Por Nicole Muchnik es periodista y escritora. Traducción de Juan Ramón Azaola (EL PAÍS, 15/03/11):
¿Quién conoce a Bradley Manning, a ese soldado de 23 años, de cara redonda, pelo rubio, no muy alto, y que, por desgracia, tenía que esconder una homosexualidad muy mal vista en el ejército norteamericano, donde se prefería el “don’t ask, don’t tell”, hasta que la reciente ley del 21 de noviembre de 2010 hizo que la cosa fuera más transparente?
Destinado a un servicio de inteligencia en Irak, y sometido a un cierto aislamiento debido a ese veto poco propicio a la comunicación entre compañeros de tropa, el joven Bradley encontró en Internet con qué ocupar su soledad. Como encargado de analizar las informaciones, nuestro soldado tenía acceso a redes informáticas protegidas, y así, en principio como mera distracción, logró acceder a decenas de miles de documentos confidenciales almacenados en distintas bases de datos.
Siempre para compensar su aislamiento, Bradley se comunica mucho con un tal Adrian Lamo, un hacker avezado también él. Le confía sus descubrimientos y también que acaba de transmitir a Wikileaks cables clasificados de la diplomacia americana (unos 260.000) más 92.000 documentos clasificados sobre la guerra en Afganistán, pero que hay como 10 veces más. Le habla de la asombrosa facilidad con la que los consigue copiar: “Servidores débiles, contraseñas débiles, seguridad material débil, contraespionaje débil, análisis de señal descuidado (…). Entraba en la sala informática con un CD en la mano (…) luego borraba la música y creaba un archivo comprimido (…). Nadie sospechó nada”. Y, como el cándido joven que parece ser, expresa su estupefacción: “He visto arreglos políticos casi criminales (…). Cosas increíbles, horribles, que deben pertenecer al dominio público y no quedarse en un servidor en una oscura habitación de Washington”.
Según The New York Times, Adrian Lamo se asustó ante la enormidad del asunto y denunció a Bradley. Detenido primero en una prisión militar de Kuwait, Manning fue trasladado en julio a una celda de aislamiento de la base de los marines en Quantico, Virginia. “23 horas de aislamiento sobre 24, con un paseo de una hora, otra hora de televisión, sin almohada, sin sábanas y sin ningún efecto personal desde julio de 2010″, según Amnistía Internacional, que denunciaba el 24 de enero “el trato inhumano infligido por Estados Unidos”.
Cuando esta ONG elevó una protesta a Robert Gates, secretario de Defensa del gobierno de Barack Obama, Bradley Manning fue sometido a condiciones aún más severas, al serle asignada la categoría de los detenidos con riesgo de suicidio, bajo las órdenes del comandante James Averhart, quien se habría “extralimitado”, en opinión de responsables norteamericanos citados por la cadena NBC. Es decir, dejado únicamente en ropa interior y sin sus gafas hasta que la llegada de sus abogados hizo que se levantasen tales medidas de protección.
El relator para la tortura de Naciones Unidas ha anunciado la apertura de una investigación. El 2 de marzo, las autoridades le impusieron la obligación de dormir desnudo. El soldado Manning está también obligado a presentarse desnudo al ser llamado a las 5 de la mañana. Lo que pone de manifiesto que Guantánamo no está solamente en Guantánamo. Acusado en primer lugar de “transferencia de documentos confidenciales clasificados a una fuente no autorizada”, Manning acaba de ser inculpado por la justicia militar con 22 nuevos cargos de acusación, entre ellos el de “colusión con el enemigo”, según ha anunciado el Pentágono, por lo que puede enfrentarse a una pena de 52 años de prisión. Si cuida su colesterol y camina por su celda todas las mañanas, a su salida le quedarían entre cinco y 10 años para disfrutar de la vida. Por su parte, el comité de apoyo al soldado ha previsto celebrar una manifestación ante la base de Quantico el próximo 20 de marzo.
Pero ¿quién se preocupa por Bradley Manning? Mientras que Julian Assange, el patrón de Wikileaks, suscita todas las pasiones intelectuales y se enreda en otras pasiones más terrestres; provoca primero una verdadera revolución de la información y eventualmente de la política mundial; se erige en paladín sin miedo y sin reproche de la transparencia democrática, hendiendo en los chanchullos y las hipocresías de todas las cancillerías y Gobiernos del planeta, o rebajado al nivel de traidor megalómano de baja estofa, en resumen que la historia sigue su curso entre la saga heroica y la crónica de sucesos, el verdadero héroe se pudre en una cárcel de seguridad.
Los grandes periódicos europeos, entre ellos EL PAÍS, no han tenido problemas en publicar los documentos. The New York Times incluso ha consultado, antes de la publicación, con todo lo que había que consultar en Washington: Casa Blanca, Departamento de Estado, CIA y FBI, extrañándose de que no le haya sido presentada prohibición alguna, ningún “no publicar”.
Sin embargo, mientras resulta difícil ignorar y no tomar partido respecto a las amenazas de extradición y de prisión de Assange, solo unos pocos se ocupan de hacer pública la situación de Manning: un comité de apoyo, una página de Facebook para recaudar los fondos necesarios para su defensa y la página pacifista antiwar.com, para la cual “este joven tan valeroso e idealista” ha suscitado el despertar del pueblo norteamericano. Tal vez también el de algunos otros.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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