Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicosde Washington (LA VANGUARDIA, 14/05/09):
En los últimos tiempos Washington ha estado preocupado por Pakistán y Afganistán; ahora le toca a Oriente Medio. El primer ministro israelí tiene prevista su visita y otras personalidades destacadas han venido o van a venir a la capital. Los israelíes quieren hablar sobre Irán, Obama y sus asesores quieren que los israelíes estén de acuerdo con la creación de un Estado árabe palestino tan pronto como sea posible. ¿Se producirá la coincidencia de puntos de vista? Probablemente, no, y las estrechas relaciones entre ambos países se aflojarán un tanto. No de manera espectacular, sino de forma gradual. Para los israelíes, la amenaza de la bomba nuclear iraní es una cuestión primordial, y juzgan que podrían eliminar este peligro mediante un ataque militar, al menos por un tiempo y si no hay oposición por parte de EE. UU. Pero los estadounidenses son muy contrarios a una acción militar en este momento… y tal vez en cualquier momento.
Probablemente, exageran la magnitud de la reacción que un ataque israelí provocaría en el mundo musulmán. Por supuesto, habría manifestaciones violentas, pero también es verdad que muchos árabes temen la bomba iraní, un instrumento para sentar la hegemonía iraní en todo Oriente Medio, por más que Teherán niegue categóricamente tal inicua intención.
No obstante, existen otras razones - y probablemente de mayor peso-contrarias a un ataque israelí, muy distintas de la cuestión del suministro de petróleo, que probablemente resultaría afectado. Un ataque israelí sería un mero paliativo, no detendría la marea de la proliferación. Las instalaciones destruidas podrían reconstruirse en pocos años; la bomba atómica podría comprarse o robarse, dada la semianarquía imperante en Pakistán.
Washington quiere entablar negociaciones con Teherán y las capitales árabes, y para que tales conversaciones tengan éxito necesita concesiones israelíes tales como la aceptación de un Estado palestino con fronteras viables. Los israelíes argumentan que ambas cuestiones no deberían mezclarse, y evidentemente es cierto que los iraníes continuarían fabricando su bomba incluso aunque Israel no existiera. Por otra parte, la miopía israelí desde 1967, su escasa disposición a entregar los territorios ocupados ese año (o al menos la mayor parte de ellos), imposibilita que los estadounidenses articulen una respuesta estratégica árabe frente a Irán.
En pocas palabras, los intereses estadounidenses e israelíes están divergiendo y resulta difícil entrever cómo se superarán tales discrepancias. Indudablemente, va en interés de los intereses israelíes no aferrarse a los territorios ocupados, debido a razones demográficas; es decir, para preservar el carácter israelí de Israel. El ex primer ministro israelí lo comprendió, como también el nuevo embajador en Washington, pero el actual Gobierno recientemente elegido no lo acepta. Será menester que pasen algunos años para que estas verdades básicas sean más aceptadas. Queda la duda de si resta mucho tiempo.
La cualidad del liderazgo en Israel no es la que solía en su hora fundacional; cabría oponer que el liderazgo en general se ha deteriorado en todo el mundo, pero, siendo Israel un país pequeño y amenazado, está claro que precisa un liderazgo con visión de futuro en mayor medida que otros países mayores y más poderosos que no viven rodeados de enemigos.
¿Qué pasará en Washington? Obama dirá a los israelíes que no pueden contar con ningún apoyo estadounidense (ni siquiera tolerancia) a un ataque contra instalaciones nucleares iraníes en la actualidad, que tal acción pondría en peligro los intereses estadounidenses en Oriente Medio, que Washington quiere agotar todas las bazas diplomáticas en el futuro inmediato. ¿Darán paso las próximas elecciones iraníes a la sustitución de Ahmadineyad por un líder más moderado?
Los israelíes no tienen otra opción más que la de aceptar la postura estadounidense; consideran, en todo caso, que la diplomacia será estéril porque los iraníes están persuadidos - acertada o equivocadamente-de que no tienen nada que temer porque nadie se atreverá a atacarlos. Aunque los estadounidenses se disculparan por todos los crímenes cometidos contra el pueblo iraní durante muchos años (dice Teherán), el hecho es que no desean detener, ni siquiera demorar, sus trabajos en el terreno de la energía nuclear destinados exclusivamente a fines pacíficos.
Próxima cuestión: ¿cuánto tiempo desean invertir los estadounidenses en las negociaciones diplomáticas y qué pasará si caen en la cuenta de que la diplomacia no les acerca a su objetivo? Según rumores que circulan en Washington, la Casa Blanca quiere emplear alrededor de cuatro meses en las negociaciones. ¿Qué pasará a partir de ahí? “Veremos…”. Sobre esta cuestión, Obama no puede dar una respuesta porque los estadounidenses no tienen ahora una idea clara. Algunos asesores consideran que Washington habrá de admitir que la bomba nuclear iraní no será una amenaza para EE. UU. Otros juzgan que será una amenaza no sólo para Israel sino para los aliados árabes de Estados Unidos en Oriente Medio, que podría conducir a una guerra susceptible de afectar a la producción y exportación de petróleo procedente del golfo Pérsico.
En suma, no se adoptará ninguna decisión. Washington irá dando largas sobre Irán, los israelíes irán dando largas a la hora de hacer concesiones a propósito de un Estado palestino y nadie echará las campanas al vuelo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
En los últimos tiempos Washington ha estado preocupado por Pakistán y Afganistán; ahora le toca a Oriente Medio. El primer ministro israelí tiene prevista su visita y otras personalidades destacadas han venido o van a venir a la capital. Los israelíes quieren hablar sobre Irán, Obama y sus asesores quieren que los israelíes estén de acuerdo con la creación de un Estado árabe palestino tan pronto como sea posible. ¿Se producirá la coincidencia de puntos de vista? Probablemente, no, y las estrechas relaciones entre ambos países se aflojarán un tanto. No de manera espectacular, sino de forma gradual. Para los israelíes, la amenaza de la bomba nuclear iraní es una cuestión primordial, y juzgan que podrían eliminar este peligro mediante un ataque militar, al menos por un tiempo y si no hay oposición por parte de EE. UU. Pero los estadounidenses son muy contrarios a una acción militar en este momento… y tal vez en cualquier momento.
Probablemente, exageran la magnitud de la reacción que un ataque israelí provocaría en el mundo musulmán. Por supuesto, habría manifestaciones violentas, pero también es verdad que muchos árabes temen la bomba iraní, un instrumento para sentar la hegemonía iraní en todo Oriente Medio, por más que Teherán niegue categóricamente tal inicua intención.
No obstante, existen otras razones - y probablemente de mayor peso-contrarias a un ataque israelí, muy distintas de la cuestión del suministro de petróleo, que probablemente resultaría afectado. Un ataque israelí sería un mero paliativo, no detendría la marea de la proliferación. Las instalaciones destruidas podrían reconstruirse en pocos años; la bomba atómica podría comprarse o robarse, dada la semianarquía imperante en Pakistán.
Washington quiere entablar negociaciones con Teherán y las capitales árabes, y para que tales conversaciones tengan éxito necesita concesiones israelíes tales como la aceptación de un Estado palestino con fronteras viables. Los israelíes argumentan que ambas cuestiones no deberían mezclarse, y evidentemente es cierto que los iraníes continuarían fabricando su bomba incluso aunque Israel no existiera. Por otra parte, la miopía israelí desde 1967, su escasa disposición a entregar los territorios ocupados ese año (o al menos la mayor parte de ellos), imposibilita que los estadounidenses articulen una respuesta estratégica árabe frente a Irán.
En pocas palabras, los intereses estadounidenses e israelíes están divergiendo y resulta difícil entrever cómo se superarán tales discrepancias. Indudablemente, va en interés de los intereses israelíes no aferrarse a los territorios ocupados, debido a razones demográficas; es decir, para preservar el carácter israelí de Israel. El ex primer ministro israelí lo comprendió, como también el nuevo embajador en Washington, pero el actual Gobierno recientemente elegido no lo acepta. Será menester que pasen algunos años para que estas verdades básicas sean más aceptadas. Queda la duda de si resta mucho tiempo.
La cualidad del liderazgo en Israel no es la que solía en su hora fundacional; cabría oponer que el liderazgo en general se ha deteriorado en todo el mundo, pero, siendo Israel un país pequeño y amenazado, está claro que precisa un liderazgo con visión de futuro en mayor medida que otros países mayores y más poderosos que no viven rodeados de enemigos.
¿Qué pasará en Washington? Obama dirá a los israelíes que no pueden contar con ningún apoyo estadounidense (ni siquiera tolerancia) a un ataque contra instalaciones nucleares iraníes en la actualidad, que tal acción pondría en peligro los intereses estadounidenses en Oriente Medio, que Washington quiere agotar todas las bazas diplomáticas en el futuro inmediato. ¿Darán paso las próximas elecciones iraníes a la sustitución de Ahmadineyad por un líder más moderado?
Los israelíes no tienen otra opción más que la de aceptar la postura estadounidense; consideran, en todo caso, que la diplomacia será estéril porque los iraníes están persuadidos - acertada o equivocadamente-de que no tienen nada que temer porque nadie se atreverá a atacarlos. Aunque los estadounidenses se disculparan por todos los crímenes cometidos contra el pueblo iraní durante muchos años (dice Teherán), el hecho es que no desean detener, ni siquiera demorar, sus trabajos en el terreno de la energía nuclear destinados exclusivamente a fines pacíficos.
Próxima cuestión: ¿cuánto tiempo desean invertir los estadounidenses en las negociaciones diplomáticas y qué pasará si caen en la cuenta de que la diplomacia no les acerca a su objetivo? Según rumores que circulan en Washington, la Casa Blanca quiere emplear alrededor de cuatro meses en las negociaciones. ¿Qué pasará a partir de ahí? “Veremos…”. Sobre esta cuestión, Obama no puede dar una respuesta porque los estadounidenses no tienen ahora una idea clara. Algunos asesores consideran que Washington habrá de admitir que la bomba nuclear iraní no será una amenaza para EE. UU. Otros juzgan que será una amenaza no sólo para Israel sino para los aliados árabes de Estados Unidos en Oriente Medio, que podría conducir a una guerra susceptible de afectar a la producción y exportación de petróleo procedente del golfo Pérsico.
En suma, no se adoptará ninguna decisión. Washington irá dando largas sobre Irán, los israelíes irán dando largas a la hora de hacer concesiones a propósito de un Estado palestino y nadie echará las campanas al vuelo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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