Por Gonçal Mayos, profesor de Filosofía de la UB (EL PERIÓDICO, 30/12/08):
El politólogo Samuel Philipps Huntington –muerto el pasado día 24– se consagró con un eufemismo: habló de “choque de civilizaciones” en lugar de guerra (clash, en lugar de war). Había escrito cuidadosamente sobre la relación de los poderes militar y político, o la importancia de los valores culturales en la modernización. También –hay que decirlo– había recomendado a la Administración de Johnson el bombardeo sistemático de la selva vietnamita para llevar al Vietcong a las ciudades. Pero solo a los 66 años se consagró internacionalmente con un eufemismo de confrontación que legítimamente puede contraponerse –como ha hecho el presidente Rodríguez Zapatero– con el ideal de una “alianza de civilizaciones”.
Huntington, sin embargo, también levanta acta del crash de toda una época geopolítica. Hasta parece anticipar algunas de las causas del crash del 2008, la crisis económica que nos atenaza. En un famoso artículo de 1983, titula interrogativamente ¿Choque de civilizaciones?, pero solo tres años después argumenta en 500 planes la completa “reconfiguración del orden mundial”.
A HUNTINGTON le preocupa que la caída del comunismo no signifique el triunfo “definitivo” del “mundo libre” (como afirma en 1989 el también politólogo conservador Francis Fukuyama) y, menos aún, una larga hegemonía unilateral de Estados Unidos (como proclaman los neocons que han inspirado la política internacional del presidente Bush). Pese a su ideología conservadora, Huntington sospecha que los cambios geopolíticos posteriores a la caída de la URSS no garantizan la hegemonía económica, política y cultural de Occidente, sino que la amenazan peligrosamente. ¿Por qué?
EEUU había liderado firmemente a Occidente en la cruzada anticomunista, pero por eso mismo –dice Huntington– no había captado que emergía una nueva realidad y que su insistencia en la democracia y los valores humanos lo hacían menos apto para mantener la hegemonía en ella. Huntington coincide con los neocons más radicales en que EEUU y “la vieja Europa” han olvidado los valores que les tenían que hacer fuertes: cristianismo mesiánico, ética calvinista del esfuerzo, voluntad de ser… Sin embargo, se opone a los neocons al defender la necesidad de multilateralismo, ya que el choque de civilizaciones es una guerra de guerrillas con realineaciones continuas dentro de unas alianzas civilizatorias flexibles y muy estables a la vez.
LOS PROFUNDOS lazos civilizatorios, cree Huntington, dificultan que a largo plazo los estados-nación puedan cambiar de bando. No niega que las alianzas tácticas a corto plazo sean muy caóticas, pero afirma que la estrategia general será mucho más estable y sin grandes conversiones. Se podrá ser infiel, en algunas ocasiones, a la propia alianza civilizatoria, pero fuerzas históricas, culturales y religiosas muy profundas condicionarán a largo plazo los grandes movimientos.
Huntington dibuja un panorama preocupante para la hegemonía de Occidente y Estados Unidos. Los países islámicos se enfrentan a él con odio (atentado de las Torres Gemelas), cohesionados por la yihad religiosa, el conflicto palestino-israelí y el poder de los petrodólares. China les da apoyo militar sin ningún escrúpulo democrático, lo mismo que al África subsahariana, que vende sus recursos minerales siempre que no se cuestionen sus déficits democráticos (algo que, al menos verbalmente, sí hace Occidente).
Armada por el férreo control del Partido Comunista, el crecimiento económico y una enorme cantidad de la deuda exterior estadounidense, China se ha convertido en la fábrica del mundo y en un potente contrapoder occidental, y ha sido aceptada como el líder natural de gran parte de Extremo Oriente. La India se está convirtiendo en la oficina o la informática a bajo precio, pero el recuerdo de la descolonización británica –constata Huntington– dificulta que sea una fiel aliada de Occidente. Algo similar pasa con muchos de los tigres asiáticos: algunos son islámicos, otros tienen mucha población china y todos tienen sus propios intereses y litigios pendientes con Occidente. Huntington avisa de que “Occidente conquistó el mundo no por la superioridad de sus ideas, valores y religión, sino por la superioridad de la violencia organizada. Los occidentales a menudo lo olvidan; los no occidentales, nunca”.
Pese al actual fervor capitalista de Rusia, Huntington previó el orgulloso refuerzo geopolítico que lidera Putin. Uno de los puntos fuertes del choque de civilizaciones es que explica los conflictos de los Balcanes, las repúblicas bálticas, Ucrania e incluso Georgia sobre la base de que “el Telón de Terciopelo de la cultura ha reemplazado al Telón de Acero de la ideología como la línea divisoria más significativa en Europa”.
LAS MISMAS diferencias culturales parecen claves para explicar el persistente rechazo a la incorporación de Turquía en la Unión Europea, el avance actual de los talibanes en Afganistán y el enquistamiento del conflicto en Irak (además con una zona kurda pacificada, la chií oscilando y la persistente resistencia suní). También puede explicar las resistencias de gran parte de Latinoamérica (Chávez, Evo Morales…) al liderazgo de EEUU, e incluso que “la vieja Europa” (como decían los neocons) se haya distanciado unilateralmente de la Administración de Bush.
Huntington parece acertar el diagnóstico, empezando por unos EEUU apalancados financieramente (causa importante de la actual crisis económica) y militarmente, pero ha muerto sin ofrecer ninguna solución. Solo recuperar el multilateralismo (que muchos reivindicaban y que parece que Obama aplicará) y hacerse fuertes de nuevo en sus propios valores eternos y su voluntad de ser. No en vano, los últimos cursos y libro de Huntington versan sobre ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense (2004).
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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