Por Ulrich Beck, profesor de Sociología en la Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich (EL MUNDO, 24/04/09):
En medio de las ruinas de una Europa devastada moral, política y materialmente por la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill se dejó llevar por el entusiasmo en 1946: «Si Europa llegara a unirse alguna vez… no habría límites ni a la felicidad, ni a la prosperidad, ni a la gloria de las que podrían disfrutar sus 400 millones de habitantes».
Hoy lo que nos amenaza es todo lo contrario: si Europa se deshiciera por culpa de la crisis económica global, no habría límites al descontento, a la pobreza y a la vergüenza de sus políticos y de sus 500 millones de habitantes.
Hace 20 años que de manera inesperada cayeron el Muro de Berlín y, a continuación, la URSS y el orden mundial bipolar de la Guerra Fría. Ahora, el modelo capitalista, es decir, la idea de que el mercado libre es la solución, cuyo triunfo se celebró en aquel momento, amenaza con caer y arrastrar a la UE consigo.
El desempleo está aumentando de manera exponencial de un extremo al otro del planeta. Las rachas de malestar social y el sentimiento en contra de los inmigrantes están, asimismo, invadiendo Europa.Y en este momento, de buenas a primeras, el fantasma de los estados inviables se cierne sobre el paraíso de prosperidad y seguridad que era la UE.
Por todo ello, si la Unión Europea no existiera, hoy tendríamos que inventarla. Lejos de representar una amenaza a la soberanía nacional al comienzo del siglo XXI, la UE es lo que fundamentalmente la hace posible. En esta sociedad de amenazas mundiales que se resisten a soluciones nacionales, los estados nación que han de conformarse con sus solos recursos son impotentes y no tienen capacidad para ejercer su soberanía. La soberanía concertada de la UE proporciona a naciones y ciudadanos, a todos sin excepción, su única esperanza de vivir en libertad y en paz.
Europa no necesita menos Europa; necesita más Europa. La crisis global demuestra que la unión monetaria no puede conseguirse sin una unión política. Sin embargo, hasta ahora no han existido ni una política financiera conjunta, ni una política industrial conjunta, ni una política social conjunta, esas políticas que debían haberse puesto en común para dar una respuesta eficaz a la crisis.
La crisis está pidiendo a gritos una refundación de la UE. Europa representaría entonces una nueva realpolitik dentro de la acción política en un mundo amenazado e interconectado, donde es necesario reemplazar la realpolitik de los intereses nacionales por la realpolitik cosmopolita: cuanto más europea y más cosmopolita se vuelva nuestra política, mayor éxito tendrá a nivel nacional.
La disyuntiva está entre más Europa y nada de Europa. Este imperativo de posibles consecuencias fallidas justifica la esperanza en un mercado en declive: sólo sobre las semillas de una solución global conjunta que se sembraron en la reunión del G-20, de la mano de la apertura de EEUU al mundo bajo la presidencia de Obama, pueden sentarse las bases de una UE rejuvenecida por la crisis.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
En medio de las ruinas de una Europa devastada moral, política y materialmente por la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill se dejó llevar por el entusiasmo en 1946: «Si Europa llegara a unirse alguna vez… no habría límites ni a la felicidad, ni a la prosperidad, ni a la gloria de las que podrían disfrutar sus 400 millones de habitantes».
Hoy lo que nos amenaza es todo lo contrario: si Europa se deshiciera por culpa de la crisis económica global, no habría límites al descontento, a la pobreza y a la vergüenza de sus políticos y de sus 500 millones de habitantes.
Hace 20 años que de manera inesperada cayeron el Muro de Berlín y, a continuación, la URSS y el orden mundial bipolar de la Guerra Fría. Ahora, el modelo capitalista, es decir, la idea de que el mercado libre es la solución, cuyo triunfo se celebró en aquel momento, amenaza con caer y arrastrar a la UE consigo.
El desempleo está aumentando de manera exponencial de un extremo al otro del planeta. Las rachas de malestar social y el sentimiento en contra de los inmigrantes están, asimismo, invadiendo Europa.Y en este momento, de buenas a primeras, el fantasma de los estados inviables se cierne sobre el paraíso de prosperidad y seguridad que era la UE.
Por todo ello, si la Unión Europea no existiera, hoy tendríamos que inventarla. Lejos de representar una amenaza a la soberanía nacional al comienzo del siglo XXI, la UE es lo que fundamentalmente la hace posible. En esta sociedad de amenazas mundiales que se resisten a soluciones nacionales, los estados nación que han de conformarse con sus solos recursos son impotentes y no tienen capacidad para ejercer su soberanía. La soberanía concertada de la UE proporciona a naciones y ciudadanos, a todos sin excepción, su única esperanza de vivir en libertad y en paz.
Europa no necesita menos Europa; necesita más Europa. La crisis global demuestra que la unión monetaria no puede conseguirse sin una unión política. Sin embargo, hasta ahora no han existido ni una política financiera conjunta, ni una política industrial conjunta, ni una política social conjunta, esas políticas que debían haberse puesto en común para dar una respuesta eficaz a la crisis.
La crisis está pidiendo a gritos una refundación de la UE. Europa representaría entonces una nueva realpolitik dentro de la acción política en un mundo amenazado e interconectado, donde es necesario reemplazar la realpolitik de los intereses nacionales por la realpolitik cosmopolita: cuanto más europea y más cosmopolita se vuelva nuestra política, mayor éxito tendrá a nivel nacional.
La disyuntiva está entre más Europa y nada de Europa. Este imperativo de posibles consecuencias fallidas justifica la esperanza en un mercado en declive: sólo sobre las semillas de una solución global conjunta que se sembraron en la reunión del G-20, de la mano de la apertura de EEUU al mundo bajo la presidencia de Obama, pueden sentarse las bases de una UE rejuvenecida por la crisis.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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