Por L. VAN EECKHOUT (LE MONDE) - París - (ElPais.com, 22/04/2009)
La identidad nacional: Nicolas Sarkozy había hecho de esta cuestión un eje de su campaña presidencial, al ver en ella un medio para hacerse con el electorado del Frente Nacional. Al acercarse las elecciones europeas del 7 de junio, el asunto vuelve a la palestra, ocupando un lugar preferente en las directrices que el jefe de Estado francés ha entregado a su nuevo ministro de Inmigración e Integración, Eric Besson, procedente de la izquierda. "Debemos estar orgullosos de haber restaurado en Francia un discurso que se apoya en la identidad nacional y republicana", escribe Nicolas Sarkozy a su ministro, invitándole a "proseguir este trabajo, abierto y sin tabúes, de reafirmación de lo que significa 'ser francés".
Una tarea plenamente asumida por Eric Besson. "Libertad, igualdad, fraternidad, laicidad, democracia: nadie en nuestro sistema republicano puede sustraerse al respeto a esos valores", declaró ayer el ministro, al recibir el informe del Alto Consejo para la Integración sobre los valores de la República, que su predecesor, Brice Hortefeux, había encargado. Eric Besson ha añadido que desearía hacer "de la integración una de las vías preferentes de cohesión social". Una precisión que no es baladí: el tema de la identidad nacional estuvo durante toda la campaña de Nicolas Sarkozy asociada a la inmigración y a una política migratoria restrictiva. Sus detractores han visto ahí una forma de catalogar la inmigración como un problema, de sugerir que los inmigrantes son una amenaza para la identidad nacional. Una deriva contra la que pone en guardia el Alto Consejo para la Integración. En su informe, pide al Gobierno que no convierta el conocimiento de los valores de la República en una simple herramienta de gestión de los flujos migratorios. E invita, por el contrario, a integrar esta cuestión en una verdadera política de integración, más allá de la promoción del civismo.
La transmisión de los valores, precisa el documento, no concierne únicamente a los nuevos inmigrantes. Las personas que abuchearon La Marsellesa en el partido de fútbol Francia-Túnez en octubre pasado no eran ya inmigrantes, sino jóvenes, y menos jóvenes, franceses.
Por consiguiente, no se trata solamente de promover acciones para asegurarse de que los extranjeros que se instalan en Francia asimilan bien, en las diferentes etapas de su integración, el conocimiento y "comprensión" de los valores y símbolos de la República. Hace falta también reforzar el aprendizaje cívico de los jóvenes durante toda su escolarización. Y poner de relieve los emblemas y los símbolos de la República en los colegios, los espacios y documentos públicos, así como en los actos oficiales.
Después de dos años, el Gobierno ha tomado pocas medidas para promover la identidad nacional; los únicos dispositivos puestos en marcha se refieren a los recién llegados al territorio. Una de las disposiciones emblemáticas de la ley sobre inmigración de noviembre de 2007 ha sido someter a todos los candidatos, en su país de origen, a una evaluación de su conocimiento del francés y de los valores de la República, antes de llegar a Francia. Pero ese dispositivo, sin una formación previa, se revela a menudo discriminatorio, como señala el Alto Consejo, que hace toda una serie de propuestas para dar a conocer y hacer comprender mejor los valores y símbolos de la República. "Las recomendaciones del informe tendrán muy pronto una plasmación tangible", ha prometido Besson. "Es necesario exigir a nuestra juventud que conozca y que respete esos valores tanto como nosotros". Queda por ver si una directriz del Estado bastará para garantizar la convivencia.
"No corresponde al Estado fijar el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos", dice el historiador Gérard Noiriel. "Asistimos al reajuste del viejo discurso conservador sobre la inmigración". En cambio, para Patrick Gaubert, presidente del Alto Consejo para la Integración, "la obligación de respetar las diferencias ha podido conducir a negociar ciertos valores fundacionales de la convivencia republicana. Y esos valores no son negociables". Prosigue Gaubert: "El laicismo, la igualdad, la fraternidad, los derechos humanos, pertenecen a todos y son el resultado de siglos de lucha".
La identidad nacional: Nicolas Sarkozy había hecho de esta cuestión un eje de su campaña presidencial, al ver en ella un medio para hacerse con el electorado del Frente Nacional. Al acercarse las elecciones europeas del 7 de junio, el asunto vuelve a la palestra, ocupando un lugar preferente en las directrices que el jefe de Estado francés ha entregado a su nuevo ministro de Inmigración e Integración, Eric Besson, procedente de la izquierda. "Debemos estar orgullosos de haber restaurado en Francia un discurso que se apoya en la identidad nacional y republicana", escribe Nicolas Sarkozy a su ministro, invitándole a "proseguir este trabajo, abierto y sin tabúes, de reafirmación de lo que significa 'ser francés".
Una tarea plenamente asumida por Eric Besson. "Libertad, igualdad, fraternidad, laicidad, democracia: nadie en nuestro sistema republicano puede sustraerse al respeto a esos valores", declaró ayer el ministro, al recibir el informe del Alto Consejo para la Integración sobre los valores de la República, que su predecesor, Brice Hortefeux, había encargado. Eric Besson ha añadido que desearía hacer "de la integración una de las vías preferentes de cohesión social". Una precisión que no es baladí: el tema de la identidad nacional estuvo durante toda la campaña de Nicolas Sarkozy asociada a la inmigración y a una política migratoria restrictiva. Sus detractores han visto ahí una forma de catalogar la inmigración como un problema, de sugerir que los inmigrantes son una amenaza para la identidad nacional. Una deriva contra la que pone en guardia el Alto Consejo para la Integración. En su informe, pide al Gobierno que no convierta el conocimiento de los valores de la República en una simple herramienta de gestión de los flujos migratorios. E invita, por el contrario, a integrar esta cuestión en una verdadera política de integración, más allá de la promoción del civismo.
La transmisión de los valores, precisa el documento, no concierne únicamente a los nuevos inmigrantes. Las personas que abuchearon La Marsellesa en el partido de fútbol Francia-Túnez en octubre pasado no eran ya inmigrantes, sino jóvenes, y menos jóvenes, franceses.
Por consiguiente, no se trata solamente de promover acciones para asegurarse de que los extranjeros que se instalan en Francia asimilan bien, en las diferentes etapas de su integración, el conocimiento y "comprensión" de los valores y símbolos de la República. Hace falta también reforzar el aprendizaje cívico de los jóvenes durante toda su escolarización. Y poner de relieve los emblemas y los símbolos de la República en los colegios, los espacios y documentos públicos, así como en los actos oficiales.
Después de dos años, el Gobierno ha tomado pocas medidas para promover la identidad nacional; los únicos dispositivos puestos en marcha se refieren a los recién llegados al territorio. Una de las disposiciones emblemáticas de la ley sobre inmigración de noviembre de 2007 ha sido someter a todos los candidatos, en su país de origen, a una evaluación de su conocimiento del francés y de los valores de la República, antes de llegar a Francia. Pero ese dispositivo, sin una formación previa, se revela a menudo discriminatorio, como señala el Alto Consejo, que hace toda una serie de propuestas para dar a conocer y hacer comprender mejor los valores y símbolos de la República. "Las recomendaciones del informe tendrán muy pronto una plasmación tangible", ha prometido Besson. "Es necesario exigir a nuestra juventud que conozca y que respete esos valores tanto como nosotros". Queda por ver si una directriz del Estado bastará para garantizar la convivencia.
"No corresponde al Estado fijar el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos", dice el historiador Gérard Noiriel. "Asistimos al reajuste del viejo discurso conservador sobre la inmigración". En cambio, para Patrick Gaubert, presidente del Alto Consejo para la Integración, "la obligación de respetar las diferencias ha podido conducir a negociar ciertos valores fundacionales de la convivencia republicana. Y esos valores no son negociables". Prosigue Gaubert: "El laicismo, la igualdad, la fraternidad, los derechos humanos, pertenecen a todos y son el resultado de siglos de lucha".
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