Por Mateo Madridejos, periodista e historiador (EL PERIÓDICO, 18/03/08):
Como consecuencia de la secesión de Kosovo y el señuelo de una rápida y compensatoria integración en la Unión Europea (UE), Serbia está sacudida por una crisis existencial y nacional que provocó el colapso del Gobierno y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas para el 11 de mayo, la tercera consulta en menos de dos años, quizá la única fórmula viable para salir del atolladero y dirimir la agónica contienda que desgarra a la ciudadanía. Por eso las elecciones se vislumbran como un plebiscito sobre el destino del país.
La crisis fue precipitada por el primer ministro, el nacionalista Vojislav Kostunica, jefe del Partido Democrático de Serbia (DSS), que quedó en minoría al proponer la ruptura de las negociaciones con la UE hasta que esta reconozca que Kosovo es parte de Serbia. El presidente de la República, Boris Tadic, y su Partido Democrático (DS), aunque opuestos a la secesión, defendieron las conversaciones con Bruselas sin vincularlas con la suerte de la provincia que fue cuna medieval de la nación serbia, antes rebelde y ahora irredenta.
La tercera fuerza política y la más numerosa en el Parlamento (28% de los votos en las elecciones de hace 14 meses) es el Partido Radical (SRS), ultranacionalista, cuyo jefe máximo, Vojislav Seselj, está encarcelado desde el 2003 en La Haya y acusado de crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia, al que se entregó voluntariamente. El juicio comenzó en noviembre del 2007.
En las presidenciales del 3 de febrero último, Tadic fue reelegido con solo el 50,5% de los votos frente al candidato de los radicales, Tomislav Nikolic. Una amplia coalición del SRS con el DSS y otras fuerzas nacionalistas, como los herederos de Slobodan Milosevic, proclives a una alianza con la Santa Rusia y empeñados en la defensa a ultranza de Kosovo, podría derrotar a los europeístas y provocar la ruptura con Bruselas. Las elecciones, muy polarizadas, enfrentarán esquemáticamente a los proeuropeos con los partidarios de la tutela de Rusia. “Kosovo es Serbia, y Serbia no puede entrar en la UE sin Kosovo”, resumió Kostunica. Ambos bloques tienen parecidas oportunidades de triunfo.
AUNQUE LA atmósfera está enrarecida y radicalizada por la galopante crisis económica, todos los pronósticos sugieren que la relación de fuerzas no cambiará. Pero, agravado el sentimiento de ultraje nacional y de injusticia por la pérdida de Kosovo, que una gran parte de la población atribuye a la perfidia de EEUU y la UE, los nacionalistas abrigan la esperanza de regresar al poder por primera vez desde la caída infamante de Milosevic en 1999.
¿Qué solución para una Serbia amputada y escarnecida? Como Kosovo no es un Estado independiente, sino un protectorado de la UE y la OTAN, la ayuda económica y política de Bruselas resulta imprescindible para reforzar a los que en Belgrado, por el momento en minoría, preconizan el olvido de los agravios y la reorientación de la historia serbia mediante su anclaje definitivo en Occidente. Un objetivo contrario a las tendencias históricas (eslavismo, ortodoxia y antigermanismo) y difícil de lograr en poco tiempo con los paños calientes de la incorporación sin fecha a la UE o la retórica contra los nacionalistas que sumieron a los eslavos del sur en uno de los periodos más aciagos de su historia.
El dilema enunciado perentoriamente por el ministro de Exteriores de Luxemburgo –”hacia Europa o contra Europa”– resulta poco convincente para los que se sienten agraviados por la actitud de los que consideran que la independencia de Kosovo es una amarga píldora que debe tragarse lo más pronto posible y sin rechistar. Bruselas descartó hasta ahora cualquier encrucijada menos dramática, como hubiera sido la de mantener bajo soberanía de Belgrado la parte más septentrional de Kosovo, inequívocamente serbia, aunque con el riesgo de incendiar los numerosos enclaves étnicos de los Balcanes.
SEGÚN LAS encuestas recientes, el 70% de la población de Serbia está a favor de la integración en la UE, pero un porcentaje igual rechaza que el precio a pagar sea la pérdida de Kosovo. La secesión de la provincia, al margen del sistema de la ONU, se complementa con la pretensión de dividir a los serbios y de comprar incluso su aceptación del hecho consumado, según subyace en la estrategia de EEUU y la UE, susceptible de tener funestas consecuencias en un país empobrecido y maltratado.
Urge una acción concertada para levantar el ánimo de una población convertida en el chivo expiatorio de la vesania colectiva iniciada en 1991 para destruir Yugoslavia.
La independencia de Kosovo fue concebida para acabar con el conflicto endémico en nombre de Europa, pero el acuerdo de estabilización de la UE con Serbia no puede aplicarse por la oposición intempestiva de Holanda, aún presa de su mala conciencia por la matanza de Srebrenica. La dramática disyuntiva electoral de Serbia introduce un factor de incertidumbre en una situación volátil con numerosos puntos negros en los que crepita el fuego de la discordia. El incendio podría propagarse rápidamente por Bosnia y Macedonia. Razón de más para que Bruselas supere la morosidad y no sucumba a la sospecha de que la secesión de Kosovo coincide con el retroceso del ideal europeísta ante el tribalismo más descarnado.
Como consecuencia de la secesión de Kosovo y el señuelo de una rápida y compensatoria integración en la Unión Europea (UE), Serbia está sacudida por una crisis existencial y nacional que provocó el colapso del Gobierno y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas para el 11 de mayo, la tercera consulta en menos de dos años, quizá la única fórmula viable para salir del atolladero y dirimir la agónica contienda que desgarra a la ciudadanía. Por eso las elecciones se vislumbran como un plebiscito sobre el destino del país.
La crisis fue precipitada por el primer ministro, el nacionalista Vojislav Kostunica, jefe del Partido Democrático de Serbia (DSS), que quedó en minoría al proponer la ruptura de las negociaciones con la UE hasta que esta reconozca que Kosovo es parte de Serbia. El presidente de la República, Boris Tadic, y su Partido Democrático (DS), aunque opuestos a la secesión, defendieron las conversaciones con Bruselas sin vincularlas con la suerte de la provincia que fue cuna medieval de la nación serbia, antes rebelde y ahora irredenta.
La tercera fuerza política y la más numerosa en el Parlamento (28% de los votos en las elecciones de hace 14 meses) es el Partido Radical (SRS), ultranacionalista, cuyo jefe máximo, Vojislav Seselj, está encarcelado desde el 2003 en La Haya y acusado de crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia, al que se entregó voluntariamente. El juicio comenzó en noviembre del 2007.
En las presidenciales del 3 de febrero último, Tadic fue reelegido con solo el 50,5% de los votos frente al candidato de los radicales, Tomislav Nikolic. Una amplia coalición del SRS con el DSS y otras fuerzas nacionalistas, como los herederos de Slobodan Milosevic, proclives a una alianza con la Santa Rusia y empeñados en la defensa a ultranza de Kosovo, podría derrotar a los europeístas y provocar la ruptura con Bruselas. Las elecciones, muy polarizadas, enfrentarán esquemáticamente a los proeuropeos con los partidarios de la tutela de Rusia. “Kosovo es Serbia, y Serbia no puede entrar en la UE sin Kosovo”, resumió Kostunica. Ambos bloques tienen parecidas oportunidades de triunfo.
AUNQUE LA atmósfera está enrarecida y radicalizada por la galopante crisis económica, todos los pronósticos sugieren que la relación de fuerzas no cambiará. Pero, agravado el sentimiento de ultraje nacional y de injusticia por la pérdida de Kosovo, que una gran parte de la población atribuye a la perfidia de EEUU y la UE, los nacionalistas abrigan la esperanza de regresar al poder por primera vez desde la caída infamante de Milosevic en 1999.
¿Qué solución para una Serbia amputada y escarnecida? Como Kosovo no es un Estado independiente, sino un protectorado de la UE y la OTAN, la ayuda económica y política de Bruselas resulta imprescindible para reforzar a los que en Belgrado, por el momento en minoría, preconizan el olvido de los agravios y la reorientación de la historia serbia mediante su anclaje definitivo en Occidente. Un objetivo contrario a las tendencias históricas (eslavismo, ortodoxia y antigermanismo) y difícil de lograr en poco tiempo con los paños calientes de la incorporación sin fecha a la UE o la retórica contra los nacionalistas que sumieron a los eslavos del sur en uno de los periodos más aciagos de su historia.
El dilema enunciado perentoriamente por el ministro de Exteriores de Luxemburgo –”hacia Europa o contra Europa”– resulta poco convincente para los que se sienten agraviados por la actitud de los que consideran que la independencia de Kosovo es una amarga píldora que debe tragarse lo más pronto posible y sin rechistar. Bruselas descartó hasta ahora cualquier encrucijada menos dramática, como hubiera sido la de mantener bajo soberanía de Belgrado la parte más septentrional de Kosovo, inequívocamente serbia, aunque con el riesgo de incendiar los numerosos enclaves étnicos de los Balcanes.
SEGÚN LAS encuestas recientes, el 70% de la población de Serbia está a favor de la integración en la UE, pero un porcentaje igual rechaza que el precio a pagar sea la pérdida de Kosovo. La secesión de la provincia, al margen del sistema de la ONU, se complementa con la pretensión de dividir a los serbios y de comprar incluso su aceptación del hecho consumado, según subyace en la estrategia de EEUU y la UE, susceptible de tener funestas consecuencias en un país empobrecido y maltratado.
Urge una acción concertada para levantar el ánimo de una población convertida en el chivo expiatorio de la vesania colectiva iniciada en 1991 para destruir Yugoslavia.
La independencia de Kosovo fue concebida para acabar con el conflicto endémico en nombre de Europa, pero el acuerdo de estabilización de la UE con Serbia no puede aplicarse por la oposición intempestiva de Holanda, aún presa de su mala conciencia por la matanza de Srebrenica. La dramática disyuntiva electoral de Serbia introduce un factor de incertidumbre en una situación volátil con numerosos puntos negros en los que crepita el fuego de la discordia. El incendio podría propagarse rápidamente por Bosnia y Macedonia. Razón de más para que Bruselas supere la morosidad y no sucumba a la sospecha de que la secesión de Kosovo coincide con el retroceso del ideal europeísta ante el tribalismo más descarnado.
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