Por Ricardo Martínez Isidoro, General de División (ABC, 25/03/09):
El presidente Obama ha venido a introducir, con suma rapidez, conceptos nuevos para las operaciones militares que se conducen en Irak y Afganistán. Aunque el margen de maniobra de los conflictos es reducido, dado que el enemigo al que se enfrentan tiene una forma de combatir característica, «la del débil contra el fuerte», no cabe duda que ya aparece una nueva terminología que sería muy interesante analizar y que probablemente aparecerá en la próxima revisión estratégica anunciada.
La conexión práctica entre los conflictos de Afganistán e Irak parece establecida para el nuevo presidente, que ve en la mejora de la situación en el país mesopotámico una ocasión de oro para reforzar el primero, al menos en lo que se refiere a una estrategia de fuerzas, conflicto en el que también habrá que implementar una estrategia hacia Pakistán. El propio general Petraeus lo reconocía en su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich, anunciando una próxima decisión estratégica que pondría en práctica lo aprendido, y aplicable, en Irak.
En lo que respecta a terminología, parece deducirse de los primeros pasos del Comandante en Jefe que posterga el concepto de «war on terror» (guerra global contra el terrorismo) que tanto utilizó su predecesor. Este término, según sus asesores, debería ser sustituido y aplicar el de «smart power» (poder inteligente) norteamericano, en todo lo que signifique proyección de la acción USA en el exterior. Es también una señal para Afganistán y sobre todo para el presidente Karzai que, en términos muy convincentes, ha expresado su deseo, casi ultimátum, de que no se produzcan bajas civiles afganas; este aspecto está muy cerca de la crítica de las tácticas agresivas empleadas y quizás de un cambio de objetivo estratégico, trocando la «war on terror» por el de «state building» (consolidación de las instituciones del Nuevo Estado). No cabe duda que deberá haber una transición y por ello la necesidad de más tropas, que contrarresten el creciente poder de la insurgencia y que hagan posible una mayor dedicación al esfuerzo principal citado y a la creación de una reserva, y estas tropas se obtendrán del mejorado conflicto de Irak, del que habrá que hacer una «retirada responsable».
Este nuevo criterio estratégico es «puro Obama», pero también es un juicioso concepto militar, próximo al español de repliegue, dado que, doctrinalmente, la retirada la suele imponer el enemigo y es consecuencia del resultado fracasado de una acción u operación, por ejemplo; en ella se pierde la iniciativa y su único fin es el de sustraer la mayor cantidad de fuerzas de la acción victoriosa del enemigo, que aprovechará la ocasión para perseguir al derrotado y causarle aún más daños, cuestión que obviamente no es el caso de la tropas americanas en Irak, que no solamente vencen sino que ahora convencen, como puede comprobarse por el análisis de los indicadores del conflicto, que comparte obviamente el presidente.
El concepto de retirada responsable está más ligado a la operación contraria a la proyección de fuerzas, una vez cumplida la misión de estabilizar Irak y, a pesar de los pasados malos augurios, no quiere decir que Estados Unidos abandone el avispero iraquí por su impotencia para culminarla sino porque comienza la operación inversa prevista en el Plan de Campaña de la Operación Libertad para Irak (IF), y lo quieren planificar con responsabilidad, ya que cualquier operación retrógrada supone riesgos militares importantes (el Ejército norteamericano protegió el repliegue español de Irak en mayo del 2004) y porque la retirada no debe debilitar lo conseguido en ese país tras varios años de duros esfuerzos, ni traicionar lo pactado con sus aliados.
Por ello, Estados Unidos e Irak suscribieron sendos acuerdos, el 17 de noviembre de 2008. El primero, «Sobre la retirada de fuerzas de los Estados Unidos y la organización de sus actividades durante su presencia temporal en Irak», y un segundo «Sobre el marco estratégico de alianza, amistad y cooperación entre ambos». De ellos se pueden extraer algunos extremos en relación con la disminución progresiva de fuerzas norteamericanas en ese país.
El primer acuerdo tiene una duración de tres años, y ha sido asumido por Obama, a pesar de ser de la etapa Bush, aunque se cambie la velocidad de salida de las fuerzas americanas y por lo tanto los tiempos, cuestión que como veremos está prevista en el Acuerdo. El objetivo es disuadir la amenaza contra la soberanía, seguridad e integridad de Irak, su democracia y sistema federal y constitucional. Además de los extremos propios de este tipo de acuerdos, se regulan la actuación de la fuerza contra la insurgencia, su coordinación combinada con las fuerzas iraquíes, a través de comités ad hoc paritarios, la jurisdicción aplicable, el adiestramiento de su policía y ejército, la recuperación del control de su espacio aéreo, el apoyo logístico a prestar, etc, pero sobre todo es un acuerdo de salida fechada de Irak, con unas cláusulas claras sobre tiempos.
El 31 de diciembre del 2011 no debería haber ninguna presencia militar americana en Irak, y si es posible antes mejor. Las fuerzas de combate de Estados Unidos, incluidas como parte en la presencia americana, deberán abandonar pueblos, ciudades y localidades no más tarde del 30 de junio del 2009, y como acaba de anunciar el presidente replegarse de Irak no más tarde del 31 de agosto del 2010, aspecto que imprime una mayor velocidad a la salida de tropas de combate pero no es una solución que ponga en peligro los fines de la Operación Libertad para Irak, dado que tendrán 10 meses, al menos, para la evacuación de un abanico de fuerzas entre 96.000 y 110.000 efectivos. Posteriormente, y antes del citado 31.08.2011, deberán salir los entre 35.000 y 50.000 restantes, cuya misión será la de proteger el repliegue, continuar el entrenamiento de las fuerzas iraquíes, realizar operaciones antiterroristas y proporcionar seguridad, pero ya dentro de un estatus de cooperación con las autoridades mesopotámicas, y siempre admitiendo que Irak todavía no es seguro, pero debe ser libre.
El Acuerdo recoge también un compromiso de disuasión ante las amenazas que todavía pesan sobre Irak pudiendo, a petición iraquí, tomarse las medidas necesarias, incluidas las militares, para que aseguren los principios citados, aspecto que precisará un nuevo despliegue en otro país próximo quizás y que está por precisar, aunque previsto en los Planes de Campaña iniciales de la operación.
La responsabilidad de la retirada resulta del amplio e intenso asesoramiento a que ha sido sometido el presidente (autoridades iraquíes, países afectados, Junta de Jefes de Estado Mayor, general Petraeus, general Odierno, responsables, superior y en zona de Irak, etc.), que ha situado la decisión presidencial no muy lejos de sus planteamientos iniciales pero mejor adaptada a las realidades tácticas y operacionales del teatro iraquí.
Es patente que las promesas electorales, formuladas en un entorno político mediático, típico del ímpetu de las campañas, son compatibles con los compromisos aceptados por Estados Unidos con sus aliados, en especial con el pueblo de Irak, y como ha sucedido se pueden afinar las decisiones, aunque en este caso las diferencias temporales sean mínimas, dado el amplio consenso y conocimiento que en el país atlántico se posee del dosier estratégico militar.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
El presidente Obama ha venido a introducir, con suma rapidez, conceptos nuevos para las operaciones militares que se conducen en Irak y Afganistán. Aunque el margen de maniobra de los conflictos es reducido, dado que el enemigo al que se enfrentan tiene una forma de combatir característica, «la del débil contra el fuerte», no cabe duda que ya aparece una nueva terminología que sería muy interesante analizar y que probablemente aparecerá en la próxima revisión estratégica anunciada.
La conexión práctica entre los conflictos de Afganistán e Irak parece establecida para el nuevo presidente, que ve en la mejora de la situación en el país mesopotámico una ocasión de oro para reforzar el primero, al menos en lo que se refiere a una estrategia de fuerzas, conflicto en el que también habrá que implementar una estrategia hacia Pakistán. El propio general Petraeus lo reconocía en su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich, anunciando una próxima decisión estratégica que pondría en práctica lo aprendido, y aplicable, en Irak.
En lo que respecta a terminología, parece deducirse de los primeros pasos del Comandante en Jefe que posterga el concepto de «war on terror» (guerra global contra el terrorismo) que tanto utilizó su predecesor. Este término, según sus asesores, debería ser sustituido y aplicar el de «smart power» (poder inteligente) norteamericano, en todo lo que signifique proyección de la acción USA en el exterior. Es también una señal para Afganistán y sobre todo para el presidente Karzai que, en términos muy convincentes, ha expresado su deseo, casi ultimátum, de que no se produzcan bajas civiles afganas; este aspecto está muy cerca de la crítica de las tácticas agresivas empleadas y quizás de un cambio de objetivo estratégico, trocando la «war on terror» por el de «state building» (consolidación de las instituciones del Nuevo Estado). No cabe duda que deberá haber una transición y por ello la necesidad de más tropas, que contrarresten el creciente poder de la insurgencia y que hagan posible una mayor dedicación al esfuerzo principal citado y a la creación de una reserva, y estas tropas se obtendrán del mejorado conflicto de Irak, del que habrá que hacer una «retirada responsable».
Este nuevo criterio estratégico es «puro Obama», pero también es un juicioso concepto militar, próximo al español de repliegue, dado que, doctrinalmente, la retirada la suele imponer el enemigo y es consecuencia del resultado fracasado de una acción u operación, por ejemplo; en ella se pierde la iniciativa y su único fin es el de sustraer la mayor cantidad de fuerzas de la acción victoriosa del enemigo, que aprovechará la ocasión para perseguir al derrotado y causarle aún más daños, cuestión que obviamente no es el caso de la tropas americanas en Irak, que no solamente vencen sino que ahora convencen, como puede comprobarse por el análisis de los indicadores del conflicto, que comparte obviamente el presidente.
El concepto de retirada responsable está más ligado a la operación contraria a la proyección de fuerzas, una vez cumplida la misión de estabilizar Irak y, a pesar de los pasados malos augurios, no quiere decir que Estados Unidos abandone el avispero iraquí por su impotencia para culminarla sino porque comienza la operación inversa prevista en el Plan de Campaña de la Operación Libertad para Irak (IF), y lo quieren planificar con responsabilidad, ya que cualquier operación retrógrada supone riesgos militares importantes (el Ejército norteamericano protegió el repliegue español de Irak en mayo del 2004) y porque la retirada no debe debilitar lo conseguido en ese país tras varios años de duros esfuerzos, ni traicionar lo pactado con sus aliados.
Por ello, Estados Unidos e Irak suscribieron sendos acuerdos, el 17 de noviembre de 2008. El primero, «Sobre la retirada de fuerzas de los Estados Unidos y la organización de sus actividades durante su presencia temporal en Irak», y un segundo «Sobre el marco estratégico de alianza, amistad y cooperación entre ambos». De ellos se pueden extraer algunos extremos en relación con la disminución progresiva de fuerzas norteamericanas en ese país.
El primer acuerdo tiene una duración de tres años, y ha sido asumido por Obama, a pesar de ser de la etapa Bush, aunque se cambie la velocidad de salida de las fuerzas americanas y por lo tanto los tiempos, cuestión que como veremos está prevista en el Acuerdo. El objetivo es disuadir la amenaza contra la soberanía, seguridad e integridad de Irak, su democracia y sistema federal y constitucional. Además de los extremos propios de este tipo de acuerdos, se regulan la actuación de la fuerza contra la insurgencia, su coordinación combinada con las fuerzas iraquíes, a través de comités ad hoc paritarios, la jurisdicción aplicable, el adiestramiento de su policía y ejército, la recuperación del control de su espacio aéreo, el apoyo logístico a prestar, etc, pero sobre todo es un acuerdo de salida fechada de Irak, con unas cláusulas claras sobre tiempos.
El 31 de diciembre del 2011 no debería haber ninguna presencia militar americana en Irak, y si es posible antes mejor. Las fuerzas de combate de Estados Unidos, incluidas como parte en la presencia americana, deberán abandonar pueblos, ciudades y localidades no más tarde del 30 de junio del 2009, y como acaba de anunciar el presidente replegarse de Irak no más tarde del 31 de agosto del 2010, aspecto que imprime una mayor velocidad a la salida de tropas de combate pero no es una solución que ponga en peligro los fines de la Operación Libertad para Irak, dado que tendrán 10 meses, al menos, para la evacuación de un abanico de fuerzas entre 96.000 y 110.000 efectivos. Posteriormente, y antes del citado 31.08.2011, deberán salir los entre 35.000 y 50.000 restantes, cuya misión será la de proteger el repliegue, continuar el entrenamiento de las fuerzas iraquíes, realizar operaciones antiterroristas y proporcionar seguridad, pero ya dentro de un estatus de cooperación con las autoridades mesopotámicas, y siempre admitiendo que Irak todavía no es seguro, pero debe ser libre.
El Acuerdo recoge también un compromiso de disuasión ante las amenazas que todavía pesan sobre Irak pudiendo, a petición iraquí, tomarse las medidas necesarias, incluidas las militares, para que aseguren los principios citados, aspecto que precisará un nuevo despliegue en otro país próximo quizás y que está por precisar, aunque previsto en los Planes de Campaña iniciales de la operación.
La responsabilidad de la retirada resulta del amplio e intenso asesoramiento a que ha sido sometido el presidente (autoridades iraquíes, países afectados, Junta de Jefes de Estado Mayor, general Petraeus, general Odierno, responsables, superior y en zona de Irak, etc.), que ha situado la decisión presidencial no muy lejos de sus planteamientos iniciales pero mejor adaptada a las realidades tácticas y operacionales del teatro iraquí.
Es patente que las promesas electorales, formuladas en un entorno político mediático, típico del ímpetu de las campañas, son compatibles con los compromisos aceptados por Estados Unidos con sus aliados, en especial con el pueblo de Irak, y como ha sucedido se pueden afinar las decisiones, aunque en este caso las diferencias temporales sean mínimas, dado el amplio consenso y conocimiento que en el país atlántico se posee del dosier estratégico militar.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario