Por Manuel de Unciti, sacerdote y periodista (EL CORREO DIGITAL, 20/04/09):
Entre el 60% y el 70% de los 4.325 sacerdotes y religiosos -nativos y extranjeros- de las 24 diócesis católicas de Camerún son víctimas del VIH; para entendernos, víctimas del sida. La divulgación de estos datos ha sido hecha por medios confesionalmente cristianos, a comenzar por el diario parisino ‘La Croix’. Es impensable, por ello, que Benedicto XVI no hubiera reparado en esta trágica estadística cuando preparaba su primer viaje a África. Ha tenido que conocerla, lamentarla y … sufrirla. Y estando así de problemática -incluso entre el clero- la realidad de la sexualidad en el continente africano, ¿en qué cabeza cabe que el Papa pasara a condenar los condones ante los periodistas que le acompañaban en el avión de Roma a Yaundé? ¿No habría equivalido su palabra condenatoria de los profilácticos a un veredicto de muerte para miles y millones de africanos y para centenares y miles de sus propios sacerdotes?
Ha ocurrido que, en esta ocasión, el pensamiento del Papa ha sido distorsionado gravemente; y no se dice esto para tratar de echar un capote en una presunta metedura de pata de Benedicto XVI, como suele hacerse en tantos y tantos otros trances cuando a una alta personalidad se le coge en algún renuncio. No. La explicación de por qué se ha adulterado tan radicalmente el pensamiento del Papa hay que buscarla o en los fuertes intereses económicos mundiales que andan de por medio en el tema de los profilácticos o en oscuras razones ideológicas. ¡A cada cual optar por una u otra baza! Pero el hecho está ahí: en ningún momento o pasaje de las palabras del Papa puede encontrarse una condena expresa de los condones. Para comprobarlo basta con ir a las hemerotecas que reproducen fielmente los propósitos mantenidos por Benedicto XVI con una periodista francesa. Ésta le interpelaba sobre si le parecía realista o eficaz el juicio negativo de la Iglesia sobre los condones… La respuesta del Papa subraya -y esto es de sentido común- que «no se puede superar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos». Y también: «No se puede superar el problema del sida sólo con eslóganes».
Hay que dejar muy claro que el Papa no exorciza el uso del condón, lo que no deja de ser una novedad en los usos y modos del Vaticano. Se limita a desautorizar el exceso de confianza de quienes reponen toda la solución del problema del sida sólo en el condón. Con el eslogan ‘póntelo, pónselo’ se puede contener la expansión de la pandemia y está bien; pero su apelación resulta frágil, particularmente para los jóvenes que, en cualquier momento, pueden verse frente a la tentación de mantener relaciones sexuales completas ‘a pelo’. La autentica solución ha de venir por el camino de la educación sexual, por eso que el Papa, en África, ha definido como «la humanización del sexo».
Para dar la razón a Benedicto XVI bastaría con mirar alrededor y ver, por ejemplo, lo que pasa en la ultramoderna (¡) ciudad de Washington, Distrito -concretamente- de Columbia. Lo que ahí ocurre no se debe a falta de condones ni a ignorancia de las gentes -particularmente entre las de color negro- sobre los profilácticos. Pero el dato está ahí: el número de los infectados por el sida se sitúa al mismo nivel de los enfermos por el VIH de Uganda o de Kenia. La estadística es, sencillamente, estremecedora. La ha dado a conocer el alcalde Adrian Fenty, un ejemplar político que, según muchos, reproduce a escala local nada más y nada menos que al presidente Obama. Por cada 100.000 habitantes de la que es sede del Gobierno federal de Estados Unidos, hay -entre los mayores de 12 años y ¡ya es decir!- 3.000 infectados de sida.¡Y eso que la estadística se ha elaborado a partir de la población que voluntaria y libremente se ha sometido a pruebas de laboratorio.
Pero no hace falta ir tan lejos. Sobre el continente africano se han volcado millones de condones desde hace ya más de medio siglo. Incluso ha habido misioneros y misioneras que, desafiando los criterios de la Curia Romana y exponiéndose a mil y mil censuras, han tomado sobre sus conciencias la distribución de profilácticos y la enseñanza sobre su correcto uso. Pero en vano: mucho es lo que esta enseñanza habrá conseguido para la salud de las mujeres y hombres de África, y Dios se lo pagará a los valientes que han osado desafiar lo que hasta ahora era la doctrina oficial en punto a los condones. Pero está probado y comprobado que con sólo condones no basta. ¡Que es lo que afirmó el Papa Benedicto XVI en el avión que la trasladaba a África!
Y algo más: lo del sida no es sólo cuestión de pobreza mayor o menor, aunque los niveles de pobreza tengan mucho que decir a este propósito. Camerún, con un 30% de su población bautizada, disfruta de paz desde hace muchos años, lo que es un dato a poner de relieve -y mucho- en el dramático panorama del continente. Pero no basta con ser un remanso de paz y un lugar hospitalario para muchos de los que huyen de los pueblos vecinos. El mal que corroe gravísimamente las entrañas del país es la corrupción. Y de este flagelo no se libra la población católica formada por casi cinco millones de entre los poco más de dieciocho millones que conforman la población total del país. Hace unos días las páginas de ‘L’Osservatore Romano’ denunciaban que «a los ojos de muchos la Iglesia de Camerún es un grupo de privilegiados y de ricos», lo que no ha impedido que sean no pocos los sacerdotes que se pasean con sus mujeres y sus hijos, sin ocultarse de nadie, o lo que es peor, que, como se ha dicho, sean víctimas del sida… ¡Vaya que si tiene razón el Papa Benedicto XVI!
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Entre el 60% y el 70% de los 4.325 sacerdotes y religiosos -nativos y extranjeros- de las 24 diócesis católicas de Camerún son víctimas del VIH; para entendernos, víctimas del sida. La divulgación de estos datos ha sido hecha por medios confesionalmente cristianos, a comenzar por el diario parisino ‘La Croix’. Es impensable, por ello, que Benedicto XVI no hubiera reparado en esta trágica estadística cuando preparaba su primer viaje a África. Ha tenido que conocerla, lamentarla y … sufrirla. Y estando así de problemática -incluso entre el clero- la realidad de la sexualidad en el continente africano, ¿en qué cabeza cabe que el Papa pasara a condenar los condones ante los periodistas que le acompañaban en el avión de Roma a Yaundé? ¿No habría equivalido su palabra condenatoria de los profilácticos a un veredicto de muerte para miles y millones de africanos y para centenares y miles de sus propios sacerdotes?
Ha ocurrido que, en esta ocasión, el pensamiento del Papa ha sido distorsionado gravemente; y no se dice esto para tratar de echar un capote en una presunta metedura de pata de Benedicto XVI, como suele hacerse en tantos y tantos otros trances cuando a una alta personalidad se le coge en algún renuncio. No. La explicación de por qué se ha adulterado tan radicalmente el pensamiento del Papa hay que buscarla o en los fuertes intereses económicos mundiales que andan de por medio en el tema de los profilácticos o en oscuras razones ideológicas. ¡A cada cual optar por una u otra baza! Pero el hecho está ahí: en ningún momento o pasaje de las palabras del Papa puede encontrarse una condena expresa de los condones. Para comprobarlo basta con ir a las hemerotecas que reproducen fielmente los propósitos mantenidos por Benedicto XVI con una periodista francesa. Ésta le interpelaba sobre si le parecía realista o eficaz el juicio negativo de la Iglesia sobre los condones… La respuesta del Papa subraya -y esto es de sentido común- que «no se puede superar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos». Y también: «No se puede superar el problema del sida sólo con eslóganes».
Hay que dejar muy claro que el Papa no exorciza el uso del condón, lo que no deja de ser una novedad en los usos y modos del Vaticano. Se limita a desautorizar el exceso de confianza de quienes reponen toda la solución del problema del sida sólo en el condón. Con el eslogan ‘póntelo, pónselo’ se puede contener la expansión de la pandemia y está bien; pero su apelación resulta frágil, particularmente para los jóvenes que, en cualquier momento, pueden verse frente a la tentación de mantener relaciones sexuales completas ‘a pelo’. La autentica solución ha de venir por el camino de la educación sexual, por eso que el Papa, en África, ha definido como «la humanización del sexo».
Para dar la razón a Benedicto XVI bastaría con mirar alrededor y ver, por ejemplo, lo que pasa en la ultramoderna (¡) ciudad de Washington, Distrito -concretamente- de Columbia. Lo que ahí ocurre no se debe a falta de condones ni a ignorancia de las gentes -particularmente entre las de color negro- sobre los profilácticos. Pero el dato está ahí: el número de los infectados por el sida se sitúa al mismo nivel de los enfermos por el VIH de Uganda o de Kenia. La estadística es, sencillamente, estremecedora. La ha dado a conocer el alcalde Adrian Fenty, un ejemplar político que, según muchos, reproduce a escala local nada más y nada menos que al presidente Obama. Por cada 100.000 habitantes de la que es sede del Gobierno federal de Estados Unidos, hay -entre los mayores de 12 años y ¡ya es decir!- 3.000 infectados de sida.¡Y eso que la estadística se ha elaborado a partir de la población que voluntaria y libremente se ha sometido a pruebas de laboratorio.
Pero no hace falta ir tan lejos. Sobre el continente africano se han volcado millones de condones desde hace ya más de medio siglo. Incluso ha habido misioneros y misioneras que, desafiando los criterios de la Curia Romana y exponiéndose a mil y mil censuras, han tomado sobre sus conciencias la distribución de profilácticos y la enseñanza sobre su correcto uso. Pero en vano: mucho es lo que esta enseñanza habrá conseguido para la salud de las mujeres y hombres de África, y Dios se lo pagará a los valientes que han osado desafiar lo que hasta ahora era la doctrina oficial en punto a los condones. Pero está probado y comprobado que con sólo condones no basta. ¡Que es lo que afirmó el Papa Benedicto XVI en el avión que la trasladaba a África!
Y algo más: lo del sida no es sólo cuestión de pobreza mayor o menor, aunque los niveles de pobreza tengan mucho que decir a este propósito. Camerún, con un 30% de su población bautizada, disfruta de paz desde hace muchos años, lo que es un dato a poner de relieve -y mucho- en el dramático panorama del continente. Pero no basta con ser un remanso de paz y un lugar hospitalario para muchos de los que huyen de los pueblos vecinos. El mal que corroe gravísimamente las entrañas del país es la corrupción. Y de este flagelo no se libra la población católica formada por casi cinco millones de entre los poco más de dieciocho millones que conforman la población total del país. Hace unos días las páginas de ‘L’Osservatore Romano’ denunciaban que «a los ojos de muchos la Iglesia de Camerún es un grupo de privilegiados y de ricos», lo que no ha impedido que sean no pocos los sacerdotes que se pasean con sus mujeres y sus hijos, sin ocultarse de nadie, o lo que es peor, que, como se ha dicho, sean víctimas del sida… ¡Vaya que si tiene razón el Papa Benedicto XVI!
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario