgente? Al elevado número de cámaras de televisión y corresponsales extranjeros presentes en la zona. Número ausente, por cierto, de las regiones de ÁfricayAsiadonde cientos de miles de personas han resultado muertos (o han sido asesinados). En otras palabras, parece ser el principal problema porque los medios de comunicación se hallan en el lugar.
¿Cuál podría ser la perspectiva si Estados Unidos y otras potencias se comprometieran más profunda y enérgicamente en esta cuestión? Obama ha nombrado su enviado especial para el conflicto árabe-israelí al ex senador Mitchell, persona cualificada e inteligente, pero se da la circunstancia de que piensa que el conflicto de Palestina presenta similitud con el de Irlanda del Norte, que ayudó a solucionar. Sin embargo, aunque Obama enviara una decena de tales representantes -cada uno de ellos un diplomático de talento y valía-,lo cierto es que el fanatismo de ambos bandos no ha dado por acabada su carrera. Hamas no acepta la existencia del Estado de Israel, y los colonos judíos en Cisjordania no están dispuestos a abandonar sus asentamientos. Lo mejor que cabe esperar es un armisticio que dure algún tiempo, como en el pasado.
Considérese otro caso, el de Afganistán. Obama ha decidido reforzar la presencia estadounidense y de la OTAN en el país para estabilizar la situación. Pero una división o un par de ellas no bastarán para alcanzar tal objetivo y, por otra parte, ningún país occidental parece dispuesto a realizar un esfuerzo mayor. De ser así, sería preferible considerar una estrategia de salida de Afganistán. En caso de una toma del poder por parte de los talibanes, no será de envidiar la suerte del pobre Afganistán; el asesinato de chicas jóvenes que aspiran a recibir una formación es sólo un anticipo. Existe la posibilidad de que un Afganistán dominado por los talibanes aporte una base para las operaciones de al Qaeda, aparte de representar un peligro para sus vecinos.
Ahora bien, el mayor peligro se cernerá sobre China, India, Pakistán y sobre Rusia y las repúblicas de Asia Central que formaron parte de la extinta Unión Soviética. En este caso, estos países se verían obligados a contener el peligro talibán, lo que no resulta de momento necesario mientras la OTAN se ocupe de la cuestión.
El presidente Obama ha nombrado su representante especial para Afganistán y Pakistán al experimentado diplomático Richard Hoolbroke, que logró negociar un acuerdo (los acuerdos de Dayton) en 1995 para poner fin a los combates en Bosnia. Sin embargo, ahora no tratará con Serbia y Bosnia, sino con India y Pakistán y cabe añadir que no debería siquiera tratar de interferir con respecto al futuro de Cachemira; ningún mediador estadounidense se precisa a tal propósito, pues tal problema se solucionará (si se soluciona un día) mediante negociaciones directas entre ambos países. Holbrooke es persona de experiencia y gran energía, pero si en Pakistán se imponen las fuerzas de la fractura y la división, ¿qué podría hacer para evitar la ruina del país?
Los verdaderos peligros para la paz mundial estriban no en Gaza y Kabul, sino en la proliferación de las armas nucleares en Irán y en una posible quiebra del poder central en Pakistán. El presidente Obama ha expresado su disposición a entablar conversaciones directas con Teherán, una idea acaso no tan mala como han manifestado algunas voces críticas. Porque, a menos que se tantee la vía diplomática, Obama será siempre criticado por haber dejado escapar una buena oportunidad para preservar la paz. Ahora bien, cabe añadir: ¿qué posibilidades hay de que, como resultado de dichas conversaciones directas, Irán renuncie a sus aspiraciones de fabricar armas atómicas y convertirse en la potencia dominante de Oriente Medio? Tales aspiraciones pueden conducir perfectamente a un conflicto armado cien veces más peligroso y devastador que cualquier cosa vivida hasta ahora. Tales son las sombrías perspectivas que afrontamos ahora. Un desastre no es un resultado inevitable y lo imprevisto suele suceder. Pero sería útil y provechoso que los asesores de Obama establecieran correctamente sus prioridades, aunque su libertad de acción es muy limitada.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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