Por Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política en la UPF e ingeniero superior en Técnicas Energéticas (LA VANGUARDIA, 11/03/08):
Los gobiernos han pasado por varias etapas en los temas ecológicos. Hace sólo pocos años, muchos de ellos negaban que hubiera problemas ecológicos a escala global. Posteriormente ya se vieron impelidos a reconocer que algo no iba bien, pero adoptaban la táctica del avestruz, derivando la atención pública hacia cualquier otro lado. En la actualidad ello ya no es posible. El avestruz se ha levantado y mira la realidad. Lo que pasa es que habla mucho, pero actúa poco. Y es que los temas ecológicos son mucho más propicios a la retórica que a la toma de decisiones de calado.
Cabe señalar cuatro aspectos que pueden ayudar a pasar de las declaraciones a la acción: 1. las principales dimensiones implicadas en el tema ecológico; 2. las variables e índices de medida de estas dimensiones; 3. ciertos equívocos del aparente discurso verde de algunas empresas y organizaciones, y 4. los posibles caminos de solución.
1. Las dimensiones. Últimamente se tiende a asimilar los problemas medioambientales con el “calentamiento global” del planeta (aumento del efecto invernadero relacionado con las emisiones humanas). Sin embargo, siendo esta una de sus dimensiones principales, no es la única (y quizás no la más grave). A su lado cabe incluir la deforestación, erosión y desertización del suelo; la extinción de especies animales y vegetales a gran escala (pérdida de biodiversidad); la creciente escasez de agua dulce; el aumento de la demanda de energía y de consumo asociados al mundo occidental y a los países en vías de desarrollo, así como al aumento previsible de la población global del planeta (de 6.600 millones a unos 9.000 millones previstos a mediados del siglo XXI). Estas dimensiones del tema ecológico están muchas veces interrelacionadas, pero deben distinguirse para entenderlas mejor y poder plantear más eficazmente el modo de combatirlas.
2. Las variables y los índices de medida. La salud medioambiental de un país no se mide simplemente por el grado de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Se necesitan índices que midan las principales variables que intervienen en el tema. Un índice que integra hasta 21 indicadores distintos es el índice ISA (índice de sostenibilidad ambiental) establecido por investigadores de Yale y Columbia en el 2005. Permite establecer un ranking más informativo de países, regiones, etcétera, que cuando sólo se miden aspectos parciales (los países mejor situados ese año fueron los nórdicos y Uruguay; los peores, algunas ex repúblicas soviéticas, Iraq, Taiwán y Corea del Norte. España ocupa el lugar 76 entre 146 países, ¡por detrás de 17 países africanos y 21 europeos!).
3. Equívocos ecológicos. A veces se detectan argumentos equívocos, casi demagógicos, en la búsqueda de posiciones de nuevos productos en el mercado. Es el caso, por ejemplo, de los coches verdes o de ciertos biocombustibles pretendidamente menos contaminantes. A pesar de que estos productos contaminan efectivamente menos que los tradicionales, el proceso energético y medioambiental debe ser analizado en su conjunto, y no sólo a partir del producto final. Es decir, deben tenerse en cuenta la energía empleada y los costes ecológicos de fabricar los nuevos coches o de producir biocombustibles. Se trata de procesos que además de energía necesitan grandes cantidades de agua, de materiales y generan residuos. El balance final es a veces contraproducente. Especialmente cuando el mercado incentiva el consumo de productos tras periodos cortos de uso de los anteriores.
4. Tres vías de solución. En general, suelen mencionarse tres erres ecológicas como vías de solución: reducir, reutilizar y reciclar. El objetivo general es llegar a una sostenibilidad energética compatible con la competitividad. No es fácil, pero resulta imprescindible apostar por ello. En las dos primeras vías, los actores que pueden propiciar un cambio son, principalmente, los gobiernos y las empresas. El objetivo de reducir es alcanzar un balance energético mucho más satisfactorio: que se utilice mucha menos energía y menos materiales en la fabricación de productos, y que se generen muchos menos residuos en los procesos de producción. Por su parte, reutilizar significa fabricar y utilizar productos con una mayor vida media. Todo ello es hoy técnicamente posible. Comprar menos productos y de una mayor calidad es una vía de futuro. Finalmente, el reciclaje es donde más podemos influir los ciudadanos. Y tiene su mejor sentido en el caso de materiales no renovables (derivados del petróleo como plásticos, fertilizantes, pinturas, etcétera). Pero reciclar no es la vía de mayor impacto medioambiental, ya que la tarea de separar, recuperar y transformar los materiales usados en otros nuevos implica un consumo de energía relativamente alto. Pero no hacerlo es peor, especialmente por la mayor generación de residuos cuando no se hace (además de la importancia de introducir progresivamente una mayor “cultura ecológica” en la ciudadanía).
Las próximas décadas son decisivas. Según como se resuelvan (o no) las principales dimensiones ecológicas dependerá la calidad de vida de las próximas generaciones. Hay países que ya están haciendo los deberes. Otros, como EE. UU., Australia y España, siguen con la táctica del avestruz o escondiéndose tras mera retórica. Ser un gobierno progresista hoy tiene que ver con implementar, entre otras, medidas ecológicas prácticas que no sean un mero adorno.
Los gobiernos han pasado por varias etapas en los temas ecológicos. Hace sólo pocos años, muchos de ellos negaban que hubiera problemas ecológicos a escala global. Posteriormente ya se vieron impelidos a reconocer que algo no iba bien, pero adoptaban la táctica del avestruz, derivando la atención pública hacia cualquier otro lado. En la actualidad ello ya no es posible. El avestruz se ha levantado y mira la realidad. Lo que pasa es que habla mucho, pero actúa poco. Y es que los temas ecológicos son mucho más propicios a la retórica que a la toma de decisiones de calado.
Cabe señalar cuatro aspectos que pueden ayudar a pasar de las declaraciones a la acción: 1. las principales dimensiones implicadas en el tema ecológico; 2. las variables e índices de medida de estas dimensiones; 3. ciertos equívocos del aparente discurso verde de algunas empresas y organizaciones, y 4. los posibles caminos de solución.
1. Las dimensiones. Últimamente se tiende a asimilar los problemas medioambientales con el “calentamiento global” del planeta (aumento del efecto invernadero relacionado con las emisiones humanas). Sin embargo, siendo esta una de sus dimensiones principales, no es la única (y quizás no la más grave). A su lado cabe incluir la deforestación, erosión y desertización del suelo; la extinción de especies animales y vegetales a gran escala (pérdida de biodiversidad); la creciente escasez de agua dulce; el aumento de la demanda de energía y de consumo asociados al mundo occidental y a los países en vías de desarrollo, así como al aumento previsible de la población global del planeta (de 6.600 millones a unos 9.000 millones previstos a mediados del siglo XXI). Estas dimensiones del tema ecológico están muchas veces interrelacionadas, pero deben distinguirse para entenderlas mejor y poder plantear más eficazmente el modo de combatirlas.
2. Las variables y los índices de medida. La salud medioambiental de un país no se mide simplemente por el grado de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Se necesitan índices que midan las principales variables que intervienen en el tema. Un índice que integra hasta 21 indicadores distintos es el índice ISA (índice de sostenibilidad ambiental) establecido por investigadores de Yale y Columbia en el 2005. Permite establecer un ranking más informativo de países, regiones, etcétera, que cuando sólo se miden aspectos parciales (los países mejor situados ese año fueron los nórdicos y Uruguay; los peores, algunas ex repúblicas soviéticas, Iraq, Taiwán y Corea del Norte. España ocupa el lugar 76 entre 146 países, ¡por detrás de 17 países africanos y 21 europeos!).
3. Equívocos ecológicos. A veces se detectan argumentos equívocos, casi demagógicos, en la búsqueda de posiciones de nuevos productos en el mercado. Es el caso, por ejemplo, de los coches verdes o de ciertos biocombustibles pretendidamente menos contaminantes. A pesar de que estos productos contaminan efectivamente menos que los tradicionales, el proceso energético y medioambiental debe ser analizado en su conjunto, y no sólo a partir del producto final. Es decir, deben tenerse en cuenta la energía empleada y los costes ecológicos de fabricar los nuevos coches o de producir biocombustibles. Se trata de procesos que además de energía necesitan grandes cantidades de agua, de materiales y generan residuos. El balance final es a veces contraproducente. Especialmente cuando el mercado incentiva el consumo de productos tras periodos cortos de uso de los anteriores.
4. Tres vías de solución. En general, suelen mencionarse tres erres ecológicas como vías de solución: reducir, reutilizar y reciclar. El objetivo general es llegar a una sostenibilidad energética compatible con la competitividad. No es fácil, pero resulta imprescindible apostar por ello. En las dos primeras vías, los actores que pueden propiciar un cambio son, principalmente, los gobiernos y las empresas. El objetivo de reducir es alcanzar un balance energético mucho más satisfactorio: que se utilice mucha menos energía y menos materiales en la fabricación de productos, y que se generen muchos menos residuos en los procesos de producción. Por su parte, reutilizar significa fabricar y utilizar productos con una mayor vida media. Todo ello es hoy técnicamente posible. Comprar menos productos y de una mayor calidad es una vía de futuro. Finalmente, el reciclaje es donde más podemos influir los ciudadanos. Y tiene su mejor sentido en el caso de materiales no renovables (derivados del petróleo como plásticos, fertilizantes, pinturas, etcétera). Pero reciclar no es la vía de mayor impacto medioambiental, ya que la tarea de separar, recuperar y transformar los materiales usados en otros nuevos implica un consumo de energía relativamente alto. Pero no hacerlo es peor, especialmente por la mayor generación de residuos cuando no se hace (además de la importancia de introducir progresivamente una mayor “cultura ecológica” en la ciudadanía).
Las próximas décadas son decisivas. Según como se resuelvan (o no) las principales dimensiones ecológicas dependerá la calidad de vida de las próximas generaciones. Hay países que ya están haciendo los deberes. Otros, como EE. UU., Australia y España, siguen con la táctica del avestruz o escondiéndose tras mera retórica. Ser un gobierno progresista hoy tiene que ver con implementar, entre otras, medidas ecológicas prácticas que no sean un mero adorno.
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