Por Thubten Wangchen, director de la Fundació Casa del Tíbet de Barcelona (EL PERIÓDICO, 17/03/08):
A pesar de casi medio siglo de la pérdida de las libertades en nuestro país, el Tíbet, el pueblo tibetano siempre ha intentado seguir las directrices de Gandhi y del dalái lama, nuestro líder espiritual y Premio Nobel de la Paz, de cultivar la paciencia buscando soluciones amigables y pacíficas a los conflictos, buscando el diálogo con el Gobierno chino.
Sin embargo, nada cambia. Las conversaciones con los gobernantes chinos están estancadas y China no deja de adoptar medidas para afianzar su política de control y colonización en el Tíbet: construye carreteras para que lleguen sus tanques y camiones al territorio tibetano, y el tren Pekín-Lasa para transportar no solo colonos chinos hacia Lasa, sino riquezas, como el uranio, desde Tíbet hacia China.
MUCHOS JÓVENES tibetanos han llegado al límite de su paciencia al constatar que sus abuelos y padres se están muriendo sin poder ver al Tíbet libre. Por eso han salido a las calles para expresar su disconformidad, contrariando incluso la orientación del dalái lama, especialmente después del 10 de marzo, fecha que marca el 49 aniversario del levantamiento del pueblo tibetano. Lo que empezó como manifestaciones pacíficas pidiendo respeto a los derechos humanos, ha terminado con una brutal represión de la policía china que ha causado numerosas muertes.
Al igual que ha ocurrido recientemente en Birmania, los monjes tibetanos también se han convertido en portavoces de su pueblo y han salido a las calles para pedir respeto y libertad, no solo en Lasa, sino en otras provincias del Tíbet, en India, Nepal, Australia, Japón, América y Europa.
Según noticias que recibimos, confirmadas por los medios de comunicación, se calcula que al menos 100 tibetanos han muerto a causa de la carga policial china. Pero tememos que esa cifra sea mucho mayor. El sábado, un tibetano contactó desde Barcelona con su familia en Tíbet y le informó de que había cerca de 100 muertos frente al templo de Jokhang, en Lasa. Y que, a pesar de lo que afirma el Gobierno chino, el toque de queda está en vigor en la capital tibetana, los monasterios están clausurados y las escuelas cerradas.
El Gobierno chino insiste en acusar al dalái lama de sabotear los Juegos Olímpicos de Pekín, aun cuando el Premio Nobel de la Paz confirma una y otra vez que siempre ha apoyado los Juegos y que considera que son una oportunidad para que los dirigentes chinos practiquen el principio de la libertad a que se comprometieron cuando su candidatura salió vencedora.
LAS IMÁGENES oficiales que recibimos de China solo muestran a jóvenes tibetanos rompiendo persianas de tiendas, pero no muestran las de las matanzas de tibetanos por parte de los policías chinos. Las pocas imágenes no oficiales son grabadas por móviles que consiguen traspasar las fronteras y la censura del régimen comunista para llegar a Occidente.
El dalái lama ha vuelto a dirigirse este domingo a los medios de comunicación para expresar que, a pesar de estar semirretirado políticamente, el pueblo tibetano espera su orientación. Por eso dice sentirse responsable por su pueblo y pide que cese la violencia que ya ha causado por lo menos 80 muertos, con nombres y apellidos. Lo que pide el dalái lama –y queremos todos los tibetanos– es que se aplique la democracia en el Tíbet, que haya libertad de expresión y de movimiento, porque de lo contrario, a más represión y control, más resentimiento se provocará entre la población.
En cualquier caso, ahora el mundo sabe un poco más de lo que pasa en el Tíbet, aunque ya sabía lo que pasó en Tiananmen en 1989 y sobre la persecución de los practicantes de la organización Falung Gong, pero no interviene.
AHORA ES EL momento para que la comunidad internacional y la ONU hagan algo, para que adopten medidas para ayudar a los seis millones de tibetanos que están sufriendo. Los intereses económicos no deberían pasar por encima de las cuestiones humanitarias. Ya queda poco para los Juegos Olímpicos de Pekín, pero estos deben celebrarse sin sangre, en democracia y libertad. Lamentamos lo que está ocurriendo en Tíbet porque eso finalmente daña la imagen de China.
Se nos acusa a los tibetanos de aprovechar la exposición que supone la celebración de los Juegos Olímpicos en China para hacernos oír. Es cierto que es una oportunidad para llamar la atención mundial sobre nuestra situación y la aprovechamos sin otro ánimo de protagonismo que el de pedir que se respeten nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestras creencias, nuestra identidad y, sobre todo, nuestras vidas.
A pesar de casi medio siglo de la pérdida de las libertades en nuestro país, el Tíbet, el pueblo tibetano siempre ha intentado seguir las directrices de Gandhi y del dalái lama, nuestro líder espiritual y Premio Nobel de la Paz, de cultivar la paciencia buscando soluciones amigables y pacíficas a los conflictos, buscando el diálogo con el Gobierno chino.
Sin embargo, nada cambia. Las conversaciones con los gobernantes chinos están estancadas y China no deja de adoptar medidas para afianzar su política de control y colonización en el Tíbet: construye carreteras para que lleguen sus tanques y camiones al territorio tibetano, y el tren Pekín-Lasa para transportar no solo colonos chinos hacia Lasa, sino riquezas, como el uranio, desde Tíbet hacia China.
MUCHOS JÓVENES tibetanos han llegado al límite de su paciencia al constatar que sus abuelos y padres se están muriendo sin poder ver al Tíbet libre. Por eso han salido a las calles para expresar su disconformidad, contrariando incluso la orientación del dalái lama, especialmente después del 10 de marzo, fecha que marca el 49 aniversario del levantamiento del pueblo tibetano. Lo que empezó como manifestaciones pacíficas pidiendo respeto a los derechos humanos, ha terminado con una brutal represión de la policía china que ha causado numerosas muertes.
Al igual que ha ocurrido recientemente en Birmania, los monjes tibetanos también se han convertido en portavoces de su pueblo y han salido a las calles para pedir respeto y libertad, no solo en Lasa, sino en otras provincias del Tíbet, en India, Nepal, Australia, Japón, América y Europa.
Según noticias que recibimos, confirmadas por los medios de comunicación, se calcula que al menos 100 tibetanos han muerto a causa de la carga policial china. Pero tememos que esa cifra sea mucho mayor. El sábado, un tibetano contactó desde Barcelona con su familia en Tíbet y le informó de que había cerca de 100 muertos frente al templo de Jokhang, en Lasa. Y que, a pesar de lo que afirma el Gobierno chino, el toque de queda está en vigor en la capital tibetana, los monasterios están clausurados y las escuelas cerradas.
El Gobierno chino insiste en acusar al dalái lama de sabotear los Juegos Olímpicos de Pekín, aun cuando el Premio Nobel de la Paz confirma una y otra vez que siempre ha apoyado los Juegos y que considera que son una oportunidad para que los dirigentes chinos practiquen el principio de la libertad a que se comprometieron cuando su candidatura salió vencedora.
LAS IMÁGENES oficiales que recibimos de China solo muestran a jóvenes tibetanos rompiendo persianas de tiendas, pero no muestran las de las matanzas de tibetanos por parte de los policías chinos. Las pocas imágenes no oficiales son grabadas por móviles que consiguen traspasar las fronteras y la censura del régimen comunista para llegar a Occidente.
El dalái lama ha vuelto a dirigirse este domingo a los medios de comunicación para expresar que, a pesar de estar semirretirado políticamente, el pueblo tibetano espera su orientación. Por eso dice sentirse responsable por su pueblo y pide que cese la violencia que ya ha causado por lo menos 80 muertos, con nombres y apellidos. Lo que pide el dalái lama –y queremos todos los tibetanos– es que se aplique la democracia en el Tíbet, que haya libertad de expresión y de movimiento, porque de lo contrario, a más represión y control, más resentimiento se provocará entre la población.
En cualquier caso, ahora el mundo sabe un poco más de lo que pasa en el Tíbet, aunque ya sabía lo que pasó en Tiananmen en 1989 y sobre la persecución de los practicantes de la organización Falung Gong, pero no interviene.
AHORA ES EL momento para que la comunidad internacional y la ONU hagan algo, para que adopten medidas para ayudar a los seis millones de tibetanos que están sufriendo. Los intereses económicos no deberían pasar por encima de las cuestiones humanitarias. Ya queda poco para los Juegos Olímpicos de Pekín, pero estos deben celebrarse sin sangre, en democracia y libertad. Lamentamos lo que está ocurriendo en Tíbet porque eso finalmente daña la imagen de China.
Se nos acusa a los tibetanos de aprovechar la exposición que supone la celebración de los Juegos Olímpicos en China para hacernos oír. Es cierto que es una oportunidad para llamar la atención mundial sobre nuestra situación y la aprovechamos sin otro ánimo de protagonismo que el de pedir que se respeten nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestras creencias, nuestra identidad y, sobre todo, nuestras vidas.
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