Ruanda tenía un Gobierno hutu en 1990, cuando la milicia tutsi del Frente Patriótico de Ruanda (FPR) del actual presidente, Paul Kagame, inició sus ataques en el norte del país desde Uganda. La guerra civil en marcha fue el contexto en el que, desde emisoras de radios y aldeas, se fue fraguando el odio contra los tutsis como agresores que querían esclavizar a los hutus.
Los sucesivos intentos de sellar la paz, el más importante el acuerdo de Arusha de 1993, fueron boicoteados por las dos partes, especialmente por los radicales hutus, contrarios al acuerdo que dejaría el país en manos de un Gobierno de unidad. La delicada situación estalló por los aires, literalmente, el 6 de abril de 1994, cuando un atentado aún sin resolver desintegró el avión en el que viajaban los presidentes de Ruanda, Juvenal Habyarimana, y Burundi, Cyprien Ntaryamira. Al día siguiente, la guardia presidencial asesinó al primer ministro ruandés, el hutu moderado Agathe Uwilingiwimana, y se desataron los 100 días de horror a los que el Tribunal de la ONU para Ruanda trata ahora de poner un broche civilizado.
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