Por Raphael Schutz, embajador de Israel en España (EL MUNDO, 12/07/08):
Hace semanas un grupo de jóvenes lanzó una iniciativa por internet, protestando por la actitud y el trato injusto de Israel por parte de los medios de comunicación españoles. El pasado 4 de julio, en este mismo diario, se publicaba el artículo de John Pilger Del triunfo a la tortura, un ejemplo que pone claramente de manifiesto la validez de los planteamientos de quienes insisten en el sesgo informativo en lo relacionado con Israel.
La acusación más grave presentada por el autor aparece en el único destacado de la edición impresa: «Israel ocupa uno de los lugares más altos de la clasificación internacional en asesinatos de periodistas, sobre todo palestinos». La más grave pero también la más fácil de desmentir. El Comité de Protección de Periodistas, una ONG que mantiene un sitio en internet con información estadística actualizada, indica que en los últimos 16 años han muerto 693 periodistas en zonas de enfrentamiento. El conflicto palestino-israelí no figura en la lista de los 20 más sangrientos. La acusación de Pilger carece de cualquier fundamento basado en la realidad. Decidan ustedes si se trata de un error o de una mentira insidiosa. Más allá de la incorrección del dato, Pilger peca también en la elección de la terminología. Israel no «asesina» a civiles inocentes en general, ni a periodistas en particular. Las acciones militares israelíes van dirigidas contra los terroristas y hacia los puntos desde los cuales se originan los disparos y lanzamientos de cohetes palestinos. Como ocurre en cualquier guerra, a veces, lamentablemente también se producen víctimas inocentes. Así se produjo el caso del único periodista palestino muerto en 2008; estaba realizando su trabajo junto a un grupo de palestinos que lanzaban cohetes contra población civil israelí. El ejército de Israel respondió con fuego causando la muerte del periodista.
Sigamos. Pilger escribe que Gaza sufre de «olvido». Es una afirmación ridícula cuando casi no pasa un solo día sin que aparezca alguna noticia en los medios de comunicación sobre el sufrimiento en Gaza. De hecho, su sufrimiento es mucho más mediático que el de otras personas en otros lugares con conflictos y situaciones mucho más dramáticas. En Darfur, por ejemplo, siguen muriendo miles de personas, y ni siquiera hay una foto o un breve en los diarios. Por el contrario, cada apagón en Gaza genera portadas. Esto también tiene su explicación. En Darfur, unos musulmanes masacran a otros musulmanes, y esto no interesa a nadie. Pero Gaza da a la empresa de la mentira la oportunidad de pintar a Israel como el más consumado verdugo.
De hecho, en el contexto de lo que ocurre alrededor de Gaza sí hay olvido. Es el olvido del sufrimiento de la población israelí de las ciudades más próximas a la frontera, que llevan años viviendo bajo una lluvia diaria de cohetes. Introduzcan en Google o en cualquier otro buscador en Internet «Gaza» y «Sderot» (la ciudad israelí machacada por los cohetes palestinos) y vean quién está en el olvido.
La mayor parte del artículo de Pilger está dedicado a describir detalladamente un incidente del periodista Omer con la seguridad israelí. Dado el nivel de credibilidad del autor por lo dicho hasta el momento, podría limitarme a decir que lo que cuenta tiene el mismo nivel de fiabilidad que el resto. No lo voy a hacer. Estoy dispuesto a aceptar que cada palabra sobre este asunto es cierta. Aún en este supuesto he de hacer dos objeciones. Primera: el abuso de autoridad y el extralimitarse en la brutalidad por parte de las fuerzas de seguridad no es un invento israelí. Se da en todos los países, incluidos los democráticos, y obviamente deben ser castigados conforme a la ley. Segunda: y quizás la principal, Pilger no hace referencia alguna al contexto en que se produjo el hecho. Los agentes de seguridad que examinaron a Omer han sufrido muchas veces casos de suplantación (una persona haciéndose pasar por otra), o de gentes que han llegado a los puestos de control y se han hecho explotar causando terror y muerte a su alrededor. En otras palabras, Israel es un país que presenta valores occidentales frente a elementos que quieren poner fin a su existencia y ponen la muerte como valor supremo. Por supuesto, hay cosas de Israel merecedoras de crítica y, sin duda, lamentablemente, se dan casos de agentes de seguridad que se extralimitan en sus funciones. Sin embargo, la focalización exclusiva en un caso concreto y descontextualizado por parte de Pilger es otro síndrome característico del trato injusto a Israel en los medios de comunicación. Por cierto, cada vez que se produce el caso de un ciudadano (o periodista) que es tratado de forma ofensiva en un aeropuerto, frontera o comisaría, ¿el señor Pilger escribe un artículo? Lo dudo.
Fiel hasta el final a su falta de precisión, en los últimos párrafos del artículo afirma que el embajador de Israel en el Reino Unido «se quejaba públicamente de que hay muchos británicos que ya no aprecian como antes la singularidad de la democracia israelí». En realidad, lo esencial que dijo el embajador es que en la universidad y en el ámbito académico ingleses se está produciendo una campaña sistemática de deslegitimación de Israel como hogar nacional del pueblo judío.
Frente a todo lo anterior, lo que a mí me queda es la duda de si en su último libro (Basta de mentiras), Pilger hace autocrítica. Tengo la sensación de que vosotros conocéis la respuesta.
Hace semanas un grupo de jóvenes lanzó una iniciativa por internet, protestando por la actitud y el trato injusto de Israel por parte de los medios de comunicación españoles. El pasado 4 de julio, en este mismo diario, se publicaba el artículo de John Pilger Del triunfo a la tortura, un ejemplo que pone claramente de manifiesto la validez de los planteamientos de quienes insisten en el sesgo informativo en lo relacionado con Israel.
La acusación más grave presentada por el autor aparece en el único destacado de la edición impresa: «Israel ocupa uno de los lugares más altos de la clasificación internacional en asesinatos de periodistas, sobre todo palestinos». La más grave pero también la más fácil de desmentir. El Comité de Protección de Periodistas, una ONG que mantiene un sitio en internet con información estadística actualizada, indica que en los últimos 16 años han muerto 693 periodistas en zonas de enfrentamiento. El conflicto palestino-israelí no figura en la lista de los 20 más sangrientos. La acusación de Pilger carece de cualquier fundamento basado en la realidad. Decidan ustedes si se trata de un error o de una mentira insidiosa. Más allá de la incorrección del dato, Pilger peca también en la elección de la terminología. Israel no «asesina» a civiles inocentes en general, ni a periodistas en particular. Las acciones militares israelíes van dirigidas contra los terroristas y hacia los puntos desde los cuales se originan los disparos y lanzamientos de cohetes palestinos. Como ocurre en cualquier guerra, a veces, lamentablemente también se producen víctimas inocentes. Así se produjo el caso del único periodista palestino muerto en 2008; estaba realizando su trabajo junto a un grupo de palestinos que lanzaban cohetes contra población civil israelí. El ejército de Israel respondió con fuego causando la muerte del periodista.
Sigamos. Pilger escribe que Gaza sufre de «olvido». Es una afirmación ridícula cuando casi no pasa un solo día sin que aparezca alguna noticia en los medios de comunicación sobre el sufrimiento en Gaza. De hecho, su sufrimiento es mucho más mediático que el de otras personas en otros lugares con conflictos y situaciones mucho más dramáticas. En Darfur, por ejemplo, siguen muriendo miles de personas, y ni siquiera hay una foto o un breve en los diarios. Por el contrario, cada apagón en Gaza genera portadas. Esto también tiene su explicación. En Darfur, unos musulmanes masacran a otros musulmanes, y esto no interesa a nadie. Pero Gaza da a la empresa de la mentira la oportunidad de pintar a Israel como el más consumado verdugo.
De hecho, en el contexto de lo que ocurre alrededor de Gaza sí hay olvido. Es el olvido del sufrimiento de la población israelí de las ciudades más próximas a la frontera, que llevan años viviendo bajo una lluvia diaria de cohetes. Introduzcan en Google o en cualquier otro buscador en Internet «Gaza» y «Sderot» (la ciudad israelí machacada por los cohetes palestinos) y vean quién está en el olvido.
La mayor parte del artículo de Pilger está dedicado a describir detalladamente un incidente del periodista Omer con la seguridad israelí. Dado el nivel de credibilidad del autor por lo dicho hasta el momento, podría limitarme a decir que lo que cuenta tiene el mismo nivel de fiabilidad que el resto. No lo voy a hacer. Estoy dispuesto a aceptar que cada palabra sobre este asunto es cierta. Aún en este supuesto he de hacer dos objeciones. Primera: el abuso de autoridad y el extralimitarse en la brutalidad por parte de las fuerzas de seguridad no es un invento israelí. Se da en todos los países, incluidos los democráticos, y obviamente deben ser castigados conforme a la ley. Segunda: y quizás la principal, Pilger no hace referencia alguna al contexto en que se produjo el hecho. Los agentes de seguridad que examinaron a Omer han sufrido muchas veces casos de suplantación (una persona haciéndose pasar por otra), o de gentes que han llegado a los puestos de control y se han hecho explotar causando terror y muerte a su alrededor. En otras palabras, Israel es un país que presenta valores occidentales frente a elementos que quieren poner fin a su existencia y ponen la muerte como valor supremo. Por supuesto, hay cosas de Israel merecedoras de crítica y, sin duda, lamentablemente, se dan casos de agentes de seguridad que se extralimitan en sus funciones. Sin embargo, la focalización exclusiva en un caso concreto y descontextualizado por parte de Pilger es otro síndrome característico del trato injusto a Israel en los medios de comunicación. Por cierto, cada vez que se produce el caso de un ciudadano (o periodista) que es tratado de forma ofensiva en un aeropuerto, frontera o comisaría, ¿el señor Pilger escribe un artículo? Lo dudo.
Fiel hasta el final a su falta de precisión, en los últimos párrafos del artículo afirma que el embajador de Israel en el Reino Unido «se quejaba públicamente de que hay muchos británicos que ya no aprecian como antes la singularidad de la democracia israelí». En realidad, lo esencial que dijo el embajador es que en la universidad y en el ámbito académico ingleses se está produciendo una campaña sistemática de deslegitimación de Israel como hogar nacional del pueblo judío.
Frente a todo lo anterior, lo que a mí me queda es la duda de si en su último libro (Basta de mentiras), Pilger hace autocrítica. Tengo la sensación de que vosotros conocéis la respuesta.
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