Por G. Pascal Zachary, autor de Married to Africa: a love story (Casado con África: una historia de amor) © Project Syndicate, 2009. Traducción: Claudia Martínez (LA VANGUARDIA, 14/04/09):
Estados Unidos sufre una creciente pérdida de empleos. Gran Bretaña nacionaliza sus bancos. Las pequeñas economías alguna vez de alto vuelo como Irlanda, Hungría e Islandia se desmoronan. Incluso las robustas China e India están experimentando un crecimiento más lento, un recorte de sus ambiciones y sueños rotos.
Sin embargo, en el África subsahariana existen pocos indicios de la crisis financiera global que está consumiendo al mundo capitalista.
En las ciudades africanas en boga, los precios de las viviendas residenciales se mantienen estratosféricos. Una típica casa de estilo occidental en Kampala o Accra, por ejemplo, hoy sorprendentemente cuesta entre dos y tres veces más de lo que cuesta una casa semejante, digamos, en Cleveland u otras ciudades de la zona central de Estados Unidos. Mientras que los precios inmobiliarios se derrumban desde Madrid hasta Dublín y desde Miami hasta Los Ángeles,los precios africanos se mantienen en niveles récord, o cerca.
Los bancos africanos, mientras tanto, son sólidos como rocas si se los compara con sus pares altamente endeudados de Estados Unidos y Europa. Mientras los banqueros internacionales se dedicaron a otorgar legiones de créditos incobrables, los banqueros africanos se atuvieron a obtener ganancias a la antigua: pagándoles muy poco a los depositantes y ganando un diferencial importante mediante la compra de deuda gubernamental garantizada, que ofrecía retornos saludables.
Incluso el gasto público deficitario -durante mucho tiempo el flagelo de África- parece positivamente insignificante comparado con las deudas masivas que afrontan Estados Unidos y algunos países europeos. La nueva Administración Obama está proponiendo planes de gasto factibles de crear un déficit récord en Estados Unidos de más de un billón de dólares, y esto sumado al déficit récord de la saliente administración Bush.
Y aún así hay buenas razones para creer que es sólo una cuestión de tiempo antes de que África y sus pueblos experimenten los efectos nocivos de la crisis global. Desde Ghana hasta Kenia, los gobiernos cada vez tienen más dificultades para recaudar dinero destinado a proyectos de infraestructura y para vender deuda oficial.
La inversión extranjera en el África subsahariana, que alcanzó niveles récord en los últimos años, se está retrayendo, lo cual es una prueba de la cautela de los inversores, no de una falta de optimismo subyacente en la región. Y las exportaciones de materias primas a China, India, Europa y Estados Unidos -un factor clave en el reciente impulso del crecimiento de África-pueden sufrir simplemente porque la desaceleración global implica menos consumo en todas partes.
Todos estos factores sugieren que una crisis financiera africana es posible. Las inversiones en acciones populares, como de Safaricom, ya se están comercializando a niveles inesperadamente bajos. Si los precios de los bienes raíces cayeran drásticamente, podría producirse una reacción en cadena, que afectaría a inversores grandes y pequeños por igual, y que con el tiempo les causaría un vasto sufrimiento a los africanos corrientes.
Incluso si se asumiera una estabilidad en los precios de los bienes raíces, la crisis global con certeza causará una caída de las remesas por parte de los africanos que tienen buenos empleos en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Oriente Medio.
Ya se estima que las remesas están decayendo, cosa que tiene sentido: los inmigrantes en los países ricos se ven y se verán desproporcionadamente afectados por la menor actividad económica. La inmigración en sí misma puede incluso desacelerarse drásticamente, según la extensión y profundidad de la crisis económica. Una menor cantidad de africanos trabajando en países ricos se traducirá automáticamente en una menor cantidad de dinero circulando en los países africanos.
No obstante, la caída de las remesas tiene dos lecturas. Durante mucho tiempo, las remesas alimentaron la inflación en muchas partes de África. A un médico ugandés que trabaja en Noruega, por ejemplo, le importa poco lo que cuesta una cerveza en Kampala. También está dispuesto - y puede hacerlo-a pagar más que un médico local por los servicios y, por supuesto, por una casa en Uganda. Una disminución de las remesas que envían a Uganda podría significar una menor actividad económica o simplemente precios más bajos.
O se logra controlar la crisis financiera en Estados Unidos, que incubó la crisis global, o amenazará con mutar en una nueva forma más virulenta que podría destruir no sólo la economía bursátil e inversora de Estados Unidos, sino también su economía real de bienes y servicios. El presidente Barack Obama, que actúa como si el segundo escenario pareciera posible, está apostando a un gasto gubernamental de gran escala para impulsar la economía real. Si su Administración tiene éxito, las posibilidades de que Áfricase mantenga relativamente a salvo aumentarán.
Sin embargo, aunque Obama fallara, los africanos deberían escapar de la peor de las crisis globales, por buenas y por malas razones. Las buenas razones tienen que ver con la confianza en sí mismos de los africanos y una creciente conciencia entre los académicos y los estrategas políticos de que el comercio dentro de la región - especialmente entre el África urbana y el África rural-en definitiva redundará en enormes beneficios.
Otro factor que juega a favor de África es la baja dependencia de sus empresas privadas y de sus consumidores del dinero prestado. La gente tiende a pagar en efectivo por los bienes y servicios, por más costosos que sean. En Estados Unidos, los préstamos para coches y viviendas - préstamos que hoy no se están devolviendo -son el principal factor detrás de la crisis financiera. En África, muy poca gente pide dinero prestado para este tipo de compras.
La economía africana basada en el dinero efectivo en el pasado limitó el desarrollo. Después de todo, al permitirle a la gente gastar más de lo que tiene, el dinero prestado puede estimular el crecimiento. Pero hoy, las prácticas de África de pagar en el momento son una defensa poderosa contra el contagio financiero.
Otra manera de mirar la paradójica posición económica de África es admitir que la marginalización histórica de la región dentro del sistema financiero internacional -tan costosa en tiempos de abundancia global-está demostrando ser un beneficio inesperado cuando los más ricos del mundo están padeciendo una enfermedad terminal.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Estados Unidos sufre una creciente pérdida de empleos. Gran Bretaña nacionaliza sus bancos. Las pequeñas economías alguna vez de alto vuelo como Irlanda, Hungría e Islandia se desmoronan. Incluso las robustas China e India están experimentando un crecimiento más lento, un recorte de sus ambiciones y sueños rotos.
Sin embargo, en el África subsahariana existen pocos indicios de la crisis financiera global que está consumiendo al mundo capitalista.
En las ciudades africanas en boga, los precios de las viviendas residenciales se mantienen estratosféricos. Una típica casa de estilo occidental en Kampala o Accra, por ejemplo, hoy sorprendentemente cuesta entre dos y tres veces más de lo que cuesta una casa semejante, digamos, en Cleveland u otras ciudades de la zona central de Estados Unidos. Mientras que los precios inmobiliarios se derrumban desde Madrid hasta Dublín y desde Miami hasta Los Ángeles,los precios africanos se mantienen en niveles récord, o cerca.
Los bancos africanos, mientras tanto, son sólidos como rocas si se los compara con sus pares altamente endeudados de Estados Unidos y Europa. Mientras los banqueros internacionales se dedicaron a otorgar legiones de créditos incobrables, los banqueros africanos se atuvieron a obtener ganancias a la antigua: pagándoles muy poco a los depositantes y ganando un diferencial importante mediante la compra de deuda gubernamental garantizada, que ofrecía retornos saludables.
Incluso el gasto público deficitario -durante mucho tiempo el flagelo de África- parece positivamente insignificante comparado con las deudas masivas que afrontan Estados Unidos y algunos países europeos. La nueva Administración Obama está proponiendo planes de gasto factibles de crear un déficit récord en Estados Unidos de más de un billón de dólares, y esto sumado al déficit récord de la saliente administración Bush.
Y aún así hay buenas razones para creer que es sólo una cuestión de tiempo antes de que África y sus pueblos experimenten los efectos nocivos de la crisis global. Desde Ghana hasta Kenia, los gobiernos cada vez tienen más dificultades para recaudar dinero destinado a proyectos de infraestructura y para vender deuda oficial.
La inversión extranjera en el África subsahariana, que alcanzó niveles récord en los últimos años, se está retrayendo, lo cual es una prueba de la cautela de los inversores, no de una falta de optimismo subyacente en la región. Y las exportaciones de materias primas a China, India, Europa y Estados Unidos -un factor clave en el reciente impulso del crecimiento de África-pueden sufrir simplemente porque la desaceleración global implica menos consumo en todas partes.
Todos estos factores sugieren que una crisis financiera africana es posible. Las inversiones en acciones populares, como de Safaricom, ya se están comercializando a niveles inesperadamente bajos. Si los precios de los bienes raíces cayeran drásticamente, podría producirse una reacción en cadena, que afectaría a inversores grandes y pequeños por igual, y que con el tiempo les causaría un vasto sufrimiento a los africanos corrientes.
Incluso si se asumiera una estabilidad en los precios de los bienes raíces, la crisis global con certeza causará una caída de las remesas por parte de los africanos que tienen buenos empleos en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Oriente Medio.
Ya se estima que las remesas están decayendo, cosa que tiene sentido: los inmigrantes en los países ricos se ven y se verán desproporcionadamente afectados por la menor actividad económica. La inmigración en sí misma puede incluso desacelerarse drásticamente, según la extensión y profundidad de la crisis económica. Una menor cantidad de africanos trabajando en países ricos se traducirá automáticamente en una menor cantidad de dinero circulando en los países africanos.
No obstante, la caída de las remesas tiene dos lecturas. Durante mucho tiempo, las remesas alimentaron la inflación en muchas partes de África. A un médico ugandés que trabaja en Noruega, por ejemplo, le importa poco lo que cuesta una cerveza en Kampala. También está dispuesto - y puede hacerlo-a pagar más que un médico local por los servicios y, por supuesto, por una casa en Uganda. Una disminución de las remesas que envían a Uganda podría significar una menor actividad económica o simplemente precios más bajos.
O se logra controlar la crisis financiera en Estados Unidos, que incubó la crisis global, o amenazará con mutar en una nueva forma más virulenta que podría destruir no sólo la economía bursátil e inversora de Estados Unidos, sino también su economía real de bienes y servicios. El presidente Barack Obama, que actúa como si el segundo escenario pareciera posible, está apostando a un gasto gubernamental de gran escala para impulsar la economía real. Si su Administración tiene éxito, las posibilidades de que Áfricase mantenga relativamente a salvo aumentarán.
Sin embargo, aunque Obama fallara, los africanos deberían escapar de la peor de las crisis globales, por buenas y por malas razones. Las buenas razones tienen que ver con la confianza en sí mismos de los africanos y una creciente conciencia entre los académicos y los estrategas políticos de que el comercio dentro de la región - especialmente entre el África urbana y el África rural-en definitiva redundará en enormes beneficios.
Otro factor que juega a favor de África es la baja dependencia de sus empresas privadas y de sus consumidores del dinero prestado. La gente tiende a pagar en efectivo por los bienes y servicios, por más costosos que sean. En Estados Unidos, los préstamos para coches y viviendas - préstamos que hoy no se están devolviendo -son el principal factor detrás de la crisis financiera. En África, muy poca gente pide dinero prestado para este tipo de compras.
La economía africana basada en el dinero efectivo en el pasado limitó el desarrollo. Después de todo, al permitirle a la gente gastar más de lo que tiene, el dinero prestado puede estimular el crecimiento. Pero hoy, las prácticas de África de pagar en el momento son una defensa poderosa contra el contagio financiero.
Otra manera de mirar la paradójica posición económica de África es admitir que la marginalización histórica de la región dentro del sistema financiero internacional -tan costosa en tiempos de abundancia global-está demostrando ser un beneficio inesperado cuando los más ricos del mundo están padeciendo una enfermedad terminal.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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