Por Roger Jiménez, periodista (EL PERIÓDICO, 13/03/08):
En la política italiana no hay término medio. O los acontecimientos discurren con exasperante lentitud o se precipitan de manera incontenible. El pasado 6 de febrero, 13 días después de la caída del Gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, tuvo que disolver el Parlamento al fracasar sus tentativas –saboteadas por el líder de la oposición, Silvio Berlusconi– de formar un gabinete gestionado por técnicos. Pero habrá que esperar hasta mediados de abril para que tengan lugar las elecciones. El jefe del Estado ha lamentado tener que enviar a los ciudadanos a las urnas con la reforma pendiente de la ley electoral, diseñada por Berlusconi en el 2005 a la medida de sus intereses.
LA DISOLUCIÓN de las cámaras ha puesto punto final a la segunda legislatura más breve en los 62 años de historia del país, sobre el que planea de nuevo el fantasma de la inestabilidad política –la famosa “anomalía”–, que ha consumido 61 gobiernos desde el final de la segunda guerra mundial. Los italianos siempre habían considerado que el cambio a un sistema mayoritario, introducido en 1993 por Carlo Azeglio Ciampi, garantizaba una “segunda república” de gobiernos duraderos y gran estabilidad, pero el centro-derecha impuso hace tres años una excéntrica forma de representación proporcional que ha sido bautizada como la “tercera república”, mucho más inestable que la primera, puesto que permite el acceso de numerosos partidos a la Cámara de los Diputados y proporciona una frágil y peligrosa mayoría en el Senado.
Así las cosas, y una vez autodescartado Prodi de la contienda electoral, el futuro primer ministro precisará ganar las elecciones por un margen considerable, una posibilidad que nadie garantiza. El principal oponente de Berlusconi es el exalcalde de Roma, Walter Veltroni, quien lidera una nueva formación de centro-izquierda inspirada en el Partido Demócrata estadounidense, mientras que Il Cavaliere se presenta al frente de la coalición de tres partidos de centro-derecha rebautizada como El Pueblo de la Libertad. Veltroni tiene 52 años, pero está por ver si su nuevo partido, heredero de El Olivo, ha tenido tiempo de arraigar. Berlusconi, a su vez, es septuagenario y lleva un marcapasos; las elecciones parlamentarias se celebrarán los mismos días –13 y 14 de abril– que los comicios locales, una combinación que suele favorecer a la izquierda.
PERO NO HAY nada definitivo en este escenario, donde los sondeos siguen sin dar un claro vencedor. Por el momento, se observan algunos gestos extrañamente conciliadores procedentes del campo que lidera Il Cavaliere, como la oferta de varias presidencias de comités parlamentarios a ciertos políticos del bando opuesto. Además, el diario Il Giornale, controlado por la familia Berlusconi, ha lanzado la idea de una gran coalición de gobierno al estilo alemán, pero no pasa de ser un globo sonda.
Otros temas, como el aborto, están cobrando importancia en esta campaña, en la que Giuliano Ferrara, antiguo ministro de Berlusconi y director del diario Il Foglio (que tiene como principal accionista a Verónica Lario, esposa de aquel) propugna una moratoria global del aborto para ponerlo al mismo nivel que la declaración no vinculante contra la pena de muerte propuesta el pasado diciembre por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las posiciones provida de Ferrara, antiguo miembro del Partido Comunista y “ateo devoto por excelencia”, según su propia definición, no han pasado inadvertidas a los estudiosos del proceso electoral. Algunos creen que se trata de una estrategia de la coalición de Berlusconi para atraer el voto de los católicos del centro-izquierda después de que el partido democristiano de Pierferdinando Casini, al que se adjudica el 6% de los votos, anunciara que deja El Pueblo de la Libertad con la intención de presentarse en solitario.
LOS GUIÑOS al electorado piadoso, con Ferrara como dinamizador, han encontrado su réplica sardónica en la columna del veterano periodista Eugenio Scalfari en el semanario L’Espresso: “Ferrara siempre ha sido creyente. Cuando era joven creía en Stalin y en Togliatti; después, con el paso de los años y de la experiencia, creyó en Craxi (exprimer ministro muerto en el exilio); después, en Berlusconi. Por fin, desilusionado de todos, ahora cree en Dios”. Sea como fuere, existe unanimidad en advertir que el principal problema de las próximas semanas para una y otra formación consistirá en persuadir a un cínico y encallecido electorado de que votar por uno u otro bando todavía marca alguna diferencia. De ahí que circulen barzellette (chascarrillos) estos días por Roma, algunos de ellos desacralizadores, como el que sigue: la Santísima Trinidad decide emprender un viaje a la Tierra para comprobar cómo van las cosas. El Padre propone visitar Jerusalén, cuna de la cristiandad, pero Jesús argumenta que ya estuvo una vez allí y no lo pasó muy bien. El Padre asiente y sugiere Roma como destino alternativo, por tratarse, dice, de una ciudad magnífica y donde habita su Vicario quien, sin duda, les dispensará una excelente acogida. “Maravillosa idea –interviene el Espíritu Santo–. Me apetece mucho ir a Roma porque nunca he estado allí”.
En la política italiana no hay término medio. O los acontecimientos discurren con exasperante lentitud o se precipitan de manera incontenible. El pasado 6 de febrero, 13 días después de la caída del Gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, tuvo que disolver el Parlamento al fracasar sus tentativas –saboteadas por el líder de la oposición, Silvio Berlusconi– de formar un gabinete gestionado por técnicos. Pero habrá que esperar hasta mediados de abril para que tengan lugar las elecciones. El jefe del Estado ha lamentado tener que enviar a los ciudadanos a las urnas con la reforma pendiente de la ley electoral, diseñada por Berlusconi en el 2005 a la medida de sus intereses.
LA DISOLUCIÓN de las cámaras ha puesto punto final a la segunda legislatura más breve en los 62 años de historia del país, sobre el que planea de nuevo el fantasma de la inestabilidad política –la famosa “anomalía”–, que ha consumido 61 gobiernos desde el final de la segunda guerra mundial. Los italianos siempre habían considerado que el cambio a un sistema mayoritario, introducido en 1993 por Carlo Azeglio Ciampi, garantizaba una “segunda república” de gobiernos duraderos y gran estabilidad, pero el centro-derecha impuso hace tres años una excéntrica forma de representación proporcional que ha sido bautizada como la “tercera república”, mucho más inestable que la primera, puesto que permite el acceso de numerosos partidos a la Cámara de los Diputados y proporciona una frágil y peligrosa mayoría en el Senado.
Así las cosas, y una vez autodescartado Prodi de la contienda electoral, el futuro primer ministro precisará ganar las elecciones por un margen considerable, una posibilidad que nadie garantiza. El principal oponente de Berlusconi es el exalcalde de Roma, Walter Veltroni, quien lidera una nueva formación de centro-izquierda inspirada en el Partido Demócrata estadounidense, mientras que Il Cavaliere se presenta al frente de la coalición de tres partidos de centro-derecha rebautizada como El Pueblo de la Libertad. Veltroni tiene 52 años, pero está por ver si su nuevo partido, heredero de El Olivo, ha tenido tiempo de arraigar. Berlusconi, a su vez, es septuagenario y lleva un marcapasos; las elecciones parlamentarias se celebrarán los mismos días –13 y 14 de abril– que los comicios locales, una combinación que suele favorecer a la izquierda.
PERO NO HAY nada definitivo en este escenario, donde los sondeos siguen sin dar un claro vencedor. Por el momento, se observan algunos gestos extrañamente conciliadores procedentes del campo que lidera Il Cavaliere, como la oferta de varias presidencias de comités parlamentarios a ciertos políticos del bando opuesto. Además, el diario Il Giornale, controlado por la familia Berlusconi, ha lanzado la idea de una gran coalición de gobierno al estilo alemán, pero no pasa de ser un globo sonda.
Otros temas, como el aborto, están cobrando importancia en esta campaña, en la que Giuliano Ferrara, antiguo ministro de Berlusconi y director del diario Il Foglio (que tiene como principal accionista a Verónica Lario, esposa de aquel) propugna una moratoria global del aborto para ponerlo al mismo nivel que la declaración no vinculante contra la pena de muerte propuesta el pasado diciembre por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las posiciones provida de Ferrara, antiguo miembro del Partido Comunista y “ateo devoto por excelencia”, según su propia definición, no han pasado inadvertidas a los estudiosos del proceso electoral. Algunos creen que se trata de una estrategia de la coalición de Berlusconi para atraer el voto de los católicos del centro-izquierda después de que el partido democristiano de Pierferdinando Casini, al que se adjudica el 6% de los votos, anunciara que deja El Pueblo de la Libertad con la intención de presentarse en solitario.
LOS GUIÑOS al electorado piadoso, con Ferrara como dinamizador, han encontrado su réplica sardónica en la columna del veterano periodista Eugenio Scalfari en el semanario L’Espresso: “Ferrara siempre ha sido creyente. Cuando era joven creía en Stalin y en Togliatti; después, con el paso de los años y de la experiencia, creyó en Craxi (exprimer ministro muerto en el exilio); después, en Berlusconi. Por fin, desilusionado de todos, ahora cree en Dios”. Sea como fuere, existe unanimidad en advertir que el principal problema de las próximas semanas para una y otra formación consistirá en persuadir a un cínico y encallecido electorado de que votar por uno u otro bando todavía marca alguna diferencia. De ahí que circulen barzellette (chascarrillos) estos días por Roma, algunos de ellos desacralizadores, como el que sigue: la Santísima Trinidad decide emprender un viaje a la Tierra para comprobar cómo van las cosas. El Padre propone visitar Jerusalén, cuna de la cristiandad, pero Jesús argumenta que ya estuvo una vez allí y no lo pasó muy bien. El Padre asiente y sugiere Roma como destino alternativo, por tratarse, dice, de una ciudad magnífica y donde habita su Vicario quien, sin duda, les dispensará una excelente acogida. “Maravillosa idea –interviene el Espíritu Santo–. Me apetece mucho ir a Roma porque nunca he estado allí”.
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