Por ÁNGELES ESPINOSA - Teherán - (ElPais.com, 01/04/2009)
El esperado encuentro entre Irán y Estados Unidos en La Haya, ayer, constituye un gesto más allá de lo diplomático. Después de 30 años de rivalidad paranoica, la República Islámica parece señalar que recoge el guante lanzado por el presidente Barack Obama para "superar las viejas diferencias". La conversación entre el viceministro de Exteriores iraní, Mohamed Medhi Akhunzadeh, y el representante especial estadounidense para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, tal vez no fuera "de peso", pero ha roto un tabú.
Así lo prueba el interés de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, en anunciar que Holbrooke "había mantenido un intercambio breve y cordial con el jefe de la delegación iraní". Altos funcionarios de ambos países ya se habían visto cara a cara antes. La coincidencia en Sharm el Sheij (Egipto), en mayo de 2007, entre Condoleezza Rice y el jefe de la diplomacia iraní, Manuchehr Mottaki, suscitó una gran expectación. Pero el intercambio de cortesías no fue más allá.
Ahora el clima es diferente. El enviado iraní ha expresado en La Haya (Holanda) la disposición de su país a participar en los planes para combatir el tráfico de drogas y ayudar a la reconstrucción de Afganistán, dos aspectos en los que los intereses de Teherán y Washington coinciden. No obstante, Akhunzadeh también reiteró las críticas a la presencia de las tropas extranjeras.
En realidad, no es tanto Irán como Estados Unidos quien ha cambiado de actitud al reconocer, por fin, que los vecinos de Afganistán tienen que participar en la estabilización de ese país. Si se deja a un lado la retórica bombástica del actual presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, que tanto daño ha hecho a la imagen exterior de su país, la República Islámica ha mantenido una actitud constructiva hacia el problema afgano.
La semana pasada produjo expectación el anuncio de que un diplomático iraní había visitado el cuartel general de la OTAN, por primera vez desde la revolución islámica de 1979. Se trató de un contacto informal sobre el país asiático. Sin embargo, ya en octubre de 2004 este diario informó de la cooperación que Irán había prestado a ese organismo permitiendo el aterrizaje de uno de sus aviones con material electoral para los refugiados afganos.
Como ayer recordó el viceministro Akhunzadeh, Irán acogió a tres millones de afganos durante la guerra civil, de los cuales cerca de un millón aún no han regresado a su país.
Más allá de su rivalidad ideológica con los talibanes, Irán siempre ha mantenido lazos con las comunidades chiíes e iranohablantes de Afganistán. Debido a esos vínculos, Teherán formó parte desde el principio del grupo de trabajo para Afganistán que la ONU estableció en el año 2000. Un año más tarde, cuando a raíz de los atentados del 11-S Estados Unidos buscó el apoyo internacional para su operación contra Al Qaeda, diplomáticos iraníes y norteamericanos se reunieron discretamente en Ginebra. El Gobierno de Mohamed Jatamí dio su aprobación tácita a la intervención, ofreció facilidades para el sobrevuelo de su espacio aéreo e incluso aseguró que permitiría operaciones de rescate si alguno de los aviones caía en su territorio.
La indignación de los iraníes fue mayúscula cuando, en enero de 2002, George W. Bush les incluyó en su infame eje del mal. Semejante falta de tacto dio alas a los sectores más conservadores del régimen. Sacaron a relucir una larga historia de injerencias estadounidenses desde el apoyo al golpe de Estado de 1953. El Gobierno de Washington no era de fiar. Conservadores y reformistas estuvieron de acuerdo y el recelo ha durado hasta hoy.
Tal vez por ello, nadie ha querido entusiasmarse demasiado con las buenas palabras de Obama. Cuando el líder supremo le respondió que esperaba hechos concretos, reflejaba un sentir muy generalizado, más allá de las simpatías que cada iraní tenga por su sistema de gobierno. Por la misma razón, ha viajado a La Haya un viceministro en lugar de Mottaki, como hubiera sido de esperar. Ha sido una muestra de prudencia. Nadie en Irán, y mucho menos Ahmadineyad, que el próximo junio afronta unas elecciones presidenciales, quiere volver a pillarse los dedos con Estados Unidos.
30 años de tensión con Estados Unidos
- La crisis de los rehenes. Sesenta y tres estadounidenses son secuestrados en la Embajada de EE UU en Teherán en 1979. La mayoría no serán liberados hasta 444 días después.
- Guerra Irán-Irak. Sadam Husein, apoyado por Occidente, invade Irán en 1980. La guerra dura ocho años.
- El escándalo Irán-Contra. EE UU vende armas en secreto a Irán y destina los beneficios a financiar a la Contra que lucha contra el Gobierno sandinista en Nicaragua.
- Vuelo 655 de Iran Air. Un buque de EE UU abate por error un avión civil iraní el 3 de julio de 1988. Mueren 290 personas.
- El plan nuclear. La CIA desvela en 2001 que Teherán está desarrollando un plan para hacerse con la bomba atómica.
El esperado encuentro entre Irán y Estados Unidos en La Haya, ayer, constituye un gesto más allá de lo diplomático. Después de 30 años de rivalidad paranoica, la República Islámica parece señalar que recoge el guante lanzado por el presidente Barack Obama para "superar las viejas diferencias". La conversación entre el viceministro de Exteriores iraní, Mohamed Medhi Akhunzadeh, y el representante especial estadounidense para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke, tal vez no fuera "de peso", pero ha roto un tabú.
Así lo prueba el interés de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, en anunciar que Holbrooke "había mantenido un intercambio breve y cordial con el jefe de la delegación iraní". Altos funcionarios de ambos países ya se habían visto cara a cara antes. La coincidencia en Sharm el Sheij (Egipto), en mayo de 2007, entre Condoleezza Rice y el jefe de la diplomacia iraní, Manuchehr Mottaki, suscitó una gran expectación. Pero el intercambio de cortesías no fue más allá.
Ahora el clima es diferente. El enviado iraní ha expresado en La Haya (Holanda) la disposición de su país a participar en los planes para combatir el tráfico de drogas y ayudar a la reconstrucción de Afganistán, dos aspectos en los que los intereses de Teherán y Washington coinciden. No obstante, Akhunzadeh también reiteró las críticas a la presencia de las tropas extranjeras.
En realidad, no es tanto Irán como Estados Unidos quien ha cambiado de actitud al reconocer, por fin, que los vecinos de Afganistán tienen que participar en la estabilización de ese país. Si se deja a un lado la retórica bombástica del actual presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, que tanto daño ha hecho a la imagen exterior de su país, la República Islámica ha mantenido una actitud constructiva hacia el problema afgano.
La semana pasada produjo expectación el anuncio de que un diplomático iraní había visitado el cuartel general de la OTAN, por primera vez desde la revolución islámica de 1979. Se trató de un contacto informal sobre el país asiático. Sin embargo, ya en octubre de 2004 este diario informó de la cooperación que Irán había prestado a ese organismo permitiendo el aterrizaje de uno de sus aviones con material electoral para los refugiados afganos.
Como ayer recordó el viceministro Akhunzadeh, Irán acogió a tres millones de afganos durante la guerra civil, de los cuales cerca de un millón aún no han regresado a su país.
Más allá de su rivalidad ideológica con los talibanes, Irán siempre ha mantenido lazos con las comunidades chiíes e iranohablantes de Afganistán. Debido a esos vínculos, Teherán formó parte desde el principio del grupo de trabajo para Afganistán que la ONU estableció en el año 2000. Un año más tarde, cuando a raíz de los atentados del 11-S Estados Unidos buscó el apoyo internacional para su operación contra Al Qaeda, diplomáticos iraníes y norteamericanos se reunieron discretamente en Ginebra. El Gobierno de Mohamed Jatamí dio su aprobación tácita a la intervención, ofreció facilidades para el sobrevuelo de su espacio aéreo e incluso aseguró que permitiría operaciones de rescate si alguno de los aviones caía en su territorio.
La indignación de los iraníes fue mayúscula cuando, en enero de 2002, George W. Bush les incluyó en su infame eje del mal. Semejante falta de tacto dio alas a los sectores más conservadores del régimen. Sacaron a relucir una larga historia de injerencias estadounidenses desde el apoyo al golpe de Estado de 1953. El Gobierno de Washington no era de fiar. Conservadores y reformistas estuvieron de acuerdo y el recelo ha durado hasta hoy.
Tal vez por ello, nadie ha querido entusiasmarse demasiado con las buenas palabras de Obama. Cuando el líder supremo le respondió que esperaba hechos concretos, reflejaba un sentir muy generalizado, más allá de las simpatías que cada iraní tenga por su sistema de gobierno. Por la misma razón, ha viajado a La Haya un viceministro en lugar de Mottaki, como hubiera sido de esperar. Ha sido una muestra de prudencia. Nadie en Irán, y mucho menos Ahmadineyad, que el próximo junio afronta unas elecciones presidenciales, quiere volver a pillarse los dedos con Estados Unidos.
30 años de tensión con Estados Unidos
- La crisis de los rehenes. Sesenta y tres estadounidenses son secuestrados en la Embajada de EE UU en Teherán en 1979. La mayoría no serán liberados hasta 444 días después.
- Guerra Irán-Irak. Sadam Husein, apoyado por Occidente, invade Irán en 1980. La guerra dura ocho años.
- El escándalo Irán-Contra. EE UU vende armas en secreto a Irán y destina los beneficios a financiar a la Contra que lucha contra el Gobierno sandinista en Nicaragua.
- Vuelo 655 de Iran Air. Un buque de EE UU abate por error un avión civil iraní el 3 de julio de 1988. Mueren 290 personas.
- El plan nuclear. La CIA desvela en 2001 que Teherán está desarrollando un plan para hacerse con la bomba atómica.