Por Christopher Boone
Eso pretende ahora el ejército estadounidense, que ha creado un comité para evaluar el potencial militar de la neurociencia. ¿Acaso no era de esperar?
Y es que ayer se publicó un artículo creado por el Departamento de Defensa bajo el título “Neurociencia Cognitiva Emergente y Tecnologías Relacionadas”, en el que se trataban todas aquellas tecnologías que potencialmente podían ser útiles, y también problemáticas.
Los principales campos de estudio fueron cuatro:
Lectura mental. El desarrollo de modelos psicológicos e imágenes neurológicas está haciendo posible observar si una persona está mintiendo.
Aún así, esta ciencia está en sus inicios, y hay problemas para poder realizar un estudio correcto. Estos lectores de mentes permitirían a los estadounidenses interrogar a enemigos capturados, o a “presuntos terroristas”, labor en la que suelen mostrarse de lo más exhaustivos.
Aumento cognitivo. Cuando los soldados se encuentren en plena guerra, sería importante conseguir drogas que los mantuvieran despiertos y alerta durante días, y porqué no, con un deseo de luchar intacto.
Además, se plantea la posibilidad de una mejora tan significativa en el diseño de drogas que permita dar fuerzas casi sobrehumanas a quien las tome. De la misma forma, si se puede llegar a crear una droga que incremente una habilidad, también se plantearía diseñar la opción contraria, para destruir habilidades físicas o mentales.
Control mental. Y entonces viene la gran pregunta que se hacen los militares: Si podemos alterar el cerebro, ¿porqué no controlarlo?
La motivación será básica en los estudios en este campo. Por un lado, que los soldados estadounidenses tengan deseo de luchar. Y por el otro, que los enemigos pierdan toda su motivación. Pero la intención no se queda aquí.
Hay ideas peores, aunque parezca mentira. Otras opciones que se plantean son: ¿Cómo hacer que la gente nos crea más? ¿Y si podemos eliminar la ira o el miedo? ¿Podríamos hacer que el enemigo nos obedeciera?
Conexión cerebro-máquina. Por último, será importante conseguir controlar sistemas robóticos (ya se puede mediante movimientos visuales, por ejemplo). Sería posible trabajar con prótesis sensoriales, asistentes robóticos que harían nuestro trabajo a distancia…
Un futuro inquietante, sin duda.
Eso pretende ahora el ejército estadounidense, que ha creado un comité para evaluar el potencial militar de la neurociencia. ¿Acaso no era de esperar?
Y es que ayer se publicó un artículo creado por el Departamento de Defensa bajo el título “Neurociencia Cognitiva Emergente y Tecnologías Relacionadas”, en el que se trataban todas aquellas tecnologías que potencialmente podían ser útiles, y también problemáticas.
Los principales campos de estudio fueron cuatro:
Lectura mental. El desarrollo de modelos psicológicos e imágenes neurológicas está haciendo posible observar si una persona está mintiendo.
Aún así, esta ciencia está en sus inicios, y hay problemas para poder realizar un estudio correcto. Estos lectores de mentes permitirían a los estadounidenses interrogar a enemigos capturados, o a “presuntos terroristas”, labor en la que suelen mostrarse de lo más exhaustivos.
Aumento cognitivo. Cuando los soldados se encuentren en plena guerra, sería importante conseguir drogas que los mantuvieran despiertos y alerta durante días, y porqué no, con un deseo de luchar intacto.
Además, se plantea la posibilidad de una mejora tan significativa en el diseño de drogas que permita dar fuerzas casi sobrehumanas a quien las tome. De la misma forma, si se puede llegar a crear una droga que incremente una habilidad, también se plantearía diseñar la opción contraria, para destruir habilidades físicas o mentales.
Control mental. Y entonces viene la gran pregunta que se hacen los militares: Si podemos alterar el cerebro, ¿porqué no controlarlo?
La motivación será básica en los estudios en este campo. Por un lado, que los soldados estadounidenses tengan deseo de luchar. Y por el otro, que los enemigos pierdan toda su motivación. Pero la intención no se queda aquí.
Hay ideas peores, aunque parezca mentira. Otras opciones que se plantean son: ¿Cómo hacer que la gente nos crea más? ¿Y si podemos eliminar la ira o el miedo? ¿Podríamos hacer que el enemigo nos obedeciera?
Conexión cerebro-máquina. Por último, será importante conseguir controlar sistemas robóticos (ya se puede mediante movimientos visuales, por ejemplo). Sería posible trabajar con prótesis sensoriales, asistentes robóticos que harían nuestro trabajo a distancia…
Un futuro inquietante, sin duda.
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