Por Joan Majó, ingeniero. Ex ministro de Industria (EL PERIÓDICO, 25/04/09):
Existen tres formas de ver televisión. La del pasado (pasiva), la del presente (semiactiva) y la del futuro (interactiva). La primera, que algunos no han conocido, tenía muy pocas cadenas disponibles y no disponía del mando a distancia. Encendías el televisor, te sentabas en el sofá y mirabas “lo que hacían” (en Madrid dicen: “A ver que nos echan hoy…” ). Si no te gustaba, te levantabas, pasabas a otro canal y, en último término, lo apagabas. En el sistema actual, tenemos bastantes más canales gratuitos, una gran herramienta (el mando a distancia) y una guía de programas en el diario. Ello permite cómodamente seleccionar lo que se prefiere y buscarlo de forma fácil, sabiendo la cadena que lo emite.
En el futuro, será muy diferente. La digitalización permite aumentar hasta unos 50 el número de canales gratuitos, permite ver un programa en la pantalla del televisor, en la del ordenador o en la del teléfono móvil. Y, principalmente, permite introducir en cualquier punto de la red “almacenes digitales” (discos duros, de bajo coste y gran capacidad), de modo que los programas estén automáticamente guardados para poder verlos en cualquier momento. Será verdad que se podrá ver “lo que tú quieras, en el lugar que quieras, en la pantalla que quieras y en el momento que quieras”. Esto puede cambiar radicalmente los hábitos de consumo de los productos audiovisuales, especialmente porque no tendremos que elegir entre lo que en un momento concreto están emitiendo las cadenas, sino que seremos nosotros los que decidiremos lo que nos gustaría ver y, con el nuevo mando o desde el ordenador, lo pediremos y lo encontraremos inmediatamente en la pantalla elegida.
Esto no es el futuro, sino algo que hoy ya cuenta con muchos usuarios. Mucha gente ve Polònia en el televisor a la hora en la que TV-3 lo emite, pero muchos lo ven en la pantalla del ordenador, a través de TV3.cat, o del 3cat24 o del 3alacarta, cuando les apetece. Y los más avanzados (los que ya tienen instalado un descodificador digital inteligente) también pueden verlo en el televisor cuando lo desean. Esto es ya el presente. El futuro es la progresiva extensión de este sistema, a medida que los aparatos electrónicos sean de más fácil uso y que la población, ahora joven, vaya siendo mayoritaria. No significa que desaparezca la costumbre actual, más pasiva, pero sí significa que podremos optar entre uno y otro, en función del momento o las preferencias personales.
EN PARALELO, se abre un debate sobre la publicidad en las televisiones, especialmente en las públicas, debate que no tiene nada de raro porque el enorme incremento de cadenas que han aparecido en estos últimos años hace muy difícil la financiación adecuada de todas ellas. Me gustará entrar en este debate, a fondo, en cuanto sea posible. De momento, advierto de que el debate que empieza a promoverse, especialmente por parte de algunos grupos privados, pero también a partir de algunas reacciones gubernamentales, es un falso debate. Se discute como si dentro de cinco años el escenario en el que se va a encontrar el sector audiovisual fuese el mismo que el actual, o sea, el que yo he bautizado como de consumo semiactivo. No entender el cambio que se está produciendo es un gran error que puede invalidar muchos de los argumentos que se utilizan y, por tanto, puede convertir en inútiles muchas de las soluciones que se plantean.
Cuando la digitalización se complete y sea mayoritario el consumo interactivo de televisión, se van a producir tres consecuencias: la muerte del televisor, la desaparición de las cadenas de televisión y el cambio total del negocio de producción y de distribución de audiovisuales. Vamos por partes.
No compraremos televisores (o sea, un aparato con una pantalla, unos altavoces, un sintonizador, un selector de canales, y algunas otras cosas… ). Compraremos una pantalla que colgaremos de la pared o pondremos encima de una mesa. Los altavoces no vamos a necesitarlos porque ya tenemos unos altavoces del equipo de música, con una sonoridad muy superior. El sintonizador y el selector los tendremos separados, en el descodificador o quizá incorporados en el ordenador. Ha muerto la caja que hemos llamado televisor.
MUCHO MÁS importante que esto: no habrá canales de televisión. El canal sirve para saber por dónde nos llega un programa y a qué hora nos llega. Un canal es una frecuencia que corresponde a un botón en el mando y es una lista de programas con horario. Sabiendo qué botón tenemos que apretar y a qué hora, tenemos acceso a lo que queremos. Este sistema es caduco; todos los contenidos estarán almacenados en la red una vez emitidos en directo (o incluso antes ) y podremos pedirlos y recibirlos cuando queramos.
En este escenario, que no será exclusivo porque seguirán habiendo emisiones en directo, las reglas del juego cambiarán. El negocio de los que se dedican a producir y distribuir contenidos audiovisuales debe enfocarse en términos diferentes a los de ahora. Y hay que plantear de nuevo cómo habrá que financiar todo el coste de creación, producción y distribución.
Discutir apasionadamente cómo se reparte el pastel publicitario y las subvenciones públicas, como si las cosas tuviesen que seguir igual que hasta ahora, me lleva a pensar en que se están repartiendo el arroz de la semana pasada cuando resulta que la semana que viene no habrá arroz, sino garbanzos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Existen tres formas de ver televisión. La del pasado (pasiva), la del presente (semiactiva) y la del futuro (interactiva). La primera, que algunos no han conocido, tenía muy pocas cadenas disponibles y no disponía del mando a distancia. Encendías el televisor, te sentabas en el sofá y mirabas “lo que hacían” (en Madrid dicen: “A ver que nos echan hoy…” ). Si no te gustaba, te levantabas, pasabas a otro canal y, en último término, lo apagabas. En el sistema actual, tenemos bastantes más canales gratuitos, una gran herramienta (el mando a distancia) y una guía de programas en el diario. Ello permite cómodamente seleccionar lo que se prefiere y buscarlo de forma fácil, sabiendo la cadena que lo emite.
En el futuro, será muy diferente. La digitalización permite aumentar hasta unos 50 el número de canales gratuitos, permite ver un programa en la pantalla del televisor, en la del ordenador o en la del teléfono móvil. Y, principalmente, permite introducir en cualquier punto de la red “almacenes digitales” (discos duros, de bajo coste y gran capacidad), de modo que los programas estén automáticamente guardados para poder verlos en cualquier momento. Será verdad que se podrá ver “lo que tú quieras, en el lugar que quieras, en la pantalla que quieras y en el momento que quieras”. Esto puede cambiar radicalmente los hábitos de consumo de los productos audiovisuales, especialmente porque no tendremos que elegir entre lo que en un momento concreto están emitiendo las cadenas, sino que seremos nosotros los que decidiremos lo que nos gustaría ver y, con el nuevo mando o desde el ordenador, lo pediremos y lo encontraremos inmediatamente en la pantalla elegida.
Esto no es el futuro, sino algo que hoy ya cuenta con muchos usuarios. Mucha gente ve Polònia en el televisor a la hora en la que TV-3 lo emite, pero muchos lo ven en la pantalla del ordenador, a través de TV3.cat, o del 3cat24 o del 3alacarta, cuando les apetece. Y los más avanzados (los que ya tienen instalado un descodificador digital inteligente) también pueden verlo en el televisor cuando lo desean. Esto es ya el presente. El futuro es la progresiva extensión de este sistema, a medida que los aparatos electrónicos sean de más fácil uso y que la población, ahora joven, vaya siendo mayoritaria. No significa que desaparezca la costumbre actual, más pasiva, pero sí significa que podremos optar entre uno y otro, en función del momento o las preferencias personales.
EN PARALELO, se abre un debate sobre la publicidad en las televisiones, especialmente en las públicas, debate que no tiene nada de raro porque el enorme incremento de cadenas que han aparecido en estos últimos años hace muy difícil la financiación adecuada de todas ellas. Me gustará entrar en este debate, a fondo, en cuanto sea posible. De momento, advierto de que el debate que empieza a promoverse, especialmente por parte de algunos grupos privados, pero también a partir de algunas reacciones gubernamentales, es un falso debate. Se discute como si dentro de cinco años el escenario en el que se va a encontrar el sector audiovisual fuese el mismo que el actual, o sea, el que yo he bautizado como de consumo semiactivo. No entender el cambio que se está produciendo es un gran error que puede invalidar muchos de los argumentos que se utilizan y, por tanto, puede convertir en inútiles muchas de las soluciones que se plantean.
Cuando la digitalización se complete y sea mayoritario el consumo interactivo de televisión, se van a producir tres consecuencias: la muerte del televisor, la desaparición de las cadenas de televisión y el cambio total del negocio de producción y de distribución de audiovisuales. Vamos por partes.
No compraremos televisores (o sea, un aparato con una pantalla, unos altavoces, un sintonizador, un selector de canales, y algunas otras cosas… ). Compraremos una pantalla que colgaremos de la pared o pondremos encima de una mesa. Los altavoces no vamos a necesitarlos porque ya tenemos unos altavoces del equipo de música, con una sonoridad muy superior. El sintonizador y el selector los tendremos separados, en el descodificador o quizá incorporados en el ordenador. Ha muerto la caja que hemos llamado televisor.
MUCHO MÁS importante que esto: no habrá canales de televisión. El canal sirve para saber por dónde nos llega un programa y a qué hora nos llega. Un canal es una frecuencia que corresponde a un botón en el mando y es una lista de programas con horario. Sabiendo qué botón tenemos que apretar y a qué hora, tenemos acceso a lo que queremos. Este sistema es caduco; todos los contenidos estarán almacenados en la red una vez emitidos en directo (o incluso antes ) y podremos pedirlos y recibirlos cuando queramos.
En este escenario, que no será exclusivo porque seguirán habiendo emisiones en directo, las reglas del juego cambiarán. El negocio de los que se dedican a producir y distribuir contenidos audiovisuales debe enfocarse en términos diferentes a los de ahora. Y hay que plantear de nuevo cómo habrá que financiar todo el coste de creación, producción y distribución.
Discutir apasionadamente cómo se reparte el pastel publicitario y las subvenciones públicas, como si las cosas tuviesen que seguir igual que hasta ahora, me lleva a pensar en que se están repartiendo el arroz de la semana pasada cuando resulta que la semana que viene no habrá arroz, sino garbanzos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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