Por Carlos Álvarez Leiva, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Catástrofes, SEMECA (EL CORREO DIGITAL, 29/04/09):
El brote de gripe porcina A/H1N1 ha extendido el temor a una pandemia; es decir, a una enfermedad que se propaga por todo el mundo. Desde el siglo XVI se han descrito más de 31 pandemias (epidemias de amplísima extensión), algunas de las cuales han causado numerosísimos muertos. Como es sabido, la gripe es una enfermedad infecto-contagiosa aguda que afecta fundamentalmente al tracto respiratorio, con un cuadro que incluye tos seca, dolor de garganta, taponamiento y secreción nasal abundante e irritación ocular. En los casos más complejos se añaden escalofríos, fiebre de rápida instauración, cefalea, dolores musculares y articulares y, en ocasiones, problemas digestivos. Los síntomas remiten progresivamente en breve tiempo: los médicos antiguos decían que con tratamiento duraban siete días y sin él, una semana, una forma de explicar lo poco efectivo que resultaba ese tratamiento contra los virus causales.
En 1941 se demostró que es posible controlar esta enfermedad a través de la administración de vacunas virales. Pero aún así, este remedio no es del todo eficaz por la propiedad excepcional que tiene los virus de la gripe de mutar sus características antigénicas con cierta periodicidad; de ahí que la eficacia de la vacunación sea sólo transitoria. La gripe porcina constituye una mutación genética desafortunada del virus de la gripe, como resultado de una combinación del virus de influencia humano, el aviar y el porcino (ingeniería genética en estado puro y aviso a navegantes). Se está caracterizando por su predilección por adultos jóvenes y por la buena evolución, como todas las gripes. Sólo cuando el proceso se acompaña o va seguido de una neumonía viral o bacteriana aumenta la mortalidad.
La globalización es un término económico, más que una expresión de las capacidades de interrelación entre agencias internacionales. Pero nos sirve para entender lo pequeño que es el mundo cuando nos movemos de un sitio a otro, la rapidez con la que difundimos una noticia, un conocimiento o el virus de la gripe porcina, capaz de aparecer a miles de kilómetros de manera casi simultánea. Gracias a esa misma globalización también el problema se ha controlado de forma inmediata, entendiendo por control la capacidad de establecer una alerta internacional ‘on line217; que nos indica por dónde va la enfermedad, cuáles son sus síntomas, qué medidas podemos tomar.
En este sentido, la red de alerta sanitaria mundial ha funcionado. La OMS y sus agencias intercontinentales, nacionales, regionales e interprovinciales hacen un seguimiento de cada caso, y hoy el paciente con gripe es la prioridad a tratar, aislar y controlar en el servicio de urgencias. Por una vez, la fiebre de un viajero es más importante que un dolor torácico.
La diseminación es otra historia. Una enfermedad viral es muy difícil de detener, cuando millones de gérmenes quedan sembrando el ambiente por el que pasa un ‘contaminado217; y las barreras son más un compromiso psicológico que un elemento efectivo. Aún así tienen un óptimo impacto social y humano que no debemos descuidar. Hasta los políticos estrechan sus relaciones de manera incondicional a la hora de proteger a la comunidad internacional: todos los medios, todas las agencias, todas las opciones, con el único límite de no lesionar las economías del vecino con el cierre de fronteras, como si las fronteras existieran para los virus.
En un brote como el actual, la dimensión humana se mide en el número de afectados, en el cordón familiar que aísla a los familiares y en la sorprendente repercusión en los medios de difusión. La respuesta social es lo mejor de estas crisis, la sensibilidad enorme de la población en general para atender las indicaciones, compartir experiencias y datos, controlar accesos y apoyar las demandas sin poner objeciones. Hemos mejorado mucho, somos más maduros y esto es tranquilizador. La respuesta social gana siempre por goleada en las situaciones difíciles.
Pero, junto a ello, lo cierto es que una pandemia de estas características es difícil de controlar, porque el proceso de transmisión, por vía respiratoria, es muy simple; y la movilidad mundial trenza hoy una red incontrolable por tierra, mar y aire. Por muy precoces que sean las agencias de vigilancia epidemiológica, un proceso tan común como la gripe es muy difícil de filiar como porcina sin que antes haya dado la vuelta al mundo. Ahora sí, dime de dónde vienes y te diré qué tienes.
La globalización nos hace muy vulnerables y a la vez muy potentes. Las grandes pandemias que en otro tiempo diezmaron las poblaciones mundiales asolando a comunidades enteras no son reproducibles en el momento actual. Las condiciones higiénicas, la capacidad de respuesta de la comunidad científica, la cultura de seguridad y los medios de difusión generan un efecto beneficioso de carácter inmediato, orientando los flujos humanos, difundiendo mensajes preventivos y facilitando la labor de los servicios médicos con recursos muy efectivos.
Llama la atención, sin embargo, que hoy, mientras usted lee estas líneas, la desnutrición, el sida, la malaria, la tuberculosis y, sobre todo, la falta de agua sigan matando a millones de niños y adultos en esta misma aldea. Sin que por ello manifiesten el mismo interés las mismas agencias que ahora ponen todo su esfuerzo en una amenaza controlada, en el mundo desarrollado. Y es que la sociedad, que ha mejorado mucho, aún no lo ha hecho del todo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El brote de gripe porcina A/H1N1 ha extendido el temor a una pandemia; es decir, a una enfermedad que se propaga por todo el mundo. Desde el siglo XVI se han descrito más de 31 pandemias (epidemias de amplísima extensión), algunas de las cuales han causado numerosísimos muertos. Como es sabido, la gripe es una enfermedad infecto-contagiosa aguda que afecta fundamentalmente al tracto respiratorio, con un cuadro que incluye tos seca, dolor de garganta, taponamiento y secreción nasal abundante e irritación ocular. En los casos más complejos se añaden escalofríos, fiebre de rápida instauración, cefalea, dolores musculares y articulares y, en ocasiones, problemas digestivos. Los síntomas remiten progresivamente en breve tiempo: los médicos antiguos decían que con tratamiento duraban siete días y sin él, una semana, una forma de explicar lo poco efectivo que resultaba ese tratamiento contra los virus causales.
En 1941 se demostró que es posible controlar esta enfermedad a través de la administración de vacunas virales. Pero aún así, este remedio no es del todo eficaz por la propiedad excepcional que tiene los virus de la gripe de mutar sus características antigénicas con cierta periodicidad; de ahí que la eficacia de la vacunación sea sólo transitoria. La gripe porcina constituye una mutación genética desafortunada del virus de la gripe, como resultado de una combinación del virus de influencia humano, el aviar y el porcino (ingeniería genética en estado puro y aviso a navegantes). Se está caracterizando por su predilección por adultos jóvenes y por la buena evolución, como todas las gripes. Sólo cuando el proceso se acompaña o va seguido de una neumonía viral o bacteriana aumenta la mortalidad.
La globalización es un término económico, más que una expresión de las capacidades de interrelación entre agencias internacionales. Pero nos sirve para entender lo pequeño que es el mundo cuando nos movemos de un sitio a otro, la rapidez con la que difundimos una noticia, un conocimiento o el virus de la gripe porcina, capaz de aparecer a miles de kilómetros de manera casi simultánea. Gracias a esa misma globalización también el problema se ha controlado de forma inmediata, entendiendo por control la capacidad de establecer una alerta internacional ‘on line217; que nos indica por dónde va la enfermedad, cuáles son sus síntomas, qué medidas podemos tomar.
En este sentido, la red de alerta sanitaria mundial ha funcionado. La OMS y sus agencias intercontinentales, nacionales, regionales e interprovinciales hacen un seguimiento de cada caso, y hoy el paciente con gripe es la prioridad a tratar, aislar y controlar en el servicio de urgencias. Por una vez, la fiebre de un viajero es más importante que un dolor torácico.
La diseminación es otra historia. Una enfermedad viral es muy difícil de detener, cuando millones de gérmenes quedan sembrando el ambiente por el que pasa un ‘contaminado217; y las barreras son más un compromiso psicológico que un elemento efectivo. Aún así tienen un óptimo impacto social y humano que no debemos descuidar. Hasta los políticos estrechan sus relaciones de manera incondicional a la hora de proteger a la comunidad internacional: todos los medios, todas las agencias, todas las opciones, con el único límite de no lesionar las economías del vecino con el cierre de fronteras, como si las fronteras existieran para los virus.
En un brote como el actual, la dimensión humana se mide en el número de afectados, en el cordón familiar que aísla a los familiares y en la sorprendente repercusión en los medios de difusión. La respuesta social es lo mejor de estas crisis, la sensibilidad enorme de la población en general para atender las indicaciones, compartir experiencias y datos, controlar accesos y apoyar las demandas sin poner objeciones. Hemos mejorado mucho, somos más maduros y esto es tranquilizador. La respuesta social gana siempre por goleada en las situaciones difíciles.
Pero, junto a ello, lo cierto es que una pandemia de estas características es difícil de controlar, porque el proceso de transmisión, por vía respiratoria, es muy simple; y la movilidad mundial trenza hoy una red incontrolable por tierra, mar y aire. Por muy precoces que sean las agencias de vigilancia epidemiológica, un proceso tan común como la gripe es muy difícil de filiar como porcina sin que antes haya dado la vuelta al mundo. Ahora sí, dime de dónde vienes y te diré qué tienes.
La globalización nos hace muy vulnerables y a la vez muy potentes. Las grandes pandemias que en otro tiempo diezmaron las poblaciones mundiales asolando a comunidades enteras no son reproducibles en el momento actual. Las condiciones higiénicas, la capacidad de respuesta de la comunidad científica, la cultura de seguridad y los medios de difusión generan un efecto beneficioso de carácter inmediato, orientando los flujos humanos, difundiendo mensajes preventivos y facilitando la labor de los servicios médicos con recursos muy efectivos.
Llama la atención, sin embargo, que hoy, mientras usted lee estas líneas, la desnutrición, el sida, la malaria, la tuberculosis y, sobre todo, la falta de agua sigan matando a millones de niños y adultos en esta misma aldea. Sin que por ello manifiesten el mismo interés las mismas agencias que ahora ponen todo su esfuerzo en una amenaza controlada, en el mundo desarrollado. Y es que la sociedad, que ha mejorado mucho, aún no lo ha hecho del todo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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