Por Graham E. Fuller, ex vicepresidente del Consejo de Inteligencia Nacional de la CIA y profesor adjunto de la Universidad Simon Fraser, Vancouver, Columbia Británica (Canadá). Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 21/10/08):
De los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama comprende con mayor claridad que John Mc-Cain la naturaleza del mundo moderno y los desafíos que afronta Estados Unidos. Es la buena noticia… si Obama es elegido.
Pero la mala noticia estriba en que el supuesto debate que tiene lugar entre los dos candidatos resulta ser de una alarmante estrechez de miras. Los comentaristas extranjeros aluden desde hace mucho tiempo a la escasa diferencia que media entre los partidos demócrata y republicano, basada en mayor medida en sus personalidades que en sus políticas. La política estadounidense no presenta un abanico ideológico tan amplio como cabe observar en otros muchos países democráticos, cosa que estaría bien si ambos partidos tuvieran una visión clara de las realidades del mundo actual.
Sin embargo, la lamentable realidad estriba en que ninguno de los dos partidos observa el mundo tal como es efectivamente. Por el contrario, Estados Unidos ve el mundo como lo veía Alicia a través del espejo en el país de las maravillas. Y así es como Washington cree que “crea sus propias realidades” en el mundo.
Ciertamente, una superpotencia puede proceder mediante hechos consumados con sus consecuencias, por ejemplo, enviando tropas a Oriente Medio. No obstante, tales iniciativas propician a su vez la correspondiente reacción, igualmente enérgica. Y hoy día Washington presencia indudablemente reacciones enérgicas contra sus políticas, lo que constituye asimismo una realidad. Sin embargo, Washington se comporta como si tales realidades - las reacciones extranjeras negativas al ejercicio del poderío estadounidense- no existieran, no tuvieran importancia o pudieran ser pasadas por alto. La cruda y descarnada realidad es que tales reacciones extranjeras están socavando el citado poderío, credibilidad y nivel de liderazgo. No se entra siquiera a debatir esas mismas realidades.
La mayor ilusión - que nunca se menciona en los debates o en la prensa influyente- consiste sencillamente en que la visión estadounidense de la hegemonía mundial es ahora cosa del pasado. Los neoconservadores la llaman abiertamente “hegemonía”, la propia de un siglo y un imperio americano. Los progresistas del Partido Demócrata con más visión de los asuntos internacionales prefieren hablar de “recuperar el liderazgo estadounidense” que Bush ha destruido. Pero el “liderazgo”, para la mayoría de ellos, significa el constante y permanente dominio de Estados Unidos en la escena mundial, si acaso con un deje más amable y cierto grado de consulta a los demás… Y su objetivo, asimismo, es un mundo dirigido y guiado básicamente por Estados Unidos. Demócratas como la ex secretaria de Estado Madeleine Albright siguen hablando de “Estados Unidos, el país indispensable”, un país dotado de un factor de “excepcionalismo” donde no son de aplicación las normas y reglas usuales.
Por supuesto, Estados Unidos seguirá siendo un país poderoso. Es un país de gente creativa, de notable imaginación y energía, de gran iniciativa para encarar y solucionar los problemas. Pero Estados Unidos no ha reconocido aún que la mayoría de los problemas no puede solucionarlos únicamente Estados Unidos.
Aún peor, Estados Unidos sigue dominado por una “mentalidad basada en la seguridad” en búsqueda constante de “amenazas” contra Estados Unidos. La preparación y formación sobre “valoración de amenazas” se ha convertido en una pequeña industria en el seno de los laboratorios de ideas de Washington. Todo aquello susceptible de desafiar el dominio estadounidense es considerado una amenaza. En consecuencia, Washington topa con amenazas en todo el mundo y de forma permanente. Tales amenazas exigen mayores presupuestos de defensa y fuerzas militares y capacidad de intervención más agresiva. El resultado es un proceso de carácter imperial que se retroalimenta. En cuanto una crisis en cualquier parte del mundo aparece en el horizonte y ocupa los titulares de prensa, se juzga inmediatamente como una situación “vital” para los intereses de Estados Unidos. Y acto seguido se produce una intervención de la modalidad que sea, que a menudo encona el problema.
Washington tiene gran parte de responsabilidad, empezando por la caída de la Unión Soviética, en la actitud de echar a una Rusia debilitada a un rincón y dar fuelle a nuevos países miembros de la OTAN hasta la misma frontera rusa. Podemos comprobar, en estos momentos, la reacción rusa tras una fase de debilidad. Pero Estados Unidos brama como un toro picado y banderilleado si Rusia o China establecen una presencia militar en Cuba o Venezuela. No era menester que estallara una crisis con Moscú por la cuestión de Georgia, pero el caso es que se ha hablado de una posible “nueva guerra fría” que eventualmente justificaría un mayor gasto en defensa. Es evidente que Estados Unidos persigue el dominio militar del espacio, pero cuando China luce su habilidad a la hora de derribar satélites, Washington detecta inmediatamente una “amenaza”.
Las políticas de Washington en materia de la guerra contra el terrorismo han enconado el problema, creando nuevos enemigos y una amplia reacción de animadversión y odio hacia Estados Unidos en el mundo musulmán. La amenaza terrorista se extiende a otros países. En lugar de emplear los servicios de inteligencia y seguridad contra los terroristas, el empleo de la fuerza militar por parte de Estados Unidos para enfrentarse a los terroristas no ha hecho más que avivar la aparición de más terroristas, “demostrando” con ello que hacen falta más tropas… E Iraq se le escapa entre los dedos a Estados Unidos, pero McCain no aceptará algo inferior a una “victoria” mientras la cuestión de Afganistán se revela un fracaso y Obama, no obstante, quiere enviar más tropas e irrita aún más a un frágil Pakistán. La situación palestino-israelí es peor que nunca, pero Israel sigue recurriendo al veto en relación con las políticas de Estados Unidos. McCain no quiere que Obama hable con Irán. Destacadas potencias mundiales no están representadas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El Banco Mundial se hace eco únicamente de una interpretación estadounidense de la economía global y las políticas fracasadas. Europa se siente menos dispuesta a seguir automáticamente un liderazgo estadounidense. El cataclismo actual de la economía estadounidense completa el panorama de la peligrosa incompetencia y aislamiento. Estas son las nuevas realidades.
Pero ¿dónde figuran estas cuestiones en los grandes “debates” de los candidatos? Hasta que Estados Unidos no deje de vivir en un mundo de fantasía made in USA,el aislamiento estadounidense de la realidad seguirá siendo peligroso, para EE. UU y para el resto del mundo.
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