Por Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (LA VANGUARDIA, 12/04/09):
La carrera de armamentos está intrínsecamente ligada a la guerra fría. Pero paradójicamente nunca ha sido tan intensa como hoy en día. Ya no existe amenaza soviética con sus miles de armas nucleares apuntando hacia EE. UU., ni aviones de combate, tanques y millones de soldados dispuestos a invadir la Europa Occidental. Pero, tras el corto periodo que siguió a la caída del muro de Berlín, con la reducción de gastos militares y los debates sobre los dividendos de la paz, se ha reemprendido la carrera de armamentos. Y ello puede parecer irracional. Por ejemplo, no se puede comparar Al Qaeda con el gigantesco poderío militar soviético. Si algo demostró el 11-S es que no se pueden comparar amenazas asimétricas, como son por definición los atentados terroristas, con el desarrollo de los efectivos militares. Pero la carrera de armamentos es irracional por naturaleza.
Desde el 2001 los gastos militares mundiales no han dejado de crecer. En la actualidad corresponden aproximadamente a 1.350 millardos de dólares, de los que la mitad corresponde a Estados Unidos. Este incremento de gastos militares americanos va estrechamente ligado a las guerras en Iraq y Afganistán. Sus gastos en materia de defensa han aumentado hasta un 65% durante el último decenio.
Empujados por la OTAN a modernizar sus ejércitos, los países de la Europa del Este que viven siempre con el temor a Rusia han aumentado sus gastos de defensa en un 162%.
China acaba de anunciar un incremento de su presupuesto de defensa del 15% para los próximos años. En el 2008 esta cifra fue del 17%. Este aumento es constante desde hace diez años. Washington ha criticado este desarrollo militar chino denunciando una nueva carrera de armamentos. Viniendo de su parte puede parecer irónico. En efecto, incluso con este nuevo presupuesto, los gastos militares chinos, que alcanzan los 60.000 millones de dólares, suponen poco más que el 10% del presupuesto americano y son equivalentes a los de Japón. Si verdaderamente hay una competición, es entre China y Japón y no entre China y EE. UU., yendo estos claramente en cabeza. Por otra parte, Pekín declara que su desarrollo militar se destina a impedir un potencial gesto de Taiwán de cara a su independencia.
América Latina no escapa tampoco a este fenómeno del incremento de gastos militares. La Venezuela de Hugo Chávez ha aumentado su presupuesto militar en un 46% estos últimos años. Pero, con menos de 2.000 millones de dólares, está lejos de ser una amenaza para Washington, contrariamente a lo que dijo Bush. El presupuesto más importante de la región es el de Brasil, con 13.000 millones de dólares.
Con el aumento de la presencia americana en Afganistán no cabe esperar un descenso inminente de los gastos militares mundiales. Pero hay un rayo de esperanza en lo relativo a las armas nucleares.
Históricamente el control de las armas se refiere sobre todo a los arsenales nucleares y no a las armas convencionales. Tras la guerra fría, el arsenal nuclear de cada una de las dos potencias había alcanzado las 50.000 armas, de las que la mitad estaban desplegadas. En la locura de la implosión del imperio soviético, Moscú y Washington decidieron pasar de la limitación de armas estratégicas (fijar un límite al aumento exponencial) a su reducción (desmantelamiento parcial de sus arsenales, así como las negociaciones Start tomaron el relevo a las SALT). En 1993 el tratado Start fijó en 3.500 el tope de armas nucleares desplegadas por cada uno de los dos países. Pero desde entonces no hubo ningún progreso. Al contrario, Bush incluso quiso retirarse del tratado SALT 1, firmado en 1972 y que había resistido todas las crisis de la guerra fría, porque le impedía desplegar los misiles de defensa que Washington quería instalar en Chequia y en Polonia, lo que provocó la cólera de Moscú.
Pero Obama parece dispuesto a privilegiar un nuevo acercamiento racional de las armas nucleares y a anular el despliegue de misiles defensivos, lo que hubiera llevado a un nuevo despliegue de cohetes rusos en Kaliningrado. Su objetivo es mejorar las relaciones con Rusia para economizar dinero de los gastos militares y enviar un mensaje positivo al resto del mundo. Pretende fijar en mil el techo de armas nucleares de los arsenales americano y ruso.
Por otra parte, el desarme nuclear presenta en sí mismo un interés estratégico para EE. UU. Siguen siendo la primera y más importante potencia nuclear. Pero cuando se trata de armas nucleares el criterio numérico no es siempre el mejor. Una pequeña cantidad de armas puede ser suficiente para disuadir a otro país. Durante la guerra fría, Francia, con sus 200 armas nucleares, fue considerada un elemento que ejercía un efecto disuasorio hacia la URSS, que tenía 13.000 ojivas nucleares. Era la disuasión del débil respecto al fuerte. Las armas nucleares están consideradas reductoras de las desigualdades estratégicas. Por ello, la primera superpotencia mundial en términos de armas convencionales puede estar tentada de apuntar a un desarme nuclear. Algunos consejeros de Obama incluso desean una opción cero: un mundo sin ningún arma nuclear. Pero para llegar a ello todavía habrá que recorrer un largo camino.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
La carrera de armamentos está intrínsecamente ligada a la guerra fría. Pero paradójicamente nunca ha sido tan intensa como hoy en día. Ya no existe amenaza soviética con sus miles de armas nucleares apuntando hacia EE. UU., ni aviones de combate, tanques y millones de soldados dispuestos a invadir la Europa Occidental. Pero, tras el corto periodo que siguió a la caída del muro de Berlín, con la reducción de gastos militares y los debates sobre los dividendos de la paz, se ha reemprendido la carrera de armamentos. Y ello puede parecer irracional. Por ejemplo, no se puede comparar Al Qaeda con el gigantesco poderío militar soviético. Si algo demostró el 11-S es que no se pueden comparar amenazas asimétricas, como son por definición los atentados terroristas, con el desarrollo de los efectivos militares. Pero la carrera de armamentos es irracional por naturaleza.
Desde el 2001 los gastos militares mundiales no han dejado de crecer. En la actualidad corresponden aproximadamente a 1.350 millardos de dólares, de los que la mitad corresponde a Estados Unidos. Este incremento de gastos militares americanos va estrechamente ligado a las guerras en Iraq y Afganistán. Sus gastos en materia de defensa han aumentado hasta un 65% durante el último decenio.
Empujados por la OTAN a modernizar sus ejércitos, los países de la Europa del Este que viven siempre con el temor a Rusia han aumentado sus gastos de defensa en un 162%.
China acaba de anunciar un incremento de su presupuesto de defensa del 15% para los próximos años. En el 2008 esta cifra fue del 17%. Este aumento es constante desde hace diez años. Washington ha criticado este desarrollo militar chino denunciando una nueva carrera de armamentos. Viniendo de su parte puede parecer irónico. En efecto, incluso con este nuevo presupuesto, los gastos militares chinos, que alcanzan los 60.000 millones de dólares, suponen poco más que el 10% del presupuesto americano y son equivalentes a los de Japón. Si verdaderamente hay una competición, es entre China y Japón y no entre China y EE. UU., yendo estos claramente en cabeza. Por otra parte, Pekín declara que su desarrollo militar se destina a impedir un potencial gesto de Taiwán de cara a su independencia.
América Latina no escapa tampoco a este fenómeno del incremento de gastos militares. La Venezuela de Hugo Chávez ha aumentado su presupuesto militar en un 46% estos últimos años. Pero, con menos de 2.000 millones de dólares, está lejos de ser una amenaza para Washington, contrariamente a lo que dijo Bush. El presupuesto más importante de la región es el de Brasil, con 13.000 millones de dólares.
Con el aumento de la presencia americana en Afganistán no cabe esperar un descenso inminente de los gastos militares mundiales. Pero hay un rayo de esperanza en lo relativo a las armas nucleares.
Históricamente el control de las armas se refiere sobre todo a los arsenales nucleares y no a las armas convencionales. Tras la guerra fría, el arsenal nuclear de cada una de las dos potencias había alcanzado las 50.000 armas, de las que la mitad estaban desplegadas. En la locura de la implosión del imperio soviético, Moscú y Washington decidieron pasar de la limitación de armas estratégicas (fijar un límite al aumento exponencial) a su reducción (desmantelamiento parcial de sus arsenales, así como las negociaciones Start tomaron el relevo a las SALT). En 1993 el tratado Start fijó en 3.500 el tope de armas nucleares desplegadas por cada uno de los dos países. Pero desde entonces no hubo ningún progreso. Al contrario, Bush incluso quiso retirarse del tratado SALT 1, firmado en 1972 y que había resistido todas las crisis de la guerra fría, porque le impedía desplegar los misiles de defensa que Washington quería instalar en Chequia y en Polonia, lo que provocó la cólera de Moscú.
Pero Obama parece dispuesto a privilegiar un nuevo acercamiento racional de las armas nucleares y a anular el despliegue de misiles defensivos, lo que hubiera llevado a un nuevo despliegue de cohetes rusos en Kaliningrado. Su objetivo es mejorar las relaciones con Rusia para economizar dinero de los gastos militares y enviar un mensaje positivo al resto del mundo. Pretende fijar en mil el techo de armas nucleares de los arsenales americano y ruso.
Por otra parte, el desarme nuclear presenta en sí mismo un interés estratégico para EE. UU. Siguen siendo la primera y más importante potencia nuclear. Pero cuando se trata de armas nucleares el criterio numérico no es siempre el mejor. Una pequeña cantidad de armas puede ser suficiente para disuadir a otro país. Durante la guerra fría, Francia, con sus 200 armas nucleares, fue considerada un elemento que ejercía un efecto disuasorio hacia la URSS, que tenía 13.000 ojivas nucleares. Era la disuasión del débil respecto al fuerte. Las armas nucleares están consideradas reductoras de las desigualdades estratégicas. Por ello, la primera superpotencia mundial en términos de armas convencionales puede estar tentada de apuntar a un desarme nuclear. Algunos consejeros de Obama incluso desean una opción cero: un mundo sin ningún arma nuclear. Pero para llegar a ello todavía habrá que recorrer un largo camino.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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