Por David Domingo, profesor de Periodismo Digital de la Universitat Rovira i Virgili (LA VANGUARDIA, 06/07/08):
En las universidades de Estados Unidos, si no eres usuario de Facebook no existes: esta web es el centro neurálgico de la vida social, donde los jóvenes convocan la próxima fiesta, publican las fotos de la última barbacoa e indican las últimas novedades de su estado anímico, sentimental y - tras acabar la carrera- laboral. Nuestra cultura mediterránea suele preferir socializar tomando una caña en la terraza de un bar. Pero desde que hace unas semanas Facebook fue traducido se multiplica el número de usuarios catalanes. El grupo más numeroso tiene ya más de 4.000 internautas registrados. Universidades y partidos políticos ya han creado sus propias redes, y el Incavi propone debatir sobre el futuro de los vinos catalanes.
La redes sociales digitales no surgen de la nada: una comunidad virtual nace como extensión de relaciones sociales ya existentes o como materialización de intereses comunes que fuera de internet difícilmente podían encontrarse. Como ejemplos paradigmáticos tenemos el movimiento antiglobalización, pionero en crear una red mundial de coordinación de movilizaciones; o la reciente victoria de Barack Obama en las primarias demócratas: una de las claves para pasar de ser un candidato desconocido a una estrella mediática en menos de un año fue la creación de grupos de apoyo en Facebook. Hoy Obama cuenta con un millón de seguidores en la web social, mientras Hillary y McCain no han pasado de los 200.000. Las elecciones no se celebrarán en Facebook, pero la red ha sido clave para que Obama conecte con el elector joven.
Un poco más cerca, Artur Mas lleva nueve meses hablando de tú a tú a los internautas en un videoblog y algunos de los candidatos a presidir ERC usaron a fondo webs sociales para difundir su mensaje. Las universidades catalanas también han entendido que su público potencial está en YouTube y Facebook y exploran sus posibilidades.
Internet cataliza la hipersociabilidad, intensifica nuestras relaciones sociales, al menos en cantidad (gente a la que podemos llegar a conocer) y con algo de suerte en calidad (capacidad de crear - parejas, negocios, proyectos- con esas personas). La fórmula del éxito de internet como multiplicador de redes sociales se basa en las características únicas de las webs de última generación:
Inmediatez: en un mundo que cada vez gira más rápido valoramos saber en el momento adecuado (cuando acaba de pasar) lo que nos interesa saber, y no cualquier otra cosa. Servicios como Twitter permiten seguir minuto a minuto, a través de mensajes de 140 caracteres enviados desde la web o el móvil, cualquier novedad que publique alguien que nos interesa.
Historicidad: internet es cada vez más nuestra memoria. Flickr nos permite guardar las fotos de nuestros viajes, del. icio. us los enlaces a los artículos y webs que hemos visitado y queremos revisitar… Cada vez más servicios web nos permiten reconstruir los pasos digitales y, si queremos, compartirlos con otros o con todo el mundo para que otros puedan aprender de nuestros hallazgos.
Comunidad: en la web social los usuarios son los protagonistas; ellos aportan los contenidos, ellos los organizan mediante etiquetas (tags) y votan los que son más interesantes. La Tafanera, por ejemplo, permite a los internautas catalanes compartir noticias y crear una portada colectiva, no dictada por los criterios de los medios de comunicación. Hay quien no sale de casa sin revisar las recomendaciones de hoteles, restaurantes y películas de otros usuarios.
Serendipia: El trabajo de compartir contenidos tiene otra recompensa gracias a las herramientas de las redes sociales digitales. YouTube recomienda vídeos similares a los que estás viendo y Facebook te propone amigos que quizá conozcas basándose en qué conocidos tenéis en común. La gracia es que puedes encontrar a gente que habla de lo que a ti te interesa sin tan siquiera buscarlos.
Autocontrol: todo lo anterior puede asustar a más de uno. Ha habido muchas críticas a los riesgos para la privacidad de servicios como Facebook. Por eso cada vez más el usuario tiene en su mano decidir qué quiere compartir y con quién, con paneles de opciones muy detallados.
Flexibilidad: la magia de las webs sociales es que se pueden usar con los ojos cerrados (casi). Todo es muy intuitivo y en muchos casos accesible estés donde estés: el ordenador, el teléfono móvil… Son el principio de la internet del futuro, ubicua e inteligente.
Claro que la hipersociabilidad digital tiene sus problemas: la paradoja es que puede llevarte a reducir tu vida social offline,en el mundo real. Pero, en su justa medida, si no nos dejamos vencer por la ansiedad de mirar cada cinco minutos si hay algo nuevo en nuestros cuarenta servicios de web social, podemos conseguir que internet nos haga más fácil la vida.
En las universidades de Estados Unidos, si no eres usuario de Facebook no existes: esta web es el centro neurálgico de la vida social, donde los jóvenes convocan la próxima fiesta, publican las fotos de la última barbacoa e indican las últimas novedades de su estado anímico, sentimental y - tras acabar la carrera- laboral. Nuestra cultura mediterránea suele preferir socializar tomando una caña en la terraza de un bar. Pero desde que hace unas semanas Facebook fue traducido se multiplica el número de usuarios catalanes. El grupo más numeroso tiene ya más de 4.000 internautas registrados. Universidades y partidos políticos ya han creado sus propias redes, y el Incavi propone debatir sobre el futuro de los vinos catalanes.
La redes sociales digitales no surgen de la nada: una comunidad virtual nace como extensión de relaciones sociales ya existentes o como materialización de intereses comunes que fuera de internet difícilmente podían encontrarse. Como ejemplos paradigmáticos tenemos el movimiento antiglobalización, pionero en crear una red mundial de coordinación de movilizaciones; o la reciente victoria de Barack Obama en las primarias demócratas: una de las claves para pasar de ser un candidato desconocido a una estrella mediática en menos de un año fue la creación de grupos de apoyo en Facebook. Hoy Obama cuenta con un millón de seguidores en la web social, mientras Hillary y McCain no han pasado de los 200.000. Las elecciones no se celebrarán en Facebook, pero la red ha sido clave para que Obama conecte con el elector joven.
Un poco más cerca, Artur Mas lleva nueve meses hablando de tú a tú a los internautas en un videoblog y algunos de los candidatos a presidir ERC usaron a fondo webs sociales para difundir su mensaje. Las universidades catalanas también han entendido que su público potencial está en YouTube y Facebook y exploran sus posibilidades.
Internet cataliza la hipersociabilidad, intensifica nuestras relaciones sociales, al menos en cantidad (gente a la que podemos llegar a conocer) y con algo de suerte en calidad (capacidad de crear - parejas, negocios, proyectos- con esas personas). La fórmula del éxito de internet como multiplicador de redes sociales se basa en las características únicas de las webs de última generación:
Inmediatez: en un mundo que cada vez gira más rápido valoramos saber en el momento adecuado (cuando acaba de pasar) lo que nos interesa saber, y no cualquier otra cosa. Servicios como Twitter permiten seguir minuto a minuto, a través de mensajes de 140 caracteres enviados desde la web o el móvil, cualquier novedad que publique alguien que nos interesa.
Historicidad: internet es cada vez más nuestra memoria. Flickr nos permite guardar las fotos de nuestros viajes, del. icio. us los enlaces a los artículos y webs que hemos visitado y queremos revisitar… Cada vez más servicios web nos permiten reconstruir los pasos digitales y, si queremos, compartirlos con otros o con todo el mundo para que otros puedan aprender de nuestros hallazgos.
Comunidad: en la web social los usuarios son los protagonistas; ellos aportan los contenidos, ellos los organizan mediante etiquetas (tags) y votan los que son más interesantes. La Tafanera, por ejemplo, permite a los internautas catalanes compartir noticias y crear una portada colectiva, no dictada por los criterios de los medios de comunicación. Hay quien no sale de casa sin revisar las recomendaciones de hoteles, restaurantes y películas de otros usuarios.
Serendipia: El trabajo de compartir contenidos tiene otra recompensa gracias a las herramientas de las redes sociales digitales. YouTube recomienda vídeos similares a los que estás viendo y Facebook te propone amigos que quizá conozcas basándose en qué conocidos tenéis en común. La gracia es que puedes encontrar a gente que habla de lo que a ti te interesa sin tan siquiera buscarlos.
Autocontrol: todo lo anterior puede asustar a más de uno. Ha habido muchas críticas a los riesgos para la privacidad de servicios como Facebook. Por eso cada vez más el usuario tiene en su mano decidir qué quiere compartir y con quién, con paneles de opciones muy detallados.
Flexibilidad: la magia de las webs sociales es que se pueden usar con los ojos cerrados (casi). Todo es muy intuitivo y en muchos casos accesible estés donde estés: el ordenador, el teléfono móvil… Son el principio de la internet del futuro, ubicua e inteligente.
Claro que la hipersociabilidad digital tiene sus problemas: la paradoja es que puede llevarte a reducir tu vida social offline,en el mundo real. Pero, en su justa medida, si no nos dejamos vencer por la ansiedad de mirar cada cinco minutos si hay algo nuevo en nuestros cuarenta servicios de web social, podemos conseguir que internet nos haga más fácil la vida.
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