Por Cem Özdemir, eurodiputado alemán y copresidente del partido Alianza 90 / Los Verdes. Traducción de Juan Ramón Azaola (EL PAÍS, 15/03/11):
“Ser verde no es tan sencillo”, cantó una vez la rana Gustavo. Es verdad, los conservadores tienen la tradición, los socialdemócratas el Estado de bienestar y los liberales el individualismo sin límites. Los Verdes, por su parte, tienen poco más que ofrecer que diálogo, presión y responsabilidad.
Así que, ¿qué está pasando en Alemania? En las elecciones nacionales de 2009, el Partido Verde logró un resultado récord del 10,7%. En la actualidad, el partido alcanza entre un 15% y un 25% en los sondeos. Tradicionalmente un mero compañero de coalición, Los Verdes ahora compiten por el primer puesto en Estados tan completamente diferentes como la capital, Berlín, en el noreste y tradicionalmente izquierdista (y en quiebra), y Baden-Württemberg, en el suroeste, tradicionalmente conservador y centro neurálgico de la economía.
La situación en Japón es devastadora y la población tiene todo nuestro apoyo. La amenaza de un desastre nuclear en Japón ha trasladado el debate sobre la energía nuclear a un primer plano. Incluso Angela Merkel ha admitido que la catástrofe en Fukushima “es un punto de inflexión para el mundo”. La ejecutoria de la política nuclear de su Gobierno es nefasta: el Gobierno de Merkel decidió retrasar la eliminación progresiva de la energía nuclear, que había sido negociada con Los Verdes, para llenar los bolsillos de los cuatro grandes proveedores de energía. Nos oponemos a esta “eliminación de la eliminación” porque está en nuestro ADN la oposición a la energía nuclear.
Pero el creciente éxito del partido Verde alemán es el resultado de un cambio más amplio en la mentalidad alemana. Durante los últimos años, Alemania se ha ido despojando moderadamente de su miedo al cambio. Ya desapareció la creencia de que, al final, todo lo harán el marco alemán, Helmuth Kohl y la Iglesia, o lo harán mejor. La confianza en los partidos políticos y en las instituciones democráticas ha ido disminuyendo, y la participación en las elecciones, aunque todavía alta en comparación con otras democracias, se va reduciendo. A ese respecto, Europa se mueve en la misma dirección.
Pero eso no significa que la gente desconozca las cosas. Al contrario, quieren involucrarse en ellas. Reclaman una participación directa, especialmente cuando se trata de inversiones públicas en proyectos de grandes infraestructuras, como el de Stuttgart 21, la vieja estación detren de la ciudad que se va a transformar en metro y que costará 8.000 millones de euros. Les conceden a Los Verdes credibilidad para una política de abajo arriba, de transparencia y de inmunidad frente el amiguismo. Los datos demuestran que LosVerdes son el único partido apoyado por gente que antes no votaba.
Bajo el tecnocrático Gobierno de la canciller Angela Merkel el partido conservador alemán, mientras mantenía su solidez entre su antiguo electorado, no ha logrado convertirse en un partido moderno, urbano y más feminista. Los Verdes llenan el hueco y atraen a votantes que probablemente no hubieran apoyado a “Los Verdes de Birkenstock” de hace 20 años. Donde Los Verdes han aprendido a equilibrar ideales y pragmatismo, la CDU de Merkel ha descuidado sus propios valores y no ha logrado formular la respuesta de adónde conducir al país. Sí, Merkel puede que sea la reina de los pequeños pasos, pero Los Verdes son la princesa del futuro.
Aparte del de su propio bastión, Los Verdes siguen obteniendo un considerable apoyo de la antigua base de votantes del SPD. La desastrosa estrategia de los socialdemócratas de aferrarse a la “política de la tercera vía” propia de Schröder, reformando el Estado de bienestar y maldiciéndolo al mismo tiempo, ha llevado a millones de votantes a desertar del partido. Como resultado de ello, los socialreformistas estatistas se unieron al partido sucesor del SED de la Alemania del Este, el PDS, y luego fundaron el nuevo partido izquierdista Die Linke (La Izquierda). Los jóvenes y progresistas acabaron por votar o a Los Verdes o a nadie. En definitiva, Los Verdes se benefician del cambio demográfico: su base de votantes de mayor edad acaba justo de cumplir 70 años en tanto que la de los jóvenes siempre ha sido su fortaleza. SPD, CDU y Die Linke están perdiendo votantes debido a que envejecen más que otros partidos.
Nuestro tiempo está a favor de lo verde. La conciencia medioambiental está creciendo y mucha gente está dispuesta a preferir impertinencias verdes a utilitarismo materialista. El verde se ha convertido en un estilo de vida concienciado, que se alimenta de comida orgánica, que utiliza el transporte público, que consume energías renovables, que compra en pequeños comercios del centro de la ciudad y que es cliente de bancos éticos.
El año pasado Los Verdes alemanes han celebrado su 30º cumpleaños. Los jóvenes casi nunca miran atrás. Pero una mirada retrospectiva pone en evidencia que Los Verdes han influido y han contribuido al cambio de la opinión pública en Alemania, en ocasiones incluso generando un nuevo consenso a propósito de la igualdad de género, de la democracia interna en los partidos, de la oposición a la energía nuclear y a favor de las renovables, contra los alimentos genéticamente modificados, a favor de más derechos para los consumidores y de los nuevos modelos de familia. Por supuesto que también Los Verdes han cambiado. Lo que en sus comienzos era un heterogéneo puñado de idealistas extraparlamentarios, con el tiempo se ha convertido en una fuerza sólida en las Cámaras y en un socio responsable en los gobiernos de coalición.
Las encuestas dejan ver que a mucha gente siempre le han gustado Los Verdes por ser quienes fueron, pero que no votaba a ese partido porque pensaba que en realidad no tendría el cerebro y el músculo necesarios para gobernar el país. Esa percepción ha cambiado en estos últimos años. Una razón para ello, independiente del enfoque medioambiental, es la de que Los Verdes han ampliado su espectro de competencias en áreas importantes, como son las de la economía y la educación. La clave para comprender nuestro crecimiento es lo que sir Nicholas Stern planteaba como un simple fundamento lógico: adoptar una política verde será costoso, pero no hacerlo provocará un colapso.
Los Verdes alemanes se han dado cuenta pronto de que la economía es, al mismo tiempo, el problema y la solución, y que por lo tanto la economía puede ser verde y crecer. Stern, el premio Nobel Paul Krugman y otros han dejado claro que incluso hay que volverse verde para crecer. Esa es la razón de que Los Verdes alemanes apelen a un “Nuevo Pacto Verde” en pro de la transformación del sector financiero, la economía, el mercado de trabajo y la sostenibilidad. Para Los Verdes todavía “lo pequeño es bello”, como escribió E. F. Schumacher en los años setenta. Pero no queda tiempo para esperar a que todo el mundo anteponga lo que es cantidad suficiente a lo que es consumismo. Los Verdes abren los brazos a nuevas alianzas porque son necesarias para solventar problemas reales tales como el cambio climático y la pobreza global. A modo de lema, el columnista de The New York Times Thomas Friedman afirmó: “Verde es el nuevo rojo, blanco y azul”. Los valores y conceptos básicos se han hecho tan poderosos que pueden aplastar a partidos verdes menores, como sucede en Estados Unidos. Sin embargo, aquí, en Alemania, Los Verdes están en condiciones de asumir más responsabilidades.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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