Por Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Islam. Cultura, religión y política (EL PERIÓDICO, 12/04/09):
La Iglesia católica romana está pasando por una de las crisis más profundas de su historia. Y el catolicismo español no es una excepción. Va perdiendo credibilidad a pasos agigantados entre los propios creyentes, pero también, de manera ostensible, ante la sociedad. Una prueba incontestable la ofrecen las encuestas, en las que los ciudadanos y las ciudadanas la colocan en los últimos puestos de sus preferencias. En honor a la verdad, razones no faltan, y muy poderosas. Observemos algunas de las más visibles.
La jerarquía católica mantiene posiciones retrógradas en cuestiones relativas al origen y al final de la vida, y lleva a cabo burdas y manipuladoras campañas como la que denuncia de forma falaz e infundada la existencia de mayor protección para la vida de los linces que para la de los niños, o la que compara el aborto con el terrorismo. Por no hablar de la amenaza de excomunión para las mujeres que abortan y para los facultativos que les prestan su colaboración.
TIENE UNA VISIÓN negativa de la sexualidad. No solo se opone al uso de los preservativos en las relaciones sexuales para poner fin a la extensión del sida, sino que afirma que su empleo agrava todavía más el problema. Así lo declaró de manera insensata e irresponsable el papa Benedicto XVI en el viaje a África que hizo el pasado mes de marzo. Afirmaciones como esta le convierten en defensor de una teología de la muerte y le hacen responsable de la extensión del sida y de agravar todavía más la terrible epidemia que asola a millones y millones de personas en África.
La Iglesia católica oficial demuestra comportamientos homófobos al condenar la homosexualidad en sus distintas manifestaciones, desde la propia inclinación –por utilizar su lenguaje– hasta las parejas de hecho y los matrimonios homosexuales, y al declarar pecaminosas, e incluso antinaturales, dichas relaciones. Se opone a los avances científicos que contribuyen a aliviar el dolor, a mejorar las condiciones de vida y a la curación de enfermedades. Dos ejemplos, entre muchos: la investigación con células madre embrionarias y la fecundación in vitro.
Vive cada vez más distanciada de los movimientos sociales, de sus denuncias del capitalismo, de sus reivindicaciones a favor de los excluidos y de su propuesta utópica de otro mundo posible, lo que demuestra su alejamiento del mundo de los pobres y su insensibilidad ante ellos. Muestra una oposición numantina a la laicidad del Estado y de sus instituciones, condena el laicismo como doctrina filosófica y modelo político –verdadera conquista de la modernidad– y defiende una “sana y positiva laicidad”, tras la que se esconde la reclamación de presencia e influencia de la Iglesia católica en la vida pública como actor político. Se alía con los sectores política, cultural e ideológicamente más conservadores de la sociedad.
El modo de actuar de la Iglesia católica en los campos antes citados ha producido un importante descenso de católicos en España. En 1998 se declaraban pertenecientes al catolicismo el 83,5% de la población. Según la encuesta de enero del 2008 del CIS, la afiliación a la Iglesia católica ha descendido cinco puntos. Y el descenso es mayor todavía en la práctica religiosa, que está en niveles inferiores al 20%. Lo que queda es un “catolicismo social” o un “cristianismo cultural”, no un cristianismo conforme a los principios evangélicos.
EN LOS JÓVENES, el descenso es todavía mayor. Los sociólogos hablan de un “cristianismo residual”. La no creencia entre la juventud ha sufrido un incremento espectacular: en menos de 15 años se ha pasado del 22% que se declaraba no creyente, al 46%. En la actualidad, los jóvenes que se declaran no creyentes católicos están por encima del 50%. De entre los creyentes, el 39% se declara católico no practicante, y solo el 10%, católico practicante. El descenso es mayor cuando se trata de expresar la importancia de la Iglesia católica en su vida: sólo para el 3% desempeña un papel significativo y tiene sentido en su día a día.
Cada año, varios miles de fieles abandonan la fe católica y pasan a engrosar el mundo de la falta de creencia o se incorporan a otras religiones que les merecen más crédito y confianza. Las solicitudes de apostasía van en aumento. Durante los seis primeros meses del 2008 se habían presentado 529 solicitudes de apostasía, cifra muy superior a las presentadas durante todo el año 2007, que alcanzaron la cantidad de 287.
LA REACCIÓN de la jerarquía ante tamaña crisis no es un examen de conciencia al modo clásico para analizar las causas de semejante deterioro y poner remedio. Lejos de asumir su responsabilidad, lo que hace es echar balones y culpar de la misma al galopante proceso de secularización de la sociedad, al Gobierno socialista, a las leyes aprobadas en el Parlamento, al laicismo ambiental e incluso a los teólogos críticos y a los movimientos cristianos de base. ¿Aprovechará la jerarquía católica la Semana Santa y la Pascua de Resurrección para reconocer su desubicación cultural, despertar del sueño dogmático en el que vive y cambiar de rumbo?
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
La Iglesia católica romana está pasando por una de las crisis más profundas de su historia. Y el catolicismo español no es una excepción. Va perdiendo credibilidad a pasos agigantados entre los propios creyentes, pero también, de manera ostensible, ante la sociedad. Una prueba incontestable la ofrecen las encuestas, en las que los ciudadanos y las ciudadanas la colocan en los últimos puestos de sus preferencias. En honor a la verdad, razones no faltan, y muy poderosas. Observemos algunas de las más visibles.
La jerarquía católica mantiene posiciones retrógradas en cuestiones relativas al origen y al final de la vida, y lleva a cabo burdas y manipuladoras campañas como la que denuncia de forma falaz e infundada la existencia de mayor protección para la vida de los linces que para la de los niños, o la que compara el aborto con el terrorismo. Por no hablar de la amenaza de excomunión para las mujeres que abortan y para los facultativos que les prestan su colaboración.
TIENE UNA VISIÓN negativa de la sexualidad. No solo se opone al uso de los preservativos en las relaciones sexuales para poner fin a la extensión del sida, sino que afirma que su empleo agrava todavía más el problema. Así lo declaró de manera insensata e irresponsable el papa Benedicto XVI en el viaje a África que hizo el pasado mes de marzo. Afirmaciones como esta le convierten en defensor de una teología de la muerte y le hacen responsable de la extensión del sida y de agravar todavía más la terrible epidemia que asola a millones y millones de personas en África.
La Iglesia católica oficial demuestra comportamientos homófobos al condenar la homosexualidad en sus distintas manifestaciones, desde la propia inclinación –por utilizar su lenguaje– hasta las parejas de hecho y los matrimonios homosexuales, y al declarar pecaminosas, e incluso antinaturales, dichas relaciones. Se opone a los avances científicos que contribuyen a aliviar el dolor, a mejorar las condiciones de vida y a la curación de enfermedades. Dos ejemplos, entre muchos: la investigación con células madre embrionarias y la fecundación in vitro.
Vive cada vez más distanciada de los movimientos sociales, de sus denuncias del capitalismo, de sus reivindicaciones a favor de los excluidos y de su propuesta utópica de otro mundo posible, lo que demuestra su alejamiento del mundo de los pobres y su insensibilidad ante ellos. Muestra una oposición numantina a la laicidad del Estado y de sus instituciones, condena el laicismo como doctrina filosófica y modelo político –verdadera conquista de la modernidad– y defiende una “sana y positiva laicidad”, tras la que se esconde la reclamación de presencia e influencia de la Iglesia católica en la vida pública como actor político. Se alía con los sectores política, cultural e ideológicamente más conservadores de la sociedad.
El modo de actuar de la Iglesia católica en los campos antes citados ha producido un importante descenso de católicos en España. En 1998 se declaraban pertenecientes al catolicismo el 83,5% de la población. Según la encuesta de enero del 2008 del CIS, la afiliación a la Iglesia católica ha descendido cinco puntos. Y el descenso es mayor todavía en la práctica religiosa, que está en niveles inferiores al 20%. Lo que queda es un “catolicismo social” o un “cristianismo cultural”, no un cristianismo conforme a los principios evangélicos.
EN LOS JÓVENES, el descenso es todavía mayor. Los sociólogos hablan de un “cristianismo residual”. La no creencia entre la juventud ha sufrido un incremento espectacular: en menos de 15 años se ha pasado del 22% que se declaraba no creyente, al 46%. En la actualidad, los jóvenes que se declaran no creyentes católicos están por encima del 50%. De entre los creyentes, el 39% se declara católico no practicante, y solo el 10%, católico practicante. El descenso es mayor cuando se trata de expresar la importancia de la Iglesia católica en su vida: sólo para el 3% desempeña un papel significativo y tiene sentido en su día a día.
Cada año, varios miles de fieles abandonan la fe católica y pasan a engrosar el mundo de la falta de creencia o se incorporan a otras religiones que les merecen más crédito y confianza. Las solicitudes de apostasía van en aumento. Durante los seis primeros meses del 2008 se habían presentado 529 solicitudes de apostasía, cifra muy superior a las presentadas durante todo el año 2007, que alcanzaron la cantidad de 287.
LA REACCIÓN de la jerarquía ante tamaña crisis no es un examen de conciencia al modo clásico para analizar las causas de semejante deterioro y poner remedio. Lejos de asumir su responsabilidad, lo que hace es echar balones y culpar de la misma al galopante proceso de secularización de la sociedad, al Gobierno socialista, a las leyes aprobadas en el Parlamento, al laicismo ambiental e incluso a los teólogos críticos y a los movimientos cristianos de base. ¿Aprovechará la jerarquía católica la Semana Santa y la Pascua de Resurrección para reconocer su desubicación cultural, despertar del sueño dogmático en el que vive y cambiar de rumbo?
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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