Por Inocencio F. Arias, diplomático español y cónsul general en Los Angeles, EEUU (EL MUNDO, 19/03/08):
La Guerra de Irak ha sido una de las intervenciones más impopulares del último medio siglo. La aversión que despertó en la opinión pública, especialmente en la europea, no ha disminuido cinco años después. Sus consecuencias son generalmente vituperadas. Lo que lleva, en la consiguiente condena, a deformar en ocasiones la realidad. Examinaré 11 asertos relativos al conflicto para mostrar, a mi juicio, los que pueden ser correctos, cuestionables o disparatados:
1) Antes de la intervención, se aseguró que la guerra sería corta y que se recibiría a las tropas estadounidenses con palmas de olivo. A corto plazo, la afirmación pudo ser cierta; a medio plazo, no. El conflicto comenzó el 19 de marzo y la enorme estatua de Sadam Husein en el centro de Bagdad fue derribada el 9 de abril. Momentáneamente, muchos iraquíes, traumatizados por la brutalidad que habían soportado durante el régimen baazista, acogieron bien a las tropas aliadas. La frase pronunciada por McCain: «Los iraquíes estarán agradecidos a quien asegure su libertad», pareció fugazmente incontestable.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos cuestionaría lo dicho por McCain y más aún la frase de Bush, cuando desde un portaviones militar proclamó: «Misión cumplida». Ni lo estaba ni lo está ahora. El primer embate contra el prestigio estadounidense llegó cuando se supo que sus tropas, en los saqueos que iniciaron los iraquíes, sólo habían recibido órdenes de proteger el Ministerio del Petróleo. Después llegaron otros hechos, como el desmantelamiento total del ejército y del aparato administrativo iraquí, las infames fotos de Abu Graib, etcétera, que contribuyeron a cuartear la imagen de EEUU en Irak y en el mundo.
2) Bush fue totalmente por libre y se inventó lo de las armas de destrucción masiva para justificar la intervención. Incorrecto. En su país, Bush estaba totalmente arropado. Legalmente, 77 de 100 senadores le dieron luz verde legal. Popularmente, casi el 80% de los encuestados apoyaban la intervención. Y mediáticamente, prácticamente ningún medio repudió la intervención. Muchos analistas americanos han entonado posteriormente un mea culpa por su seguidismo. Los atentados del 11-S les habían traumatizado y cegado.
En el plano internacional, Bush no consiguió la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, pero sí tenía un buen número de gobiernos que lo apoyaban. No se inventó las armas de destrucción masiva. Sadam Huseim las había usado en el pasado, contra los iraníes y contra los kurdos. Además, la mayor parte de los servicios de inteligencia del mundo creían que existían; el propio Bill Clinton lo afirmó poco antes de dejar la Casa Blanca. Dirigentes que no querían la guerra, como Chirac o Mubarak, pensaban que Sadam no se había desembarazado de ellas. Las discusiones versaban sobre si se intervenía o se proseguían las inspecciones, no sobre la existencia de las armas.
3) Se aseguró también que la intervención tendría un coste aceptable. Un disparate. El gasto está siendo descomunal. Además, ha habido decenas de miles [otras fuentes hablan de cientos de miles] de muertos iraquíes (la mayor parte causados por atentados de los insurrectos, pero vidas humanas en definitiva), y unos 4.000 soldados estadounidenses. Económicamente, el costo es astronómico. El Nobel Joseph Sitglitz y Linda J. Bilmes sostienen que Afganistán e Irak han implicado un desembolso de 800.000 millones de dólares. Según ellos, sumando las pensiones vitalicias que habrá que pagar a mutilados y heridos, y teniendo en cuenta que ya han rotado 1.600.000 efectivos, de los que un porcentaje no despreciable tendrá secuelas, el costo final de la guerra ascenderá a unos tres billones de dólares.
4) Se dijo que la democracia estabilizaría Irak y, como consecuencia, el precio del petróleo. Incorrecto. Los iraquíes han votado libremente, pero la paz, por el momento, no ha llegado al país árabe. La mayoría chií, victoriosa por constituir el 60% de la población, ha sido revanchista, después de haber estado sojuzgada durante años por la minoría suní, y ésta ha sido remisa a aceptar la nueva situación, cerrando los ojos durante tiempo a la violencia de sus extremistas. La desaparición de Sadam ha abierto, además, la caja de Pandora de las tensiones soterradas étnicas, sectariasy tribales .
El precio del petróleo se ha multiplicado casi por cuatro. Sería injusto achacarlo sólo al conflicto; más importantes son la voracidad creciente de China y la India, la escasa capacidad refinadora, la situación en Nigeria, etcétera, pero la intranquilidad en Irak no ha ayudado y, otro fallo en los pronósticos, no se producen los seis millones de barriles diarios que se podrían extraer. La cifra sigue en los 2,5 del inicio de la guerra.
5) Muchos aseguran que Bush siempre pensó en atacar; lo de pedir el respaldo de la ONU era un paripé. Puede que el presidente estuviera decidido a intervenir sin la ONU, pero no hubo tal paripé. Se lo dijo a Aznar en su rancho, cuando nuestro entonces presidente argumentaba que era mejor obtener la autorización de Naciones Unidas. Pero, además, Bush lo había proclamado en público en la propia Asamblea General en septiembre ante altos dirigentes y embajadores de 188 países. Yo estaba allí. The New York Times lo resumía así en primera: «O intervienen ustedes o lo hará EEUU».
6) Aznar se separó de la línea europea apoyando a EEUU. Harto dudoso. No había una sola línea. Había dos posturas europeas. En un lado, estaban Francia, Alemania, Suecia, Bélgica…; y en el otro, el Reino Unido, España, Italia, Portugal… Europa se partió literalmente en dos. Identificar la postura del continente con la de Francia es trasnochado e inaceptable. ¿Desde cuándo es más Europa la patria de Molière y de Kant que la de Newton, Dante y Goya? Lo cierto es que había dos Europas.
7) Se aseguró que la guerra tuvo una incidencia directa en las elecciones españolas y que la tendrá en las de EEUU. Depende de lo que entendamos por incidencia directa. A pesar de la masiva irritación de nuestra opinión pública con la intervención, el tema estaba digerido y, sin el atentado islamista en Atocha, el PP habría ganado las elecciones. Había superado sin problemas unas municipales en fechas en que la irritación estaba más fresca y dos días antes del 11-M, todas las encuestas le daban ganador.
En cuanto a Estados Unidos, aunque hace un año se pronosticaba que la campaña electoral sería «Irak, Irak, Irak» (Woodward), la cuestión últimamente se ha esfumado. Un 38% de los anuncios electorales mencionaban Irak en septiembre; sólo un 3% a finales de diciembre. A la gente le preocupan más la economía, el seguro sanitario y la inmigración. Por otra parte, de los tres candidatos en liza, dos (Hillary Clinton y McCain) apoyaron la intervención.
8) Se asegura que la retirada de las tropas españolas de Irak se realizó porque, a diferencia de lo que ocurre en Afganistán y otros lugares, su presencia era claramente ilegal. Una memez. Nuestras tropas se retirarían porque el presidente Zapatero lo había prometido en su campaña electoral. Una razón política sólida, sí; pero su presencia era totalmente legal porque tenía la bendición del Consejo de Seguridad, que es el órgano que debía darla. El Consejo, en el octubre previo a nuestras elecciones -Resolución 1511 aprobada por unanimidad- no sólo apoyaba la presencia de las tropas de la coalición en Irak, sino que instaba a los estados miembros a prestar asistencia… «incluyendo fuerzas militares» a la misma. Es decir, animaba a más países a enviar tropas.
9) Cuando Bush se marche habrá un cambio brusco en la política de EEUU, incluyendo la salida de las tropas. Veremos. La opinión pública de Estados Unidos ciertamente ha cambiado. Una mayoría -¿55%?- piensa ahora que no se debió intervenir, pero la cuestión de la retirada militar es peliaguda. El rey de Jordania decía esta semana en EEUU que la salida abrupta sería un error, y los tres candidatos a la Presidencia tienen posturas matizadas. El republicano McCain dice que no hay la menor prisa. En el lado demócrata, Hillary Clinton no la concluiría hasta 2013, y Obama habla de que lo hará en 16 meses, pero consultando primero a los jefes militares.
10) A diferencia de otros conflictos, como los de Kosovo y Afganistán, la Guerra de Irak fue ilegal porque no contó con el apoyo de Naciones Unidas. Formulada así la afirmación es una falacia. Bush, es impepinable, no consiguió una resolución aprobatoria del Consejo, tampoco hubo condena y esquivó finalmente a la ONU. La aprobación del Consejo a la guerra de Afganistán es también para muchos discutible y, ciertamente, nunca existió en el caso de Kosovo. Es generalmente aceptado que la intervención en Irak, a pesar de su denunciada endeblez, cuenta con una base legal mucho más sólida que la de Kosovo. En Irak, había unas 14 resoluciones del Consejo acusando a Sadam de incumplir las resoluciones de la ONU. En la última de ellas, se decretaba incluso que se le daba «una última oportunidad» y que si no la acataba «se atendría a las consecuencias».
He aquí la paradoja. Dos ocasiones en que se interviene militarmente al margen de la ONU: en una, Kosovo, la opinión pública aplaude o se calla; y en la otra, Irak, se levanta airada. En la calificación, la percepción pública juega más que la legalidad.
11) Los españoles se movilizaron masivamente por su pacifismo y por impedir un atropello. Bueno, el pacifismo español es encomiable, pero totalmente selectivo. Millones de personas se echan a la calle si el atropello puede ser atribuido a EEUU. Pocos se mueven, permanecemos totalmente indiferentes, ante otras tragedias internacionales con un número espantoso de muertos si no se ve la mano directa de Washington. ¿Cuánta gente se ha echado a la calle para protestar por el actual drama de Darfur? Aquí no hay manifestaciones. ¿Cuánta protestó cuando trascendió que en Ruanda habían sido asesinadas 800.000 personas en 100 días? Muy pacifistas, sí, pero a la carta.
La Guerra de Irak ha sido una de las intervenciones más impopulares del último medio siglo. La aversión que despertó en la opinión pública, especialmente en la europea, no ha disminuido cinco años después. Sus consecuencias son generalmente vituperadas. Lo que lleva, en la consiguiente condena, a deformar en ocasiones la realidad. Examinaré 11 asertos relativos al conflicto para mostrar, a mi juicio, los que pueden ser correctos, cuestionables o disparatados:
1) Antes de la intervención, se aseguró que la guerra sería corta y que se recibiría a las tropas estadounidenses con palmas de olivo. A corto plazo, la afirmación pudo ser cierta; a medio plazo, no. El conflicto comenzó el 19 de marzo y la enorme estatua de Sadam Husein en el centro de Bagdad fue derribada el 9 de abril. Momentáneamente, muchos iraquíes, traumatizados por la brutalidad que habían soportado durante el régimen baazista, acogieron bien a las tropas aliadas. La frase pronunciada por McCain: «Los iraquíes estarán agradecidos a quien asegure su libertad», pareció fugazmente incontestable.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos cuestionaría lo dicho por McCain y más aún la frase de Bush, cuando desde un portaviones militar proclamó: «Misión cumplida». Ni lo estaba ni lo está ahora. El primer embate contra el prestigio estadounidense llegó cuando se supo que sus tropas, en los saqueos que iniciaron los iraquíes, sólo habían recibido órdenes de proteger el Ministerio del Petróleo. Después llegaron otros hechos, como el desmantelamiento total del ejército y del aparato administrativo iraquí, las infames fotos de Abu Graib, etcétera, que contribuyeron a cuartear la imagen de EEUU en Irak y en el mundo.
2) Bush fue totalmente por libre y se inventó lo de las armas de destrucción masiva para justificar la intervención. Incorrecto. En su país, Bush estaba totalmente arropado. Legalmente, 77 de 100 senadores le dieron luz verde legal. Popularmente, casi el 80% de los encuestados apoyaban la intervención. Y mediáticamente, prácticamente ningún medio repudió la intervención. Muchos analistas americanos han entonado posteriormente un mea culpa por su seguidismo. Los atentados del 11-S les habían traumatizado y cegado.
En el plano internacional, Bush no consiguió la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, pero sí tenía un buen número de gobiernos que lo apoyaban. No se inventó las armas de destrucción masiva. Sadam Huseim las había usado en el pasado, contra los iraníes y contra los kurdos. Además, la mayor parte de los servicios de inteligencia del mundo creían que existían; el propio Bill Clinton lo afirmó poco antes de dejar la Casa Blanca. Dirigentes que no querían la guerra, como Chirac o Mubarak, pensaban que Sadam no se había desembarazado de ellas. Las discusiones versaban sobre si se intervenía o se proseguían las inspecciones, no sobre la existencia de las armas.
3) Se aseguró también que la intervención tendría un coste aceptable. Un disparate. El gasto está siendo descomunal. Además, ha habido decenas de miles [otras fuentes hablan de cientos de miles] de muertos iraquíes (la mayor parte causados por atentados de los insurrectos, pero vidas humanas en definitiva), y unos 4.000 soldados estadounidenses. Económicamente, el costo es astronómico. El Nobel Joseph Sitglitz y Linda J. Bilmes sostienen que Afganistán e Irak han implicado un desembolso de 800.000 millones de dólares. Según ellos, sumando las pensiones vitalicias que habrá que pagar a mutilados y heridos, y teniendo en cuenta que ya han rotado 1.600.000 efectivos, de los que un porcentaje no despreciable tendrá secuelas, el costo final de la guerra ascenderá a unos tres billones de dólares.
4) Se dijo que la democracia estabilizaría Irak y, como consecuencia, el precio del petróleo. Incorrecto. Los iraquíes han votado libremente, pero la paz, por el momento, no ha llegado al país árabe. La mayoría chií, victoriosa por constituir el 60% de la población, ha sido revanchista, después de haber estado sojuzgada durante años por la minoría suní, y ésta ha sido remisa a aceptar la nueva situación, cerrando los ojos durante tiempo a la violencia de sus extremistas. La desaparición de Sadam ha abierto, además, la caja de Pandora de las tensiones soterradas étnicas, sectariasy tribales .
El precio del petróleo se ha multiplicado casi por cuatro. Sería injusto achacarlo sólo al conflicto; más importantes son la voracidad creciente de China y la India, la escasa capacidad refinadora, la situación en Nigeria, etcétera, pero la intranquilidad en Irak no ha ayudado y, otro fallo en los pronósticos, no se producen los seis millones de barriles diarios que se podrían extraer. La cifra sigue en los 2,5 del inicio de la guerra.
5) Muchos aseguran que Bush siempre pensó en atacar; lo de pedir el respaldo de la ONU era un paripé. Puede que el presidente estuviera decidido a intervenir sin la ONU, pero no hubo tal paripé. Se lo dijo a Aznar en su rancho, cuando nuestro entonces presidente argumentaba que era mejor obtener la autorización de Naciones Unidas. Pero, además, Bush lo había proclamado en público en la propia Asamblea General en septiembre ante altos dirigentes y embajadores de 188 países. Yo estaba allí. The New York Times lo resumía así en primera: «O intervienen ustedes o lo hará EEUU».
6) Aznar se separó de la línea europea apoyando a EEUU. Harto dudoso. No había una sola línea. Había dos posturas europeas. En un lado, estaban Francia, Alemania, Suecia, Bélgica…; y en el otro, el Reino Unido, España, Italia, Portugal… Europa se partió literalmente en dos. Identificar la postura del continente con la de Francia es trasnochado e inaceptable. ¿Desde cuándo es más Europa la patria de Molière y de Kant que la de Newton, Dante y Goya? Lo cierto es que había dos Europas.
7) Se aseguró que la guerra tuvo una incidencia directa en las elecciones españolas y que la tendrá en las de EEUU. Depende de lo que entendamos por incidencia directa. A pesar de la masiva irritación de nuestra opinión pública con la intervención, el tema estaba digerido y, sin el atentado islamista en Atocha, el PP habría ganado las elecciones. Había superado sin problemas unas municipales en fechas en que la irritación estaba más fresca y dos días antes del 11-M, todas las encuestas le daban ganador.
En cuanto a Estados Unidos, aunque hace un año se pronosticaba que la campaña electoral sería «Irak, Irak, Irak» (Woodward), la cuestión últimamente se ha esfumado. Un 38% de los anuncios electorales mencionaban Irak en septiembre; sólo un 3% a finales de diciembre. A la gente le preocupan más la economía, el seguro sanitario y la inmigración. Por otra parte, de los tres candidatos en liza, dos (Hillary Clinton y McCain) apoyaron la intervención.
8) Se asegura que la retirada de las tropas españolas de Irak se realizó porque, a diferencia de lo que ocurre en Afganistán y otros lugares, su presencia era claramente ilegal. Una memez. Nuestras tropas se retirarían porque el presidente Zapatero lo había prometido en su campaña electoral. Una razón política sólida, sí; pero su presencia era totalmente legal porque tenía la bendición del Consejo de Seguridad, que es el órgano que debía darla. El Consejo, en el octubre previo a nuestras elecciones -Resolución 1511 aprobada por unanimidad- no sólo apoyaba la presencia de las tropas de la coalición en Irak, sino que instaba a los estados miembros a prestar asistencia… «incluyendo fuerzas militares» a la misma. Es decir, animaba a más países a enviar tropas.
9) Cuando Bush se marche habrá un cambio brusco en la política de EEUU, incluyendo la salida de las tropas. Veremos. La opinión pública de Estados Unidos ciertamente ha cambiado. Una mayoría -¿55%?- piensa ahora que no se debió intervenir, pero la cuestión de la retirada militar es peliaguda. El rey de Jordania decía esta semana en EEUU que la salida abrupta sería un error, y los tres candidatos a la Presidencia tienen posturas matizadas. El republicano McCain dice que no hay la menor prisa. En el lado demócrata, Hillary Clinton no la concluiría hasta 2013, y Obama habla de que lo hará en 16 meses, pero consultando primero a los jefes militares.
10) A diferencia de otros conflictos, como los de Kosovo y Afganistán, la Guerra de Irak fue ilegal porque no contó con el apoyo de Naciones Unidas. Formulada así la afirmación es una falacia. Bush, es impepinable, no consiguió una resolución aprobatoria del Consejo, tampoco hubo condena y esquivó finalmente a la ONU. La aprobación del Consejo a la guerra de Afganistán es también para muchos discutible y, ciertamente, nunca existió en el caso de Kosovo. Es generalmente aceptado que la intervención en Irak, a pesar de su denunciada endeblez, cuenta con una base legal mucho más sólida que la de Kosovo. En Irak, había unas 14 resoluciones del Consejo acusando a Sadam de incumplir las resoluciones de la ONU. En la última de ellas, se decretaba incluso que se le daba «una última oportunidad» y que si no la acataba «se atendría a las consecuencias».
He aquí la paradoja. Dos ocasiones en que se interviene militarmente al margen de la ONU: en una, Kosovo, la opinión pública aplaude o se calla; y en la otra, Irak, se levanta airada. En la calificación, la percepción pública juega más que la legalidad.
11) Los españoles se movilizaron masivamente por su pacifismo y por impedir un atropello. Bueno, el pacifismo español es encomiable, pero totalmente selectivo. Millones de personas se echan a la calle si el atropello puede ser atribuido a EEUU. Pocos se mueven, permanecemos totalmente indiferentes, ante otras tragedias internacionales con un número espantoso de muertos si no se ve la mano directa de Washington. ¿Cuánta gente se ha echado a la calle para protestar por el actual drama de Darfur? Aquí no hay manifestaciones. ¿Cuánta protestó cuando trascendió que en Ruanda habían sido asesinadas 800.000 personas en 100 días? Muy pacifistas, sí, pero a la carta.
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