Por Jorge G. Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México (2000-2003) y Global Distinguished Professor de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (Project Syndicate, 21/03/11):
La actual gira del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a América Latina probablemente sea corta en sustancia, larga en gestos retóricos y simbolismo, y tal vez incluya unos pocos anuncios que afecten a las empresas estadounidenses en la región. Más importante aún, Obama verá verdaderas historias de éxito y cómo ha cambiado América Latina en su totalidad.
El principal cambio es que América Latina se está dividiendo en dos. De hecho, éste podría ser el último viaje que un presidente estadounidense realice alguna vez a “América Latina”. Las visitas posteriores serán a Sudamérica o a México y la Cuenca del Caribe.
El éxito de Chile son noticias conocidas, aunque todavía inspiradoras. Más de dos décadas de régimen democrático y crecimiento económico prácticamente aseguran que, con sólo mantener el curso, el país alcanzará el estatus de país desarrollado de nivel inferior para 2020.
Y todo indica que efectivamente mantendrá el curso, aún si el presidente Sebastián Piñera, que presidirá el mejor desempeño económico de Chile en 15 años, fuera sucedido por la ex presidenta y rival Michele Bachelet en 2014. Hasta la desigualdad proverbial del país, si bien lentamente, está empezando a disminuir, y los niveles de vida de la clase media baja finalmente están subiendo adonde deberían haber estado hace una década.
El éxito de Brasil es igualmente conocido. Millones de familias han salido de la pobreza. La desigualdad ha disminuido -aunque, es cierto, de niveles astronómicamente elevados-. La economía está creciendo a un ritmo sostenible. Mientras China e India mantengan su apetito insaciable de materias primas, las exportaciones de Brasil financiarán el auge del consumo actual.
En el terreno internacional, la nueva presidenta, Dilma Roussef, abandonó los muchos excesos de Luis Inácio Lula Da Silva (indiferencia frente a los abusos a los derechos humanos, respaldo a Irán y su programa nuclear y antinorteamericanismo retórico) durante su último año en el poder, y tal vez le tenga reservado un regalo a Obama. Brasil ha estado meditando sobre a quién elegir para renovar la flota de combate de su Fuerza Aérea y, mientras que Lula favorecía a Francia, Roussef canceló esa opción y tal vez se incline por Estados Unidos.
El Salvador es la historia de éxito más interesante de América Latina. Está lejos de un panorama de salud y estabilidad, con altos niveles de violencia y delito, una emigración masiva, una economía de crecimiento lento y perpetuas tensiones dentro de su gobierno de coalición de centroizquierda. Pero el año próximo el país celebrará el vigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, que pusieron fin a su guerra civil de una década. Desde entonces, un país que nunca había experimentado verdaderamente el régimen democrático ha gozado de todos los encantes y vicisitudes de tener elecciones competitivas, batallas legislativas y una rotación en el poder.
Después de una sucesión de gobiernos conservadores, en 2009 los salvadoreños eligieron a un presidente que figuraba en la fórmula del FMLN, el antiguo grupo guerrillero que se enfrentó al ejército salvadoreño y a su aliado, Estados Unidos, a fines de los años 1980. La derecha aceptó su derrota y la izquierda ha gobernado razonablemente (manteniendo el dólar como la moneda nacional). La derecha ha comenzado a reagruparse y Obama seguramente destacará que Estados Unidos ha desempeñado un papel positivo en este círculo virtuoso, y que podrá seguir haciéndolo.
Esto sería mucho más válido si Estados Unidos avanzara hacia una reforma inmigratoria. El Salvador, junto con Ecuador, lidera el mundo en términos de la proporción de su población que vive en el exterior. También tiene una economía que no está creciendo lo suficiente como para frenar la ola actual que atraviesa México hacia Estados Unidos.
El crecimiento estancado y la emigración son dos de los principales factores que causan división en América. Sudamérica está atravesando un auge, mientras India y China degluten sus exportaciones de hierro, cobre, soja, café, carbón, petróleo, trigo, aves de corral, carne vacuna y azúcar. Sus patrones de comercio exterior e inversión son diversificados y dinámicos. Con algunas pocas excepciones, la inmigración es interna dentro de la región y se ha alcanzado un modus vivendi con el comercio de droga, principalmente hoja de coca y cocaína, en Bolivia, Perú y Colombia.
Es más, las relaciones con Estados Unidos, si bien son importantes, ya no son primordiales. Los gobiernos sudamericanos pueden permitirse no estar de acuerdo con Estados Unidos, y a menudo lo hacen. Acaban de elegir un nuevo presidente para la Union de Naciones Suramericanas (Unasur), cuya sede se está construyendo en Quito, Ecuador. Como su nombre lo sugiere, la principal razón de ser de Unasur es excluir a Canadá, Estados Unidos y México (en contraste con la Organización de Estados Americanos).
Nada de esto es válido para México, América Central y las islas del Caribe –principalmente República Dominicana, pero también Cuba y, a su manera, Haití-. Estas no son naciones ricas en minerales o pródigas en recursos agrícolas: algo de café y bananas por aquí, algo de azúcar y carne vacuna por allá, pero nada con qué sostener un auge. Si bien México es el segundo proveedor más importante de petróleo de América, esto representa apenas el 9% del total de sus exportaciones.
Por el contrario, estos países exportan bienes manufacturadoes de bajo nivel agregado (México un poco más, por supuesto) y viven de las remesas de dinero provenientes del exterior, del turismo y de las ganancias vinculadas al transbordo de drogas. Todo esto está abrumadoramente concentrado en Estados Unidos: allí es donde están quienes emigran, adonde se envían las toallas y los pijamas, de donde vienen los turistas y donde se compran las drogas. Para estos países, inclusive México, resulta esencial mantener relaciones estables, cercanas y productivas con Estados Unidos.
Obama dirá todas las cosas que hay que decir durante su visita y será ovacionado en todas partes. Pero debería reflexionar sobre los cambios que están ocurriendo en el hemisferio. Un sector se está liberando de la hegemonía estadounidense y está prosperando, pero puede venirse a pique si el crecimiento chino e indio se vuelve más lento. Otro sector está cada vez más integrada a Estados Unidos y Canadá. A pesar de sus tribulaciones actuales, descubrirá un camino hacia la prosperidad cuando lo haga Estados Unidos.
América Latina como entidad única ya no existe. Larga vida a América Latina.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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