domingo, abril 05, 2009

Gestionando la crisis: fortaleciendo al débil sin debilitar al fuerte

Por Alfredo Sáenz, vicepresidente segundo y consejero delegado del Banco Santander (ABC, 31/03/09):

Los líderes del G20 se reúnen esta semana en Londres para buscar un consenso sobre el camino a seguir por la economía y el sistema financiero mundial. Banco Santander aprecia los esfuerzos del G20 por buscar una respuesta global a la crisis, así como el liderazgo demostrado por Reino Unido como organizador de la Cumbre.

Creemos que es preciso adoptar medidas urgentes para hacer frente a los riesgos generados por las crisis económicas y financieras, estrechamente relacionadas.

Banco Santander no ha tenido exposición a activos tóxicos. No hemos recibido capital público ni otras ayudas durante esta crisis y hemos seguido generando un beneficio recurrente gracias a nuestro foco en banca minorista.
Entendemos la necesidad de medidas extraordinarias destinadas a reestablecer el funcionamiento del sistema financiero internacional y a restaurar la confianza. Sin embargo, estamos muy preocupados por las distorsiones a la competencia que las ayudas públicas a los bancos en distintos países pueden generar, penalizando la buena gestión llevada a cabo por los que no han requerido fondos públicos. Como ya dijera Abraham Lincoln, «No se puede fortalecer a los débiles debilitando a los fuertes».

Para evitar estas distorsiones y mantener unas mismas reglas de juego, creemos que las medidas de apoyo al sistema financiero que en su caso se acuerden de forma multilateral deben cumplir las siguientes pautas y principios:

En primer lugar, los coeficientes de capital deben calcularse de la misma manera en todos los países: las definiciones del ratio Tier 1 y core capital, así como de los activos ponderados por riesgo, deberían ser claras y consistentes. Esto es absolutamente crucial para que los inversores y el resto de agentes del mercado puedan valorar la salud y la fortaleza de las entidades, teniendo en cuenta su perfil de riesgo.

En segundo lugar, los programas de recapitalización deberían limitarse a aquellos bancos que sean viables; esto es, se debe ofrecer tratamiento paliativo, pero no «respiración asistida» de por vida. Además, los bancos sanos no deberían verse obligados a recibir capital del gobierno, tal y como se está sugiriendo en algunos países.

En tercer lugar, las aportaciones de capital público no deben aumentar los coeficientes de solvencia a niveles superiores de los de los bancos bien gestionados (aquellos bancos comparables que no han tenido que recurrir a los fondos públicos). Las autoridades no deben tratar de aumentar los requisitos de capital de forma generalizada e indiscriminada a sus sectores bancarios.

Por otra parte, si bien apoyamos la introducción de medidas contracíclicas que aseguren que el capital o las reservas aumenten en el mejor momento del ciclo para tener margen de ajuste en los momentos menos buenos, su aplicación debe ser transparente y coordinada entre países. En este sentido, la provisión genérica o anticíclica que aplicamos los bancos en España ha demostrado ser un ejemplo de éxito, despertando el interés de supervisores en todo el mundo.

En cuarto lugar, los instrumentos utilizados para realizar inyecciones de capital deben estar basados en precios de mercado, en consonancia con el perfil de riesgo de la entidad. Aquellos bancos con mayor riesgo de insolvencia deberían pagar un precio más alto por recibir apoyo público, con independencia de su país de origen.

En quinto lugar, los planes de rescate deben incluir estrategias claras de salida. La presencia de capital público debe ser temporal y su coste debe incrementarse con el tiempo para así incentivar una salida rápida.

Por último, para mantener la disciplina de mercado y evitar un exceso de riesgo moral, los accionistas de las instituciones que reciben ayudas públicas deben compartir las pérdidas a través de la dilución o la no distribución de dividendos.

Como banco global con sede en España, un país cuyo sistema financiero ha salido fortalecido tras las graves crisis bancarias de los años 80 y 90, la Dirección del Banco Santander tiene experiencia en hacer frente a reestructuraciones bancarias. En particular, reestructuramos Banesto después de que fuera intervenido por el Banco de España en 1993, aplicando esquemas muy parecidos a los que se están proponiendo hoy en distintos países. Las principales conclusiones de esta experiencia fueron:

* Las reestructuraciones inevitablemente llevarán a que se reduzca el tamaño del sistema.
* El proceso es complejo y debe ser liderado por gestores especializados.
* Los activos deteriorados deben valorarse a un precio razonable, que permita que se alineen los intereses de los contribuyentes y los incentivos a los bancos afectados para que saquen de sus balances los «activos malos».
* Accionistas y contribuyentes compartirán las potenciales pérdidas y ganancias que se produzcan por la gestión de estos activos deteriorados.
* La valoración inicial de estos activos malos es una decisión política que siempre despertará controversia, pero que debe adoptarse con rapidez.

Revisar el marco actual de supervisión también es un elemento clave para evitar en el futuro crisis como ésta. Desde Banco Santander apoyamos una mayor cooperación y convergencia internacional de las prácticas supervisoras. Creemos que el planteamiento del Informe De Larosi_re, que establece el marco para una nueva arquitectura supervisora en la Unión Europea, es el correcto: la solución no pasa por una mayor regulación, sino por una mejor supervisión y una correcta aplicación de la ya existente.

Defendemos que la supervisión micro-prudencial (el seguimiento permanente de cada entidad) debe permanecer a nivel nacional. La crisis ha demostrado la importancia de un conocimiento más cercano y profundo de las entidades supervisadas. Además, no es fácil transferir la experiencia de supervisores como el Banco de España a organismos nuevos que centralicen esta supervisión a nivel europeo. En el caso de los bancos transfronterizos, los colegios de supervisores deberán permitir la convergencia y cooperación en las prácticas supervisoras. Es muy importante que los colegios funcionen de la forma más ágil posible, por lo que deberían participar en el colegio de forma general sólo los supervisores más relevantes para cada entidad.

En todo caso, cuestionamos las propuestas que pretenden limitar el tamaño de los bancos o su ámbito de actividad. El tamaño no es un problema; lo que determina la solvencia de un banco y su capacidad de afrontar una crisis es su modelo de negocio y su estructura. Por ejemplo, el tamaño ha proporcionado a Banco Santander economías de escala, diversificación del riesgo y una cartera de negocios equilibrada entre mercados emergentes y maduros. Todo ello ayuda a afrontar la crisis desde una posición mucho más sólida.

El buen funcionamiento del mercado financiero internacional no volverá hasta que se aclare la solvencia del sistema. Para ello, debe ser prioridad recapitalizar a las entidades que lo necesiten lo antes posible. El G20 es una magnífica oportunidad para acordar medidas globales que permitan salir de esta crisis con bases más firmes.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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