Por FERNANDO GUALDONI - Madrid - (ElPais.com, 18/04/2009)
La quinta cumbre americana, que arrancó ayer en Trinidad y Tobago, es la más importante desde que en 1994 el ex presidente Bill Clinton lanzara la idea del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con el objetivo de reducir drásticamente la pobreza. Tras aquella primera cita de Miami hace 15 años, el clima de las relaciones regionales era bastante propicio para forjar acuerdos económicos. Sin embargo, las crisis, primero la de 1995 en México y luego la debacle de 1998 -que hizo temblar a Brasil y Argentina-, echaron por tierra todos los esfuerzos de integración. Añadido a esto, la intransigencia y cierta prepotencia estadounidense a la hora de negociar acuerdos comerciales tampoco ayudaron mucho a consolidar la idea del ALCA.
En 2001, en la cumbre de Quebec, los dirigentes americanos lograron su mayor éxito: introdujeron la Cláusula Democrática, que prescribe que toda alteración o ruptura del orden democrático en un país es un "obstáculo insuperable" para su participación en los foros hemisféricos. La cláusula salió adelante pese a las reservas del presidente venezolano, Hugo Chávez, y hoy es el principal escollo para que un país como Cuba pueda reincorporarse normalmente a las organizaciones americanas. A raíz de la cumbre canadiense de abril de 2001 hubo un intento de Washington de reflotar el ALCA, pero todo quedó enterrado tras los atentados del 11-S.
El ataque derivó toda la atención de EE UU hacia Asia central y Oriente Próximo, y la Casa Blanca cerró la puerta de atrás, la que da a América Latina. El único interés de Washington en esos momentos se centró en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, una histórica zona contrabandista y lugar de residencia de una numerosa comunidad musulmana. Estados Unidos llegó a estudiar una operación militar en la zona, pero tras comprobarse que desde allí se enviaba dinero a Hezbolá en Líbano y poco más, se descartó la misión.
Para la cumbre de 2005, en la ciudad argentina de Mar del Plata, Estados Unidos ya se había dado cuenta de que había perdido mucho peso en la región. Venezuela había logrado forjar un frente antiestadounidense que más tarde afianzaría gracias a las alianzas con Bolivia y Nicaragua, y la simpatía de Ecuador y Argentina. Entre 2003 y 2008, los años de bonanza económica para toda Suramérica por los altos precios de las materias primas, Brasil aprovechó para consolidarse como potencia regional ante la total falta de atención de Washington. Hoy, Obama sabe que ninguna iniciativa que ponga en marcha para mejorar las relaciones con América Latina puede prosperar sin el visto bueno de Brasilia. Al cierre de la era Bush, los únicos aliados políticos irreductibles que le quedaban a EE UU en el hemisferio eran Colombia y El Salvador.
Para revertir la década de los desencuentros, Obama ha dado dos pasos clave: primero, invitó al presidente Lula a la Casa Blanca para sellar un pacto con el todopoderoso Brasil. Luego, hizo suya la guerra que su homólogo mexicano, Felipe Calderón, libra contra el narcotráfico. Otros países latinoamericanos, como Colombia, Perú, Chile y Uruguay no tienen una actitud agresiva contra EE UU. Por el contrario, o tienen acuerdos de libre comercio con Washington o pretenden tenerlos. El Gobierno de Argentina tiene que definir qué vínculo quiere con Obama. El caso valijagate -el escándalo de financiación de la campaña de la presidenta Cristina Fernández con dinero de Chávez en el que intervino la fiscalía de Miami- provocó más de un roce entre los dos países, y aunque las relaciones son cordiales, siguen siendo frías.
Con el Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa la situación es parecida. Aunque Correa ha insistido en que las relaciones son "excelentes", ha habido acusaciones de injerencia por parte de Quito y la expulsión de algún que otro diplomático estadounidense. El cierre de la base de Manta y el litigio por la expulsión de la petrolera Occidental han ampliado el distanciamiento.
Lo que será más duro para Obama será lograr la reconciliación de su país con Bolivia y Venezuela. Inicialmente, la relación con Morales no fue mala. Pero poco a poco se fue deteriorando y se rompió en febrero de 2008 cuando la cadena ABC informó de que 30 cooperantes estadounidenses habían sido instruidos por la Embajada para recolectar información sobre los venezolanos y cubanos enviados por sus Gobiernos para trabajar en Bolivia. A mediados de ese año, el embajador Phillip Goldberg fue expulsado tras reunirse con los gobernadores opositores a Morales en plena crisis política. Chávez inmediatamente salió en respaldo de Morales y declaró persona no grata al embajador Patrick Duddy. Aparte de esto, denunció el enésimo plan de la CIA para derrocarlo. La Administración Bush atizó el enfrentamiento revocando el acceso de Bolivia al Pacto Comercial Andino y repatriando a cien cooperantes.
Las relaciones entre Washington y Caracas nunca fueron excelentes, pero tras el golpe contra Chávez de abril de 2002, en el que el presidente vio la mano negra estadounidense, fueron de mal en peor. Chávez no ha parado de arremeter contra EE UU. Con la llegada de Obama, Chávez fue primero escéptico -"No me hago ilusiones, es el imperio americano"-. No obstante, tras su reciente viaje a Teherán, el presidente venezolano se suavizó: "Estoy dispuesto a apretar el botón de reinicio".
La quinta cumbre en 15 años
- Miami (diciembre de 1994). El entonces presidente Bill Clinton la convocó. Se adoptaron dos documentos fundamentales: la Declaración de Principios y el Plan de Acción, que abarca 23 ámbitos de cooperación en materia política, económica y social. Se establece la meta de erradicar la pobreza mediante el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
- Santiago de Chile (abril de 1998). La agenda incluía la consolidación de la democracia, el respeto a los derechos humanos y el inicio de la negociación del ALCA. Se aprobaron 27 iniciativas para poner en marcha, con especial prioridad en la educación.
- Quebec (abril 2001). La declaración final reafirma la determinación de poner en marcha el ALCA y saca adelante la "Cláusula Democrática". La cumbre estuvo marcada por violentas protestas callejeras de grupos antiglobalización. Se encomendó a la OEA la elaboración de la Carta Democrática Interamericana, adoptada en septiembre siguiente en la reunión de Lima.
- Mar del Plata (noviembre de 2005). Los desacuerdos sobre la inclusión del ALCA en el documento final, brotes de violencia en las calles y arduas reuniones bilaterales marcaron la cumbre. La pretensión de EE UU de relanzar el ALCA chocó con la postura de Mercosur y Venezuela, cuyo presidente, Hugo Chávez adquirió protagonismo por mandar "al carajo" la iniciativa.
La quinta cumbre americana, que arrancó ayer en Trinidad y Tobago, es la más importante desde que en 1994 el ex presidente Bill Clinton lanzara la idea del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con el objetivo de reducir drásticamente la pobreza. Tras aquella primera cita de Miami hace 15 años, el clima de las relaciones regionales era bastante propicio para forjar acuerdos económicos. Sin embargo, las crisis, primero la de 1995 en México y luego la debacle de 1998 -que hizo temblar a Brasil y Argentina-, echaron por tierra todos los esfuerzos de integración. Añadido a esto, la intransigencia y cierta prepotencia estadounidense a la hora de negociar acuerdos comerciales tampoco ayudaron mucho a consolidar la idea del ALCA.
En 2001, en la cumbre de Quebec, los dirigentes americanos lograron su mayor éxito: introdujeron la Cláusula Democrática, que prescribe que toda alteración o ruptura del orden democrático en un país es un "obstáculo insuperable" para su participación en los foros hemisféricos. La cláusula salió adelante pese a las reservas del presidente venezolano, Hugo Chávez, y hoy es el principal escollo para que un país como Cuba pueda reincorporarse normalmente a las organizaciones americanas. A raíz de la cumbre canadiense de abril de 2001 hubo un intento de Washington de reflotar el ALCA, pero todo quedó enterrado tras los atentados del 11-S.
El ataque derivó toda la atención de EE UU hacia Asia central y Oriente Próximo, y la Casa Blanca cerró la puerta de atrás, la que da a América Latina. El único interés de Washington en esos momentos se centró en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, una histórica zona contrabandista y lugar de residencia de una numerosa comunidad musulmana. Estados Unidos llegó a estudiar una operación militar en la zona, pero tras comprobarse que desde allí se enviaba dinero a Hezbolá en Líbano y poco más, se descartó la misión.
Para la cumbre de 2005, en la ciudad argentina de Mar del Plata, Estados Unidos ya se había dado cuenta de que había perdido mucho peso en la región. Venezuela había logrado forjar un frente antiestadounidense que más tarde afianzaría gracias a las alianzas con Bolivia y Nicaragua, y la simpatía de Ecuador y Argentina. Entre 2003 y 2008, los años de bonanza económica para toda Suramérica por los altos precios de las materias primas, Brasil aprovechó para consolidarse como potencia regional ante la total falta de atención de Washington. Hoy, Obama sabe que ninguna iniciativa que ponga en marcha para mejorar las relaciones con América Latina puede prosperar sin el visto bueno de Brasilia. Al cierre de la era Bush, los únicos aliados políticos irreductibles que le quedaban a EE UU en el hemisferio eran Colombia y El Salvador.
Para revertir la década de los desencuentros, Obama ha dado dos pasos clave: primero, invitó al presidente Lula a la Casa Blanca para sellar un pacto con el todopoderoso Brasil. Luego, hizo suya la guerra que su homólogo mexicano, Felipe Calderón, libra contra el narcotráfico. Otros países latinoamericanos, como Colombia, Perú, Chile y Uruguay no tienen una actitud agresiva contra EE UU. Por el contrario, o tienen acuerdos de libre comercio con Washington o pretenden tenerlos. El Gobierno de Argentina tiene que definir qué vínculo quiere con Obama. El caso valijagate -el escándalo de financiación de la campaña de la presidenta Cristina Fernández con dinero de Chávez en el que intervino la fiscalía de Miami- provocó más de un roce entre los dos países, y aunque las relaciones son cordiales, siguen siendo frías.
Con el Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa la situación es parecida. Aunque Correa ha insistido en que las relaciones son "excelentes", ha habido acusaciones de injerencia por parte de Quito y la expulsión de algún que otro diplomático estadounidense. El cierre de la base de Manta y el litigio por la expulsión de la petrolera Occidental han ampliado el distanciamiento.
Lo que será más duro para Obama será lograr la reconciliación de su país con Bolivia y Venezuela. Inicialmente, la relación con Morales no fue mala. Pero poco a poco se fue deteriorando y se rompió en febrero de 2008 cuando la cadena ABC informó de que 30 cooperantes estadounidenses habían sido instruidos por la Embajada para recolectar información sobre los venezolanos y cubanos enviados por sus Gobiernos para trabajar en Bolivia. A mediados de ese año, el embajador Phillip Goldberg fue expulsado tras reunirse con los gobernadores opositores a Morales en plena crisis política. Chávez inmediatamente salió en respaldo de Morales y declaró persona no grata al embajador Patrick Duddy. Aparte de esto, denunció el enésimo plan de la CIA para derrocarlo. La Administración Bush atizó el enfrentamiento revocando el acceso de Bolivia al Pacto Comercial Andino y repatriando a cien cooperantes.
Las relaciones entre Washington y Caracas nunca fueron excelentes, pero tras el golpe contra Chávez de abril de 2002, en el que el presidente vio la mano negra estadounidense, fueron de mal en peor. Chávez no ha parado de arremeter contra EE UU. Con la llegada de Obama, Chávez fue primero escéptico -"No me hago ilusiones, es el imperio americano"-. No obstante, tras su reciente viaje a Teherán, el presidente venezolano se suavizó: "Estoy dispuesto a apretar el botón de reinicio".
La quinta cumbre en 15 años
- Miami (diciembre de 1994). El entonces presidente Bill Clinton la convocó. Se adoptaron dos documentos fundamentales: la Declaración de Principios y el Plan de Acción, que abarca 23 ámbitos de cooperación en materia política, económica y social. Se establece la meta de erradicar la pobreza mediante el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
- Santiago de Chile (abril de 1998). La agenda incluía la consolidación de la democracia, el respeto a los derechos humanos y el inicio de la negociación del ALCA. Se aprobaron 27 iniciativas para poner en marcha, con especial prioridad en la educación.
- Quebec (abril 2001). La declaración final reafirma la determinación de poner en marcha el ALCA y saca adelante la "Cláusula Democrática". La cumbre estuvo marcada por violentas protestas callejeras de grupos antiglobalización. Se encomendó a la OEA la elaboración de la Carta Democrática Interamericana, adoptada en septiembre siguiente en la reunión de Lima.
- Mar del Plata (noviembre de 2005). Los desacuerdos sobre la inclusión del ALCA en el documento final, brotes de violencia en las calles y arduas reuniones bilaterales marcaron la cumbre. La pretensión de EE UU de relanzar el ALCA chocó con la postura de Mercosur y Venezuela, cuyo presidente, Hugo Chávez adquirió protagonismo por mandar "al carajo" la iniciativa.
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