Por Ribal Al-Assad, director de la Organización para la Democracia y la Libertad en Siria (Project Syndicate, 02/03/11):
Desaparecidos los regímenes tunecino y egipcio y en momentos en que las protestas callejeras crean disturbios en ciudades desde Algiers hasta Teherán, mucha gente hoy se pregunta cuál será la próxima pieza del dominó en caer. Siria, cuya dictadura secular y militarizada es la que más se parece a los regímenes caídos de Túnez y Egipto, tal vez no sea la próxima en la fila, pero de todas maneras parece estar acercándose a un punto crítico.
Por supuesto, la vieja “teoría del dominó” en las relaciones internacionales era sólo una manera cruda de enfatizar que las diferentes partes de una región están vinculadas entre sí. Para el mundo árabe de hoy, una metáfora mejor podría ser un tablero de ajedrez, en el que hasta la eliminación de un peón inevitablemente altera las relaciones entre las demás piezas.
Hoy, mientras las protestas aumentan y se multiplican, el gobierno de todo estado árabe en Oriente Medio y el norte de África probablemente crea que, si lo dejan con sus propios recursos, puede contener el disenso interno.
En Siria, parece inevitable que la protesta pronto pueda quebrar la frágil inmovilidad política del régimen. La mayoría de los sirios enfrentan situaciones económicas y sociales extremadamente difíciles, como un alto desempleo, alzas en los precios de los alimentos, limitaciones a la libertad personal y una corrupción endémica. Estos factores no difieren de aquellos que llevaron a la gente a las calles en el norte de África y Oriente Medio. Lo que comenzó como manifestaciones por las condiciones de vida se convirtió en demandas generalizadas de libertad y democracia.
El régimen de Damasco teme un malestar similar, como debería ser. La mejor manera de evitar una confrontación entre el pueblo y las fuerzas de seguridad es un proceso de reforma genuina que lleve a elecciones y a un gobierno de unidad nacional. La inercia arraigada del actual régimen, sin embargo, parece descartar cualquier maniobra en esa dirección.
Por el contrario, las autoridades de Siria están ofreciendo incentivos para asegurar que los electores clave acaten las normas –computadoras portátiles para los maestros, subsidios para los trabajadores del sector público y una retórica reformistas vacía-. Pero la situación actual requiere medidas mucho más serias. Levantar el estado de emergencia que rige desde 1963 –dándole amplios poderes al régimen y a sus servicios de seguridad- sería un paso tanto simbólico como tangible en la dirección correcta.
A menos que las autoridades de Siria, como los otros líderes del mundo árabe, empiecen a entender que la libertad es un derecho humano fundamental, hasta la paciencia de la gente más inactiva puede desgastarse de manera peligrosa. Los altos precios de los alimentos pueden haber servido como un disparador en el norte de África, pero la velocidad con la que los manifestantes viraron su atención hacia la reforma política atrapó a todos por sorpresa.
Regresar este genio a su botella sería prácticamente imposible sin un derramamiento de sangre del tipo que hoy estamos presenciando en algunas partes del mundo árabe. De manera que los líderes sirios saben que deben responder –de ahí la agenda de reforma poco entusiasta que diseñaron recientemente-. Pero intentar resolver las quejas populares arraigadas con un lenguaje florido y un ramo de subsidios es como intentar apagar un incendio forestal con una pistola de agua. Los problemas de Siria son tan serios que las soluciones deben ser sustanciales.
Hasta ahora, las autoridades de Siria se basaron en su retórica anti-Israel y anti-Occidente para protegerse. Pero en las protestas de Túnez y El Cairo rara vez se escucharon reclamos por el conflicto palestino-israelí. Es más, en los últimos años, cuando los aviones israelíes atacaron blancos en Siria, no hubo ninguna respuesta del régimen –tampoco cuando aviones israelíes volaron sobre el palacio presidencial.
El régimen sostiene que forma parte de la “resistencia” con su socio Irán. Sin embargo, los cables de WikiLeaks muestran que el liderazgo sirio le pidió al régimen iraní que no contara con él en ninguna guerra con Israel porque es demasiado débil. De modo que el régimen está cometiendo un error fatal si piensa que sus viejas tácticas destinadas a confundir le seguirán brindando inmunidad. Por el contrario, con una población joven y bien educada incapaz de encontrar un trabajo apropiado, el régimen creó su propio cuadro de potenciales manifestantes, que son conscientes de que está utilizando eslóganes vacíos para mantener el estado de emergencia y quedarse en el poder.
El pueblo sirio es fuerte, paciente, resistente e ingenioso. Los lazos familiares y sociales se mantienen fuertes sólidos a la adversidad. Cuando los alimentos escasean, la gente comparte. Cuando el régimen se pone estricto con Internet, la gente usa servidores proxy.
Pero no deberían tener que conformarse. No deberían tener que arriesgar su seguridad cuando buscan involucrase con el mundo online. Nadie quiere ver las calles de Damasco consumidas en la protesta, o que surja una confrontación violenta entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Lo que el pueblo sirio quiere es un diálogo significativo con el régimen.
El régimen debe entender que, a pesar de sus mejores esfuerzos, los sirios han estado observando los acontecimientos en la región con tanto interés como el resto del mundo. El pueblo de Siria puede no sentir predilección por la violencia, pero una vez que se está en presencia del nacimiento de la libertad, no es fácil de olvidar –ni de acallar con dádivas estatales y declaraciones vacuas de un liderazgo distante y aislado.
La gente dijo que el Muro de Berlín no se caería. Dijo que Mubarak no renunciaría. Y todavía algunos sostienen que Siria no puede cambiar. Pero Siria cambiará y yo, al igual que mis compatriotas, rezo para que cuando se produzca el cambio, sea pacifico y armonioso.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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