La respuesta está en el fenómeno psicológico conocido como pareidolia. Con este nombre se conoce el hecho de percibir como algo reconocible una forma inicialmente sin ningún tipo de patrón. En este caso hemos utilizado una nube, pero bien valdría una mancha en una pared, una sombra…
Y es que cuando percibimos algo, no sólo lo hacemos objetivamente a través de los ojos/oídos, sino que nuestro cerebro lo intenta clasificar. De esta forma, inconscientemente estamos creando patrones que nos permitan identificar aquello que observamos, y darles un sentido.
De hecho, se piensa que esta característica del ser humano no es más que una ventaja evolutiva, adquirida para una correcta supervivencia.
Imaginemos una hipotética situación donde una persona (o al menos un proyecto de ésta) camina por un bosque, cuando de repente oye un ruido. Gira la cabeza, y entre toda la maleza verde, ve una mancha amarilla. Saldrá corriendo al pensar que es un tigre, pero en realidad no deja de ser una pera.
Como vemos, nuestro cerebro ha evolucionado de forma que a veces prefiere engañarse para así mantenernos a salvo de los peligros.
Pero está claro que hay un componente cultural que se ha visto fuertemente influenciado por este “defecto” psicológico, y es la visión de todo tipo de personajes y entes extraños. Son el caso de los OVNI, bigfoots, Jesucristos varios, o caras famosas en explosiones, paredes, fotografías… ¡incluso en tostadas!
Y es que el ser humano, si por algo se caracteriza, es por ser creativo.
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