Por Mário Soares, ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducción de Carlos Gumpert (EL PAÍS, 21/03/09):
La situación actual de Europa me preocupa mucho. Porque no veo que exista un plan común para vencer a la crisis y, a causa de la mediocridad de los líderes que la gobiernan, la Unión Europea tiende a apagarse como agente global. Cuando era preciso que ocurriera exactamente lo contrario. Porque, sin un plan concertado, ninguno de los países europeos puede salir de la crisis, empezando por Alemania, el más fuerte de todos y, afortunadamente, uno de los más europeístas también.
Y eso no es lo que está ocurriendo. Las repetidas reuniones de los países más ricos de Europa parecen mostrar cierta tendencia a volver a la idea de un “directorio de los grandes” -lo que es algo contrario a la letra y a la lógica del proyecto europeo- y, por si fuera poco, con el agravante de que no se entienden entre sí. Gordon Brown, que habló en el Congreso norteamericano, donde hizo, por lo que parece, un juego de malabarismo político, todavía no se ha dado cuenta de que sin una integración europea conducida seriamente, tanto en un plano económico como político e institucional, la Unión Europea, sacudida por la crisis, que nos afecta a todos, tiende a desagregarse, lo que sería una catástrofe para los europeos y para otros grandes países, empezando por la propia Norteamérica de Obama que, obviamente, sólo encuentra ventajas -dados los cambios geoestratégicos en curso- en tener como aliada a una Europa con prestigio, fuerte y activa.
Aparte de eso, el motor europeo -el eje franco-alemán- parece estar absolutamente gripado, en parte a causa de las desavenencias entre sus respectivos líderes, pero también porque en Alemania las elecciones están a la puerta y la señora Merkel no quiere imponer medidas que puedan desagradar a los electores.
Con todo esto, al contrario de cuanto sucede con la América de Barack Obama, los líderes europeos no parecen haber comprendido todavía que la solución de la crisis financiera y económica que vivimos implica una ruptura de raíz con el pasado económico neoliberal y el inicio de una nueva era, como ha dicho Obama, con el predominio de la política sobre el economicismo, el restablecimiento de los principios éticos, el castigo de los responsables de los grandes escándalos, bancario especulativos, la abolición de los paraísos fiscales y de las retribuciones y bonus millonarios concedidos a los administradores y gestores de las grandes empresas, etc.
Un elemento fundamental para salir de la crisis es el restablecimiento de la confianza de la población y para ello es necesario que haya nuevas inversiones y que, a través del crédito concedido y de los depósitos, el capital pueda volver a fluir. ¡Sin confianza nada será posible! Ahora bien, ¿cómo va a ser factible restablecer la confianza si los grandes responsables de los errores y de los fraudes continúan impunes y si los responsables políticos siguen teniendo los mismos rostros y no han cambiado de ideas ni de comportamientos? Se han limitado a hacer algunas concesiones, con la mano tendida al Estado (ese mismo Estado que antes creían que no debía intervenir, porque el mercado se autorregulaba, ¡vaya colosal error!) para que con tales cambios -los Estados proporcionando millones a los bancos y a las empresas- todo siga igual…
Ahora eso ya no es posible. Es el error que Europa está a punto de cometer, al contrario de lo que ha ocurrido en Estados Unidos, en las semanas transcurridas desde la toma de posesión de Obama.
Como la gran economista portuguesa Maria Joâo Rodrigues, antigua ministra que ahora trabaja como consultora en Bruselas, Londres y en Pekín, dijo hace unos días a un periódico portugués: “Esta crisis es algo completamente inédito. Más que una recesión es una crisis del sistema a escala global. Por eso, limitarse a hablar de planes de recuperación tal vez no sea el mejor lenguaje que quepa utilizar a estas alturas. Se tiene la idea de que si conseguimos regresar al estadio precedente, todo irá bien. Cuando lo que ha ocurrido es un colapso del sistema”. Ésta es realmente la cuestión fundamental, que la mayor parte de los políticos y grandes empresarios europeos se resisten a comprender. Y a la que la Administración Obama está intentando valerosamente dar la vuelta… ¡Es absolutamente necesario -como afirma Maria Joâo Rodrigues- un new deal a escala global! ¿Podrá salir de la próxima reunión del G-20, con una honda preocupación social y ambiental y una nueva geoestrategia global de negociación y de paz? Desgraciadamente, no creo que algo así vaya a ocurrir. Todavía no…
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
La situación actual de Europa me preocupa mucho. Porque no veo que exista un plan común para vencer a la crisis y, a causa de la mediocridad de los líderes que la gobiernan, la Unión Europea tiende a apagarse como agente global. Cuando era preciso que ocurriera exactamente lo contrario. Porque, sin un plan concertado, ninguno de los países europeos puede salir de la crisis, empezando por Alemania, el más fuerte de todos y, afortunadamente, uno de los más europeístas también.
Y eso no es lo que está ocurriendo. Las repetidas reuniones de los países más ricos de Europa parecen mostrar cierta tendencia a volver a la idea de un “directorio de los grandes” -lo que es algo contrario a la letra y a la lógica del proyecto europeo- y, por si fuera poco, con el agravante de que no se entienden entre sí. Gordon Brown, que habló en el Congreso norteamericano, donde hizo, por lo que parece, un juego de malabarismo político, todavía no se ha dado cuenta de que sin una integración europea conducida seriamente, tanto en un plano económico como político e institucional, la Unión Europea, sacudida por la crisis, que nos afecta a todos, tiende a desagregarse, lo que sería una catástrofe para los europeos y para otros grandes países, empezando por la propia Norteamérica de Obama que, obviamente, sólo encuentra ventajas -dados los cambios geoestratégicos en curso- en tener como aliada a una Europa con prestigio, fuerte y activa.
Aparte de eso, el motor europeo -el eje franco-alemán- parece estar absolutamente gripado, en parte a causa de las desavenencias entre sus respectivos líderes, pero también porque en Alemania las elecciones están a la puerta y la señora Merkel no quiere imponer medidas que puedan desagradar a los electores.
Con todo esto, al contrario de cuanto sucede con la América de Barack Obama, los líderes europeos no parecen haber comprendido todavía que la solución de la crisis financiera y económica que vivimos implica una ruptura de raíz con el pasado económico neoliberal y el inicio de una nueva era, como ha dicho Obama, con el predominio de la política sobre el economicismo, el restablecimiento de los principios éticos, el castigo de los responsables de los grandes escándalos, bancario especulativos, la abolición de los paraísos fiscales y de las retribuciones y bonus millonarios concedidos a los administradores y gestores de las grandes empresas, etc.
Un elemento fundamental para salir de la crisis es el restablecimiento de la confianza de la población y para ello es necesario que haya nuevas inversiones y que, a través del crédito concedido y de los depósitos, el capital pueda volver a fluir. ¡Sin confianza nada será posible! Ahora bien, ¿cómo va a ser factible restablecer la confianza si los grandes responsables de los errores y de los fraudes continúan impunes y si los responsables políticos siguen teniendo los mismos rostros y no han cambiado de ideas ni de comportamientos? Se han limitado a hacer algunas concesiones, con la mano tendida al Estado (ese mismo Estado que antes creían que no debía intervenir, porque el mercado se autorregulaba, ¡vaya colosal error!) para que con tales cambios -los Estados proporcionando millones a los bancos y a las empresas- todo siga igual…
Ahora eso ya no es posible. Es el error que Europa está a punto de cometer, al contrario de lo que ha ocurrido en Estados Unidos, en las semanas transcurridas desde la toma de posesión de Obama.
Como la gran economista portuguesa Maria Joâo Rodrigues, antigua ministra que ahora trabaja como consultora en Bruselas, Londres y en Pekín, dijo hace unos días a un periódico portugués: “Esta crisis es algo completamente inédito. Más que una recesión es una crisis del sistema a escala global. Por eso, limitarse a hablar de planes de recuperación tal vez no sea el mejor lenguaje que quepa utilizar a estas alturas. Se tiene la idea de que si conseguimos regresar al estadio precedente, todo irá bien. Cuando lo que ha ocurrido es un colapso del sistema”. Ésta es realmente la cuestión fundamental, que la mayor parte de los políticos y grandes empresarios europeos se resisten a comprender. Y a la que la Administración Obama está intentando valerosamente dar la vuelta… ¡Es absolutamente necesario -como afirma Maria Joâo Rodrigues- un new deal a escala global! ¿Podrá salir de la próxima reunión del G-20, con una honda preocupación social y ambiental y una nueva geoestrategia global de negociación y de paz? Desgraciadamente, no creo que algo así vaya a ocurrir. Todavía no…
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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