Por William R. Polk, miembro del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado durante la presidencia de John F. Kennedy (LA VANGUARDIA, 23/03/08):
Para librar la guerra de Iraq sin perder el respaldo de la sociedad estadounidense, la Admistración Bush adoptó dos decisiones importantes: en primer lugar, no alistaría jóvenes estadounidenses (recabaría el concurso de países aliados como España para el envío de tropas) y, en segundo lugar, atendería los costes de la guerra por la vía del endeudamiento en lugar de la imposición fiscal.
El respaldo de los aliados ha disminuido notablemente, factor que ha podido constatarse con el goteo de los países que, uno tras otro, han seguido la senda española de retirada de las tropas, de forma que la coalición es, hoy por hoy, casi exclusivamente estadounidense. Sin embargo, el principal impacto de la política de Bush es patente, sobre todo, en el plano económico.
En noviembre del 2007, la sección jurídica de la Biblioteca del Congreso estadounidense informó de que la Administración de Estados Unidos gestionó créditos extraordinarios (obligaciones del Tesoro) por valor de 2,7 billones de dólares desde el comienzo de la guerra en el 2003; asimismo, los empréstitos en el sector privado en el 2006 (última fecha disponible) ascendían a 5,8 billones de dólares. China por sí sola ya posee más de un billón de dólares en obligaciones del Gobierno estadounidense. Es decir, China ha prestado a Estados Unidos alrededor de un 60% de sus ingresos anuales y el equivalente de casi el 10% del producto nacional bruto estadounidense. Por otra parte, los mencionados créditos extraordinarios del Gobierno representan un pago anual de intereses de unos 300.000 millones de dólares. Y el endeudamiento prosigue: Estados Unidos se endeuda - no se dispone de cifras totales más recientes- en una cifra mínima de alrededor de 343 millones de dólares diarios.
Pese a esta enorme inyección de dinero, la Administración Bush prevé este año un déficit presupuestario de 410.000 millones de dólares, tal vez la cifra más solvente de que disponemos en la actualidad.
Las demás cifras son equívocas y engañosas. Es prácticamente imposible averiguar las cifras exactas porque las estadísticas de los costes de la guerra de Iraq están notablemente amañadas. La Administración Bush ha manifestado que Estados Unidos, de hecho, obtuvo cierto beneficio durante la guerra del Golfo de 1991: sencillamente, es falso. El país gastó 80.000 millones de dólares en dólares del 2002.
Y, a fin de persuadir a los estadounidenses de que podrían afrontar los costes de la guerra actual, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo a los estadounidenses que los costes serían inferiores a 50.000 millones de dólares. Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa y posteriormente presidente del Banco Mundial, llegó incluso a decir que el coste sería nulo porque los iraquíes ya se pagarían ellos mismos la operación. Tras constatar, pues, la magnitud del error, cabe la pregunta: ¿cuáles son, de hecho, los costes de esta guerra?
Las guerras de Iraq y Afganistán han costado hasta ahora a Estados Unidos - contando sólo los gastos aprobados por el Congreso- 535.000 millones de dólares, más un desembolso adicional de 300.000 millones de dólares, con una subida gradual a razón de 380.000 dólares el minuto - un crecimiento anual del 20%- en dirección del billón de dólares.
Pero ni siquiera tales cifras son completas: la sección de referencia de la Biblioteca del Congreso estadounidense se ha quejado de que no ha podido obtener cifras completas del Departamento de Defensa. Por ejemplo, el coste de equipamiento empleado en Iraq no está comprendido en las cifras anteriores. Gran parte de este coste queda oculto en el presupuesto del Pentágono.
Luego figura lo que los economistas llaman “costos de oportunidad” y los más generales costos generales o nacionales que pesan sobre las espaldas de la economía estadounidense. Los cálculos sobre estos conceptos oscilan entre los 2 y los 6 billones de dólares, lo que asciende hasta 20.000 dólares por hombre, mujer y niño en Estados Unidos.
Una de las consecuencias de estas cifras gigantescas es la caída del dólar. El dólar ha caído aproximadamente un 45% con respecto al euro. Hace tres años, con 80 centavos se podía comprar un euro. En la actualidad, un euro cuesta 1,55 dólares. Lo cierto es que la banca europea y asiática han analizado atentamente el rumbo de la economía estadounidense y han perdido gran parte de su confianza en el dólar.
Y no son las únicas. Una de las personalidades más respetadas de la economía estadounidense, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, declaró a The Wall Street Journal: “Ya no reconozco al Partido Republicano que controló la Cámara de Representantes, el Senado y la propia presidencia”.
Este parón de la estructura económica mundial producirá también efectos a largo plazo sobre la economía española; será más difícil vender productos españoles y numerosos turistas estadounidenses encontrarán la visita a España demasiado cara para sus bolsillos.
Para librar la guerra de Iraq sin perder el respaldo de la sociedad estadounidense, la Admistración Bush adoptó dos decisiones importantes: en primer lugar, no alistaría jóvenes estadounidenses (recabaría el concurso de países aliados como España para el envío de tropas) y, en segundo lugar, atendería los costes de la guerra por la vía del endeudamiento en lugar de la imposición fiscal.
El respaldo de los aliados ha disminuido notablemente, factor que ha podido constatarse con el goteo de los países que, uno tras otro, han seguido la senda española de retirada de las tropas, de forma que la coalición es, hoy por hoy, casi exclusivamente estadounidense. Sin embargo, el principal impacto de la política de Bush es patente, sobre todo, en el plano económico.
En noviembre del 2007, la sección jurídica de la Biblioteca del Congreso estadounidense informó de que la Administración de Estados Unidos gestionó créditos extraordinarios (obligaciones del Tesoro) por valor de 2,7 billones de dólares desde el comienzo de la guerra en el 2003; asimismo, los empréstitos en el sector privado en el 2006 (última fecha disponible) ascendían a 5,8 billones de dólares. China por sí sola ya posee más de un billón de dólares en obligaciones del Gobierno estadounidense. Es decir, China ha prestado a Estados Unidos alrededor de un 60% de sus ingresos anuales y el equivalente de casi el 10% del producto nacional bruto estadounidense. Por otra parte, los mencionados créditos extraordinarios del Gobierno representan un pago anual de intereses de unos 300.000 millones de dólares. Y el endeudamiento prosigue: Estados Unidos se endeuda - no se dispone de cifras totales más recientes- en una cifra mínima de alrededor de 343 millones de dólares diarios.
Pese a esta enorme inyección de dinero, la Administración Bush prevé este año un déficit presupuestario de 410.000 millones de dólares, tal vez la cifra más solvente de que disponemos en la actualidad.
Las demás cifras son equívocas y engañosas. Es prácticamente imposible averiguar las cifras exactas porque las estadísticas de los costes de la guerra de Iraq están notablemente amañadas. La Administración Bush ha manifestado que Estados Unidos, de hecho, obtuvo cierto beneficio durante la guerra del Golfo de 1991: sencillamente, es falso. El país gastó 80.000 millones de dólares en dólares del 2002.
Y, a fin de persuadir a los estadounidenses de que podrían afrontar los costes de la guerra actual, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo a los estadounidenses que los costes serían inferiores a 50.000 millones de dólares. Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa y posteriormente presidente del Banco Mundial, llegó incluso a decir que el coste sería nulo porque los iraquíes ya se pagarían ellos mismos la operación. Tras constatar, pues, la magnitud del error, cabe la pregunta: ¿cuáles son, de hecho, los costes de esta guerra?
Las guerras de Iraq y Afganistán han costado hasta ahora a Estados Unidos - contando sólo los gastos aprobados por el Congreso- 535.000 millones de dólares, más un desembolso adicional de 300.000 millones de dólares, con una subida gradual a razón de 380.000 dólares el minuto - un crecimiento anual del 20%- en dirección del billón de dólares.
Pero ni siquiera tales cifras son completas: la sección de referencia de la Biblioteca del Congreso estadounidense se ha quejado de que no ha podido obtener cifras completas del Departamento de Defensa. Por ejemplo, el coste de equipamiento empleado en Iraq no está comprendido en las cifras anteriores. Gran parte de este coste queda oculto en el presupuesto del Pentágono.
Luego figura lo que los economistas llaman “costos de oportunidad” y los más generales costos generales o nacionales que pesan sobre las espaldas de la economía estadounidense. Los cálculos sobre estos conceptos oscilan entre los 2 y los 6 billones de dólares, lo que asciende hasta 20.000 dólares por hombre, mujer y niño en Estados Unidos.
Una de las consecuencias de estas cifras gigantescas es la caída del dólar. El dólar ha caído aproximadamente un 45% con respecto al euro. Hace tres años, con 80 centavos se podía comprar un euro. En la actualidad, un euro cuesta 1,55 dólares. Lo cierto es que la banca europea y asiática han analizado atentamente el rumbo de la economía estadounidense y han perdido gran parte de su confianza en el dólar.
Y no son las únicas. Una de las personalidades más respetadas de la economía estadounidense, el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, declaró a The Wall Street Journal: “Ya no reconozco al Partido Republicano que controló la Cámara de Representantes, el Senado y la propia presidencia”.
Este parón de la estructura económica mundial producirá también efectos a largo plazo sobre la economía española; será más difícil vender productos españoles y numerosos turistas estadounidenses encontrarán la visita a España demasiado cara para sus bolsillos.
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