Por Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio, Sarah Lawrence College, Nueva York. Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia (LA VANGUARDIA, 23/12/08):
Aunque ahora conocemos a los principales responsables del equipo de Obama encargado de la seguridad nacional, no conocemos aún sus prioridades en política exterior. Al decidirse por un equipo de centroderecha, el presidente electo envía múltiples mensajes tanto a su propia casa como al extranjero. Una vez situadas figuras propias del establishment al frente de la seguridad nacional, resulta improbable que se produzcan experimentos radicales o un cambio paradigmático de la política exterior estadounidense.
Estados Unidos volverá a utilizar la brújula del realismo que guió sus relaciones internacionales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el 11-S del 2001: vuelta a la razón de Estado y el poder de persuasión con énfasis simbólico en los derechos humanos y el imperio de la ley y el derecho.
La política exterior de Obama será una prolongación de la política de la Administración Clinton.
La ironía del caso radica en que el candidato presidencial cuyos lemas de campaña aludieron a un “cambio esencial” se ha rodeado de consejeros y asesores que tienen por lema la continuidad.
Obama es demasiado inteligente y políticamente astuto como para no advertir la tensión existente entre las promesas que hizo durante la campaña de las elecciones presidenciales y el carácter conservador de su equipo económico y de seguridad nacional. En una reciente conferencia de prensa, el presidente electo defendió sus decisiones diciendo que izará la bandera del cambio en la Casa Blanca y será su motor y guía.
“Entiendan - puntualizó Barack Obama a los periodistas-de dónde procede principalmente la visión del cambio. Procede de mí. Este es mi trabajo, aportar una visión de adónde vamos y asegurar, acto seguido, que mi equipo la pone en práctica”.
En otra conferencia de prensa en la que presentó a su antigua rival en la campaña electoral, Hillary Clinton, como secretaria de Estado y dio cuenta de su decisión de mantener en el cargo a Robert Gates como secretario de Defensa y nombrar al general de la Armada retirado James Jones consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el presidente electo trató de tranquilizar a algunos de sus seguidores más fervorosamente progresistas. “Entiendan - recalcó Obama-, yo marcaré como presidente el rumbo político. Seré el responsable de la visión que este equipo ponga en práctica y confío en que así proceda una vez adoptadas las decisiones”.
Obama tiene razón. Como presidente, su responsabilidad fundamental se cifra en aportar visión y guía a su gobierno y administración, aunque topará con opciones políticas presentadas por los secretarios de Estado, Defensa y Tesoro y el consejero de Seguridad Nacional.
El peligro estriba en que la visión de Obama se diluya entre intereses rivales en el seno de su equipo.
La crisis de Oriente Medio es el ámbito en el que la visión de Obama podría representar una diferencia crucial en el empeño de restablecer el poder y el prestigio de Estados Unidos. Pero ¿será realmente innovador Obama, contribuyendo al logro de un amplio acuerdo árabe-israelí y rompiendo la barrera psicológica entre musulmanes y judíos y musulmanes y occidentales? O, por el contrario, ¿se centrará en los acuciantes retos que Estados Unidos afronta actualmente en Iraq, Afganistán, Pakistán e Irán?
Para el presidente electo, Iraq es importante por razones de orden simbólico y personal (se opuso a la guerra y durante la campaña presidencial prometió varias veces retirar la mayoría de las tropas estadounidenses en un plazo de 16 meses) y por necesidades de tipo económico. Estados Unidos gasta alrededor de 148.000 millones de dólares anualmente en Iraq, una suma asombrosa tratándose de una economía abrumada por la recesión que busca fondos con urgencia para financiar sus grandes proyectos de recuperación económica y pagar el gasto creciente del conflicto afgano-pakistaní.
Sin embargo, acabar con la misión militar estadounidense en Iraq no modificará de modo espectacular el panorama de la región ni solucionará los aprietos que arrostra la seguridad de Estados Unidos en el mundo islámico.
De forma similar, volver atrás en materia de un compromiso más activo en Afganistán es una senda erizada de peligros. Como descubrieron con retraso grandes potencias, Afganistán es una trampa mortal que frustró sus aspiraciones imperiales y abocó al declive. Estados Unidos, en definitiva, debe disminuir el nivel de su compromiso militar y apoyarse en una fórmula de alcance regional para estabilizar este país desgarrado por la guerra. Diversas declaraciones del equipo de seguridad nacional de Obama reconocen que no existe solución militar en Afganistán ni en Pakistán, como los responsables del Pentágono reconocen actualmente.
¿En dónde puede radicar el talante innovador de Obama con respecto al mundo musulmán? ¿Cómo puede propinar un KO a Al Qaeda y al extremismo en general reforzando al tiempo las fuerzas moderadas y progresistas en la región?
Leer segunda parte.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario