Por Federico Yaniz Velasco, General de Aviación (R) y periodista (ABC, 13/04/09):
En tiempos de crisis las realidades y necesidades se perciben de forma distinta. La amenaza latente de que las dificultades que se están pasando puedan agravarse, abre la mente y los sentidos poniendo a los individuos y a las colectividades en una actitud expectante. En esa situación, la reflexión sobre la coexistencia entre los pueblos de la tierra hace aflorar serias dudas sobre el estado de las relaciones internacionales que algunos presentaban como establecidas sobre bases sólidas y permanentes. Analistas y expertos llevan años anunciando la aparición de potencias emergentes y la decadencia inevitable de ciertas naciones. Sin negar que algunas de esas apreciaciones puedan ser ciertas, se echa en falta una presentación imparcial y comprensiva sobre el futuro de la humanidad. Existen interesantes estudios sobre tendencias estratégicas de carácter global o regional pero en casi todos se comete el grave error de suponer que los datos que conforman la realidad de hoy sean directamente extrapolables para llegar al modelo que nos presenta la realidad del mañana. Asumir eso podría ser válido en épocas pasadas en las que el cambio político, social, técnico y de todo tipo era lento y predecible pero no parece adecuado en el mundo de hoy caracterizado por la movilidad de las estructuras sociales y el cambio en todos los ámbitos de la actividad humana. El cambio afecta a individuos y sociedades que evolucionan con una rapidez desconocida hasta ahora. Principios que eran considerados como inamovibles hace sólo unos años, se ven hoy cuestionados abiertamente y eso produce en individuos y sociedades la sensación de una falta de bases sólidas sobre las que construir el futuro.
Los estudios sobre tendencias estratégicas de carácter global son escasos en España y los producidos en el exterior suelen ignorar o menospreciar el potencial real de nuestro país y el de los pueblos iberoamericanos. Existen en nuestra patria estudios interesantes de carácter estratégico en el área de seguridad y defensa, incluyendo las sucesivas directivas de Defensa nacional. En esos estudios se señala como referente de nuestra política de seguridad y defensa a las Naciones Unidas y se evalúa positivamente nuestra pertenencia a la OTAN así como nuestro compromiso con el desarrollo de una política europea de defensa y de seguridad común en el marco de la Unión Europea. Pese a la existencia de esas y algunas otras aportaciones, se echa en falta una definición clara sobre la posición de España en el mundo. Una definición que sitúe a España claramente alineada con las naciones hermanas de Iberoamérica y marque las grandes líneas de la política exterior española por encima de posiciones partidistas.
Las relaciones internacionales han cambiado de forma dramática en los últimos 20 años: han nacido nuevos Estados, se han formado o consolidado bloques políticos y económicos y han emergido nuevas potencias en la escena mundial. Algunos de esos nuevos Estados y otros no tan nuevos, tienen una existencia precaria siendo incapaces de ejercer una soberanía efectiva sobre todo su territorio. La plaga del terrorismo, internacional o no, sigue sacudiendo el mundo con golpes tan sangrientos como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, la vil matanza del 11 de marzo de 2004 en España y el «asalto» a Bombay al final del año 2008. Por otra parte, algunas situaciones conflictivas llevan años y años pudriéndose ante la indiferencia o impotencia de la Comunidad Internacional. El conflicto palestino-israelí, la situación en el Sahara Occidental, la catástrofe humanitaria en Darfur, el desgobierno en grandes zonas de África y la división de Cachemira son sólo ejemplos de situaciones dramáticas que duran decenios sin tener una solución a la vista. Mención especial merece la precaria situación en Afganistán y el peligro de crisis en el vecino Pakistán, potencia nuclear y pieza clave para la estabilidad en la zona. El fracaso de las Naciones Unidas en dar solución a éstos y otros conflictos ha contribuido a que haya crecido la desilusión sobre el funcionamiento de las organizaciones internacionales. Esta creciente desilusión se incrementa al comprobar que las grandes potencias paralizan en el Consejo de Seguridad las resoluciones que no les satisfacen y se reúnen en foros restringidos para defender sus intereses. Si a esa desilusión general se une la actual crisis económica global, el panorama se ensombrece dramáticamente y aumenta un pesimismo desolador y destructivo.
La Historia nos enseña que las crisis más profundas de la humanidad han estado seguidas por un renacer lleno de esperanza. La crisis global que padecemos hace más necesario que nunca señalar claramente nuestra posición en el mundo. Parece que ha llegado el momento de establecer una concepción estratégica nacional que reafirme nuestras potencialidades como hacen todas las naciones. Nuestra posición en el mundo debe estar determinada por nuestra situación geoestratégica y por la realidad de la proyección universal de nuestra lengua y cultura como un recurso global de valor incalculable. Una concepción estratégica que valore nuestra realidad geográfica, humana y cultural y sobre todo nuestra proyección mundial. Sin ese claro posicionamiento, España no pasará de ser una potencia media europea de brillante futuro económico. Pero España tiene un pasado histórico glorioso como otros países del Viejo Continente. La «Commonwealth» y la «Francophonie» son esenciales en la política exterior del Reino Unido y Francia. España por su parte debe alinearse de forma clara y no vergonzante con los pueblos iberoamericanos. Nuestra patria puede y debe ser el catalizador y líder efectivo de uno de los grupos humanos más dinámicos y con más brillante futuro como es la Comunidad Iberoamericana. Comunidad que será sin duda un protagonista destacado del mundo de mañana. Una Comunidad respetable y respetada que podría ocupar un lugar importante en el concierto de las naciones. Los bloques ideológicos han desaparecido y la humanidad va a pasar por una etapa en la que las comunidades de Estados con afinidades culturales e históricas van a tener un protagonismo relevante. En ese escenario, la Comunidad Iberoamericana tiene un papel importante que jugar contribuyendo al progreso humano y aportando soluciones a los problemas de hoy y de mañana.
En los últimos años se ha observado como Rusia, China y otros países prestan gran atención a Iberoamérica. Por otra parte, algunas naciones europeas se disputan el protagonismo mediático en los países del Nuevo Mundo pretendiendo ignorar la realidad cultural y la indeleble huella histórica que une a España con esas naciones. Simultáneamente en muchas capitales europeas y en ciertos medios de difusión se mantiene una imagen negativa de nuestros países hermanos y se sigue asociando el término Latinoamérica con caos, miseria y caudillismo. Esos medios, en muchos casos extranjeros, se olvidan de que la mayoría de las naciones iberoamericanas están comprometidas con la democracia y el progreso y están desarrollando un sano capitalismo social de mercado. Luchemos contra los estereotipos del pasado con la certeza de que la Comunidad Iberoamericana, conociendo sus problemas mejor que nadie, podrá resolverlos con el esfuerzo y solidaridad de todos sus miembros. Para ello es preciso que nuestros pueblos se conozcan mejor, que cultiven sus lazos de hermandad y que sin renunciar a sus particularidades colaboren íntimamente en todos los campos de actividad. Siguiendo esa línea de acción, los numerosos órganos de cooperación ya existentes se deberán reforzar para que lleguen a todos los rincones de la Comunidad Iberoamericana y abarquen todas las facetas de la actividad humana.
Las radicales diferencias ideológicas existentes durante la Guerra Fría disfrazaban el verdadero carácter de muchos conflictos. Países enfrentados por motivos económicos, territoriales o de otro tipo buscaban la cobertura ideológica de uno de los bloques. Por otro lado, algunas potencias usaban una justificación ideológica para realizar intervenciones que respondían a intereses diversos o a supuestas necesidades de carácter estratégico. En un mundo diverso y complejo, ningún país debería arrogarse la autoridad para juzgar unilateralmente el perfil democrático de otro Estado. Una vez definida nuestra posición nacional en el mundo y haber proclamado nuestra pertenencia a la Comunidad Iberoamericana, se debería desarrollar una Estrategia Iberoamericana común a todas las naciones que la forman. Esa Estrategia común iberoamericana nos permitiría contribuir poderosamente en la búsqueda de soluciones a los graves problemas que afectan a todas las naciones del mundo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
En tiempos de crisis las realidades y necesidades se perciben de forma distinta. La amenaza latente de que las dificultades que se están pasando puedan agravarse, abre la mente y los sentidos poniendo a los individuos y a las colectividades en una actitud expectante. En esa situación, la reflexión sobre la coexistencia entre los pueblos de la tierra hace aflorar serias dudas sobre el estado de las relaciones internacionales que algunos presentaban como establecidas sobre bases sólidas y permanentes. Analistas y expertos llevan años anunciando la aparición de potencias emergentes y la decadencia inevitable de ciertas naciones. Sin negar que algunas de esas apreciaciones puedan ser ciertas, se echa en falta una presentación imparcial y comprensiva sobre el futuro de la humanidad. Existen interesantes estudios sobre tendencias estratégicas de carácter global o regional pero en casi todos se comete el grave error de suponer que los datos que conforman la realidad de hoy sean directamente extrapolables para llegar al modelo que nos presenta la realidad del mañana. Asumir eso podría ser válido en épocas pasadas en las que el cambio político, social, técnico y de todo tipo era lento y predecible pero no parece adecuado en el mundo de hoy caracterizado por la movilidad de las estructuras sociales y el cambio en todos los ámbitos de la actividad humana. El cambio afecta a individuos y sociedades que evolucionan con una rapidez desconocida hasta ahora. Principios que eran considerados como inamovibles hace sólo unos años, se ven hoy cuestionados abiertamente y eso produce en individuos y sociedades la sensación de una falta de bases sólidas sobre las que construir el futuro.
Los estudios sobre tendencias estratégicas de carácter global son escasos en España y los producidos en el exterior suelen ignorar o menospreciar el potencial real de nuestro país y el de los pueblos iberoamericanos. Existen en nuestra patria estudios interesantes de carácter estratégico en el área de seguridad y defensa, incluyendo las sucesivas directivas de Defensa nacional. En esos estudios se señala como referente de nuestra política de seguridad y defensa a las Naciones Unidas y se evalúa positivamente nuestra pertenencia a la OTAN así como nuestro compromiso con el desarrollo de una política europea de defensa y de seguridad común en el marco de la Unión Europea. Pese a la existencia de esas y algunas otras aportaciones, se echa en falta una definición clara sobre la posición de España en el mundo. Una definición que sitúe a España claramente alineada con las naciones hermanas de Iberoamérica y marque las grandes líneas de la política exterior española por encima de posiciones partidistas.
Las relaciones internacionales han cambiado de forma dramática en los últimos 20 años: han nacido nuevos Estados, se han formado o consolidado bloques políticos y económicos y han emergido nuevas potencias en la escena mundial. Algunos de esos nuevos Estados y otros no tan nuevos, tienen una existencia precaria siendo incapaces de ejercer una soberanía efectiva sobre todo su territorio. La plaga del terrorismo, internacional o no, sigue sacudiendo el mundo con golpes tan sangrientos como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, la vil matanza del 11 de marzo de 2004 en España y el «asalto» a Bombay al final del año 2008. Por otra parte, algunas situaciones conflictivas llevan años y años pudriéndose ante la indiferencia o impotencia de la Comunidad Internacional. El conflicto palestino-israelí, la situación en el Sahara Occidental, la catástrofe humanitaria en Darfur, el desgobierno en grandes zonas de África y la división de Cachemira son sólo ejemplos de situaciones dramáticas que duran decenios sin tener una solución a la vista. Mención especial merece la precaria situación en Afganistán y el peligro de crisis en el vecino Pakistán, potencia nuclear y pieza clave para la estabilidad en la zona. El fracaso de las Naciones Unidas en dar solución a éstos y otros conflictos ha contribuido a que haya crecido la desilusión sobre el funcionamiento de las organizaciones internacionales. Esta creciente desilusión se incrementa al comprobar que las grandes potencias paralizan en el Consejo de Seguridad las resoluciones que no les satisfacen y se reúnen en foros restringidos para defender sus intereses. Si a esa desilusión general se une la actual crisis económica global, el panorama se ensombrece dramáticamente y aumenta un pesimismo desolador y destructivo.
La Historia nos enseña que las crisis más profundas de la humanidad han estado seguidas por un renacer lleno de esperanza. La crisis global que padecemos hace más necesario que nunca señalar claramente nuestra posición en el mundo. Parece que ha llegado el momento de establecer una concepción estratégica nacional que reafirme nuestras potencialidades como hacen todas las naciones. Nuestra posición en el mundo debe estar determinada por nuestra situación geoestratégica y por la realidad de la proyección universal de nuestra lengua y cultura como un recurso global de valor incalculable. Una concepción estratégica que valore nuestra realidad geográfica, humana y cultural y sobre todo nuestra proyección mundial. Sin ese claro posicionamiento, España no pasará de ser una potencia media europea de brillante futuro económico. Pero España tiene un pasado histórico glorioso como otros países del Viejo Continente. La «Commonwealth» y la «Francophonie» son esenciales en la política exterior del Reino Unido y Francia. España por su parte debe alinearse de forma clara y no vergonzante con los pueblos iberoamericanos. Nuestra patria puede y debe ser el catalizador y líder efectivo de uno de los grupos humanos más dinámicos y con más brillante futuro como es la Comunidad Iberoamericana. Comunidad que será sin duda un protagonista destacado del mundo de mañana. Una Comunidad respetable y respetada que podría ocupar un lugar importante en el concierto de las naciones. Los bloques ideológicos han desaparecido y la humanidad va a pasar por una etapa en la que las comunidades de Estados con afinidades culturales e históricas van a tener un protagonismo relevante. En ese escenario, la Comunidad Iberoamericana tiene un papel importante que jugar contribuyendo al progreso humano y aportando soluciones a los problemas de hoy y de mañana.
En los últimos años se ha observado como Rusia, China y otros países prestan gran atención a Iberoamérica. Por otra parte, algunas naciones europeas se disputan el protagonismo mediático en los países del Nuevo Mundo pretendiendo ignorar la realidad cultural y la indeleble huella histórica que une a España con esas naciones. Simultáneamente en muchas capitales europeas y en ciertos medios de difusión se mantiene una imagen negativa de nuestros países hermanos y se sigue asociando el término Latinoamérica con caos, miseria y caudillismo. Esos medios, en muchos casos extranjeros, se olvidan de que la mayoría de las naciones iberoamericanas están comprometidas con la democracia y el progreso y están desarrollando un sano capitalismo social de mercado. Luchemos contra los estereotipos del pasado con la certeza de que la Comunidad Iberoamericana, conociendo sus problemas mejor que nadie, podrá resolverlos con el esfuerzo y solidaridad de todos sus miembros. Para ello es preciso que nuestros pueblos se conozcan mejor, que cultiven sus lazos de hermandad y que sin renunciar a sus particularidades colaboren íntimamente en todos los campos de actividad. Siguiendo esa línea de acción, los numerosos órganos de cooperación ya existentes se deberán reforzar para que lleguen a todos los rincones de la Comunidad Iberoamericana y abarquen todas las facetas de la actividad humana.
Las radicales diferencias ideológicas existentes durante la Guerra Fría disfrazaban el verdadero carácter de muchos conflictos. Países enfrentados por motivos económicos, territoriales o de otro tipo buscaban la cobertura ideológica de uno de los bloques. Por otro lado, algunas potencias usaban una justificación ideológica para realizar intervenciones que respondían a intereses diversos o a supuestas necesidades de carácter estratégico. En un mundo diverso y complejo, ningún país debería arrogarse la autoridad para juzgar unilateralmente el perfil democrático de otro Estado. Una vez definida nuestra posición nacional en el mundo y haber proclamado nuestra pertenencia a la Comunidad Iberoamericana, se debería desarrollar una Estrategia Iberoamericana común a todas las naciones que la forman. Esa Estrategia común iberoamericana nos permitiría contribuir poderosamente en la búsqueda de soluciones a los graves problemas que afectan a todas las naciones del mundo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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