Por Henry Kamen, historiador. Acaba de publicar The Disinherited: The Exiles who Created Spanish Culture, Londres: Allen Lane (EL MUNDO, 27/03/07):
Hace unos días, el Canal 4 de TV del Reino Unido emitió un programa controvertido. El programa con el título The Great Global Warming Swindle (El Gran Fraude del Calentamiento Global), tuvo una duración de 90 minutos y cuestionó el punto de vista ampliamente aceptado de que las emisiones de dióxido de carbono producidas por el hombre son las responsables del calentamiento del planeta. Basándose en argumentos de importantes científicos, el filme apunta hacia la reciente investigación de que la radiación solar puede ser un factor más verosímil en el cambio climático, y sugiere que la reducción de las emisiones de carbono no sólo tendrá poco impacto en el ambiente, sino que además puede tener involuntariamente repercusiones para el desarrollo del Tercer Mundo.
El programa es doblemente polémico porque llega poco después de dos significativos acontecimientos: el primero, un sólido informe respaldado por las Naciones Unidas, y redactado por un grupo de científicos del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), que ha recibido una extensa publicidad; el segundo, la exitosa campaña de Al Gore, quien realizó un corto sobre el calentamiento global, y con el cual ganó un Oscar de Hollywood. Estos dos hechos han impactado de tal manera en España -un país que, como su Gobierno reconoce, es el mayor contaminador de la atmósfera en Europa, con las emisiones de CO2 más altas en el continente- que la noción del «cambio climático» se ha convertido en tópico de absurdas exageraciones e incluso de chistes infantiles. En España hay ahora regulares y desatinados informes diciendo que el cambio climático ya ha llegado aquí. Los bosques arden, los viñedos se secan, y los mares invaden las playas. Pero no hay nada divertido sobre la idea del calentamiento global. O bien es verdad, lo cual se convierte en una terrible amenaza para la humanidad, o es falso, en cuyo caso habrá sido una conspiración imperdonable contra nuestras sensibilidades.
El programa del Canal 4 recibió agudos ataques por parte de un colaborador del periódico The Guardian. El escritor calificó el contenido de «retórica deshonesta», pero admitió que el miedo al cambio climático se parece un poco al de hace algunos años sobre la desaparición de la capa de ozono de la tierra. También admite que muchos excéntricos, desde ecologistas a políticos extremistas, han usado el argumento del cambio climático para impulsar sus propias pequeñas soluciones. Pero, concluye diciendo que la existencia de estos seguidores no invalida la realidad del cambio. La reacción de otro destacado periodista del Independent era bastante diferente. Se reía del Oscar que Al Gore recibió, y denunciaba la propaganda deshonesta de Greenpeace, Friends of the Earth (Amigos de la Tierra) y otros movimientos, cuya ambición es restringir la tecnología con el propósito de crear un mundo natural donde no haya progreso técnico o científico y podamos vivir todos en condiciones primitivas.
No soy un experto en estos temas, pero parece claro que hay incertidumbre suficiente sobre el alcance del cambio climático como para permitirnos dudar de los aspectos del informe del IPCC. Uno de los científicos del IPCC también aparece en el programa de TV del Canal 4. Es el profesor Paul Reiter del Instituto Pasteur de Paris, quien declara que tuvo que amenazar al IPCC con tomar acciones legales para que quitasen su nombre de sus conclusiones con las que estaba en profundo desacuerdo: «Hacían que pareciera que todos los científicos sobresalientes estaban de acuerdo. Esto no es verdad». Entonces ¿cuál, según el programa de TV, es la causa del calentamiento global? La respuesta que dan es simple, y no sorprende: es el sol que calienta el planeta. Esta creencia se basa en las observaciones meteorológicas de dos científicos daneses, cuyos hallazgos se discuten en el programa. También hay una entrevista con el jefe del Centro Internacional de Investigación del Artico, Syun-Ichi Akasofu, que describe cómo «El Artico siempre se ha expandido y contraído. Pero la prensa viene aquí todo el tiempo y nos pregunta: ¿dirá algo sobre el desastre invernadero? Y yo digo: no hay desastre».
Estos detalles muestran que hay una gran variedad de opiniones entre los científicos, como ha sido siempre con tales temas en las últimas décadas. Por cada artículo publicado sobre un desastre latente, hay otros sobre la falsedad de las alarmas. El pasado noviembre, en la revista Science, un científico argüía que las alarmas sobre el aumento del nivel del océano Atlántico eran falsas. En otra revista, un grupo de científicos de Nueva Zelanda dice que las cifras, señalando que el mes de diciembre de 2006 era el más frío de los últimos 60 años, son prueba de que las afirmaciones sobre el calentamiento global son infundadas. La Coalición Nuevazelandesa de la Ciencia del Clima, que está formada por 13 científicos, afirma que la temperatura de Nueva Zelanda no es más alta en el 2006 que lo fue en los años de 1800. Dicen que ha habido años calurosos y años fríos desde mediados de los años 1800, pero sobre todo, la temperatura sólo ha experimentado un aumento de menos de tres cuartos por ciento. Podemos seguir así citando pedazos de testimonios, que demuestran que hay suficientes diferencias de opinión, como para llegar a tener dudas.
Asumamos sin embargo que la teoría del cambio climático es correcta, aún con todas sus exageraciones. ¿Qué podemos hacer al respecto? Por ejemplo, las medidas adoptadas por el Gobierno británico son casi inútiles. El Gobierno planea gastar millones de libras en medidas para reducir las emisiones de CO2 en un 30% para el año 2020, pero un informe científico revela que esto es imposible y que la reducción en el año 2020 será sólo del 12%, lo que en términos prácticos significa poco más que nada. Para llevar a cabo una acción efectiva y reducir las emisiones de carbono suficientemente, necesitamos cerrar nuestras fábricas, prohibir los automóviles, abolir aviones, eliminar todos los refrigeradores, y en general volver a la Edad de Piedra. ¿Estamos realmente preparados para hacerlo? La respuesta obviamente es no. Los ecologistas, por su parte, no tienen soluciones prácticas Se oponen al combustible nuclear, así que las plantas nucleares serían cerradas. Ahora se oponen al combustible de carbón, por tanto el carbón desaparecerá. Con el tiempo todos los combustibles desaparecerán. La civilización, a su vez, desaparecerá. ¿Es esto lo que quieren?
Asumamos, sin embargo, que la teoría es falsa. ¿Nos podemos arriesgar a pensar que es falsa, cuando la mayoría de los científicos parecen apoyarla firmemente? ¿Podemos ignorar sus advertencias? Los científicos se han ganado el apoyo de secciones de la prensa, y la prensa por su lado ha influenciado a la opinión pública, de manera que la opinión popular es más consciente que nunca de la importancia del posible calentamiento global. La consecuencia es que las grandes empresas, siempre deseosas de tener en cuenta la opinión popular, han comenzado a invertir fuertemente en medidas anti-contaminación. Y la inversión ha generado ganancias. Por ejemplo, una inversión, en 1999, de British Petroleum de 20 millones de dólares en medidas de planificación energética había dado en 2002 un rendimiento de 650 millones de dólares. El hecho de que estas medidas no han frenado las emisiones de CO2 de los coches, es probablemente irrelevante. La elección está entre abolir del todo el petróleo -y por lo tanto abolir toda la economía moderna y volver hacia atrás, como agradaría a algunos ecologistas, hacia la Época Medieva- o tomar medidas reformadoras.
Las tres preguntas básicas son: ¿Está ocurriendo el calentamiento global? Si es así, ¿Por qué? ¿Y qué se debería hacer sobre ello? Las respuestas a estas preguntas no son fáciles. Primero, el calentamiento está verdaderamente sucediendo con un aumento de aproximadamente 0.7 grados a lo largo de todo el siglo XX. Pero, como muchos científicos han señalado, esto no es de necesidad alarmante. La siguiente pregunta es: ¿por qué? Aquí no hay en absoluto acuerdo, como deja claro el programa del Canal 4. «La única respuesta honesta», ha dicho recientemente una autoridad en la materia, «es que no lo sabemos». Lo cierto es que los pronósticos de lo que pueda pasar dentro de 100 años no se basan en hechos, sino en especulaciones. ¿Aumentarán los océanos? Un informe especial contratado por el Gobierno de Gran Bretaña ha argumentado que el deshielo polar podría ocasionar un aumento adicional del nivel del mar de menos de medio centímetro por siglo. Esto es en verdad menos alarmante que otros que han sugerido que España perdería todas sus playas este siglo.
Finalmente, ¿qué se debería hacer? Imaginemos que es cierto que la actividad humana es responsable del cambio climático. Imaginemos que estamos seguros que dentro de veinte años la costa del Mediterráneo de España tendrá constantes y severas sequías. Imaginemos que en cien años las principales ciudades costeras de España estén inundadas. Imaginemos que en 200 años, con las emisiones continuas y como consecuencia del calentamiento global, buena parte del Mediterráneo es inhabitable. Entonces hagámonos las preguntas más importantes. Incluso siendo todo esto verdad, ¿cambiaríamos nuestras vidas? Nuestra economía depende del aumento de consumo y producción. Para parar estas consecuencias ¿deberíamos parar la producción? ¿Deberíamos eliminar los camiones, conducir coches pequeños y lentos, caminar al trabajo, eliminar todos los aviones? ¿Prohibiríamos las importaciones, consumiríamos sólo alimentos locales y comeríamos menos carne? ¿Llevaríamos sólo ropa hecha a mano? ¿Querríamos hacer todo esto a sabiendas de que haciéndolo estamos condenando al desastre toda la economía de los países más pobres del mundo? ¿Apeteceríamos pagar mucho más por la energía no contaminante? Si no hacemos tales cambios, entonces estudiar el cambio climático no es tan importante. El debate entero podría ser una enorme mentira, pero ya no importaría.
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