Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 13/03/11):
Hace tan sólo un mes que las revueltas en Oriente Medio y el norte de África fueron recibidas como el mayor acontecimiento positivo sucedido en la historia reciente en esta parte del mundo. Fue el comienzo de una revolución democrática que, en última instancia, iba a transformar el mundo para mejorarlo; además, y según se decía, sus efectos alcanzarían a China e India y representarían la apertura en dirección a una revolución democrática global, barriendo a los dictadores y los regímenes autocráticos.
¿Dónde estamos ahora? Poco resta de tal optimismo. Han sido depuestos dos dictadores, pero ¿quién les sustituye y de qué modo? Medio Egipto se halla en huelga, y la situación económica se deteriora con rapidez. El país depende del turismo en grado considerable, pero ahora hay pocos turistas que quieran ver las pirámides. Libia se halla sumida en una guerra civil, y Yemen está a punto de fracturarse. Puede haber problemas en otros lugares. Washington y la UE se ven presionados a intervenir en Libia. No obstante, en caso de hacerlo, se levantaría una polvareda en todo Oriente Medio: “¡Agresión imperialista!”. Sea como sea, ¿por qué debería intervenir la UE y no Turquía, que se ha proclamado nueva potencia líder en Oriente Medio? (ha habido presencia turca en suelo libio en la historia reciente).
Las revoluciones son periodos sin ley acompañados de violencia. Tal vez no habría que inquietarse mucho por los ataques en Egipto contra mujeres que se manifiestan por los derechos de las mujeres ni por los ataques contra minorías como la cristiana. Tal vez, en efecto, el orden será restablecido tras la celebración de elecciones dentro de seis meses que con la ayuda de tuiteadores y usuarios de Facebook aportarán libertad y democracia.
Sin embargo, las perspectivas no son halagüeñas. Los mandos militares gobernantes han manifestado que no mantendrán su posición actual un día más allá de la jornada electoral. Pero ahora les está entrando miedo a los líderes civiles de la revuelta: ¿cómo crear partidos políticos en un periodo tan corto (cinco meses) con vistas a instaurar un sistema democrático dotado de solidez que no se derrumbe al cabo de unos meses? Naturalmente, también podrían celebrarse elecciones sin partidos políticos, pero no será un sistema democrático la realidad resultante de tales circunstancias.
En las últimas décadas ha aparecido en Egipto una nueva clase media, además de grupos progresistas y democráticos, pero aún son débiles y, por lo demás, no se trata precisamente de la clase de fuerzas que organiza barricadas y combate en las calles, al menos no más de un día o dos. Muchos corresponsales extranjeros esperaron demasiado de Facebook como fuente de democratización de Oriente Medio.
Occidente ha apoyado a dictadores en Oriente Medio durante décadas, pero, dada la notable dependencia de Europa respecto del petróleo y el gas de Oriente Medio, ¿cuáles eran las alternativas? Occidente contaba con escasa libertad de maniobra: podría haber intentado reducir su dependencia de varias maneras, pero tampoco se hicieron mayores esfuerzos en ese sentido. Ahora las cosas han cambiado y algunos dictadores han sido expulsados del poder. Los gobiernos occidentales harán bien en apoyar por fin a las fuerzas favorables al cambio que luchan por la libertad y la democracia.
Por desgracia, no está claro en absoluto quién se alzará victorioso en la lucha por el poder en Oriente Medio. Podría pasar perfectamente que aparecieran nuevos dictadores de signo menos anticuado y de enfoque más populista y demagógico. Parte de los que piden reformas no quieren necesariamente reformas democráticas e, indudablemente, no son amigos de Occidente.
O, si se quiere decir con mayor precisión, a muchos no les importaría vivir en Occidente, pero creen que las instituciones occidentales no son adecuadas para sus países. Cuando hace unos años el Gobierno estadounidense anunció un sistema de lotería de reparto de un número determinado de permisos de residencia que autorizaban a sus titulares a emigrar a EE. UU., se presentaron ocho millones de jóvenes egipcios. Cientos de miles de inmigrantes árabes viven hoy en Europa, inmigrantes legales e ilegales. Pero Europa y EE. UU. no absorberán ocho millones sino un número reducido. El problema fundamental de Oriente Medio es la explosión demográfica juvenil, el hecho de que muchos millones de jóvenes están parados o subempleados. Tal es el caso de Egipto, como también de Yemen e incluso de Arabia Saudí y de otros países árabes. En todos estos países, el 60% o más de la población tiene menos de 30 años. Y es en estos países con tal explosión demográfica donde se registra la gran mayoría de los conflictos políticos del mundo. Dado el bajo nivel del sistema educativo, no cabe la posibilidad de convertir a Egipto o Yemen en un segundo Singapur, y de cualquier forma la alta tecnología no da empleo a tanta gente como en este último caso.
Encontrar empleo es el problema fundamental en el caso de la juventud de Oriente Medio. Si no se encuentra una solución, todas esas palabras sobre las reformas democráticas se quedarán en mera charla, y la zona seguirá siendo una región de tensiones y conflictos mucho tiempo. Y, a menos que se reduzca la dependencia europea del petróleo y el gas de Oriente Medio, Europa habrá de tratar con quienquiera que se halle en el poder.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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