MIGUEL MORA - Ammán, ENVIADO ESPECIAL - (ElPais.com, 09/05/2009)
Desde su discurso del 12 de septiembre de 2006 en Ratisbona , Joseph Ratzinger no ha dejado de dar explicaciones al Islam y de intentar tender puentes con los líderes musulmanes moderados. Hoy, en Ammán, el Papa ha visitado la Mezquita Al Hussein, su segundo "gesto de respeto" tras entrar en la Mezquita Azul de Estambul en 2006. El Papa ha defendido la fe y las religiones, la razón y la educación, ha condenado la violencia y los prejuicios y ha sugerido que la culpa de las tensiones y divisiones que se viven en Tierra Santa no está en las creencias sino en la "manipulación ideológica" de la religión.
Igual que sucedió en Estambul, tampoco esta vez el Papa se ha descalzado en la mezquita, aunque el portavoz vaticano, que sí lo hizo, ha indicado que "el Papa estaba preparado para quitarse los zapatos". No fue necesario, ha aclarado Federico Lombardi, porque el anfitrión, el príncipe Ghazi ben Mohamed, primo y consejero religiosos del rey Abdalah, hizo instalar una moqueta roja sobre el suelo en deferencia al invitado.
La segunda jornada del viaje a Tierra Santa ha revelado el tono prudente y conciliador adoptado por el jefe de la Iglesia Católica ante esta visita llena de retos. En Jordania, el lugar más cómodo del periplo, ha tendido otra vez la mano al judaísmo antes de viajar, mañana, a Jerusalén. En el Monte Nebo, donde Moisés mostró a su pueblo "la tierra prometida", el Papa ha abogado por la reconciliación con los judíos y ha recordado "los vínculos inseparables" que unen a católicos y hebreos.
Tras bendecir la primera piedra de la futura universidad católica de Madaba, a 30 kilómetros de Ammán, y visitar la imponente mezquita de la capital, el Papa ha hecho dos discursos sobre Islam y cristianismo, religión y política. En Madaba ha pedido un esfuerzo común, una "alianza basada en la razón", la educación y la fe compartida para huir de "los espejismos creados por ideologías viejas y nuevas".
En la mezquita, el Papa ha negado la esencia violenta de las religiones y ha criticado a aquellos que "con insistencia creciente piensan que la religión es necesariamente una causa de tensión y división", y ha abogado por "dedicarle la menor atención posible y alejarla de la esfera pública.
Tras identificar al enemigo común en el laicismo, el Papa ha admitido la existencia de tensiones y divisiones entre los miembros de las distintas tradiciones religiosas", y se ha preguntado si no es "la manipulación ideológica de la religión, a veces con fines políticos", el "verdadero catalizador de esas tensiones, y a veces incluso de violencias sociales".
"Obviamente la religión, como la ciencia y la tecnología, como la filosofía y cualquier manifestación de nuestra búsqueda de la verdad, pueden corromperse", ha reflexionado. "La religión se desfigura cuando es obligada a ponerse al servicio de la ignorancia y el prejuicio, el desprecio, la violencia y el abuso".
En esos casos, ha añadido, "no se produce solo la perversión de la religión, sino la corrupción de la libertad humana, y la reducción y la obnubilación de la mente".
Pero la idea central es que el nuevo puente que debe acercar al Islam y al Cristianismo, ha concluido, no es menos religión, sino más religión, aunque acompañada de razón y tolerancia. "La adhesión genuina a la religión, lejos de limitar nuestras mentes", ha asegurado, "amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego ingobernable, que tiende a absolutizar lo finito y a eclipsar el infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura".
"Los derechos humanos universales valen igualmente para todos los hombres y mujeres, independientemente de su religión, grupo social o étnico", ha recordado también el Papa, que ha llamado a todos a defender el derecho a la libertad religiosa en lugares como Irak e Israel, donde la minoría cristiana ve pisoteados sus derechos. Esa libertad, ha recordado, "va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho -especialmente de las minorías- al justo acceso al mercado de trabajo y a los demás ámbitos de la vida civil".
Desde su discurso del 12 de septiembre de 2006 en Ratisbona , Joseph Ratzinger no ha dejado de dar explicaciones al Islam y de intentar tender puentes con los líderes musulmanes moderados. Hoy, en Ammán, el Papa ha visitado la Mezquita Al Hussein, su segundo "gesto de respeto" tras entrar en la Mezquita Azul de Estambul en 2006. El Papa ha defendido la fe y las religiones, la razón y la educación, ha condenado la violencia y los prejuicios y ha sugerido que la culpa de las tensiones y divisiones que se viven en Tierra Santa no está en las creencias sino en la "manipulación ideológica" de la religión.
Igual que sucedió en Estambul, tampoco esta vez el Papa se ha descalzado en la mezquita, aunque el portavoz vaticano, que sí lo hizo, ha indicado que "el Papa estaba preparado para quitarse los zapatos". No fue necesario, ha aclarado Federico Lombardi, porque el anfitrión, el príncipe Ghazi ben Mohamed, primo y consejero religiosos del rey Abdalah, hizo instalar una moqueta roja sobre el suelo en deferencia al invitado.
La segunda jornada del viaje a Tierra Santa ha revelado el tono prudente y conciliador adoptado por el jefe de la Iglesia Católica ante esta visita llena de retos. En Jordania, el lugar más cómodo del periplo, ha tendido otra vez la mano al judaísmo antes de viajar, mañana, a Jerusalén. En el Monte Nebo, donde Moisés mostró a su pueblo "la tierra prometida", el Papa ha abogado por la reconciliación con los judíos y ha recordado "los vínculos inseparables" que unen a católicos y hebreos.
Tras bendecir la primera piedra de la futura universidad católica de Madaba, a 30 kilómetros de Ammán, y visitar la imponente mezquita de la capital, el Papa ha hecho dos discursos sobre Islam y cristianismo, religión y política. En Madaba ha pedido un esfuerzo común, una "alianza basada en la razón", la educación y la fe compartida para huir de "los espejismos creados por ideologías viejas y nuevas".
En la mezquita, el Papa ha negado la esencia violenta de las religiones y ha criticado a aquellos que "con insistencia creciente piensan que la religión es necesariamente una causa de tensión y división", y ha abogado por "dedicarle la menor atención posible y alejarla de la esfera pública.
Tras identificar al enemigo común en el laicismo, el Papa ha admitido la existencia de tensiones y divisiones entre los miembros de las distintas tradiciones religiosas", y se ha preguntado si no es "la manipulación ideológica de la religión, a veces con fines políticos", el "verdadero catalizador de esas tensiones, y a veces incluso de violencias sociales".
"Obviamente la religión, como la ciencia y la tecnología, como la filosofía y cualquier manifestación de nuestra búsqueda de la verdad, pueden corromperse", ha reflexionado. "La religión se desfigura cuando es obligada a ponerse al servicio de la ignorancia y el prejuicio, el desprecio, la violencia y el abuso".
En esos casos, ha añadido, "no se produce solo la perversión de la religión, sino la corrupción de la libertad humana, y la reducción y la obnubilación de la mente".
Pero la idea central es que el nuevo puente que debe acercar al Islam y al Cristianismo, ha concluido, no es menos religión, sino más religión, aunque acompañada de razón y tolerancia. "La adhesión genuina a la religión, lejos de limitar nuestras mentes", ha asegurado, "amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego ingobernable, que tiende a absolutizar lo finito y a eclipsar el infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura".
"Los derechos humanos universales valen igualmente para todos los hombres y mujeres, independientemente de su religión, grupo social o étnico", ha recordado también el Papa, que ha llamado a todos a defender el derecho a la libertad religiosa en lugares como Irak e Israel, donde la minoría cristiana ve pisoteados sus derechos. Esa libertad, ha recordado, "va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho -especialmente de las minorías- al justo acceso al mercado de trabajo y a los demás ámbitos de la vida civil".
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