Por Robert Shiller, profesor de Economía en la Universidad de Yale y economista jefe de MacroMarkets LLC. Es coautor, junto con George Akerlof, de Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy and Why It Matters for Global Capitalism (“Instinto animal. La psicología humana como impulsora de la economía y su importancia para el capitalismo mundial”). Traducido del inglés por Carlos Manzano (Project Syndicate, 22/03/11):
Como he escrito sobre la especulación en el mercado, con frecuencia me preguntan dónde es probable que se produzca la próxima burbuja. ¿Será en la vivienda de nuevo? ¿Será en el mercado de valores?
No lo sé, aunque tengo algunos presentimientos. Nadie puede predecir burbujas con exactitud. En mi opinión, las burbujas son epidemias sociales, alimentadas por algo así como un contagio interpersonal. Una burbuja se forma cuando la tasa de contagio aumenta con ideas que contribuyen a una burbuja, pero las tasas de contagio dependen de modos de pensar, que son difíciles de juzgar.
Las grandes burbujas especulativas son acontecimientos poco comunes. (Burbujas pequeñas, en el precio de valores particulares, pongamos por caso, ocurren constantemente y no podemos considerarlas una respuesta a la pregunta.) Y, como las burbujas grandes duran muchos años, predecirlas significa predecir muchos años del futuro, que es un poco como predecir quién gobernara dentro de dos elecciones.
Pero ciertos lugares parecen un poco más propensos que otros para originar burbujas. El mercado de valores es el primer lugar lógico al que mirar, pues es una inversión muy apalancada… y tiene una historia de burbujas. En el siglo pasado hubo tres burbujas colosales del mercado de valores: las de los decenios de 1920, 1960 y 1990. En cambio, en los cien últimos años sólo ha habido una así en el mercado de la vivienda de los Estados Unidos, la del decenio de 2000.
En 2009, ha habido un enorme rebote desde el fondo de los mercados de valores del mundo. El S&P 500 ha subido un 87 por ciento en términos reales desde el 9 de marzo de aquel año, pero, si bien la historia de la predicción sobre el mercado de valores está plagada de demasiados fracasos para intentar opinar si la recuperación continuará durante mucho más tiempo, no parece una burbuja, sino más que nada el fin de un miedo a la depresión. La subida de los precios de las acciones no ha ido acompañada de una historia contagiosa sobre “una nueva época”, sino de otra sobre una “sensación de alivio”.
Asimismo, los precios de la vivienda han experimentado un auge en el último o los dos últimos años en varios sitios, en particular China, el Brasil y el Canadá, y en muchos otros podrían seguir subiendo, pero otra burbuja inmobiliaria no es inminente en países en los que acaba de estallar una. Las políticas de los gobiernos conservadores reducirán probablemente las subvenciones a la vivienda y el estado de ánimo actual en esos mercados no parece propicio para una burbuja.
Parece más probable un auge de los precios de los productos básicos actuales, porque va acompañado de una historia sobre una “nueva época”. Las preocupaciones en aumento por el cambio climático y sus efectos en los precios de los alimentos o por el invierno frío y con abundantes nevadas en el hemisferio septentrional y sus efectos en los precios del gasóleo para calefacciones son historias contagiosas. Incluso están relacionadas con la historia actual más importante, la de las revoluciones en Oriente Medio, que, según algunos, fueron desencadenadas por el descontento popular ante los altos precios de los alimentos… y que, a su vez, podrían desencadenar nuevos aumentos de los precios del petróleo.
Pero mi candidato favorito de burbuja que puede dar la sorpresa en el próximo decenio, más o menos, es la tierra de cultivo… y no sólo porque en los últimos meses se haya hablado de un auge de sus precios en los Estados Unidos y en el Reino Unido.
Naturalmente, la tierra de cultivo es mucho menos importante que otros activos especulativos. Por ejemplo, en 2010 las tierras de cultivo de los EE.UU. tenían un valor total de 1,9 billones de dólares, frente a los 16,5 billones de dólares del mercado de valores y los 16,6 billones del mercado de la vivienda de este país, y las burbujas de las tierras de cultivo en gran escala son muy poco comunes: en todo el siglo XX sólo hubo una en los EE.UU., durante el gran pánico demográfico del decenio de 1970.
Pero ahora mismo la tierra de cultivo, al menos en ciertos sitios, parece presentar la historia más contagiosa sobre una “nueva época”. Experimentó un auge recientemente, hasta alcanzar el 74 por ciento en términos reales en los EE.UU. en el decenio que concluyó con su precio más alto, en 2008, y la muy contagiosa historia del cambio climático presenta una situación hipotética de escasez de alimentos y cambios en los valores de la tierra en diferentes partes del mundo, lo que podría incrementar aún más el interés los inversores.
Además, actualmente se cree fácilmente que los mercados de la vivienda y de la tierra de cultivo siempre van a la par, porque sus precios experimentaron un auge reciente, a comienzos del decenio de 2000, pero de 1911 a 2010 la correlación entre el aumento anual de los precios reales de las viviendas y de la tierra de cultivo en los EE.UU. fue sólo de cinco por ciento y los últimos datos sobre los precios de las explotaciones agracias no han revelado nada parecido a la bajada de los precios de la vivienda. En 2010, los precios reales de las explotaciones agrarias en los EE.UU. habían bajado sólo el cinco por ciento respecto de su precio más alto en 2008, frente a la bajada del 37 por ciento de los precios reales de las viviendas desde su precio máximo en 2006.
El auge de los precios de la vivienda en el decenio de 2000 fue poca cosa más que un cuello de botella de la oferta de la construcción, la imposibilidad de satisfacer la demanda de inversión con la suficiente rapidez y quedó (o en algunos lugares quedará) eliminada con aumentos en masa de la oferta. En cambio, no ha habido aumento de la oferta de tierra de cultivo y las historias que contribuirían a un contagio del entusiasmo ya existen, como ya existían en el decenio de 1970 en los EE.UU, cuando un miedo similar a los precios de los alimentos originó la única burbuja de la tierra de cultivo del siglo.
Aun así, debemos tener siempre presente la dificultad de predecir burbujas y, para los inversores audaces, no es suficiente encontrar una burbuja a la que lanzarse. También deben intentar determinar cuándo salir y poner su dinero en otro sitio.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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