Por Chris Patten, ex comisario europeo de Exteriores y copresidente del Consejo de International Crisis Group (EL MUNDO, 25/03/09):
Ojalá pudiéramos decir que, transcurrida una década y media en la que ha sido una carga para la comunidad internacional, Bosnia Herzegovina está preparada para dejar de lado su condición de protectorado y salir adelante como estado a pleno funcionamiento y con buena salud. Desgraciadamente no es así. De hecho, el mismísimo Acuerdo de Paz de Dayton de 1995, que puso fin a la guerra de Bosnia, está en estos momentos en peligro. Aquel pacto fundó un estado con dos entidades, la Republika Srpska [República Serbia de Bosnia], bajo control de los serbios, y la Federación de Bosnia y Herzegovina, bajo dominio de los bosnios y los croatas. Sin embargo, si bien el acuerdo de Dayton puso fin al conflicto armado, no terminó con la profunda animosidad entre las partes. Hoy en día, hay grandes tensiones y la estabilidad se está deteriorando.El estado bosnio es débil y sus dirigentes están demasiado enfrentados y divididos como para hacerse cargo de la situación.
Los avances hacia la adhesión a la Unión Europea se han atascado.El Consejo de Aplicación de la Paz, el organismo internacional que supervisa la ejecución del acuerdo de Dayton, planteó en el 2008 una serie de requisitos para poner fin al protectorado.Estas exigencias no son onerosas y sí necesarias, aunque no suficientes, para que el Estado funcione sin la actual supervisión internacional.La mayor parte de dichas exigencias no se han cumplido. La incapacidad de los dirigentes bosnios de pactar cuestiones relativamente poco importantes demuestra que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo sobre la identidad fundamental de Bosnia y su futuro.
Hay algunas razones para confiar en que se realice algún progreso a corto plazo. En noviembre del 2008, los dirigentes de los tres partidos políticos más importantes de Bosnia anunciaron que habían alcanzado lo que denominaron un compromiso histórico. Este compromiso ha derivado en negociaciones sobre los cuatro criterios pendientes para poner fin al protectorado y las condiciones que debe cumplir para su integración en la UE.
Este esfuerzo representa, con mucho, el intento más serio y esperanzador acometido en muchos años para salir de la parálisis que atenaza al país. Sin embargo, todavía está lejos de concretarse en algo sólido. Después de más de cuatro meses de negociaciones, sólo una de las condiciones pendientes tiene probabilidades de resolverse pronto, mientras que las otras continúan en punto muerto. Las conversaciones sobre las reformas necesarias parecen haberse malogrado por completo. ¿Por qué resulta tan difícil que los dirigentes bosnios se pongan de acuerdo en algo? El problema no está en los odios raciales; radica en que ninguna de las comunidades nacionales está realmente contenta con los compromisos de Dayton.Todas ellas albergan todavía la esperanza de que conseguirán inclinar a su gusto el apoyo internacional. Para los bosnios, eso significa reducir de forma drástica la autonomía de la Republika Srpska o hacerla desaparecer del todo. Los croatas no han renunciado a crear una tercera entidad territorial que quedaría bajo dominio suyo. Por su parte, los serbios aspiran todavía a la independencia.Aunque cualquiera de estas salidas fuera deseable, no podría conseguirse sin enfrentamiento bélico. Como consecuencia, Bosnia está paralizada: se dejan sin cubrir puestos importantes, se aprueban pocas leyes y apenas resulta perceptible movimiento alguno hacia la integración en Europa.
Cuando el Consejo de Aplicación de la Paz se reúna mañana día 26 en Sarajevo para designar un nuevo Representante Supremo, debería encomendar a éste el mandato de que contribuya a deshacer este punto muerto sin deshacer el país. El Consejo debería confirmar que este Representante Supremo empleará sus poderes especiales para desbaratar cualquier intento unilateral de pasar por encima de Dayton.
El Representante debería además actuar de modo que haga que la parálisis les salga más cara a quienes la provoquen. Si los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre nombramientos o sobre legislación, por ejemplo, debería suspender sus viajes al extranjero y retirarles sus coches oficiales y los demás beneficios adicionales que van con sus cargos. En casos extremos, debería congelar sus salarios. Una decisión reciente en este sentido acabó en cinco días con una parálisis que duraba ya cuatro meses. Una vez que Bosnia cumpla las condiciones del Consejo que aún están pendientes, probablemente a finales del 2009, expirará el mandato del Representante Supremo. En ese momento, habrá de ser la Unión Europea la que asuma la responsabilidad de mantener la estabilidad en Bosnia y de hacer que el país salga adelante. Su Representante Especial en Bosnia no estará investido de los poderes extraordinarios de los que ahora goza el Representante Supremo.
Para garantizar la paz y el progreso en Bosnia una vez que ya no haya allí un Representante Supremo, lo único que Europa tiene que hacer es convencer a los bosnios de que no hay forma alguna de que unos se impongan a otros mediante la conquista del favor de los europeos. Para eso va a hacer falta algo más que unas cuantas declaraciones redactadas en términos tajantes. La Unión Europea debe garantizar los principios básicos de Dayton: que ningún grupo o entidad podrá imponer su voluntad sobre los otros.Concretamente, debería otorgar a su Representante Especial poderes para determinar si cualquiera de los partidos o un individuo está incumpliendo estos principios. Si así ocurriera, todas las puertas de las capitales de la UE deberían cerrarse al partido que los incumpla y los contactos deberían circunscribirse exclusivamente al Representante Especial. Antes de que el atractivo de Bruselas haga que los bosnios den algún paso más, deberá desvanecerse el atractivo de soluciones por separado. Una vez que los partidos acepten que no hay alternativa al compromiso, les resultará mucho más fácil hacer las reformas para su integración en la UE.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Ojalá pudiéramos decir que, transcurrida una década y media en la que ha sido una carga para la comunidad internacional, Bosnia Herzegovina está preparada para dejar de lado su condición de protectorado y salir adelante como estado a pleno funcionamiento y con buena salud. Desgraciadamente no es así. De hecho, el mismísimo Acuerdo de Paz de Dayton de 1995, que puso fin a la guerra de Bosnia, está en estos momentos en peligro. Aquel pacto fundó un estado con dos entidades, la Republika Srpska [República Serbia de Bosnia], bajo control de los serbios, y la Federación de Bosnia y Herzegovina, bajo dominio de los bosnios y los croatas. Sin embargo, si bien el acuerdo de Dayton puso fin al conflicto armado, no terminó con la profunda animosidad entre las partes. Hoy en día, hay grandes tensiones y la estabilidad se está deteriorando.El estado bosnio es débil y sus dirigentes están demasiado enfrentados y divididos como para hacerse cargo de la situación.
Los avances hacia la adhesión a la Unión Europea se han atascado.El Consejo de Aplicación de la Paz, el organismo internacional que supervisa la ejecución del acuerdo de Dayton, planteó en el 2008 una serie de requisitos para poner fin al protectorado.Estas exigencias no son onerosas y sí necesarias, aunque no suficientes, para que el Estado funcione sin la actual supervisión internacional.La mayor parte de dichas exigencias no se han cumplido. La incapacidad de los dirigentes bosnios de pactar cuestiones relativamente poco importantes demuestra que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo sobre la identidad fundamental de Bosnia y su futuro.
Hay algunas razones para confiar en que se realice algún progreso a corto plazo. En noviembre del 2008, los dirigentes de los tres partidos políticos más importantes de Bosnia anunciaron que habían alcanzado lo que denominaron un compromiso histórico. Este compromiso ha derivado en negociaciones sobre los cuatro criterios pendientes para poner fin al protectorado y las condiciones que debe cumplir para su integración en la UE.
Este esfuerzo representa, con mucho, el intento más serio y esperanzador acometido en muchos años para salir de la parálisis que atenaza al país. Sin embargo, todavía está lejos de concretarse en algo sólido. Después de más de cuatro meses de negociaciones, sólo una de las condiciones pendientes tiene probabilidades de resolverse pronto, mientras que las otras continúan en punto muerto. Las conversaciones sobre las reformas necesarias parecen haberse malogrado por completo. ¿Por qué resulta tan difícil que los dirigentes bosnios se pongan de acuerdo en algo? El problema no está en los odios raciales; radica en que ninguna de las comunidades nacionales está realmente contenta con los compromisos de Dayton.Todas ellas albergan todavía la esperanza de que conseguirán inclinar a su gusto el apoyo internacional. Para los bosnios, eso significa reducir de forma drástica la autonomía de la Republika Srpska o hacerla desaparecer del todo. Los croatas no han renunciado a crear una tercera entidad territorial que quedaría bajo dominio suyo. Por su parte, los serbios aspiran todavía a la independencia.Aunque cualquiera de estas salidas fuera deseable, no podría conseguirse sin enfrentamiento bélico. Como consecuencia, Bosnia está paralizada: se dejan sin cubrir puestos importantes, se aprueban pocas leyes y apenas resulta perceptible movimiento alguno hacia la integración en Europa.
Cuando el Consejo de Aplicación de la Paz se reúna mañana día 26 en Sarajevo para designar un nuevo Representante Supremo, debería encomendar a éste el mandato de que contribuya a deshacer este punto muerto sin deshacer el país. El Consejo debería confirmar que este Representante Supremo empleará sus poderes especiales para desbaratar cualquier intento unilateral de pasar por encima de Dayton.
El Representante debería además actuar de modo que haga que la parálisis les salga más cara a quienes la provoquen. Si los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre nombramientos o sobre legislación, por ejemplo, debería suspender sus viajes al extranjero y retirarles sus coches oficiales y los demás beneficios adicionales que van con sus cargos. En casos extremos, debería congelar sus salarios. Una decisión reciente en este sentido acabó en cinco días con una parálisis que duraba ya cuatro meses. Una vez que Bosnia cumpla las condiciones del Consejo que aún están pendientes, probablemente a finales del 2009, expirará el mandato del Representante Supremo. En ese momento, habrá de ser la Unión Europea la que asuma la responsabilidad de mantener la estabilidad en Bosnia y de hacer que el país salga adelante. Su Representante Especial en Bosnia no estará investido de los poderes extraordinarios de los que ahora goza el Representante Supremo.
Para garantizar la paz y el progreso en Bosnia una vez que ya no haya allí un Representante Supremo, lo único que Europa tiene que hacer es convencer a los bosnios de que no hay forma alguna de que unos se impongan a otros mediante la conquista del favor de los europeos. Para eso va a hacer falta algo más que unas cuantas declaraciones redactadas en términos tajantes. La Unión Europea debe garantizar los principios básicos de Dayton: que ningún grupo o entidad podrá imponer su voluntad sobre los otros.Concretamente, debería otorgar a su Representante Especial poderes para determinar si cualquiera de los partidos o un individuo está incumpliendo estos principios. Si así ocurriera, todas las puertas de las capitales de la UE deberían cerrarse al partido que los incumpla y los contactos deberían circunscribirse exclusivamente al Representante Especial. Antes de que el atractivo de Bruselas haga que los bosnios den algún paso más, deberá desvanecerse el atractivo de soluciones por separado. Una vez que los partidos acepten que no hay alternativa al compromiso, les resultará mucho más fácil hacer las reformas para su integración en la UE.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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