Por JUAN-JOSÉ FERNÁNDEZ - Miami - (ElPais.com, 30/03/2009)
Los tiempos, aunque a veces despacio, siempre cambian. Si al exilio de Miami le hubieran dicho hace pocos años que en uno de los hoteles céntricos de la ciudad se iba a celebrar una feria de comercio con Cuba nadie lo habría creído. Pero ya ha sido posible. La Cuba Trade Expo se desarrolló la semana pasada mientras media docena de los grupos anticastristas más radicales protestaban en la calle. Apenas nada. Dentro, no sólo estuvieron especialistas o empresarios interesados en abrir completamente el comercio con la isla, sino también investigadores a tiempo completo del tema cubano. Todos, navegando ya por aguas propicias.
Tras la suavización de las restricciones de los viajes y el envío de remesas a Cuba por parte de Estados Unidos, la presión no cesa. Está en marcha en el Congreso un proyecto de ley bipartidista, no sólo demócrata, para dar mayores facilidades a las exportaciones agrícolas que dejan el embargo impuesto en 1962 cada año más en entredicho, y esta misma semana se plantea otra iniciativa en el Senado que intenta abrir los viajes también a los ciudadanos estadounidenses.
"Las empresas de Estados Unidos tienen que estar listas para una apertura total del mercado, y el Gobierno debe facilitar aún más las cosas, como permitir a Cuba comprar con crédito". Ésta fue la conclusión principal de la Cuba Trade Expo. Aun con todas las cautelas por la falta de garantías en un país tan especial, empresarios y un cada vez mayor número de legisladores se sitúan todos en la misma línea. El negocio busca más negocio.
Actualmente, Estados Unidos es ya el quinto socio comercial más importante de Cuba gracias a un vericueto humanitario permitido por el presidente Bill Clinton en el año 2000: venta de alimentos, con pago al contado. Más de 700 millones de dólares de negocio en 2008, nuevo récord de hipocresía. Desde Port Everglades salen continuamente desde pollos hasta arroz, pasando por todo tipo de productos del campo de la América profunda. Cuba, supuestamente embargada, debe importar más del 80% de los alimentos que consume.
"Es una vergüenza hacer negocios con una dictadura que tiene en la cárcel a presos políticos" es el argumento esgrimido por los defensores de las medidas más duras siempre contra el régimen de La Habana. Pero la inercia económica parece imparable. Y cualquier empresario les recuerda el cinismo que se practica con China. Los negocios son los negocios, y más en los tiempos que corren, en los que cualquier resquicio de mercado puede ser una tabla de salvación. Poco importa que Cuba sea un riesgo como mal pagador cuando le dan facilidades y que a ninguno de sus vecinos turísticos les convendría un competidor abierto tan potente. No es descabellada la teoría de que al cambiarse La Habana por Las Vegas hace medio siglo y al crearse después muchos negocios turísticos en el Caribe a nadie le ha interesado realmente abrir la isla revolucionaria en todo este tiempo. Pero algo más, parece que ya sí.
Cuba, por encima de valoraciones o críticas, después de medio siglo revolucionario, se ha encastrado y tiene un puesto inamovible. De ahí las ocho últimas visitas de presidentes como apoyo a la isla o el reconocimiento de Costa Rica y El Salvador, los dos únicos países americanos que quedaban sin relaciones diplomáticas, salvo las particulares con Estados Unidos. Cuba, sin participar, será la gran protagonista de la Cumbre de las Américas en Trinidad, del 17 al 19 de abril, mientras la UE coquetea cada vez más con la isla, obviando a los disidentes, como todos. Hasta el conservador ex presidente del Gobierno español José María Aznar ha pedido el fin del embargo, sin condiciones. Lo hizo en Madrid, no en Georgetown, apenas 15 días después de que sorprendiera con la misma idea el senador republicano Richard Lugar.
Una última encuesta de la Universidad de Miami, nada sospechosa para los más conservadores, que descalificaron sondeos anteriores con resultados por primera vez a favor del levantamiento del embargo, ha dado también datos significativos del tsunami cambiante. Entre 2.500 encuestados, un 56,5% está de acuerdo con el embargo, pero sólo el 22,8% de los jóvenes. Y lo suprimiría ya un 43,5%, cuando en 2004 sólo se mostraba partidario de hacerlo un 27%. Grupos e instituciones quieren cambiar el rumbo.
El dinero manda. El reciente levantamiento de restricciones a los viajes y a las remesas de los cubanos a la isla dio un protagonismo mayor al Departamento del Tesoro que al Gobierno de Barack Obama. Antes de suavizarse las medidas anteriores de George W. Bush, se eliminaron de los presupuestos las partidas para perseguir a los infractores de las mismas. Ahorro de gastos, que no son negocio. Cuba dice que espera más cambios, pero histórica y estratégicamente no le interesa el levantamiento del embargo o la supresión de la Ley de Ajuste, que critica, pero le sirve de coartada. Le basta con negocios suficientes para mantener la Revolución en crisis endémica. Nada de contrapartidas.
Por algo Obama ya ha recibido dos cartas de protestas del exilio. Una, de ocho congresistas (entre ellos, los más conservadores de Florida) y otra, de la Fundación Cubano Americana, advirtiéndole de que al final se va a ayudar a Cuba con dinero del contribuyente sin pedir nada a cambio: ni elecciones libres, ni libertad de presos de conciencia.
Pero la carrera parece imparable. Raúl Castro ha cerrado filas con la anuencia de su hermano Fidel, aún patriarca de un negocio que atraviesa una gravísima crisis económica agravada por los huracanes de 2008. Amigos y enemigos coinciden en que el Minfar, el Ministerio de las Fuerzas Armadas dirigido siempre por Raúl, ha sido el que mejor ha funcionado en la Revolución. Ahora, trata de hacer lo mismo con todo el país. Métodos militares como medicina. Por eso se ha rodeado de sus fieles, sobre todo generales, y ha purgado a los civiles que no eran de los suyos, sino de su hermano, aunque éste no dudó en acabar de mandarlos al infierno por "indignos".
Niños cubanos piden el fin del bloqueo ante la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana- EPALos tiempos, aunque a veces despacio, siempre cambian. Si al exilio de Miami le hubieran dicho hace pocos años que en uno de los hoteles céntricos de la ciudad se iba a celebrar una feria de comercio con Cuba nadie lo habría creído. Pero ya ha sido posible. La Cuba Trade Expo se desarrolló la semana pasada mientras media docena de los grupos anticastristas más radicales protestaban en la calle. Apenas nada. Dentro, no sólo estuvieron especialistas o empresarios interesados en abrir completamente el comercio con la isla, sino también investigadores a tiempo completo del tema cubano. Todos, navegando ya por aguas propicias.
Tras la suavización de las restricciones de los viajes y el envío de remesas a Cuba por parte de Estados Unidos, la presión no cesa. Está en marcha en el Congreso un proyecto de ley bipartidista, no sólo demócrata, para dar mayores facilidades a las exportaciones agrícolas que dejan el embargo impuesto en 1962 cada año más en entredicho, y esta misma semana se plantea otra iniciativa en el Senado que intenta abrir los viajes también a los ciudadanos estadounidenses.
"Las empresas de Estados Unidos tienen que estar listas para una apertura total del mercado, y el Gobierno debe facilitar aún más las cosas, como permitir a Cuba comprar con crédito". Ésta fue la conclusión principal de la Cuba Trade Expo. Aun con todas las cautelas por la falta de garantías en un país tan especial, empresarios y un cada vez mayor número de legisladores se sitúan todos en la misma línea. El negocio busca más negocio.
Actualmente, Estados Unidos es ya el quinto socio comercial más importante de Cuba gracias a un vericueto humanitario permitido por el presidente Bill Clinton en el año 2000: venta de alimentos, con pago al contado. Más de 700 millones de dólares de negocio en 2008, nuevo récord de hipocresía. Desde Port Everglades salen continuamente desde pollos hasta arroz, pasando por todo tipo de productos del campo de la América profunda. Cuba, supuestamente embargada, debe importar más del 80% de los alimentos que consume.
"Es una vergüenza hacer negocios con una dictadura que tiene en la cárcel a presos políticos" es el argumento esgrimido por los defensores de las medidas más duras siempre contra el régimen de La Habana. Pero la inercia económica parece imparable. Y cualquier empresario les recuerda el cinismo que se practica con China. Los negocios son los negocios, y más en los tiempos que corren, en los que cualquier resquicio de mercado puede ser una tabla de salvación. Poco importa que Cuba sea un riesgo como mal pagador cuando le dan facilidades y que a ninguno de sus vecinos turísticos les convendría un competidor abierto tan potente. No es descabellada la teoría de que al cambiarse La Habana por Las Vegas hace medio siglo y al crearse después muchos negocios turísticos en el Caribe a nadie le ha interesado realmente abrir la isla revolucionaria en todo este tiempo. Pero algo más, parece que ya sí.
Cuba, por encima de valoraciones o críticas, después de medio siglo revolucionario, se ha encastrado y tiene un puesto inamovible. De ahí las ocho últimas visitas de presidentes como apoyo a la isla o el reconocimiento de Costa Rica y El Salvador, los dos únicos países americanos que quedaban sin relaciones diplomáticas, salvo las particulares con Estados Unidos. Cuba, sin participar, será la gran protagonista de la Cumbre de las Américas en Trinidad, del 17 al 19 de abril, mientras la UE coquetea cada vez más con la isla, obviando a los disidentes, como todos. Hasta el conservador ex presidente del Gobierno español José María Aznar ha pedido el fin del embargo, sin condiciones. Lo hizo en Madrid, no en Georgetown, apenas 15 días después de que sorprendiera con la misma idea el senador republicano Richard Lugar.
Una última encuesta de la Universidad de Miami, nada sospechosa para los más conservadores, que descalificaron sondeos anteriores con resultados por primera vez a favor del levantamiento del embargo, ha dado también datos significativos del tsunami cambiante. Entre 2.500 encuestados, un 56,5% está de acuerdo con el embargo, pero sólo el 22,8% de los jóvenes. Y lo suprimiría ya un 43,5%, cuando en 2004 sólo se mostraba partidario de hacerlo un 27%. Grupos e instituciones quieren cambiar el rumbo.
El dinero manda. El reciente levantamiento de restricciones a los viajes y a las remesas de los cubanos a la isla dio un protagonismo mayor al Departamento del Tesoro que al Gobierno de Barack Obama. Antes de suavizarse las medidas anteriores de George W. Bush, se eliminaron de los presupuestos las partidas para perseguir a los infractores de las mismas. Ahorro de gastos, que no son negocio. Cuba dice que espera más cambios, pero histórica y estratégicamente no le interesa el levantamiento del embargo o la supresión de la Ley de Ajuste, que critica, pero le sirve de coartada. Le basta con negocios suficientes para mantener la Revolución en crisis endémica. Nada de contrapartidas.
Por algo Obama ya ha recibido dos cartas de protestas del exilio. Una, de ocho congresistas (entre ellos, los más conservadores de Florida) y otra, de la Fundación Cubano Americana, advirtiéndole de que al final se va a ayudar a Cuba con dinero del contribuyente sin pedir nada a cambio: ni elecciones libres, ni libertad de presos de conciencia.
Pero la carrera parece imparable. Raúl Castro ha cerrado filas con la anuencia de su hermano Fidel, aún patriarca de un negocio que atraviesa una gravísima crisis económica agravada por los huracanes de 2008. Amigos y enemigos coinciden en que el Minfar, el Ministerio de las Fuerzas Armadas dirigido siempre por Raúl, ha sido el que mejor ha funcionado en la Revolución. Ahora, trata de hacer lo mismo con todo el país. Métodos militares como medicina. Por eso se ha rodeado de sus fieles, sobre todo generales, y ha purgado a los civiles que no eran de los suyos, sino de su hermano, aunque éste no dudó en acabar de mandarlos al infierno por "indignos".
"Dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada", dijo Fidel a los intelectuales en 1961. "¿Revolución? Nada de eso, chico", comenta un ex preso político. "No se atrevió a decir los Castro, los dueños de Cuba, entonces y ahora". Todo atado, además, con vistas al Sexto Congreso del Partido Comunista, previsto para el último trimestre del año.
Si alguien del exilio tenía alguna esperanza de cambio real en la isla, se fue evaporando cuando vio que Fidel no se moría el verano de 2006 y que resucitaba una y otra vez, mientras su hermano se enrocaba en la sucesión familiar.
Cada vez cobra más fuerza la teoría de un cubanólogo pesimista: "Cuando el Ejército, jefe de la finca, haga una supuesta transición, los países mirarán para otro lado a fin de que los generales a la cabeza de ministerios y empresas sigan liderando los futuros consejos de administración como un signo de solidez. Será el pago a sus servicios por dar un paso sin derramamiento de sangre y muy práctico para seguir todos haciendo negocios rápidamente con la isla".
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