miércoles, marzo 04, 2009

Lecciones de Obama para Oriente Próximo

Por Jim Hoagland, periodista y analista político del periódico The Washington Post (EL MUNDO, 04/03/09):

El Presidente Obama está decidido a cumplir el compromiso que adquirió como candidato y lograr que Estados Unidos pase de librar la guerra errónea de Irak a ganar la guerra correcta en Afganistán. Si bien es cierto que su formulación tiene puntos oscuros, hay también mucho que admirar en la forma en la que está procediendo en sus primeros días como inquilino de la Casa Blanca.

Obama tiene un estilo de sopesar y tomar decisiones disciplinado y fresco. Ha reclutado a gente inteligente con experiencia para convertir la Casa Blanca en el escenario destinado a idear una estrategia global, no sólo a componer un conjunto de políticas. Y ha ampliado el horizonte al que debe dirigirse la atención de EEUU, que se extiende desde el extremo oeste del Mediterráneo hasta los confines del Océano Indico.

Es decir, el giro que está ejecutando en política exterior Barack Obama es mucho más amplio y difícil de lo que él mismo ha reconocido. La nueva estrategia en Afganistán se ha iniciado con el envío de 17.000 efectivos militares adicionales. Aunque en buena parte del arco mediterráneo-índico cunde la preocupación de que, a medio plazo, esta maniobra suponga rebajar la presencia militar estadounidense y la influencia sobre esa amplia y delicada zona.

El presidente ha sido claro al afirmar que su intención es retirar todas las tropas estadounidenses de combate de Irak antes de las elecciones legislativas de 2010. Y diplomáticos y analistas en contacto con la Casa Blanca sospechan, con creciente convencimiento, que el equipo de Obama espera que también se pueda reducir de manera importante el número de efectivos en Afganistán antes de finalizar el mandato de cuatro años de este presidente, incluso en ausencia de avances sustanciales.

Esperemos que las cosas vayan bien y permitan estas retiradas. Pero, de cualquier forma, la reformulación de intereses vitales estadounidenses debería tener en consideración las consecuencias imprevistas del cambio de énfasis:

La seguridad en esta turbulenta región del arco mediterráneo-índico no es una cuestión de equilibrios sólo para EEUU. Y no puede ser medida exclusivamente en términos de reducción del gasto o del número de bajas estadounidenses. Israel, Arabia Saudí, Egipto y otros aliados de Washington, así como Europa y Japón, van a reaccionar a cualquier reducción paulatina de los compromisos estadounidenses aumentando su capacidad militar y sus ambiciones.Pero no se van a centrar en las redes terroristas que ponen sus miras en Estados Unidos. Se centrarán en Irán y en sus programas de presuntas armas nucleares, y en la desestabilización de los demás gobiernos de la región.

Una consecuencia inmediata de una presencia estadounidense atenuada será que se elevará considerablemente la probabilidad de un ataque militar israelí contra Irán antes de acabar 2010. Y, al mismo tiempo, se intensificará la amenaza de la proliferación nuclear por todo el mundo árabe, especialmente si el desmantelamiento de la protección militar estadounidense -presente en la región desde 1991- tiene lugar en el contexto del diálogo prometido con Irán por Obama. Porque un repentino acercamiento entre EEUU e Irán será percibido por árabes e israelíes por igual como una forma de desentenderse de los múltiples conflictos de la región.

«La seguridad regional no es una cuestión de Irán exclusivamente, decía la semana pasada Amr Moussa, secretario general de la Liga Arabe. Y añadía certero: «Necesitamos una zona franca nuclear regional, para tratar el problema conocido de armas nucleares israelíes y el problema potencial de Irán. De lo contrario, otros en la región van a seguir el mismo camino».

Sus comentarios reflejaban unas observaciones mías realizadas durante un seminario reciente sobre proliferación nuclear celebrado en El Cairo. Los delegados árabes, y sobre todo aquellos procedentes de Egipto -país que viene desde hace tiempo pretendiendo desarrollar un programa de energía nuclear-, dejaron claro que no les interesaba aceptar las medidas de salvaguarda enormemente restrictivas contenidas en el reciente acuerdo de cooperación en materia de energía nuclear Estados Unidos-Emiratos Arabes Unidos. Los árabes parecían desear mantener abiertas todas las opciones, incluyendo la de hacerse con la bomba, si Irán supera el umbral nuclear.

Esto convierte en imperativo que la Administración estadounidense tome las siguientes medidas:

Primero: debe apoyar con firmeza el acuerdo de los Emiratos Arabes Unidos en el Congreso, como modelo de cooperación nuclear y dar prioridad urgente a evitar la proliferación de armamento nuclear en Oriente Próximo.

Segundo: debe comprometerse públicamente a buscar el diálogo con Irán de una forma transparente, no a través de conversaciones secretas y, por supuesto, no a través de constantes regateos. La sugerencia francesa encaminada a celebrar una iniciativa de negociación directa «excepcional», pero que vaya acompañada de la amenaza clara de sanciones más duras contra el régimen de los ayatolás si fracasa, no es ninguna tontería.

Tercero: el presidente Obama debería evaluar más positivamente la experiencia estadounidense en Irak. Cuando pregunté a Moussa, antiimperialista empedernido, si había más reconciliación nacional y armonía en Irak hoy que bajo la dictadura de Sadam Husein, respondió inmediatamente: «Sí, incluso después de cinco años de una experiencia muy triste».

Casi pude intuir a Sadam revolviéndose en su tumba.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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