Por Samuel Hadas, analista diplomático, primer embajador de Israel en España y la Santa Sede (LA VANGUARDIA, 27/12/08):
La tregua entre Israel y Hamas en Gaza que expiró el viernes 19 fue despedida con salvas de cohetes y morteros sobre poblaciones israelíes y la rutinaria incursión de represalia israelí contra objetivos de la organización islamista. De hecho, la tregua estaba muerta, sólo faltaba el certificado de defunción. Para Hamas, “la tregua ha concluido y responderá duramente a toda agresión israelí”, mientras que Israel advierte que “no tolerará más ataques”. ¿Nos espera ahora una tregua, una guerra o una tregua a medias? Vientos de guerra soplan en Gaza.
¿Tregua o no tregua? Todos la necesitan, pero una nueva escalada de impredecible violencia parece inevitable. Los cohetes siguen cayendo y las represalias y el hermético cierre de los pasos fronterizos por los que acceden los alimentos a Gaza continúan. “No se trata de un castigo colectivo - explica un oficial israelí-, sino de medidas defensivas para prevenir nuevos ataques”. El hecho es que desde principios de año, más de tres mil cohetes y proyectiles de mortero fueron disparados desde Gaza (80 en un solo día en la víspera de Navidad) y que la situación en Gaza está al borde de una crisis de subsistencia. A ambos lados de la frontera, una situación insostenible e intolerable.
Poco antes, el Consejo de Seguridad de la ONU, a instancias del Cuarteto para Oriente Medio, había llamado a israelíes y palestinos “a impulsar sus tentativas de paz y poner fin a su conflicto”. ¿Es esto alcanzable en una situación en que ambas partes están cada vez más afectadas por divisiones internas aparentemente insolubles que han paralizado su capacidad de acción? En Oriente Medio, se ha reiterado una y otra vez, los políticos actúan racionalmente sólo después de agotar el inventario de errores. Y este, desafortunadamente, aún no se ha consumido. Palestinos e israelíes van a elecciones que podrían ser cruciales para el futuro de ambos pueblos por su evidente interconexión, y tiempos preelectorales no alientan actitudes racionales. Los israelíes irán a las urnas el 10 de febrero. Los palestinos esperan que el presidente Mahmud Abas, cuyo mandato expira en enero, anuncie fecha para las elecciones.
¿Cuál es el dilema de Israel? La situación en la frontera con Gaza es insostenible, pero la proximidad de las elecciones condiciona a los medios políticos, divididos tanto sobre el tema de Gaza como en otros temas relacionados con las negociaciones de paz. Mientras los sectores moderados exigen actuar racionalmente (aunque también aquí ya se oyen voces que llaman a “actuar” contra Hamas), otros, tanto en la oposición como en el propio gobierno, que consideran que la capacidad de disuasión israelí se ha debilitado, exigen una operación militar terrestre masiva e incluso la reocupación de Gaza. Incluso un símbolo de los sectores pacifistas de Israel como Amos Oz exige al gobierno “proteger a sus ciudadanos”. Pesa también la sensibilidad de la opinión pública israelí por el destino del soldado israelí Gilad Shalit, en manos de Hamas, a más de 900 días de su secuestro. Hamas exige en pago la liberación de más de mil palestinos, cuatrocientos de ellos involucrados en actos terroristas. Para los israelíes la liberación de Shalit es una cuestión de interés nacional, como lo es la calma en sus fronteras, pero nadie ignora que el precio que se ha de pagar por una gran operación militar en Gaza sería intolerable, en víctimas inocentes en Gaza y en Israel, así como en el ejército israelí, además de aislar internacionalmente al país.
¿Cuál es el dilema palestino? Los israelíes no tienen la exclusividad sobre fracturas internas: los palestinos están divididos en bandos irreconciliables: los que propugnan un acuerdo con Israel, encabezados por Al Fatah (recordemos que el 70% de los palestinos apoya el principio de dos estados nacionales) y quienes, como los fundamentalistas, consideran que las negociaciones son inservibles y que los palestinos deben luchar para recuperar su territorio. Hamas, que rechaza la existencia de Israel, está empeñada en desalojar del poder a Al Fatah, a quien acusa de colaboracionista por sus relaciones con Estados Unidos y sus tratos con Israel. La Autoridad Nacional Palestina, por su parte, intenta desmantelar el gobierno de Hamas mientras no repara en medios para evitar que esta organización (que, no olvidemos, controla el Parlamento palestino, hoy paralizado) se haga con el poder también en Cisjordania. Para Hamas el retorno de sus prisioneros es cuestión de prestigio. Si logra doblegar al “enemigo sionista”, ganará popularidad en la calle palestina a cuenta de Al Fatah, que, según los islamistas, “nada hace por la liberación de su pueblo”. La tregua ha posibilitado al gobierno de Hamas en Gaza, “una región en estado de rebeldía”, según Abas, perfeccionar su capacidad militar y mejorar cualitativamente su arsenal de cohetes, morteros y misiles, que cubren hoy territorio israelí con una población que se acerca a las 600.000 almas. Todo ello, gentileza del régimen de Teherán y del Hizbulah libanés. Las acciones militares y el bloqueo de Gaza han acrecentado la popularidad de Hamas, lo que ha envalentonado a su liderazgo, que exige un cese de fuego condicionado: nueva tregua, sí, pero a su manera, con cohetes Qasam. Nada más ni nada menos.
Establecer un Estado palestino que conviva pacíficamente con Israel es objetivo de la comunidad internacional, pero esta tiene hoy otras prioridades. En esta situación un proceso de paz genuino es ilusorio. Mientras todos esperan a Barack Obama, los nubarrones que presagian tormenta asoman en el horizonte de Gaza.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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