Por Jagdish Bhagwati, profesor universitario de Economía y Derecho en la Universidad de Columbia y miembro senior en Economía Internacional en el Consejo sobre Relaciones Exteriores. Fue asesor de políticas económicas del director general del GATT Arthur Dunkel y copreside el Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre Comercio, nombrado por los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania, Indonesia y Turquía (Project Syndicate, 18/03/11):
La Ronda de Doha de Negociaciones Comerciales Multilaterales (NCM) es la primera negociación que tiene lugar bajo los auspicios de la Organización Mundial de Comercio (OMC), fundada en 1995. Las ocho rondas previas de conversaciones comerciales globales fueron llevadas a cabo bajo el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por su sigla en inglés), tras su creación en 1947.
La NCM anterior, la Ronda de Uruguay, demoró casi ocho años en completarse, lo que llevó a algunos a bromear con que el GATT era un Acuerdo General para Hablar y Hablar. Pero las bromas sobre la Ronda de Doha, que ya va por su décimo año, son mucho peores –comparables al clásico sketch de los Monty Python en el que un cliente sostiene un loro muerto en una jaula mientras el vendedor insiste en que el loro sólo está “descansando”. Cuando el loro se cae de la percha en la jaula, el cliente insiste en que ahora es evidente que el loro está muerto. El vendedor, sin embargo, insiste en que el pájaro sólo está “aturdido” por la caída.
Cada vez con más frecuencia, los líderes políticos como el primer ministro británico, David Cameron, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, que hablaron elocuentemente a favor de la Ronda en el Foro Económico Mundial de Davos este año, hacen hincapié en que el fracaso de la Ronda de Doha le costaría al mundo réditos significativos en prosperidad, frenaría el progreso de los pobres en los países en desarrollo y reduciría los ingresos reales de los trabajadores en los países desarrollados.
Un fracaso de Doha también le asestaría un golpe letal a la credibilidad y futuro de la OMC, que ha sido un ejemplo casi único de multilateralismo efectivo y democrático. Tal como el economista Lester Thurow declarara estupendamente en Davos en 1988 que el “GATT está muerto”, el estribillo actual es que la OMC es el loro de Monty Python.
Dado lo que está en juego para la economía global, debe salvarse la Ronda de Doha. El Grupo de Comercio de Alto Nivel, copresidido por quien escribe y Peter Sutherland, sostuvo en Davos que la mejor manera de lograrlo era a través de una apuesta arriesgada de anunciar una fecha –como por ejemplo fines de 2011- para la cual las negociaciones se declaran culminadas o se derriba al loro de su percha.
Pero el próximo interrogante es el siguiente: ¿cómo hacen los líderes pro-comercio y pro-Doha como Cameron y Merkel para convencer a los rezagados? Mientras que muchos actores, entre ellos Brasil, China y la Unión Europea, tienen que hacer concesiones marginales para cerrar la Ronda de Doha, el foco tendrá que estar puesto en los principales pesimistas.
Las conversaciones se interrumpieron a mediados de 2008, debido a la negativa por parte de Estados Unidos a reducir los subsidios agrícolas y a la renuencia por parte de la India a pedirles a los agricultores de quienes depende para subsistir que compitieran con los agricultores subsidiados de Estados Unidos. Pero el principal problema desde entonces provino de Estados Unidos.
El presidente Barack Obama supuestamente es partidario de la apertura en materia de comercio. No puede haber pasado una década enseñando en la Universidad de Chicago sin estar persuadido de que el comercio es beneficial. Incluso durante su campaña para la candidatura del Partido Demócrata, cuando su principal rival, Hillary Clinton, presionaba para suspender las negociaciones comerciales y había abrazado la narrativa proteccionista, Obama mantuvo la calma y, en cambio, prometió reabrir el NAFTA –una táctica que no representaría nada, tal como sucedió.
Pero los demócratas en el Congreso que ganaron en 2008 estaban financiados por los sindicatos, que son recelosos del comercio, principalmente con los países en desarrollo. Ellos han restringido el deseo de Obama de sellar acuerdos comerciales. La pérdida de respaldo que sufrió Obama de parte del ala izquierda de su partido, que se distanció como consecuencia de sus acuerdos sobre Guantánamo, Irak, Afganistán y hasta la reforma de la atención médica, también incidió.
Son pocos los funcionarios dispuestos a pelear por el comercio, habiendo reconciliado su supuesta preocupación por los pobres con una voluntad deplorable para negarles a los países en desarrollo acceso a Estados Unidos y otros mercados ricos que pueden ayudarlos a salir de la pobreza. De hecho, ahora sostienen, curiosamente, que el comercio, en verdad, perjudica a los pobres en los países pobres.
Las elecciones del pasado mes de noviembre cambiaron para mejor la política de comercio, ya que ahora el Partido Republicano cuenta con la mayoría en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Las negociaciones comerciales supuestamente volvieron a ser aceptables. Obama ya ofreció una concesión preferente sobre un acuerdo de libre comercio con Corea del Sur. Con este acuerdo de libre comercio prácticamente en la bolsa, los republicanos ahora quieren ver acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá en la misma bolsa. Lamentablemente, ni ellos ni el presidente pidieron poner a Doha en esa bolsa.
Por fin, ésta es seguramente la oportunidad para que los estadistas pro-Doha en todo el mundo presionen tanto a Obama como a los líderes republicanos para hacerlo. Negar esta ventada de oportunidad sería trágico.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario