Por Enric Colet, profesor de ESADE (EL PERIÓDICO, 29/09/08):
Vaya por delante que quien escribe es partidario de la liberalización y la privatización de los servicios de las administraciones cuando el mercado puede satisfacer mejor el bien común. Pero la verdad es que no logro comprender qué mejora del bien común se está persiguiendo con el actual sistema eléctrico.
Coincido con la ley en que el objetivo del sistema es mejorar la calidad del servicio a particulares y a empresas al precio más bajo posible, siempre respetando el medio ambiente.
Sin embargo, algo falla cuando hace ya años que los particulares pueden acogerse a contratar su suministro en el mercado libre y los consumidores no se mueven. Y, además, cuanto más liberalizado está el mercado, más cara es la electricidad; dicen que por los precios del petróleo y el gas, cosa difícil de entender cuando la mayoría de nuestra electricidad no viene de esas fuentes.
Creo que el origen del problema se halla en el fantasioso modelo de liberalización que se da especialmente en España. En la liberalización, hay elementos razonables y otros que no lo son.
ES RAZONABLE entender que el sector tiene tres actividades conceptualmente separables: la generación, la distribución y la comercialización. Con una particularidad: que la electricidad, hoy por hoy, puede almacenarse y en todo momento ha de coincidir lo que se produce y lo que se consume, y esto para cada red exige una gestión centralizada. También es razonable admitir que la distribución es un monopolio natural y que con una red que funcione hay suficiente.
Pero hay aspectos francamente curiosos. Uno es pensar que la generación es un mercado cercano a la libre competencia y tratarlo así. Si observamos el funcionamiento del mercado, vemos que se rige por una ley de la oferta y la demanda en la que el precio para cada hora se fija en función del precio del último generador conectado, que, por cierto, siempre es el coste máximo en funcionamiento y no el coste medio.
Pero, sinceramente, pretender que este mercado es de competencia tirando a perfecta es una fantasía de récord Guinness por varios motivos. Primero, porque ninguna empresa puede instalar libremente ninguna planta de generación, sino que siempre necesita permisos de la Administración y complicidades del sistema político. ¿O es que se puede abrir libremente una central nuclear o hidráulica? Segundo, porque el número de empresas en el mercado es muy bajo en un país como España para poder evitar prácticas de oligopolio; se trata casi de un oligopolio natural. Tercero, para que el sistema funcione, tiene que haber generadores inactivos que puedan ponerse en marcha cuando la demanda crezca, aunque sea puntualmente, si queremos evitar el apagón. Y, finalmente, porque la Administración interfiere el mercado con regulaciones para favorecer, por causas legítimas, un tipo de generación sobre otros. ¿Alguien cree que un mercado así puede ser de competencia perfecta o algo parecido?
Si vamos a la comercialización y excluimos a los clientes que pueden negociar, nos encontramos con millones de clientes, particulares y pymes, que no tienen una capacidad real de negociación. Si a ello añadimos que las empresas que detentan el monopolio de la distribución minorista (Endesa, Iberdrola, etcétera), y tienen, además, toda la cartera de clientes, pueden competir libremente en la comercialización, ya tenemos montado el dilema del prisionero en el que viven los clientes: ¿abandono al distribuidor monopolista por un descuento?, ¿qué pasará cuando haya una avería?, ¿si abandono al distribuidor, harán la guerra comercial utilizando mi servicio como arma arrojadiza? Al final, las decisiones del consumidor y del empresario son lógicas y prefieren el sistema regulado. La libertad sirve cuando la puedes ejercer. Por tanto, tampoco parece que las reglas actuales permitan mucha libertad de mercado.
LA DISTRIBUCIÓN, en su división mayorista y minorista, con libertad de transporte por terceros, a pesar de las limitaciones, parece que es lo que está mejor regulado. Curiosamente, los mayores resultados de las eléctricas se han centrado en la generación.
Si a todo ello unimos el espectáculo de las compras de eléctricas con rifirrafe político incorporado y el triste papel del regulador, ya tenemos montado el Corral de la Pacheca. Queríamos un mercado libre y al final tenemos un corral de comedia, del que el cliente huye como si fuese un corralito.
Es posible que este modelo pueda funcionar en otros países, como los anglosajones, con tradiciones políticas y administrativas distintas, aunque no puede olvidarse el fiasco de California. También puede que funcione en un mercado mayor, con empresas relativamente más pequeñas y donde sean difíciles los oligopolios. También cabe liberalizar la comercialización eliminando la competencia desigual de los distribuidores. Pero, tal como está montado en nuestro país, no creo que funcione.
Lo mejor es que devuelvan el cabestro a los corrales y evitemos el lamentable espectáculo que se nos viene encima. La liberalización del sector eléctrico necesita un modelo más realista para España, y seguramente también para Europa.
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