Por Guy Sorman (ABC, 19/12/08):
Los disturbios que han arrasado toda Grecia pueden tener muchas causas, pero una que rara vez se menciona es la fractura de la izquierda griega en dos: el PASOK, el partido socialista tradicional de George Papandreou, y una facción cada vez más radicalizada que rechaza cualquier adaptación tanto a la Unión Europea como a la economía moderna. Esta división está paralizando a los partidos socialistas de toda Europa en mayor o menor medida.
El hecho de que la izquierda tradicional se muestre tan apática en medio de la crisis económica actual es más que extraño. En lugar de sentirse estimulados por las dudas renovadas sobre el capitalismo, los partidos socialistas europeos no han logrado realizar ningún avance político serio. En países en los que están en el poder, como España, son ahora muy impopulares.
Y donde están en la oposición, como en Francia e Italia, están desorganizados (como lo están los socialdemócratas de Alemania, a pesar de formar parte de la Gran Coalición gobernante). Ni siquiera los socialistas suecos, que fueron el partido dominante durante todo un siglo y ahora están fuera del poder, han sido capaces de sacar partido de la crisis. Puede que Reino Unido sea la excepción, aunque es posible que al Partido Laborista defensor del mercado al que ha dado forma Tony Blair ya no pueda considerarse un partido de izquierdas.
Y lo están. De hecho, es difícil encontrar algún análisis convincente de la crisis actual por parte de la izquierda que vaya más allá de los eslóganes anticapitalistas. Los socialistas culpan a los financieros avariciosos, pero ¿quién no lo hace? En cuanto a los remedios, los socialistas no ofrecen nada más que las soluciones keynesianas que ahora está proponiendo la derecha.
El futuro del socialismo europeo también se ve entorpecido, curiosamente, por la Unión Europea. Hoy en día, construir el socialismo en un país es imposible porque ahora todas las economías europeas son interdependientes. El último dirigente que probó un socialismo particular, el presidente francés François Mitterrand en 1981, se rindió ante las instituciones europeas en 1983.
Estas instituciones, basadas en el libre comercio, la competencia, los déficit presupuestarios limitados y el dinero seguro, son básicamente favorables al mercado; dentro de ellas hay poco margen para el socialismo doctrinario. Ésta es la razón de que la izquierda radical sea antieuropea.
A los socialistas europeos también les está resultando difícil destacar en asuntos exteriores. Solían ser unos reflexivos defensores de los derechos humanos, mucho más que los partidos conservadores. Pero desde que George W. Bush empezó a utilizar estas ideas como parte de sus campañas en pro de la democracia, los socialistas europeos se han vuelto más recelosos respecto a ellas.
Además, sin la Unión Soviética, los socialistas europeos tienen pocas causas extranjeras con las que identificarse: pocos comprenden la Rusia de Putin, y la China totalitaria y capitalista de hoy en día resulta demasiado lejana y extraña. Y desde la elección de Barack Obama, el antiamericanismo ya no es una forma viable de conseguir apoyos. Los viejos tiempos en que trotskistas y socialistas formaban un frente común para atacar a Estados Unidos se han terminado.
Claro está que la debilidad y la división ideológicas de la izquierda no la excluirán del poder. Es capaz de aferrarse a la presidencia, como lo está haciendo Rodríguez Zapatero en España y Gordon Brown en Reino Unido. En última instancia, la izquierda puede ganar las elecciones generales en otros lugares si la nueva derecha keynesiana se muestra incapaz de poner fin a la crisis. Pero, estén en la oposición o en el gobierno, los socialistas no tienen un programa político claro.
Sin embargo, la lección que nos enseña Grecia es que lo que más deberían temer los socialistas europeos es el gusto de la izquierda radical por los disturbios y su talento para ellos. La falta de contenido del socialismo tiene una consecuencia.
Parafraseando a Marx, un fantasma se cierne sobre Europa: el fantasma del caos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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